Libera mis tobillos y muñecas del encarcelamiento opresivo. Pero no ha acabado con el infierno. Retoma lo dejado a medias, se viste con rapidez, pero yo sigo desnuda. Tira de mi brazo y me hace caminar hasta la pared. Estoy de espaldas y solo espero temblorosa los foetazos. Me va a fustigar. Ya mis piernas flaquean, dolerá.
Por consiguiente, me azota con ira, no se detiene. El escozor es insoportable, cada parte de mi espalda se abre con su furia. Ya no lo resisto, los sollozos surgen sin parar, me desgarra por fuera y por dentro.
Tan severo que me parece sobrenatural su fuerza.
—¡Por favor, para, te lo imploro! —exclamo exánime, el ruego es lo único que emana antes de ir perdiendo la noción.
—¡Vas a morir, maldita! —ruge sentenciando el final.
Sus palabras se cumplen, en un santiamén la luz se ha vuelto oscuridad.
...
Quema, es u
POV. Aleksander—Viktor, ¿dónde carajos estabas? —quiero saber, sin enfado en medio. Solo me preocupa que uno de mis hombres no tenga el suficiente coraje para decir la verdad.Lo he llamado hace rato, y me ha dicho que estaba en la plaza roja. Ya que había atado el cabo suelto, no vi razón de su paseo por allá.Los ojos del robusto hombre se van al techo, sé que se trata de una mujer, razón que pone en peligro a cualquiera si todo gira torno a una fémina que puede arruinar nuestros planes.—Con Mariola —admite.Me deja sorprendido.Los Ferreti son nuestros contrincantes, tienen propiedades en este país, sé de primera mano que estarán un tiempo en Rusia. Lo que no me gusta, tienen intenciones de apoderarse de territorio que nos pertenecen.Maldición.—¿La hija de los Ferreti? —cuestio
Cae a mi lado intentando recuperar el aliento, y yo la dignidad. Le doy la espalda y empiezo a llorar. No me importa, necesito sacar todo lo que está perjudicando mi construcción. Poco a poco solo quedan ruinas de mí. Lo peor es que ante él soy una pieza traslúcida, un cristal, porque sin hacerme un profundo estudio conoce mis debilidades y fortalezas que se han consumido en el infierno.Siento cuando abandona el espacio a mi lado. Ya se va, como suele hacer. Tomo un respiro, repitiendo el inhala y exhala de forma constante. Los resquicios nunca se abrieron tanto en mi alma y mi corazón roído nunca sintió tanta presión que ahora.—No sé por qué te echas a llorar, agradece que sigues respirando.—Tal vez es mejor morir.—No quieres morir, Luna. —afirma con sorna.No le respondo. Es un idiota, un maldito violador y asesino. Es todo eso y demás adjetivos que definan a un ser macabro.&
La noche ha caído, su perversidad venenosa se inyectó en mi alma maltrecha, otra vez. No hubo sutileza, no existió compasión. Mis ruegos fueron apagados con la violencia de sus labios moviéndose fieros. El mismo capítulo apropiado del mal, la misma historia en la que fui utilizada y tirada después del acto.Nadie puede acostumbrase a un maltrato así, y no me queda otra opción que resignarme a su brutalidad.La repulsión me atrapa cada que sus manos me tocan y se adueña de mi cuerpo. Y lo miro ahí, indiferente, tan despectivo que lo creo de otro mundo. No tiene corazón. Aleksander se sube el zíper del pantalón, después termina de abotonar su camisa blanca. Sigo cada uno de sus movimientos hecha bolita en la cama.La intensidad de sus verdes grisáceos conservan la lascivia, ese brillo malintencionado que le genero.—Como siempre, ha sido un placer poseerla, señorita Luna Miller —comenta burlón.
