Ciudad de New York.
6 meses antes.
El día augura un clima frío, es de esperarse el panorama grisáceo durante esta estación del año en la ciudad que nunca duerme, es invierno. Tomo de la percha la gabardina beige, y me doy un vistazo en el espejo, para el día de hoy he decidido llevar un vestido blanco al ras de las rodillas, stilettos del mismo color y escaso maquillaje. Mi cabello castaño y lacio permanece en un recogido, algunos flequillos adornan mi frente. Tal parece que me veo bien, así que tras cerciorarme de que todo está en su sitio, puedo irme a trabajar.
Y sí que debo darme prisa.
¡El tiempo apremia!
Llego al parking, presiono el botón del control para desbloquear las puertas. El porshe blanco parpadea con las luces delanteras. Me encamino al auto y abordo. Me meto en el tráfico tedioso, es terrible, ni modo. En la espera me pongo a escuchar la radio, no suena una melodía que calme mi impaciencia, todo lo contrario, habla el locutor repitiendo qué hora es.
¡Faltan cinco minutos para las ocho y media!
El retardo se lo echo a mi descuido, no debí quedarme despierta hasta altas horas de la noche. Pegar un ojo se me dificultó, en parte era el estúpido insomnio que aparecía inoportuno.
Uno que otro claxon suena detrás, a mi par, por todos lados. Como si eso cambiara algo. Bueno, apenas avanza la cola.
Bufo.
Le marco a mi padre.
—Buenos días Lunita, ¿pasó algo?
—Buenos días, padre. Estoy atascada en el tráfico, lo siento...
—Calma, hija. No pasa nada si no puedes acompañarme en la reunión.
—En serio quería estar, y no creo que llegue a tiempo. Me siento pésima.
—No te preocupes, ya debo entrar, cuidado al conducir.
—Espero que todo vaya bien.
—Ya verás que sí.
La llamada termina, vuelvo a poner el móvil en su sitio. Al cabo de media hora pude escapar del horrible tráfico. No lograré estar en la junta, al menos estaré presente para darle la bienvenida al nuevo accionista de la empresa. Mi pecho rebosa de felicidad a sabiendas de que el futuro del negocio familiar ya no se irá en declive.
Aunque falta hilvanar sobre algunos puntos, ya queda nada para que nuestros problemas económicos se acaben.
...
Llegar a Miller.Inc me saca una sonrisa, es mi zona de confort, desde que tengo uso de razón es uno de los lugares en que me siento bien. Ahora que también es mi zona laboral, me complementa.
Saludo a Paulina tirándole un beso al tiempo que me apresuro tomando el elevador.
—¡Ten un excelente día! —desea antes de que las puertas espejadas se cierren.
Logro corresponder con una sonrisa.
Una vez he llegado al piso, me encuentro de frente con la secretaria de papá.
—Buenos días, Regina.
—Bienvenida, joven Miller. Iré por unos cafés, luego lo llevaré a la sala de reuniones, con permiso —añade urgida.
—Entiendo.
Entro a la enorme oficina de mi padre en busca de unos folios firmados. Me los llevo conmigo a mi puesto; todavía no me graduo de administración de empresas, pero mi padre me ha dejado la vacante de asistente administrativa, él cree en mí, en el potencial nato que tengo con los cálculos. Cosa que heredé de él.
Karol, la jefa de administración, me da mis tareas diarias. Es una mujer hermosa de abundante melena rojiza, perfeccionista, y sin dejar de lado su dulzura y comprensión a la hora de evaluar mi trabajo.
—Preciosa, Luna, ¿cómo estás? —su ojos miel comparten un brillo simultáneo que aviva el buen humor que trae junto a una suave sonrisa.
—Karol, de hecho me siento mal por llegar tarde, ansiaba estar con papá en la junta —hago un puchero.
Rodea el escritorio, se posa frente a mí y sus delicadas manos se posan sobre mis hombros dejando la sutil caricia de apoyo. Logra que sonría un poco.
—Ánimo, ya será la próxima, por otro lado, ten la plena seguridad de que esa reunión será un éxito. Hace mucho que conozco a Riccardo, es un sujeto de fiar, benévolo y sabe que con su aporte a este lugar va a conseguir exorbitantes ganancias.
