No me da tiempo a replicas. Siento el piquete en mi brazo, otra vez, casi al instante empiezo a rozar la inconsciencia y finalmente me largo a una profunda oscuridad. Lo último que he visto es su mirada malvada y el avecino de la victoria en sus labios de cianuro.
...
Despierto con brusquedad dando un brinco en el acto, porque un balde de agua gélida me ha sido arrojado de golpe. El causante es ese maldito ruso que no para de vociferar a todo pulmón. A duras penas logro ubicarme en un baño, no cualquiera, este lugar es lujo por doquier. Ya no hay rastro de aquel vetusto cuarto en el que estaba. Estoy desnuda, es humillante estar así, expuesta al infeliz de... ¿Aleksander? Creo que ese es su nombre.
No sé si ha pasado mucho tiempo desde que las sombras de un sueño obligado me atraparon. Lo único de lo que estoy al corriente es de una maldita tortura de parte de mi captor.
—¡Basta! ¡¿Por qué me haces esto?! —suelto temblando, temo que me dé hipotermia, aunque a estas alturas nada podría ser peor de lo que ya.
—No preguntes, no tienes derecho, entra a la bañera. —demanda con voz fuerte.
—P-puedo ducharme sola, por favor...
Niega, me lo temía.
Los siguientes minutos debo soportar el recorrido de sus manos moviéndose por todo mi cuerpo. No solo frota una esponja sobre mi piel, sino que me manosea con descaro. Se aprovecha de la situación, y por temor a recibir golpes me resigno a ello. Siento en el pecho una opresión que quema, me provoca disnea, nunca me sentí tan sucia que ahora.
—Si acatas mis normas, tu estadía aquí no será tan dolorosa —afirma. La declaración no alivia mi alma.
Sufriré, no hay duda, de todas maneras me hará daño, de hecho ya lo ha hecho.
Las lágrimas se mezclan con el agua fría, mis dientes empiezan a castañear, mi cuerpo a tiritar debido a la temperatura baja. Respiro hondo. Después de un rato ha lavado mi cabello también.
—De pie —ordena, me ayuda al notar que se me dificulta moverme —. Te llevaré a la habitación, vas a permanecer en la cama, ¿de acuerdo?
Me da una toalla, como puedo me envuelvo en ella. Después de abrir la puerta, me hallo en una habitación que no suele ser el sitio para un secuestro. Todo es luminoso, moderno y elegante. Es una alcoba que emana soberbia en cada elemento. No es posible estar ahí, la incredulidad ocupa la mitad de mi cabeza que sigue sin dar crédito a la atmósfera que se respira.
—Mírame, no sé cómo podría caminar, tengo sed, hambre... Ya ves que no puedo dar siquiera un paso —susurro débil.
—Te daré comida, solo avanza. —insiste.
Las paredes combinan tonos pasteles que por un instante me dan calidez, la que me es arrebatada al posar los pies sobre la grotesca realidad. Aunque parezca perfecta, no termina de serlo, el propósito de la lujosa habitación es hostil, un objetivo malévolo que me señala. Hay un enorme televisor plasma negro, un diván a los pies de la cama de color blanco como el juego de sofás cercanos a una ventana, las cortinas satinadas cubren el cristal. Y finalmente poso los ojos en la enorme cama, acompañada de mesitas de noche con lámparas sobre cada una.
Abandono el escrutinio, el ser maligno a mi lado se ha ido dejándome a orillas de la cama. Presiento que sobre esa colcha sucederán mucha cosas que me marcarán, hacerme a la idea desde ahora no hará menos demoledor el dolor, pero no me tomará por sorpresa. Sé muy bien que terminaré destartalada, tal vez muerta.
No lo sé, ¿cómo podría saberlo? Apesta todo esto, el infierno quema, ahora que lo vivo en carne propia, deseo la salvación. Es probable que l policía ya esté buscándome, tal vez papá o mamá piensen que estoy muerta. Enloquece no conseguir la salida, nada se me viene a la cabeza. Mis instintos fueron encadenados junto al vigor contenido en mi ser, él lo absorbió, ese desgraciado italiano, ahora otro busca inhalar mi último respiro.
Y... quiero sucumbir.
Clack, clack, clack...
Ese sonido me detona por dentro, es atronador para mi audición sensible. Muero de frío, me abrazó cuanto puedo, así provocar calor, no es suficiente. Aleksander me avienta un camisón blanco, nada más. No exigiré ropa interior, es obvio que no me la dará. Aún bajo su profunda mirada, me meto en la tela consiguiendo calentar mis músculos entumecidos.