POV. Aleksander—Estén atentos, a Elmo le encanta jugar sucio —hablo a través del comunicador.—Sí, señor.Estos días de verano son húmedos y las precipitaciones recurrentes. Me encuentro en el auto, a la espera del Italiano. Se supone que ya debería de estar en el lugar, aguardar me pone de mal humor. La paciencia no es mi fuerte. Tamborileo los dedos en el volante, descontando cada segundo.Cuando estoy a punto de creer que ese infeliz me ha engañado, un deportivo negro aparece. De este baja el hombreTrajeado, detrás viene una camioneta de la que bajan cuatro hombres armados. No es de extrañar que viniera con seguridad. Abandono el convertible quedándome a la par de la portezuela.—Señor Ferreti —saludo desdeñoso.—Señor Konstantinov, la última vez que nos vimos, usted tan solo era un piccolo —comenta deslizando una sonrisa hipócrita
Esos enormes ojos azules se parecen a los de una tigresa al acecho. Con la escasa ropa provocativa que trae, me pongo duro. No queda rastro de la niña que un día fue.—¿Por qué querías verme, Aleksander? —cuestiona, es innegable que mi presencia le molesta.—Sara, te pagaré por sexo esta noche. El triple de lo que pides por ello —expreso sin rodeos.Abre los ojos con sorpresa.—¿Estás tan desesperado?—No, pero quiero un poco de acción esta noche. No te hagas la importante, no eres más que una cualquiera. ¿Aceptas o dejas el dinero? —repito, me mira ofendida.—Solo aceptaré porque necesito el dinero —comenta poniendo los ojos en blanco. No puedo evitar fijarme en los pendientes que usa. Estoy seguro de que los he visto en otro lado. No obstante, puede ser solo una coincidencia —. ¿Te vas a quedar ahí? Vamos.—Espera —rodeo su brazo con
Estoy en la habitación, peinando mi cabello. La rutina me aburre, y aquí no encuentro mucho qué hacer. Los últimos días Aleksander brilla por su ausencia, es probable que esté en mi país, eso me alerta. Konstantinov se muestra como un ejecutivo de prestigio, recto, perfeccionista y demandante, pero sus empleados no saben que es un verdadero asesino, no los culpo por incrédulos, ¿quién creería que un mafioso pudiera lucir tan bien con traje y corbata? Verónika me lo comentó, incluso enfadada por lo sucedido con su compañera, me habló de la dos caras de Aleksander; he oído de muertes estos días, no es una sorpresa, es de lo más corriente que suceda en un mundo como este. Dimitri, Amber y un par de hombres asesinados por la mafia Ferreti. Ese apellido suena conocido, recuerdo haberlo escuchado antes o es común y por eso lo he asociado de inmediato con alguien que tal vez haya visto.Me hago un trenzado en el cabello, necesito poner en marcha el plan, quizás puedo
Esos aviesos dedos saben cómo hacer dinamitas mi interior. Entran y salen, se deslizan con facilidad haciendo que me arquee con frecuencia, quema, el ardor nunca se sintió así de fuerte y placentero. Las corrientes que serpentean me tienen atrapada. Sus movimientos se incrementan hasta que no puedo más, exploto.Sé que es mi turno. Con su ayuda logro sentarme en la cama con las rodillas flexionadas. A continuación sonríe lujurioso, me acerca a su miembro. Su tamaño sigue dejándome perpleja, el grosor me aterra porque sé que todo eso volverá a enterrarse en mí, todavía no me acostumbro. Comienzo deslizando la lengua en su glande, hago círculos, también de vez en cuando uso mis manos. Está caliente y palpita en mis palmas que muevo de arriba hacia abajo y viceversa en su pene. Finalmente me lo meto en la boca y succiono, a diferencia del otro día no me dan ganas de vomitar, ni me siento asqueada.—No te detengas —ronronea empujando hacia a
Verónika aparece con un abrigo rosa palo, botas marrones de piel, dos prendas más que al entregarme puedo ver que se trata de una camisa de lana y jeans. También hay una bufanda y guantes para el frío. Cuando conecta conmigo una sonrisa surca sus labios, la igualo con la misma sinceridad que transmite el gesto que me ha dedicado. Algo tan corriente que hacen las personas como lo es salir, pasear y andar por el mundo, en mis circunstancias además de un aliciente por el mal vivo que, es un milagro del cielo. No lo puedo creer, de seguro ella tampoco. —Deja que te peine, ¿quieres? —se ofrece. Como una niña pequeña asiento emocionada —. Entonces ve a vestirte, Luna. —Muchas gracias. Me meto en el baño y me pongo todo, mirarme vestida así me hace evocar momentos de mi vida en el pasado. Siento que recupero una parte que creí perdida. Vuelvo a habitación, la admiración de la rusa me cohibe un poco. —Estás hermosa, supuse que era tu talla. Ven aquí —señala el diván, me muevo adónde me in