Trataba de arreglar mi cabello con prisa, pero sentía que ningún estilo le venía bien con el rizado de mi cabello. Finalmente, solo me hice una coleta al ver que se me hacía tarde para mi primer día, en la empresa en que había deseado entrar desde que supe de ella.
Raquel salió de su habitación, tomó varias cosas de los diferentes muebles del departamento y cada una de estas cosas las metió velozmente dentro de su bolsa de mano color blanca, que hacía juego con el vestido blanco que esa mañana se había puesto.
—¿No desayunarás?
Preguntó Sara. Quien había sido su roomie desde que Raquel se había mudado de su ciudad natal a esa gran ciudad.
—Se me hizo tarde.
Dije mientras solo tomaba el pan que se encontraba cerca del plato de huevos servido en la mesa. Esto para no hacer sentir mal a Sara, que se había esforzado por hacer el desayuno para mí.
—Discúlpame.
—No te preocupes, sé lo importante que es esto para ti… ¡Ánimo!
—Gracias.
Raquel miró el reloj sobre su muñeca y la ansiedad brotó de su cuerpo instantáneamente al ver que efectivamente ya era demasiado tarde y aún debía esperar el autobús.
—Me voy. Nos vemos más tarde. No, sería por la noche. Hoy tengo clase por la tarde.
—Ok, amiga. Nos vemos después.
Después de despedirse de Sara, rápidamente salió del departamento y se apresuró a dirigirse hacia la parada de autobús, donde después de esperar 10 minutos, por fin logró subir a este.
Suspiré al ver aquel edificio frente a mí; en verdad deseaba hacerlo bien. Había trabajado duro para poder conseguir el puesto que me ayudaría a aprender todo lo que necesitaba para ser una buena licenciada en mercadotecnia.
Me dirigí al lobby, algo temerosa, y aunque estuve unos pocos segundos en silencio, por fin logré preguntar en qué piso queda la oficina del jefe. La señorita, frente a mí amablemente, me da las instrucciones para llegar a mi destino. Después de una travesía por el ascensor y algunos pasillos, finalmente estoy frente a la secretaria del CEO.
—Eh…
Dudo un poco al verme observada por la chica castaña frente a mí. El tono del cabello que ella tiene es muy parecido al mío, solo que este es lacio, a diferencia del mío. Aún estaba perdida en su hermoso cabello cuando ella misma me hizo regresar en sí.
—Dígame.
—¡Ah... Sí. Vengo. Tengo una cita con el presidente.
La mujer observó a Raquel levantando una ceja y examinando su cuerpo, un cuerpo relativamente normal y común.
—¿Nombre?
—Sí, claro. Raquel Eche… Raquel Ruiz.
Terminó de decir Raquel.
—Mmmm…
La mujer bajó su mirada hacia una pequeña libreta frente a ella.
—Sí, aquí está anotada. Pasé ahora que está libre.
—Gracias.
Agradecí y rápidamente me acerqué a la puerta de la elegante oficina frente a mí. Abrí lentamente la puerta después de tocar suavemente y lo vi bajo los primeros rayos de sol. El hombre más imponente que había visto y me sonrió, algo que hizo sentirme muy extraña.
—Siéntese, ¿señorita?
—Ruiz.
Terminó de decir Raquel.
—Bien, usted viene a verme porque…
—Sí, señor, soy la nueva becaria. Me mandó el profesor Ordóñez.
—Ah, sí, la universitaria que estará aquí como becaria. Tienes suerte, yo no acepto becarias, ya que no suelo pagarle a alguien sin experiencia, pero… Fue un favor que debía, además me dijo que eras una de las mejores alumnas que tenía.
—Sí, señor, yo entiendo lo que dice, pero en verdad estoy con mucho entusiasmo, y prometo que daré lo mejor de mí.
Él sonrió y quería ocultar mi sonrojo, pero me fue imposible. Aunque trataba de no ver sus ojos negros tan intensos como la noche, mi mirada se centraba en esos hermosos ojos.
—¿Por qué esta empresa?