Me seco un poco el cabello, pero voy perdiendo el hilo, el sentido, me desmayo en un chasquido.
Despierto con el escozor en mi rostro. Toco mi mejilla, algo permanece ahí sobre la herida, es una vendita, jadeo girando la cabeza hacia un costado. Todo el oxígeno se esfuma de mis pulmones cuando me topo con él. Se aproxima con un vaso de agua que anhelo tanto poder tomar, muero por hacerlo.
—Abre la boca, no tengo todo el día para ti —gruñe, acato, la primera gota que moja mis labios me da aliento y el primer sorbo me trae devuelta a la vida —. El doctor te revisó, no estás mal. Vas a recuperarte, solo es cuestión de días. Ten, es borsh.
Observo extrañada la sopa, a la par un trozo de pan. Su color es un rojo intenso, no tengo idea de qué contendrá, decido comérmela. De todos modos es comida.
—Nos vemos pronto, tengo otras cosas qué hacer —explica retirándose sin voltear a mirarme otra vez.
No respondo, lo que sea que como sabe demasiado bien, quizá es mi voraz apetito que hace del peculiar líquido irresistible. Suspiro cuando voy por la quinta cuchara, decido probar el pan y alternarlo con la sopa. Un par de minutos después te terminado de engullir. Me siento mejor. Mi estado desahuciado ha desaparecido.
Entonces me encuentro observando de un lado al otro el enorme espacio en que estoy. ¿Qué podría hacer en estas enormes cuatro paredes? Ojalá parara el decurso, ojalá pudiera huir. Mis ojos se anclan en el pomo de la puerta, girarlo será en vano, sin embargo con la ilusa esperanza de que puede cederme la libertad, avanzo hasta hacerlo girar, pero tiene seguro.
Joder, estoy encerrada, lo que no debería de extrañarme, igual duele, da impotencia y me enfurece al mismo tiempo, aprieto los dientes.
Vuelvo a la cama y me acomodo sobre las almohadas. En la desazón con frecuencia vuelven las preguntas. Cuestiones se agrupan en mi cabeza, pensamientos entreverados que no me ayudan, solo tejen hipótesis, alarmas falsas. En serio trato de buscarle sentido a mi secuestro, pero no hallo ninguna conexión entre la mafia rusa y mi familia. La incertidumbre me bambolea, es un columpio que avanza y retrocede, no sé nada sobre estos tipos. Pero... ¿qué información conocen de nosotros?
No puedo tomarlo con sapiencia, debo esclarecer las causas, algo que apunte a la razón. ¿Y si no existen motivos? ¿Qué pasa si realmente no soy yo la que debe de estar aquí?
Retuerso las manos varada en la angustia que no se va, peor aún aparece con mayor ahínco, y vuelvo a fingir que duermo al sentir la llegada de una persona.
Los pasos estremecen la madera, a mí, solo parpadeo al notar que no es un hombre, que no es el lobo. Para sorpresa mía, se trata de una mujer de baja estatura, joven, de apariencia suave. Trae en sus manos un montón de... ¿Frazada dobladas? Eso parece.
Desconozco cómo actuar frente a ella, pero me transmite confianza, por lo que me veo animada a entablar una conversa, al menos empiezo con un saludo.
—Hola, me llamo Luna Miller —me presento. Apenas me sonríe y me pregunto si habrá entendido mis palabras —. No me has entendido, ¿no es cierto?
—Priviet —corresponde con una afable sonrisa —. Soy Alena, solo vengo a dejar esto en lugar de mi compañera, y sí, manejo un poco el idioma tuyo.
—Oye...
—Por favor, no intentes conversar conmigo, mira que estoy bastante ocupada y tengo terminantemente prohibido hablar con usted.
—No es mi intención perjudicarte, pero si pudieras ayudarme a salir, soy inocente, no hice nada malo para estar aquí encerrada —susurro desesperada.
—Lo siento, no puedo hacer nada al respecto —lamenta en un tono bajito. Luego se dirige al armario y acomoda lo que trajo en su sitio. Mi corazón late fuerte, palpita desbocado, la acometida duele, pero me destruye más que nadie haga algo por mí.
Pero es comprensible su actitud. Ella no se arriesgaría a perder su empleo, mucho menos a poner su vida en peligro ayudando a una simple desconocida. En su lugar, no lo haría por el mismo temor.