—Tienes toda la razón del mundo, ahora si me lo permites, iré a trabajar. —aviso, hago el amago de retirarme, su mano se enrolla alrededor de mi antebrazo, impidiendo mi salida. La miro —. ¿Qué?
—¿Cómo van los estudios? Te necesito aquí, pero importa más la universidad —admite en un tono bajito.
—Todo bien, no te preocupes, puedo combinar ambas cosas sin perder el ritmo en cualquiera de las dos. Oye, Karol, ¿puedo tomarme la tarde libre? —averiguo, rara vez me negaría algo así, de todos modos pregunto.
—Por supuesto que sí, has trabajado duro estos días, que te lo mereces, preciosa. Antes de que te vayas, ve por dos cafés —añade guiñando un ojo.
—Claro, ¿descafeinado?
—No, hoy me apetece un delicioso capuchino.
—De acuerdo, volveré pronto.
De volada me marcho camino a la cafetería favorita de mi jefa, no es que la de Miller.Inc no le agrade, sino que cruzando la calle está una reconocida que frecuenta desde pequeña, eso me contó. También se ha vuelto mi elección a la hora de tomar café de distintas maneras. La distinción del lugar se lo ha ganado por su atención y la mezcla explosiva de sabores en cada orden.
Es un sitio donde sentarse a tomar un café, mientras afuera llueve y poder mirar millares de gotas a través del vidrio, lo vuelve un momento de calma y especial. No lo sé, así lo siento, a mi parecer Coffe City York es indescriptible.
Antes de poner un pie en la carretera, la balacera empieza, a todas direcciones, el miedo se apodera de mí. Me quedo paralizada, el terror se ha apropiado de mi cuerpo y no quiero ser una víctima, un cuerpo caído. Necesito protegerme, de la nada aparece un sujeto que tira de mí, me lleva de la mano, quisiera saber su identidad.
Todo es tan rápido, que no me da tiempo de reconocerlo. Me apremia a subir al auto en el puesto de copiloto, él hace lo mismo abordando al volante.
—Estás a salvo —me dice en un tono tranquilizador que por un momento ha logrado ahuyentar la inquietud.
Al fin lo miro, tras clavar los ojos en los suyos tan familiares vuelvo a respirar con normalidad.
—¿Jake?
—Conducía a la empresa y de pronto te vi, noté que estabas en aprietos, y no dudé en ayudarte. Hay que andar con mil ojos, Luna —añade inspeccionando mi rostro —. ¿Estás bien?
—Y-yo... —busco la palabras correctas, he pasado un susto de muerte, y soy afortunada de haber salido ilesa del repentino tiroteo. Me pierdo en las luces de las patrullas que van llegando, la sirenas me traen de vuelta a la realidad —. Supongo que sí, gracias Jake.
—No es necesario, sabes que velar por tu seguridad es un privilegio que haré siempre que tenga la oportunidad —alega con una sonrisa que rasga sus ojos grises. Lo aprecio como a un padre, en parte se debe a que Boyle es amigo de papá —. La próxima vez, evita ir caminando a dónde sea, tienes un auto, Luna.
Solo asiento, aceptando el regaño.
—Pensé que sería un día igual de tranquilo que los otros, pero tendré cuidado. ¿Podrías llevarme a comprar unos cafés?
—¿Es cerca de donde ha ocurrido el revuelo?
—Por desgracia —se lo confirmo.
—No voy a exponernos.
—Tienes razón, volvamos a la empresa, le explicaré a Karol. —me resigno, mientras me desinflo en el asiento.
No puedo dejar de pensar en lo ocurrido. ¿Cómo en un lugar tan concurrido siguen ocurriendo esas cosas? La policía debería de estar más atenta. Con tantos sicópatas sueltos, reforzar la seguridad no es una opción.
Menos mal que no me pasó nada, ni un solo rasguño.
—Oye, Jake —logro llamar su atención, tan solo con una mirada de reojo me anima a continuar —. No quiero que le comentes a mi padre, sino se preocupará y es capaz de contratar a dos fornidos hombres que me custodien. Y...
—Descuida, solo procura no andar de transeúnte, no quiero imaginar que habría pasado si una bala... —toma aire, dejando la frase inconclusa.
—De acuerdo, cambiemos de tema, por favor. ¿Cómo has estado? —inquiero cambiando radical el curso de la conversa.