—Porque es una de las mejores en el mercado, por no decir que es la mejor en la distribución de telas en todo el país.
—Tiene razón. Bueno… Pues… ¡Bienvenido!
Finalmente, él se levantó de su asiento y extendió su mano frente a Raquel, que solo lo observaba.
—¡Gracias, Señor! ¡Gracias por la oportunidad!
Estreché finalmente su mano tan varonil y ese fue el primer encuentro de nuestros cuerpos.
—Bueno, su trabajo será estar todo el tiempo conmigo, en mis juntas, en todo lo que implique mis actividades. Será como una asistente, pero usted debe absorber cada una de las cosas que hacemos aquí.
—¡Sí, señor!
—Bien, pase con Esther, mi secretaria, y ella le dará su lugar de trabajo que claramente debe ser muy cerca de mí.
—¡Sí, señor!
Estaba emocionada por el nuevo puesto y desvió su atención por aquel hombre para centrarse en hacer bien su nuevo trabajo.
—Cuando se haya acomodado, por favor, regrese junto a mí para que me acompañe a una junta que tengo con un proveedor.
Asentí feliz para luego despedirme y salir de la oficina regresando a la mujer que aún me miraba con desgana.
—Me dijo él…
—Jefe.
Recalcó Esther.
—Jefe… Que me muestre mi lugar de trabajo.
—Sí. Sígueme.
La mujer se levantó del escritorio y caminó por delante de Raquel.
—Estarás en la oficina de al lado de la suya; el señor Dávila es un poco exigente, así que trata de asistir en cuanto él te solicite.
—Si eso haré. Gracias.
La mujer abrió la puerta frente a ella.
—Es esta… No es tan grande.
En verdad era algo pequeña, pero para Raquel era perfecta, ya que era su primera oficina y se sentía muy emocionada y muy feliz.
—¡Es perfecta!
Dijo mientras seguía admirando la oficina.
—Bien, te dejo a solas para que te instales. Yo soy, Esther, la secretaria del Señor. Si necesitas algo, puedes informármelo.
La mujer se dio vuelta, alejándose tan rápidamente que apenas escuchó el agradecimiento de Raquel, aunque a este gesto Raquel no le dio importancia y solo cerró la puerta de la oficina para sentirse como toda una persona importante.
Estaba feliz porque podía aprender mucho de aquel hombre. Un hombre muy conocido por ser un empresario joven y con mucho éxito. El nombre de Samuel Dávila Bermúdez era muy conocido; yo lo admiraba, admiraba la forma en cómo a sus 29 años había puesto a su empresa en el mercado, como uno de los más importantes del país, y a mis 22 años deseaba hacer lo mismo en un futuro.
Raquel se sentó frente al escritorio admirando este e incluso pensando que podría poner algunos artículos personales para hacerla más acogedora. Su sonrisa era enorme. Era como si lo que estaba viviendo no fuera real en verdad. Aunque para muchos podría ser algo sencillo, para ella era algo grandioso haber podido entrar a la empresa que quería. Pensó que quizás lo había hecho con un poco de ayuda, pero pensó también que haría que no se arrepintieran de tomarla en cuenta.
El teléfono de la oficina comenzó a sonar insistentemente.
—¿Sí? ¿Diga?
—El jefe me pregunta ¿si ya puedes pasar a su oficina?, ya que pronto se irá a su junta.
