Una semana que no he vuelto a ver sus ojos, siete días de aparente tranquilidad, han sido ciento sesenta y ocho horas que la ausencia del lobo me ha dejado una creciente de suspenso.
Por eso siempre que alguien llega, temo que pueda ser él. El alivio me invade cada que no resulta ser ese hombre. He estado en la habitación sin sabe qué hacer, de modo que empiezo a recordar mi vida tranquila en la ciudad de New York, los momentos con mi padre y Elena; y las travesuras de Grace, que tanto dolor de cabeza causan.
Creo que rememorar instantes familiares logran olvidarme de que estoy aquí, y siempre llega ese punto en que sucede el efecto contrario. Soy consciente de cuánto los extraño, de lo mucho que ellos me hacen falta.
Necesito un abrazo de papá, un beso sobre la mejilla de mamá, también las sonrisitas traviesas de mi pequeña hermana. Todo eso me aprieta el pecho, es nostalgia, es melancolía, es un sentimiento que domina cada parte de mí.
Veronika entra, la mucama, también es taciturna, al menos conmigo lo es, porque tiene prohibido ser amistosa conmigo y parlanchina. Suspiro sobre el suelo, sentada en posición de indio, intento ponerle atención a la película, pero no es de mi agrado. Tengo el control remoto sobre mis manos, le doy vueltas y vueltas aburrida de lo mismo.
—El señor ha llegado —habla de repente, detengo el jugueteo con el aparato y la miro sintiendo que mi corazón galopa con fuerza —. Que quede entre nosotras, en cualquier momento vendrá.
—No diré nada, lo prometo.
—Bien, también escuché que piensa divertirse contigo, por favor, Luna, no te resistas o va a ser peor —emite en voz baja, sus palabras me deshacen.
Saber con antelación lo que me sucederá, solo me arrebata el aire y provoca miedo en mi sistema. Las lágrimas se acumulan de golpe, no quiero romperme, retengo el líquido salado en mis ojos, lo alejo. Mostrarme más frágil y vulnerable no impedirá que me lastime.
No le respondo a Veronika. Pierdo la vista en la enorme pantalla, pero la atención sigue corriendo con furor sobre sus palabras advirtiendo.
—Con permiso —vuelve a hablar, yéndose de inmediato.
Me abrazo a mis piernas hundiendo la cabeza entre el espacio de mis rodillas. El nudo en la garganta me apretuja, cada vez las ganas de llorar me aprisionan, no puedo más. Ya no lo resisto.
A continuación, el aludido se presenta desmoronando la ilusión de estar a salvo, incluso en su territorio. No tengo salida, es mi triste realidad. Es un gigante, yo una hormiga pisoteada con solo esa mirada suya. Trae algo en la mano, de solo mirar que se trata de un instrumento de tortura, mi pulso se dispara colosal, el corazón se bate dentro de mí.
—No... No... ¡No! —me niego a creer que empleará ese látigo en mi cuerpo, y en un ridículo intento por protegerme retrocedo lo más que puedo de su criminal presencia.
Su sonrisa aparece, es un gesto diabólico que contempla con satisfacción mi terror infinito. Le gusta ultrajar, el suplicio que me rodea como un sarpullido incurable. Empiezo a resollar, mis pulmones no aguantan la ida de oxígeno que se ha esfumado por su maldad.
—Tú retrocedes, pero yo avanzo y finalmente te acorralo. No tienes escapatorias, Lunita —se burla, dando un latigazo al aire que me inyecta desesperación. Sus pupilas dilatadas me estremecen, choco con la pared y sé que estoy perdida —. Date la vuelta.
Su demanda llega cuando solo está a centímetros. El veneno de sus labios se respira cerca y me alcanza la intoxicación. Está parado en mi espacio y sus manos en la pared detrás de mí. La huida es imposible y la salvación inalcanzable.
La boca del lobo atraviesa de forma ruda la curva de mi cuello, acompaña el recorrido con su lengua. Es asqueroso, es repudiable, y que despierte no solo miedo, sino también un temblor en mi parte baja, me odio por ello.
La excitación oscila los límites que no creí tener, me perfora la intensidad de su toqueteo. Termina descubriendo mi hombro derecho, para luego dirigir sus labios a la zona y clavar sus dientes en mi piel. Dejo escapar un quejido, eso ha dolido mucho. Incluso siento que a borbotones sale la sangre que en cuestión ya succiona. ¿Acaso es un vampiro?
