Condujo lleno de enojo, odio y descontrol. Una combinación peligrosa que rugía en su interior. La sed de matar a ese maldito se acrecentó feroz; su respiración cada vez más agitada a medida que la distancia era menor al lugar acordado, y la adrenalina se liberó disparando un loco afán, tremendas ganas de asesinar a Luca de un solo balazo.
El lobo le iba volar los sesos con un disparo. Nadie lo mandó a interferir en sus asuntos. Tenía en su poder a Luna, y él la quería bajo su dominio, como se lo pidió su padre.
No en manos del enemigo, en ese caso, el numerale de la mafia italiana.
La chica era suya, y la recuperaría esa noche.
—He llegado, si tengo todo bajo control no quiero que intervengan, ¿entendido? Cambio —habló a través del aparato comunicador.
—Entendido, jefe. Cambio.
—Bajaré del auto, K71, cambio y fuera —avisó.
Clavó los neumáticos en el asfalto. La oscuridad reinó violentamente en el momento que apagó las luces del convertible. Alek tanteó el arma a la altura de su cintura, pero del tablero del auto tomó también una colt 45, posterior a eso bajó apuntando a todas direcciones. La euforia por el deseo de volar cabezas ese julio sombrío se deslizaba a través de su torrente sanguíneo como una serpiente urgida por inyectar su veneno.
Sus pasos firmes, sin vacilar un poco, reafirmó la seguridad con la que se manejaba. Estaba listo para jalar el gatillo, incluso si lograba que Frattini se mostraba rendido al entregarle la supuesta "mercancía" defectuosa.
De todos modos lo mataría por metiche.
Ella no era el objetivo, sino Grace, la hija de su madre con otro hombre. Pero en vista de que en los planes se apareció una Luna, la joven se volvió un blanco.
A Dimitri le encantó la idea de tener a la chica equivocada, al final también era la hija de Gregg, y la traidora de su mujer la quería como a una hija propia.
Tenía planes, perversos y oscuros. Se paseó en su cabeza la imagen de una castaña pidiendo a gritos misericordia, rogándole el cese de violencia. El sabor de sus lágrimas ligado al sudor de la desesperación y la sangre le era un dulzón, un caramelo sobre su lengua.
Pero el plan cambió, había decidido dársela a su hijo con una condición, que empleara la tortura y finalmente se deshiciera de ella. Y lo más importante, que le enviara a sus familiares fotos de la chica en el peor estado, imágenes que causaran consternación absoluta.
Aleksander no dudó en aceptar las condiciones y el regalo que en cuestión ya había sido robado.
Konstantinov le echó un vistazo al lugar, de noche Cerdeña no era la misma que en la hora dorada del día. En penumbras el cielo azul sucumbió al negro y el calor del verano al frío, deslizó una sonrisa rodeado en el terror de aquel ambiente, fascinante para su alma sombría.
Todo un espectáculo pero sin luces, sin focos, sino bajo el manto de la oscuridad, como le gustaba.
—¡¿Por qué no sales de tu escondrijo, maldito infeliz?! —escupió a todo pulmón, tras el rugido profundo que emanó de su garganta, escuchó pasos ajenos, luego vino una risa fría y finalmente el dueño de todo.
—*Oh Aleksander, smettila con gli insulti. Quindi non andremo da nessuna parte. —habló tranquilo, Le dio una última calada al cigarrillo que terminó tirando al suelo y pisando con la punta de su zapato.
En todo momento, el ruso no le quitó la furiosa mirada de encima. La rabia se reflejó en las venas palpitantes de su cuello y en la forma en que apretaba la mandíbula. De hombres así jamás se fiaba, debía de estudiar sus movimientos, intenciones, lo que planeaba hacer, aunque parecía inmutable.
Cualquier error podía ser una trampa, una emboscada.
Repasó el lugar con ojos fieros, en el pastizal escaso podían estar sus hombres furtivos,
—¿Con quién has venido? ¡Habla! —exclamó enfocado en el sujeto que actuaba con desparpajo.
—Solo, no he roto mi palabra, espero que tú tampoco lo hayas hecho, Konstantinov —señaló dudando de que el ruso se encontrara sin protección —. Baja el arma.
Sonrió con malicia, bajó lentamente la pistola, y la sostuvo con firmeza, no era estúpido como para tirarla al suelo.
—Soy un lobo solitario esta noche —anunció en un gruñido.
—O un gatito —se burló soltando una carcajada chocante. Alek apretó los labios molesto y lleno de exasperación —. Escúchame, Konstantinov, no te daré a la chica a menos que nos entregues la mercancía que llegará la noche del miércoles al puerto, es eso o nada.