—¡Ah, sí! Voy para allá. Gracias…
—¡Despierta!Raquel sintió la sacudida de su cuerpo y abrió sus ojos algo adormitados, pero al ver el rostro de Sara, sus ojos se abrieron enormemente y se levantó abruptamente de la cama.—¡No puede ser! ¡No otra vez!… ¡Llegaré tarde!Sara se sentó sobre la cama mientras miraba a Raquel revolotear sus cajones.—Esta es la cuarta vez que te sucede; me sorprende que no te hayan echado aún.Raquel se detuvo y con cara de preocupación miró a Sara.—¿Tú crees que lo hagan?Sara notó la preocupación de Raquel y se sintió rápidamente mal por haber dicho lo anterior.—No lo sé, tú eres la que podría decirlo, ya que solo tú sabes cómo es tu jefe.Recordé los regaños de mi jefe del día anterior por la misma razón, por lo que estaba preocupada en ese momento. Era tan implacable; sus palabras fueron algo dolorosas; no se midió en decir que eso se ganaba por contratar a inexpertos como yo.—Pues si te despide ni modos, pero de todos modos date prisa.Raquel recuperó nuevamente la prisa y se arregl
Raquel se encontraba tecleando arduamente frente a la computadora, pero inesperadamente el sonido del teléfono de oficina, que estaba a su lado, comenzó a sonar con insistencia.—¿Sí?—Señorita Ruiz, necesito verla ahora mismo.—¿Necesita verme?—Sí.Las mejillas sonrojadas de Raquel se hicieron evidente en su rostro.—Ahora voy, señor.Al colgar el teléfono tuve que colocar las palmas de mis manos sobre mis mejillas para ahuyentar el color rojo de estas. Habían pasado 6 meses desde que había entrado a la empresa y a pesar de que recibí muchos regaños al inicio de mi trabajo, estos habían sido cambiados por halagos por parte de mi jefe, claro todo con respecto a mi trabajo, pero no podía evitar estar deslumbrada por él, su simple cercanía despertaba en mi nerviosismo y sentía que no aguantaba estar mucho tiempo a su lado sin sentirme nerviosa. Tomé aire antes de salir de mi oficina, esto para parecer tranquila cuando estuviera frente a él, cuando entré a su oficina me recibió con una
—¿Ya no quieres beber?Preguntó Aurora ya con un tono de ebriedad en su voz.— Creo que fue suficiente por esta noche.Resopló Raquel, para luego mirar por cuarta vez su celular, percatándose de esto Aurora.—¿Esperas una llamada? ¿Es alguien importante?Raquel se sorprendió por la pregunta y sacudió sus manos en negativa.—No, solo estaba viendo la hora.El rostro incrédulo de Aurora me daba a entender que no creía en mis palabras.—Raquel hemos sido amigas durante ya 6 meses.—Lo sé, desde ese día en el cual tú gentilmente me ayudaste sin motivo alguno.Raquel bajó su mirada hacia el vaso frente a ella.—Si había motivos.Raquel levantó su vista hacia los ojos negros frente a ella.—Cuando te vi llorando, pensé en mí y en lo mucho que me costó estar en la empresa, es difícil acoplarse a algún lugar nuevo, aunque uno posea la capacidad y sé lo hostiles que pueden ser las personas en este tipo de lugares. Me vi en ti y no dude en ayudarte. Eres una mujer sumamente competente y me da g
—¿Estás lista?— Sí. Ya estoy lista.Respondió Raquel con aparente felicidad depositada en su voz.— Perfecto, solo guardo mis cosas y paso a tu oficina.—Aquí te espero.Raquel colocó nuevamente el teléfono de escritorio en su lugar, se levantó de su silla al cerrar la carpeta frente a ella, caminó hacia el lugar donde colocaba todas las mañanas su bolsa y al colocarlo sobre su hombro suspiró con un aire de ansiedad.Me sentía feliz, ya que cuando me pidió cenar esa noche con él no lo esperaba, y rápidamente acepte. Esperaba ansiosa verlo entrar a mi oficina y en cuanto lo hizo me acerque para darle un tierno beso en los labios, cuando separe estos de los suyos sonrió haciendo que mi corazón se derritiera, estaba viviendo un hermoso sueño con él.— Vamos, espero te guste el lugar que elegí.Raquel asintió feliz tomando el antebrazo de Samuel y entrelazando el suyo, pero rápidamente Samuel apartó su cuerpo de Raquel, haciendo que ella se desconcertara y lanzara sobre él una mirada de