No, pero sí un demente.
—Obedece y camina hacia la cama, he cambiado de parecer, primero jugaré un poco —expresa apretando mi barbilla, de manera que solo lo vea a él.
—No me mates, te lo suplico —imploro, estoy a punto de arrodillarme, no quiero morir.
—¡A la cama, joder! —repite dándome un empujón que me hace caer de bruces sobre la colcha, mi cuerpo rebota.
Aún boca abajo, escucho el sonido de un zíper siendo bajado. Trago grueso, me violará. No puedo creer que terminaré perdiendo mi virginidad con este monstruo. No es que estuviera esperando el matrimonio o algo parecido, pero sí a la persona correcta.
—Te vas a divertir —alardea y me voltea hacia él. Está completamente desnudo de la cintura para abajo, su hombría saluda disparando mis latidos. Pensar que todo eso entrará en mí, aumenta el ritmo cardíaco, amedrenta —. ¿Qué esperas? Desnúdate.
Bajo su atención y miedo implacable, me quito todo, él termina sacándose la camisa, dejando al descubierto un perfecto torso y brazos musculosos. Una lucha contra él sería estúpido, es más fuerte. A diferencia de lo que imaginé, no hay rastro de tinta en su cuerpo. No es el tipo de mafiosos que esté repleto de tatuajes.
—Abre las piernas para mí, Luna —apremia ansioso por terminar de destruirme.
Me rehuso a obedecer, por eso es él quien lo hace con brusquedad y aproxima su miembro a mi entrada. No hay preámbulos, no existe anticipación, él solo se entierra en mí de una forma bestial que me corta en pedacitos. Desgarra mi interior, se roba la inocencia, es un maldito. Me posee con brutalidad; el ardor es terrible asiduo al dolor que se intensifica.
Gime con cada embestida, saber que genero placer en él, me enfurece. Me viola y eso lo excita, al cabo de unos minutos empiezo a experimentar una sensación placentera que detesto. No es correcto, aún así la debilidad de la carne habita en todo ser imperfecto, y no soy la excepción.
Reprimo gemidos y jadeos inaceptables. Mantengo en la garganta el gimoteo repetitivo por el despliegue de la satisfacción, la avalancha crece descomunal, al punto que me sacudo a la par. Exploto, no puedo evitarlo.
Todo ha terminado, al final es solo el comienzo. Está sobre mí, devorando mis senos, los aprieta sin delicadeza. Me quejo clavando las uñas en su espalda, pero no tarda en gruñir por lo que he hecho. Me detiene, inmoviliza mis manos, posterior a eso va por unos grilletes que ajusta en mis tobillos, luego toma unas esposas y atrapa mis muñecas. El metal en ambas partes de mi cuerpo me lastima, la prisión me desalma.
Inerme, todo es escalofriante, atada literalmente, me muero de miedo. Su próxima acción es un misterio. Pero entre el suspenso y la incertidumbre igual puedo dilucidar viles objetivos. En aquellos verdes grisáceos bailando en el sadismo, me paralizo.
Aleksander no solo ha vuelto con esos objetos metálicos, también regresó con una pequeña navaja que desciende en mi pecho que sube y baja descontrolado. Los ojos se me abren de par en par. Es un loco, ¿me va matar?
—¿Sabes? Cuando mi madre se fue, me quedé llorando su ausencia día y noche. Me preguntaba... —hace una pausa. En ningún momento deja de lado el paseo de la navaja en mi piel, hace círculos, trazos mortíferos y, le pido al cielo que el filo no deje cardenales —. ¿Qué hice mal? ¿Se marchó por mi culpa? ¿Es que acaso no me quería? Y, adivina qué.
—Lo siento mucho, ha de ser difícil para un niño —susurro en un hilo, a pesar de todo tengo el valor de hablarle —. Pero, ¿qué tiene que ver eso conmigo?
—Mucho, Luna —afirma con odio, lo veo en sus orbes y lo siento en su voz cargada de aborrecimiento —. Por eso estás aquí, necesito vengar su abandono. Aunque seas la chica equivocada, igual será una tragedia para la desgraciada de mi madre y del imbécil de tu padre.
No puedo creerlo, me niego a pensar una cosa así. Está mintiendo, es falaz, ¿por qué debería de creerle? Todo es tan abstruso.