El aludido reparó en sus palabras, el maldito tipo estaba pidiendo una fortuna a cambio de algo que ya le pertenecía. Joder.
—¿Qué? No te daré nada, ¿con quién crees que hablas, rata de alcantarilla? No te voy dar el gusto, Luca. —aseguró sin bajar la guardia.
—¡Jódete! Entonces la chica sigue siendo mía —replicó haciendo un movimiento que en micro segundos Alek pudo captó logrando levantar el arma al tiempo que dio el primer disparo.
En respuesta, Luca había logrado rozar apenas el brazo de Konstantinov, lo que se le pareció a un insignificante rasguño de un felino que yacía quejoso en el suelo. El ruso avanzó descargando todas las balas en el cuerpo del italiano que en un chasquido se lo llevó la muerte.
El hombre inerte y sangriento era otra presa del lobo.
Se le quedó mirando, como si buscara todavía un vestigio de vida que mitigar.
—Solo a un imbécil se le ocurre venir solo, ahora estás muerto —soltó guardándose la pistola.
Se comunicó de nuevo a través del aparato indicándole a sus hombres que salieran de las sombras.
En la cajuela del auto del italiano, halló a la chica moribunda e indefensa, Viktor Volkov se apareció junto a los cuatro hombres armados, quienes terminaron de encargarse de la muchacha.
En cuanto la subieron a la parte trasera de la camioneta blindada que conducía Volkov, Aleksander hizo volar a pedazos el carro del enemigo.
Luego se alejó y abordó el BMW, poniéndose en marcha.
—*Missiya byla uspeshnoy.
…
1.Ay, Aleksander, déjate de insultos. Así no vamos a llegar a ningún lado.
2.La misión ha sido exitosa.
Rusia, Moscú.Con las luces apagadas, en una habitación fría, amordazada, herida, lucho y resisto. Confronto el huracán que me sacude, me siento más vulnerable al desconocer las intenciones de mi captor.Me hago ovillo sobre un delgada colcha, intentando dormirme a pesar de la incertidumbre. La bruma es pesada, más que mis párpados renuentes a cerrarse. El silencio es desolador. Me aplasta y me cierra la tráquea. El aire se va, los miedos desnudan mi alma, no existe una barrera, un muro, nada que me aparte del peligro.Nada me aleja de la extinción.La espesura de lágrimas brota con afán, no creo poder librarme de la muerte. Lo último que recuerdo es ser golpeada con fiereza, quedando inconsciente. Me duele cada músculo, siento un dolor inconmensurable que se desplaza a través de mi dorsal y me arranca el corazón.Muero de hambre, solo recuerdo lle
Ciudad de New York.6 meses antes.El día augura un clima frío, es de esperarse el panorama grisáceo durante esta estación del año en la ciudad que nunca duerme, es invierno. Tomo de la percha la gabardina beige, y me doy un vistazo en el espejo, para el día de hoy he decidido llevar un vestido blanco al ras de las rodillas, stilettos del mismo color y escaso maquillaje. Mi cabello castaño y lacio permanece en un recogido, algunos flequillos adornan mi frente. Tal parece que me veo bien, así que tras cerciorarme de que todo está en su sitio, puedo irme a trabajar.Y sí que debo darme prisa.¡El tiempo apremia!Llego al parking, presiono el botón del control para desbloquear las puertas. El porshe blanco parpadea con las luces delanteras. Me encamino al auto y abordo. Me meto en el tráfico tedioso, es terrible, ni modo. En la espera me pongo a esc
No me da tiempo a replicas. Siento el piquete en mi brazo, otra vez, casi al instante empiezo a rozar la inconsciencia y finalmente me largo a una profunda oscuridad. Lo último que he visto es su mirada malvada y el avecino de la victoria en sus labios de cianuro....Despierto con brusquedad dando un brinco en el acto, porque un balde de agua gélida me ha sido arrojado de golpe. El causante es ese maldito ruso que no para de vociferar a todo pulmón. A duras penas logro ubicarme en un baño, no cualquiera, este lugar es lujo por doquier. Ya no hay rastro de aquel vetusto cuarto en el que estaba. Estoy desnuda, es humillante estar así, expuesta al infeliz de... ¿Aleksander? Creo que ese es su nombre.No sé si ha pasado mucho tiempo desde que las sombras de un sueño obligado me atraparon. Lo único de lo que estoy al corriente es de una maldita tortura de parte de mi captor.—¡Basta! ¡¿Por qué me haces