—Ahora que me enteré de que ha sido exitosa la reunión, me siento aliviado —expresa y abro los ojos con sorpresa.
—¡¿En serio?! —suelto sin dar crédito, me lo esperaba, pero estuviera pasando me descolocó con alegría —. Eso es maravilloso.
—Es una buena noticia, Luna.
...
—¡Felicidades, papá! —lo primero que hago al verlo es tirarme a sus brazos, orgullosa.
—Luna, hija mía, ya ves que todo se solucionó —me separa para poder tomar mi barbilla con cariño —. Vamos a darle juntos la buena noticia a Elena.
Asiento, luego beso su mejilla tiernamente. Mi padre es tan apuesto, se conserva muy bien incluso rozando los sesenta. Sigue manteniendo la chispa en sus ojos verdosos como los míos y, la elegancia en el porte y su forma de ser.
—Vamos, tenemos que celebrar, papá.
—Por supuesto que sí, antes de llamar a tu madre, ven, te presentaré a Riccardo.
No me da tiempo a replicas. Siento el piquete en mi brazo, otra vez, casi al instante empiezo a rozar la inconsciencia y finalmente me largo a una profunda oscuridad. Lo último que he visto es su mirada malvada y el avecino de la victoria en sus labios de cianuro....Despierto con brusquedad dando un brinco en el acto, porque un balde de agua gélida me ha sido arrojado de golpe. El causante es ese maldito ruso que no para de vociferar a todo pulmón. A duras penas logro ubicarme en un baño, no cualquiera, este lugar es lujo por doquier. Ya no hay rastro de aquel vetusto cuarto en el que estaba. Estoy desnuda, es humillante estar así, expuesta al infeliz de... ¿Aleksander? Creo que ese es su nombre.No sé si ha pasado mucho tiempo desde que las sombras de un sueño obligado me atraparon. Lo único de lo que estoy al corriente es de una maldita tortura de parte de mi captor.—¡Basta! ¡¿Por qué me haces
POV. AleksanderTomo por el cuello a ese hijo de perra, lo acribillo con la mirada, no lo suelto. Una de las cosas que detesto es que me desafíen, que rompan mis reglas y se nieguen a cumplirlas.—¡¿Es que no puedes seguir una sola maldita orden?! Mejor desaparece de mi vista o eres hombre muerto —lo libero de golpe, el idiota bueno para nada cae al suelo intentando recuperar el oxígeno —. ¿Sabes qué? Detente ahí.Cambio de parecer sacando el arma.—No volveré a fallar, señor —habla rápido como un roedor asustado.—Por supuesto que no, hasta nunca, Steven —escupo disparándole directo en el pecho.Su muerte es rápida, se lo merecía. Odio aquel charco de sangre que se ha formado a su alrededor, así que llamo a Arkady para que limpie el desastre y se deshaga del cadáver.Me quedo furibundo, asestando golpes por todos lados. ¡Maldita sea! C
Una semana que no he vuelto a ver sus ojos, siete días de aparente tranquilidad, han sido ciento sesenta y ocho horas que la ausencia del lobo me ha dejado una creciente de suspenso.Por eso siempre que alguien llega, temo que pueda ser él. El alivio me invade cada que no resulta ser ese hombre. He estado en la habitación sin sabe qué hacer, de modo que empiezo a recordar mi vida tranquila en la ciudad de New York, los momentos con mi padre y Elena; y las travesuras de Grace, que tanto dolor de cabeza causan.Creo que rememorar instantes familiares logran olvidarme de que estoy aquí, y siempre llega ese punto en que sucede el efecto contrario. Soy consciente de cuánto los extraño, de lo mucho que ellos me hacen falta.Necesito un abrazo de papá, un beso sobre la mejilla de mamá, también las sonrisitas traviesas de mi pequeña hermana. Todo eso me aprieta el pecho, es nostalgia, es melancolía, es un sentimiento que domina cada p