—No es verdad, no es cierto lo que dices —alego adolecida, es un trago amargo, la sola idea de saber de que Elena es su madre me descoloca.
Conozco a mamá, sin embargo, ¿sé de ella antes de que llegara a nuestras vidas? No, no ha contado un sombrío pasado, entonces me cuesta hacerme a la idea y nace la interrogante, ¿he vivido todos estos años llamando mamá a una completa desconocida?
—Elena Konstantinov es mi madre, de hecho sigue casada con mi padre. Su matrimonio jamás se disolvió, por esa razón nunca pudo contraer matrimonio con tu padre. ¿Ahora me crees, Luna?
Grito furiosa, tirando de las esposas, no me puedo soltar, aún así no para, hasta que él pone la navaja en mi cuello amenazante. Me calmo, un solo movimiento hará que el filo atraviese mi yugular.
—Basta, deja de gritar o mueres ahora mismo.
—¡Mátame de una vez maldito, al final lo harás! —escupo presa en el llanto.
Pero él no cumple mi desesperada petición, tal vez porque no está en su plan quitarme la vida hoy. Me enredo en su mirada que duda en deliberar al respecto la siguiente acción.
Libera mis tobillos y muñecas del encarcelamiento opresivo. Pero no ha acabado con el infierno. Retoma lo dejado a medias, se viste con rapidez, pero yo sigo desnuda. Tira de mi brazo y me hace caminar hasta la pared. Estoy de espaldas y solo espero temblorosa los foetazos. Me va a fustigar. Ya mis piernas flaquean, dolerá.Por consiguiente, me azota con ira, no se detiene. El escozor es insoportable, cada parte de mi espalda se abre con su furia. Ya no lo resisto, los sollozos surgen sin parar, me desgarra por fuera y por dentro.Tan severo que me parece sobrenatural su fuerza.—¡Por favor, para, te lo imploro! —exclamo exánime, el ruego es lo único que emana antes de ir perdiendo la noción.—¡Vas a morir, maldita! —ruge sentenciando el final.Sus palabras se cumplen, en un santiamén la luz se ha vuelto oscuridad....Quema, es u
POV. Aleksander—Viktor, ¿dónde carajos estabas? —quiero saber, sin enfado en medio. Solo me preocupa que uno de mis hombres no tenga el suficiente coraje para decir la verdad.Lo he llamado hace rato, y me ha dicho que estaba en la plaza roja. Ya que había atado el cabo suelto, no vi razón de su paseo por allá.Los ojos del robusto hombre se van al techo, sé que se trata de una mujer, razón que pone en peligro a cualquiera si todo gira torno a una fémina que puede arruinar nuestros planes.—Con Mariola —admite.Me deja sorprendido.Los Ferreti son nuestros contrincantes, tienen propiedades en este país, sé de primera mano que estarán un tiempo en Rusia. Lo que no me gusta, tienen intenciones de apoderarse de territorio que nos pertenecen.Maldición.—¿La hija de los Ferreti? —cuestio
Cae a mi lado intentando recuperar el aliento, y yo la dignidad. Le doy la espalda y empiezo a llorar. No me importa, necesito sacar todo lo que está perjudicando mi construcción. Poco a poco solo quedan ruinas de mí. Lo peor es que ante él soy una pieza traslúcida, un cristal, porque sin hacerme un profundo estudio conoce mis debilidades y fortalezas que se han consumido en el infierno.Siento cuando abandona el espacio a mi lado. Ya se va, como suele hacer. Tomo un respiro, repitiendo el inhala y exhala de forma constante. Los resquicios nunca se abrieron tanto en mi alma y mi corazón roído nunca sintió tanta presión que ahora.—No sé por qué te echas a llorar, agradece que sigues respirando.—Tal vez es mejor morir.—No quieres morir, Luna. —afirma con sorna.No le respondo. Es un idiota, un maldito violador y asesino. Es todo eso y demás adjetivos que definan a un ser macabro.&
La noche ha caído, su perversidad venenosa se inyectó en mi alma maltrecha, otra vez. No hubo sutileza, no existió compasión. Mis ruegos fueron apagados con la violencia de sus labios moviéndose fieros. El mismo capítulo apropiado del mal, la misma historia en la que fui utilizada y tirada después del acto.Nadie puede acostumbrase a un maltrato así, y no me queda otra opción que resignarme a su brutalidad.La repulsión me atrapa cada que sus manos me tocan y se adueña de mi cuerpo. Y lo miro ahí, indiferente, tan despectivo que lo creo de otro mundo. No tiene corazón. Aleksander se sube el zíper del pantalón, después termina de abotonar su camisa blanca. Sigo cada uno de sus movimientos hecha bolita en la cama.La intensidad de sus verdes grisáceos conservan la lascivia, ese brillo malintencionado que le genero.—Como siempre, ha sido un placer poseerla, señorita Luna Miller —comenta burlón.
