—Hola, Luna. ¿Ha pasado algo? Es raro cuando me llamas —añade, su tono no oculta la preocupación. Está extrañada de que le llame. —Necesito decirte algo, y no, claro que sí suelo llamarte, ¿por qué te extraña? —suelto tomando aire. —Solo digo —se queda en silencio un momento. Cada segundo cuenta, en uno, todo cambiará… No saber cómo saber cómo puede tomarlo me asusta. —¿Podrías venir? Sé que tienes muchas cosas que hacer, pero es urgente, Grace. —¿En serio? Me estás asustando, ¿es tan grave que no puedes decirme por aquí? —dice vacilante —. Me estás poniendo nerviosa…Su admisión incrementa el nerviosismo en mí. No es la única que se siente así. —Deberías venir, Grace. Lo que debo decirte no es fácil de procesar, debo admitir. Pero mantén la calma, lo menos que quiero es verte alterada. ¿De acuerdo? —¿Le pasó algo a mamá? —pregunta rápidamente. Se oye un sollozo. —No no, no te precipites, estamos bien. Dile a Dominic que venga, él necesita estar presente —añado. —De acuerdo —
FINALCuatro Meses Después…Aleksander atraviesa cada parte de mi cuerpo de una forma que me prende en segundos. Sabe que no estamos solo, afuera está casi toda la familia, sin embargo, a él le importa un bledo seguir con el manoseo. Aunque poco me atrae que se detenga. En este punto necesito de sus largas caricias.—Alek…—Un momento y ya… —dice gruñendo sobre mi boca. Enredo las manos detrás de su nuca y rozo sus labios. Si quiere continuar, adelante, pero no dejo de pensar en mi familia, que vergonzoso sería que nos escucharán. —Para, quisiera más pero no es el momento adecuado, Aleksander —lo regaño y me separo de sus labios por completo. Hace un mohín gracioso, ruedo los ojos. —No me dejes así.—Pareces un niño chiquito, eh —apunto negando con la cabeza. Él suspira resignado. —Bien —posa cada una de sus palmas a cada costado de mi enorme barriga. Tan solo son cuatro meses y medio, pero es gigante. A veces creo que el doctor se ha equivocado, ¿tendré dos bebés en lugar de un
EPÍLOGO Todos presenciamos el momento en que papá se arrodilla. Mamá no lo puede creer y se cubre la boca. Lloro en mi lugar, Aleksander me abraza por la cintura, intenta contener mi emoción, pero ya lloro a moco suelto. Es demasiado para mí. —Elena, amor de mi vida, ya quiero que seas mi esposa, no hay nada ni nadie que pueda impedirlo. Eres lo mejor que me ha pasado, en medio de altibajos o de momentos buenos y malos, el amor no se esfuma, es más fuerte que todos los desafíos a los que no enfrentamos. Hoy, frente a nuestros hijos, arrodillado ante ti, te pido que aceptes ser mi esposa. ¿Quieres pasar el resto de mi vida conmigo? —Dios mío, claro que sí —exclama abrumada, se deja poner la preciosa sortija y lo besa con amor. Nuestra ovación los aplaude. Estoy tan feliz. Entonces, luego de aquel beso, ocurre lo que menos imaginé, Aleksander va y abraza a su madre, se echa a llorar en sus brazos. Todos estamos impactados por la escena, no nos atrevemos a decir nada. Parece un niño
El infame Aleksander Konstantinov es un importante ejecutivo con un nombre intachable, una imagen perfecta y una vida que todo mortal querría tener.Aunque pragmático, de día es un ser correcto, aparentemente el príncipe azul que buscan las féminas en un cuento de hadas, siendo en realidad insidioso, porque cuando sale la luna es un hombre torcido, frívolo, es peligroso, de noche su lado oscuro y los deseos más aviesos se adueñan de su alma oscura e implacable, desatando todos los demonios que hay en él.Cuando una luna llena se asoma en su cielo en tinieblas, el lobo ruso ya está al acecho, preparado para atrapar y devorar a su presa.El mundo no sabe que el fornido sujeto de traje a la medida, formal y dictador, en verdad es un ser intrépido y rudo.Cuando su padre, el poderoso Dimitri Konstantino