Libera mis tobillos y muñecas del encarcelamiento opresivo. Pero no ha acabado con el infierno. Retoma lo dejado a medias, se viste con rapidez, pero yo sigo desnuda. Tira de mi brazo y me hace caminar hasta la pared. Estoy de espaldas y solo espero temblorosa los foetazos. Me va a fustigar. Ya mis piernas flaquean, dolerá.Por consiguiente, me azota con ira, no se detiene. El escozor es insoportable, cada parte de mi espalda se abre con su furia. Ya no lo resisto, los sollozos surgen sin parar, me desgarra por fuera y por dentro.Tan severo que me parece sobrenatural su fuerza.—¡Por favor, para, te lo imploro! —exclamo exánime, el ruego es lo único que emana antes de ir perdiendo la noción.—¡Vas a morir, maldita! —ruge sentenciando el final.Sus palabras se cumplen, en un santiamén la luz se ha vuelto oscuridad....Quema, es u
POV. Aleksander—Viktor, ¿dónde carajos estabas? —quiero saber, sin enfado en medio. Solo me preocupa que uno de mis hombres no tenga el suficiente coraje para decir la verdad.Lo he llamado hace rato, y me ha dicho que estaba en la plaza roja. Ya que había atado el cabo suelto, no vi razón de su paseo por allá.Los ojos del robusto hombre se van al techo, sé que se trata de una mujer, razón que pone en peligro a cualquiera si todo gira torno a una fémina que puede arruinar nuestros planes.—Con Mariola —admite.Me deja sorprendido.Los Ferreti son nuestros contrincantes, tienen propiedades en este país, sé de primera mano que estarán un tiempo en Rusia. Lo que no me gusta, tienen intenciones de apoderarse de territorio que nos pertenecen.Maldición.—¿La hija de los Ferreti? —cuestio
Cae a mi lado intentando recuperar el aliento, y yo la dignidad. Le doy la espalda y empiezo a llorar. No me importa, necesito sacar todo lo que está perjudicando mi construcción. Poco a poco solo quedan ruinas de mí. Lo peor es que ante él soy una pieza traslúcida, un cristal, porque sin hacerme un profundo estudio conoce mis debilidades y fortalezas que se han consumido en el infierno.Siento cuando abandona el espacio a mi lado. Ya se va, como suele hacer. Tomo un respiro, repitiendo el inhala y exhala de forma constante. Los resquicios nunca se abrieron tanto en mi alma y mi corazón roído nunca sintió tanta presión que ahora.—No sé por qué te echas a llorar, agradece que sigues respirando.—Tal vez es mejor morir.—No quieres morir, Luna. —afirma con sorna.No le respondo. Es un idiota, un maldito violador y asesino. Es todo eso y demás adjetivos que definan a un ser macabro.&
La noche ha caído, su perversidad venenosa se inyectó en mi alma maltrecha, otra vez. No hubo sutileza, no existió compasión. Mis ruegos fueron apagados con la violencia de sus labios moviéndose fieros. El mismo capítulo apropiado del mal, la misma historia en la que fui utilizada y tirada después del acto.Nadie puede acostumbrase a un maltrato así, y no me queda otra opción que resignarme a su brutalidad.La repulsión me atrapa cada que sus manos me tocan y se adueña de mi cuerpo. Y lo miro ahí, indiferente, tan despectivo que lo creo de otro mundo. No tiene corazón. Aleksander se sube el zíper del pantalón, después termina de abotonar su camisa blanca. Sigo cada uno de sus movimientos hecha bolita en la cama.La intensidad de sus verdes grisáceos conservan la lascivia, ese brillo malintencionado que le genero.—Como siempre, ha sido un placer poseerla, señorita Luna Miller —comenta burlón.
POV. Aleksander—Estén atentos, a Elmo le encanta jugar sucio —hablo a través del comunicador.—Sí, señor.Estos días de verano son húmedos y las precipitaciones recurrentes. Me encuentro en el auto, a la espera del Italiano. Se supone que ya debería de estar en el lugar, aguardar me pone de mal humor. La paciencia no es mi fuerte. Tamborileo los dedos en el volante, descontando cada segundo.Cuando estoy a punto de creer que ese infeliz me ha engañado, un deportivo negro aparece. De este baja el hombreTrajeado, detrás viene una camioneta de la que bajan cuatro hombres armados. No es de extrañar que viniera con seguridad. Abandono el convertible quedándome a la par de la portezuela.—Señor Ferreti —saludo desdeñoso.—Señor Konstantinov, la última vez que nos vimos, usted tan solo era un piccolo —comenta deslizando una sonrisa hipócrita