Antes de marcharse me mira con lastima, está atada, sin opciones, no está en sus manos ayudarme.
—No eres como ellos, lo veo en ti —emito en un susurro, pero audible.
—Sé que es inocente, y siento mucho que tenga que pasar por esto, solo le pido discreción y que obedezca, el joven Konstantinov no es cruel. —asegura retirándose con inmediatez.
¿Qué no es cruel? Debe de estar bromeando, Aleksander es el Diablo en persona.
Recuesto la cabeza sobre las almohadas apiladas. Acostada pienso en mi padre, en Grace, mi pequeña hermana de diecisiete años; fruto del matrimonio de papá con Amber, la mujer que desde que tengo uso de razón me ha cuidado con amor. Lamentablemente perdí a mi madre biologica de una enfermedad cuando aún tenía meses de haber nacido.
Jamás tuve la oportunidad de conocer a ese maravilloso ser que me tuvo en su vientre durante nueve meses, pero papá ha avivado su recuerdo en mí, partiendo de los gratos momentos que vivió a su lado.
De pronto pienso en el círculo social en que los Miller nos movemos, se cruzan ideas, posibilidades de que dentro de él estén personas que pudieran hacerme daño. Tantos porqués forman una mezcolanza en mi cerebro. No es un disparate creer a un allegado o amigo involucrado con lo que ahora vivo. En ese caso, ¿quién pudo hacerme algo así?
Sigue siendo una interrogante.
POV. AleksanderTomo por el cuello a ese hijo de perra, lo acribillo con la mirada, no lo suelto. Una de las cosas que detesto es que me desafíen, que rompan mis reglas y se nieguen a cumplirlas.—¡¿Es que no puedes seguir una sola maldita orden?! Mejor desaparece de mi vista o eres hombre muerto —lo libero de golpe, el idiota bueno para nada cae al suelo intentando recuperar el oxígeno —. ¿Sabes qué? Detente ahí.Cambio de parecer sacando el arma.—No volveré a fallar, señor —habla rápido como un roedor asustado.—Por supuesto que no, hasta nunca, Steven —escupo disparándole directo en el pecho.Su muerte es rápida, se lo merecía. Odio aquel charco de sangre que se ha formado a su alrededor, así que llamo a Arkady para que limpie el desastre y se deshaga del cadáver.Me quedo furibundo, asestando golpes por todos lados. ¡Maldita sea! C
Una semana que no he vuelto a ver sus ojos, siete días de aparente tranquilidad, han sido ciento sesenta y ocho horas que la ausencia del lobo me ha dejado una creciente de suspenso.Por eso siempre que alguien llega, temo que pueda ser él. El alivio me invade cada que no resulta ser ese hombre. He estado en la habitación sin sabe qué hacer, de modo que empiezo a recordar mi vida tranquila en la ciudad de New York, los momentos con mi padre y Elena; y las travesuras de Grace, que tanto dolor de cabeza causan.Creo que rememorar instantes familiares logran olvidarme de que estoy aquí, y siempre llega ese punto en que sucede el efecto contrario. Soy consciente de cuánto los extraño, de lo mucho que ellos me hacen falta.Necesito un abrazo de papá, un beso sobre la mejilla de mamá, también las sonrisitas traviesas de mi pequeña hermana. Todo eso me aprieta el pecho, es nostalgia, es melancolía, es un sentimiento que domina cada p
Libera mis tobillos y muñecas del encarcelamiento opresivo. Pero no ha acabado con el infierno. Retoma lo dejado a medias, se viste con rapidez, pero yo sigo desnuda. Tira de mi brazo y me hace caminar hasta la pared. Estoy de espaldas y solo espero temblorosa los foetazos. Me va a fustigar. Ya mis piernas flaquean, dolerá.Por consiguiente, me azota con ira, no se detiene. El escozor es insoportable, cada parte de mi espalda se abre con su furia. Ya no lo resisto, los sollozos surgen sin parar, me desgarra por fuera y por dentro.Tan severo que me parece sobrenatural su fuerza.—¡Por favor, para, te lo imploro! —exclamo exánime, el ruego es lo único que emana antes de ir perdiendo la noción.—¡Vas a morir, maldita! —ruge sentenciando el final.Sus palabras se cumplen, en un santiamén la luz se ha vuelto oscuridad....Quema, es u