Condujo lleno de enojo, odio y descontrol. Una combinación peligrosa que rugía en su interior. La sed de matar a ese maldito se acrecentó feroz; su respiración cada vez más agitada a medida que la distancia era menor al lugar acordado, y la adrenalina se liberó disparando un loco afán, tremendas ganas de asesinar a Luca de un solo balazo.El lobo le iba volar los sesos con un disparo. Nadie lo mandó a interferir en sus asuntos. Tenía en su poder a Luna, y él la quería bajo su dominio, como se lo pidió su padre.No en manos del enemigo, en ese caso, el numerale de la mafia italiana.La chica era suya, y la recuperaría esa noche.—He llegado, si tengo todo bajo control no quiero que intervengan, ¿entendido? Cambio —habló a través del aparato comunicador.—Entendido, jefe. Cambio.—Bajaré del auto, K71, cambio y fuera —avisó.C
Rusia, Moscú.Con las luces apagadas, en una habitación fría, amordazada, herida, lucho y resisto. Confronto el huracán que me sacude, me siento más vulnerable al desconocer las intenciones de mi captor.Me hago ovillo sobre un delgada colcha, intentando dormirme a pesar de la incertidumbre. La bruma es pesada, más que mis párpados renuentes a cerrarse. El silencio es desolador. Me aplasta y me cierra la tráquea. El aire se va, los miedos desnudan mi alma, no existe una barrera, un muro, nada que me aparte del peligro.Nada me aleja de la extinción.La espesura de lágrimas brota con afán, no creo poder librarme de la muerte. Lo último que recuerdo es ser golpeada con fiereza, quedando inconsciente. Me duele cada músculo, siento un dolor inconmensurable que se desplaza a través de mi dorsal y me arranca el corazón.Muero de hambre, solo recuerdo lle
Ciudad de New York.6 meses antes.El día augura un clima frío, es de esperarse el panorama grisáceo durante esta estación del año en la ciudad que nunca duerme, es invierno. Tomo de la percha la gabardina beige, y me doy un vistazo en el espejo, para el día de hoy he decidido llevar un vestido blanco al ras de las rodillas, stilettos del mismo color y escaso maquillaje. Mi cabello castaño y lacio permanece en un recogido, algunos flequillos adornan mi frente. Tal parece que me veo bien, así que tras cerciorarme de que todo está en su sitio, puedo irme a trabajar.Y sí que debo darme prisa.¡El tiempo apremia!Llego al parking, presiono el botón del control para desbloquear las puertas. El porshe blanco parpadea con las luces delanteras. Me encamino al auto y abordo. Me meto en el tráfico tedioso, es terrible, ni modo. En la espera me pongo a esc
No me da tiempo a replicas. Siento el piquete en mi brazo, otra vez, casi al instante empiezo a rozar la inconsciencia y finalmente me largo a una profunda oscuridad. Lo último que he visto es su mirada malvada y el avecino de la victoria en sus labios de cianuro....Despierto con brusquedad dando un brinco en el acto, porque un balde de agua gélida me ha sido arrojado de golpe. El causante es ese maldito ruso que no para de vociferar a todo pulmón. A duras penas logro ubicarme en un baño, no cualquiera, este lugar es lujo por doquier. Ya no hay rastro de aquel vetusto cuarto en el que estaba. Estoy desnuda, es humillante estar así, expuesta al infeliz de... ¿Aleksander? Creo que ese es su nombre.No sé si ha pasado mucho tiempo desde que las sombras de un sueño obligado me atraparon. Lo único de lo que estoy al corriente es de una maldita tortura de parte de mi captor.—¡Basta! ¡¿Por qué me haces