Sus labios tocaron sutilmente mi cuello e hicieron que mi cuerpo se estremeciera, cada beso que depositaba en mí hacía que el sentimiento ya existente en mí aumentara aún más.—Eres hermosa.Cuando susurró esto, yo estremecí aún más, en verdad estaba enamorada de ese hombre, y aunque tenía miedo de avanzar más en nuestra relación, también deseaba que lo que se avecinaba con esos besos pasara...—¿Puedes detenerte?Samuel detuvo a Raquel que caminaba por la calle.—Te lo dije, me iré a casa, no tengo por qué soportar esto, es decir, podre quererte tanto, pero...—¿En verdad me quieres?Preguntó con algo de sorpresa.—¿Por qué te sorprende? Se supone que así debería de ser.Raquel sonrió con algo de ironía al sentir que quizás solo ella era la que sentía algo por él—Entonces... Tú no me quieres.Raquel tiró de su brazo para continuar con su camino, pero Samuel nuevamente la tomó fuertemente de este.—No es eso.—¡Sigues diciendo lo mismo y de verdad quiero entender que es entonces!, ¿p
Raquel entró sigilosamente al departamento que se encontraba en completa oscuridad, caminó de puntillas hacia su habitación, pero cuando cruzaba cerca de la pequeña sala, la luz de la lámpara la sobresalto y ver la figura de su amiga sentada en el sofá con los brazos cruzados mirándola fijamente, la hizo estremecer aún más.— ¡Ah!... ¡Me asustaste!—¿Por qué llegas tan tarde?—No es tan tarde.Respondió Raquel sonriendo un poco, jugando con la paciencia de Sara.Sara levantó el celular hacia su cara para verificar la hora, comprobando que eran las 3 de la madrugada.—Son las 3:00 de la mañana.Raquel encogió sus hombros y sonrió mucho más.—Ah, entonces no es tarde, más bien es temprano.—No estoy jugando.—Pues yo sí... ¿Por qué te comportas así como si fueras mi madre?—Me preocupaste, tú nunca llegas a esta hora y menos sin avisarme.—Sabías que tenía una cita con Samuel.—Sí, pero...—Estoy bien, ¿ya puedo irme a dormir?—No, ahora me cuentas todo.Raquel resopló, pero rápidamente
Frente a mí estaba el pago por todo mi esfuerzo, el esfuerzo de trabajar arduamente, de algunos desvelos y por supuesto de las llamadas de atención de Samuel, que a pesar de llevar casi un año de relación, aún tendía hacer un jefe algo estricto y cuando le tocaba llamarme la atención no importaba que muchas de las noches me tocara con intensidad y lujuria, él soltaba palabras duras. El contrato para el puesto de jefa de marketing era uno de los peldaños que deseaba escalar y finalmente estaba frente a mí, estaba orgullosa de mí, aunque sentimiento de tristeza me invadió, ya que ese puesto significaba que al firmar el documento ya no estaría tan cerca de Samuel como lo había estado todo ese tiempo.—¿No te convence el sueldo?Soltó Samuel ante la duda y silencio de Raquel frente al documento que minutos antes había puesto ante sus ojos castaños.—No, eso está muy bien... Es que...—¿Qué?—Siento un poco de nostalgia, ya que ya no podre estar mucho tiempo contigo, es decir, ya no podre
SSu mirada era algo que me encantaba de él y más cuando la lujuria se apoderaba de esos ojos hermosos. Sentí el sabor de sus labios y el cómo me empujaba sutilmente hacia atrás, entre cada beso preguntaba si aún seguía molesta y quería decirle que en cierta forma aún lo estaba, pero sus besos hacían que flaqueara.—No sigas molesta.Soltó cuando se alejó un poco de mis labios.—No Puedo evitarlo.Claramente, mentí, porque en ese momento todo ese sentimiento se había esfumado al ver como en verdad le afectaba que estuviera molesta con él, al contrario de lo que pensé.—¿Qué puedo hacer para que ya no estés enfadada conmigo?—Nada, ya tengo que irme, Sara me espera, ya que teníamos un compromiso.Samuel abrazó fuertemente a Raquel y besó su cuello, algo que disfruto tanto que su respiración cambió traicionándola, Samuel nuevamente la miró y sonrió con un aire de perversión, algo que no le molestaba a Raquel.Samuel besó apasionadamente a Raquel y continuó empujándola hasta que el trase