POV. Aleksander—Viktor, ¿dónde carajos estabas? —quiero saber, sin enfado en medio. Solo me preocupa que uno de mis hombres no tenga el suficiente coraje para decir la verdad.Lo he llamado hace rato, y me ha dicho que estaba en la plaza roja. Ya que había atado el cabo suelto, no vi razón de su paseo por allá.Los ojos del robusto hombre se van al techo, sé que se trata de una mujer, razón que pone en peligro a cualquiera si todo gira torno a una fémina que puede arruinar nuestros planes.—Con Mariola —admite.Me deja sorprendido.Los Ferreti son nuestros contrincantes, tienen propiedades en este país, sé de primera mano que estarán un tiempo en Rusia. Lo que no me gusta, tienen intenciones de apoderarse de territorio que nos pertenecen.Maldición.—¿La hija de los Ferreti? —cuestio
Cae a mi lado intentando recuperar el aliento, y yo la dignidad. Le doy la espalda y empiezo a llorar. No me importa, necesito sacar todo lo que está perjudicando mi construcción. Poco a poco solo quedan ruinas de mí. Lo peor es que ante él soy una pieza traslúcida, un cristal, porque sin hacerme un profundo estudio conoce mis debilidades y fortalezas que se han consumido en el infierno.Siento cuando abandona el espacio a mi lado. Ya se va, como suele hacer. Tomo un respiro, repitiendo el inhala y exhala de forma constante. Los resquicios nunca se abrieron tanto en mi alma y mi corazón roído nunca sintió tanta presión que ahora.—No sé por qué te echas a llorar, agradece que sigues respirando.—Tal vez es mejor morir.—No quieres morir, Luna. —afirma con sorna.No le respondo. Es un idiota, un maldito violador y asesino. Es todo eso y demás adjetivos que definan a un ser macabro.&
La noche ha caído, su perversidad venenosa se inyectó en mi alma maltrecha, otra vez. No hubo sutileza, no existió compasión. Mis ruegos fueron apagados con la violencia de sus labios moviéndose fieros. El mismo capítulo apropiado del mal, la misma historia en la que fui utilizada y tirada después del acto.Nadie puede acostumbrase a un maltrato así, y no me queda otra opción que resignarme a su brutalidad.La repulsión me atrapa cada que sus manos me tocan y se adueña de mi cuerpo. Y lo miro ahí, indiferente, tan despectivo que lo creo de otro mundo. No tiene corazón. Aleksander se sube el zíper del pantalón, después termina de abotonar su camisa blanca. Sigo cada uno de sus movimientos hecha bolita en la cama.La intensidad de sus verdes grisáceos conservan la lascivia, ese brillo malintencionado que le genero.—Como siempre, ha sido un placer poseerla, señorita Luna Miller —comenta burlón.
POV. Aleksander—Estén atentos, a Elmo le encanta jugar sucio —hablo a través del comunicador.—Sí, señor.Estos días de verano son húmedos y las precipitaciones recurrentes. Me encuentro en el auto, a la espera del Italiano. Se supone que ya debería de estar en el lugar, aguardar me pone de mal humor. La paciencia no es mi fuerte. Tamborileo los dedos en el volante, descontando cada segundo.Cuando estoy a punto de creer que ese infeliz me ha engañado, un deportivo negro aparece. De este baja el hombreTrajeado, detrás viene una camioneta de la que bajan cuatro hombres armados. No es de extrañar que viniera con seguridad. Abandono el convertible quedándome a la par de la portezuela.—Señor Ferreti —saludo desdeñoso.—Señor Konstantinov, la última vez que nos vimos, usted tan solo era un piccolo —comenta deslizando una sonrisa hipócrita
Esos enormes ojos azules se parecen a los de una tigresa al acecho. Con la escasa ropa provocativa que trae, me pongo duro. No queda rastro de la niña que un día fue.—¿Por qué querías verme, Aleksander? —cuestiona, es innegable que mi presencia le molesta.—Sara, te pagaré por sexo esta noche. El triple de lo que pides por ello —expreso sin rodeos.Abre los ojos con sorpresa.—¿Estás tan desesperado?—No, pero quiero un poco de acción esta noche. No te hagas la importante, no eres más que una cualquiera. ¿Aceptas o dejas el dinero? —repito, me mira ofendida.—Solo aceptaré porque necesito el dinero —comenta poniendo los ojos en blanco. No puedo evitar fijarme en los pendientes que usa. Estoy seguro de que los he visto en otro lado. No obstante, puede ser solo una coincidencia —. ¿Te vas a quedar ahí? Vamos.—Espera —rodeo su brazo con