POV. Aleksander—Estén atentos, a Elmo le encanta jugar sucio —hablo a través del comunicador.—Sí, señor.Estos días de verano son húmedos y las precipitaciones recurrentes. Me encuentro en el auto, a la espera del Italiano. Se supone que ya debería de estar en el lugar, aguardar me pone de mal humor. La paciencia no es mi fuerte. Tamborileo los dedos en el volante, descontando cada segundo.Cuando estoy a punto de creer que ese infeliz me ha engañado, un deportivo negro aparece. De este baja el hombreTrajeado, detrás viene una camioneta de la que bajan cuatro hombres armados. No es de extrañar que viniera con seguridad. Abandono el convertible quedándome a la par de la portezuela.—Señor Ferreti —saludo desdeñoso.—Señor Konstantinov, la última vez que nos vimos, usted tan solo era un piccolo —comenta deslizando una sonrisa hipócrita
Esos enormes ojos azules se parecen a los de una tigresa al acecho. Con la escasa ropa provocativa que trae, me pongo duro. No queda rastro de la niña que un día fue.—¿Por qué querías verme, Aleksander? —cuestiona, es innegable que mi presencia le molesta.—Sara, te pagaré por sexo esta noche. El triple de lo que pides por ello —expreso sin rodeos.Abre los ojos con sorpresa.—¿Estás tan desesperado?—No, pero quiero un poco de acción esta noche. No te hagas la importante, no eres más que una cualquiera. ¿Aceptas o dejas el dinero? —repito, me mira ofendida.—Solo aceptaré porque necesito el dinero —comenta poniendo los ojos en blanco. No puedo evitar fijarme en los pendientes que usa. Estoy seguro de que los he visto en otro lado. No obstante, puede ser solo una coincidencia —. ¿Te vas a quedar ahí? Vamos.—Espera —rodeo su brazo con
Estoy en la habitación, peinando mi cabello. La rutina me aburre, y aquí no encuentro mucho qué hacer. Los últimos días Aleksander brilla por su ausencia, es probable que esté en mi país, eso me alerta. Konstantinov se muestra como un ejecutivo de prestigio, recto, perfeccionista y demandante, pero sus empleados no saben que es un verdadero asesino, no los culpo por incrédulos, ¿quién creería que un mafioso pudiera lucir tan bien con traje y corbata? Verónika me lo comentó, incluso enfadada por lo sucedido con su compañera, me habló de la dos caras de Aleksander; he oído de muertes estos días, no es una sorpresa, es de lo más corriente que suceda en un mundo como este. Dimitri, Amber y un par de hombres asesinados por la mafia Ferreti. Ese apellido suena conocido, recuerdo haberlo escuchado antes o es común y por eso lo he asociado de inmediato con alguien que tal vez haya visto.Me hago un trenzado en el cabello, necesito poner en marcha el plan, quizás puedo
Esos aviesos dedos saben cómo hacer dinamitas mi interior. Entran y salen, se deslizan con facilidad haciendo que me arquee con frecuencia, quema, el ardor nunca se sintió así de fuerte y placentero. Las corrientes que serpentean me tienen atrapada. Sus movimientos se incrementan hasta que no puedo más, exploto.Sé que es mi turno. Con su ayuda logro sentarme en la cama con las rodillas flexionadas. A continuación sonríe lujurioso, me acerca a su miembro. Su tamaño sigue dejándome perpleja, el grosor me aterra porque sé que todo eso volverá a enterrarse en mí, todavía no me acostumbro. Comienzo deslizando la lengua en su glande, hago círculos, también de vez en cuando uso mis manos. Está caliente y palpita en mis palmas que muevo de arriba hacia abajo y viceversa en su pene. Finalmente me lo meto en la boca y succiono, a diferencia del otro día no me dan ganas de vomitar, ni me siento asqueada.—No te detengas —ronronea empujando hacia a