POV. AleksanderTomo por el cuello a ese hijo de perra, lo acribillo con la mirada, no lo suelto. Una de las cosas que detesto es que me desafíen, que rompan mis reglas y se nieguen a cumplirlas.—¡¿Es que no puedes seguir una sola maldita orden?! Mejor desaparece de mi vista o eres hombre muerto —lo libero de golpe, el idiota bueno para nada cae al suelo intentando recuperar el oxígeno —. ¿Sabes qué? Detente ahí.Cambio de parecer sacando el arma.—No volveré a fallar, señor —habla rápido como un roedor asustado.—Por supuesto que no, hasta nunca, Steven —escupo disparándole directo en el pecho.Su muerte es rápida, se lo merecía. Odio aquel charco de sangre que se ha formado a su alrededor, así que llamo a Arkady para que limpie el desastre y se deshaga del cadáver.Me quedo furibundo, asestando golpes por todos lados. ¡Maldita sea! C
Una semana que no he vuelto a ver sus ojos, siete días de aparente tranquilidad, han sido ciento sesenta y ocho horas que la ausencia del lobo me ha dejado una creciente de suspenso.Por eso siempre que alguien llega, temo que pueda ser él. El alivio me invade cada que no resulta ser ese hombre. He estado en la habitación sin sabe qué hacer, de modo que empiezo a recordar mi vida tranquila en la ciudad de New York, los momentos con mi padre y Elena; y las travesuras de Grace, que tanto dolor de cabeza causan.Creo que rememorar instantes familiares logran olvidarme de que estoy aquí, y siempre llega ese punto en que sucede el efecto contrario. Soy consciente de cuánto los extraño, de lo mucho que ellos me hacen falta.Necesito un abrazo de papá, un beso sobre la mejilla de mamá, también las sonrisitas traviesas de mi pequeña hermana. Todo eso me aprieta el pecho, es nostalgia, es melancolía, es un sentimiento que domina cada p
Libera mis tobillos y muñecas del encarcelamiento opresivo. Pero no ha acabado con el infierno. Retoma lo dejado a medias, se viste con rapidez, pero yo sigo desnuda. Tira de mi brazo y me hace caminar hasta la pared. Estoy de espaldas y solo espero temblorosa los foetazos. Me va a fustigar. Ya mis piernas flaquean, dolerá.Por consiguiente, me azota con ira, no se detiene. El escozor es insoportable, cada parte de mi espalda se abre con su furia. Ya no lo resisto, los sollozos surgen sin parar, me desgarra por fuera y por dentro.Tan severo que me parece sobrenatural su fuerza.—¡Por favor, para, te lo imploro! —exclamo exánime, el ruego es lo único que emana antes de ir perdiendo la noción.—¡Vas a morir, maldita! —ruge sentenciando el final.Sus palabras se cumplen, en un santiamén la luz se ha vuelto oscuridad....Quema, es u
POV. Aleksander—Viktor, ¿dónde carajos estabas? —quiero saber, sin enfado en medio. Solo me preocupa que uno de mis hombres no tenga el suficiente coraje para decir la verdad.Lo he llamado hace rato, y me ha dicho que estaba en la plaza roja. Ya que había atado el cabo suelto, no vi razón de su paseo por allá.Los ojos del robusto hombre se van al techo, sé que se trata de una mujer, razón que pone en peligro a cualquiera si todo gira torno a una fémina que puede arruinar nuestros planes.—Con Mariola —admite.Me deja sorprendido.Los Ferreti son nuestros contrincantes, tienen propiedades en este país, sé de primera mano que estarán un tiempo en Rusia. Lo que no me gusta, tienen intenciones de apoderarse de territorio que nos pertenecen.Maldición.—¿La hija de los Ferreti? —cuestio
Cae a mi lado intentando recuperar el aliento, y yo la dignidad. Le doy la espalda y empiezo a llorar. No me importa, necesito sacar todo lo que está perjudicando mi construcción. Poco a poco solo quedan ruinas de mí. Lo peor es que ante él soy una pieza traslúcida, un cristal, porque sin hacerme un profundo estudio conoce mis debilidades y fortalezas que se han consumido en el infierno.Siento cuando abandona el espacio a mi lado. Ya se va, como suele hacer. Tomo un respiro, repitiendo el inhala y exhala de forma constante. Los resquicios nunca se abrieron tanto en mi alma y mi corazón roído nunca sintió tanta presión que ahora.—No sé por qué te echas a llorar, agradece que sigues respirando.—Tal vez es mejor morir.—No quieres morir, Luna. —afirma con sorna.No le respondo. Es un idiota, un maldito violador y asesino. Es todo eso y demás adjetivos que definan a un ser macabro.&