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CAPITULO 6: PRIMERA VEZ.

Sus labios tocaron sutilmente mi cuello e hicieron que mi cuerpo se estremeciera, cada beso que depositaba en mí hacía que el sentimiento ya existente en mí aumentara aún más.

—Eres hermosa.

Cuando susurró esto, yo estremecí aún más, en verdad estaba enamorada de ese hombre, y aunque tenía miedo de avanzar más en nuestra relación, también deseaba que lo que se avecinaba con esos besos pasara...

—¿Puedes detenerte?

Samuel detuvo a Raquel que caminaba por la calle.

—Te lo dije, me iré a casa, no tengo por qué soportar esto, es decir, podre quererte tanto, pero...

—¿En verdad me quieres?

Preguntó con algo de sorpresa.

—¿Por qué te sorprende? Se supone que así debería de ser.

Raquel sonrió con algo de ironía al sentir que quizás solo ella era la que sentía algo por él

—Entonces... Tú no me quieres.

Raquel tiró de su brazo para continuar con su camino, pero Samuel nuevamente la tomó fuertemente de este.

—No es eso.

—¡Sigues diciendo lo mismo y de verdad quiero entender que es entonces!, ¿por qué actúas así conmigo?, entiendo que no quieres que sepan de nosotros, pero...

—Los rumores duelen Raquel y lo que no quiero es que te hieran.

El semblante duro de Raquel cambió a uno un poco conmovido.

—Eres a un joven para entender que no siempre el amor es de color rosa.

Samuel haló hacia él a Raquel haciendo que ella sonriera al ver los bellos ojos de Samuel sobre ella.

—Discúlpame, a veces tiendo hacer un patán, pero no significa que no me guste tu compañía,

—¿En serio?

Raquel preguntó esperando que lo que decía Samuel fuera verdad. Samuel asintió con una aparente ternura.

—No quiero que esta noche termine así, quiero que sea nuestra noche.

—Pero...

La duda en Raquel se hizo evidente en su voz y este gesto hizo que Samuel se sintiera algo conmovido, abrazó por la cintura a Raquel, uniendo sus suaves labios a los de Raquel.

—¿Me regalarías esta noche?

Raquel asintió convencida.

La vergüenza de haber entrado a un hotel se había esfumado con los besos que Samuel me daba, los besos sobre mi cuello y su halago hizo que nada de eso importara, pero aún había algo que no lo decía y que pensé que con mis movimientos torpes se daría cuenta, pero no fue así.

Raquel alejó a Samuel de su cuello, empujándolo suavemente de los hombros.

—¿Qué pasa?

Raquel vio a Samuel a sus ojos y sus mejillas se ruborizaron.

—Yo...

Raquel mordió su labio y bajó su mirada con algo de vergüenza.

—Yo... Yo no he estado con nadie.

Samuel sonrió.

—Eso explica tu timidez, pero porque te has mantenido así, no me digas que porque querías llegar virgen al matrimonio.

Raquel negó aun evitando ver a Samuel.

—He dedicado todo mi tiempo en estudiar y lograr mis metas, que no me he dado la oportunidad de conocer a alguien que valga la pena, es decir, si he salido con chicos, pero ninguno...

Hubo un breve silencio.

—Y... ¿Yo valgo la pena?

Raquel, por fin, vio a Samuel a los ojos y sonrió dulcemente, besó tiernamente los labios de Samuel.

—Lo vales.

Samuel colocó una mueca de satisfacción por las palabras de Raquel y nuevamente se acercó al cuello de Raquel para besarlo.

— Te demostraré que así es.

Samuel dejó de besar el cuello de Raquel para quitarse el saco y cuando este fue depositado en uno de los sofás de la habitación de aquel hotel, tomó la mano de Raquel dirigiéndola hacia la cama.

Estaba nerviosa y apenada, pero cuando me recostó sobre la cama todos esos nervios se convirtieron en deseo, deseaba ser suya, deseaba sentir la miel del amor, deseaba que me amara como yo lo hacía sin haber estado en sus brazos, aunque también el miedo me invadió, ya que sabía que después de esto mi amor sería demasiado y no sabía si podría enfrentar lo que viniera, mi mente se encontraba debatiendo, pero él alejó esos pensamientos al recostarse sobre mí y besarme como lo hizo, Su lengua buscaba con desespero la mía y cuando la encontró se tocaron dándome una sensación de cosquilleo, mis manos se dirigieron hacia los botones de su camisa quitando cada uno con un poco de torpeza que provoco una ligera risa de él, cuando por fin tuve su pecho desnudo lo acaricié haciendo que él hiciera lo mismo con la blusa blanca que tenía puesta ese día, desato los tirantes que venían por enfrente de la blusa, los mismos que hacían que se unieran las dos partes de la blusa y cubrieran mi sostén. Sentir sus besos húmedos en mi piel muy cerca de mis pechos e hicieron que quisiera que me despojara del sostén y colocara esos besos más allá. Una de sus manos acarició mi pierna subiendo ligeramente la falda negra, me perdí cuando dirigió su mano hacia mi ropa interior.

Samuel estaba sobre Raquel que lo miraba un poco temerosa porque estaba a punto poseería.

—No tengas miedo, seré cuidadoso.

Ella asintió, Samuel besó sus labios y mientras lo hacía entró en ella.

La mueca de dolor de Raquel se hizo evidente y aunque deseaba sentir placer, más que nada era algo doloroso.

Samuel trataba de acceder a ella, pero era una tarea algo difícil.

El dolor invadía mi cuerpo y aunque él era sumamente cuidadoso, era inevitable sentirlo, en verdad quería que se detuviera, pero me avergonzaba decirle.

—No tienes que soportar si no quieres.

Soltó Samuel deteniéndose y haciendo que los ojos que con tanta fuerza cerraba Raquel se abrieran ante la sorpresa de las palabras de Samuel.

—Yo... Lo siento.

No me había percatado que él notó como empujaba involuntariamente su pelvis lejos de la mía.

Él sonrió y negó con su cabeza.

—Es tu primera vez, yo entiendo.

Samuel se apartó del cuerpo de Raquel y se recostó sobre la cama

Raquel se acercó a su pecho y abrazó más fuerte a Samuel, notando que en él aún la excitación seguía vigente.

—Una vez más, intentemos una vez más.

—¿Estás segura?

—Sí.

Raquel nuevamente besó los labios de Samuel y esta vez ella fue la que se colocó por encima del cuerpo de Samuel.

Samuel colocó una de sus manos en el pecho izquierdo de Raquel y la otra en su cintura. Raquel intentó nuevamente que él entrará en ella, pero apenas si solo había entrada un poco de su masculinidad, la frustración se había apoderado de Raquel, ya que quería sobreponerse al dolor, pero le resultaba difícil.

Samuel me vio fijamente y levantó su cuerpo hacia el mío besándome.

—Es suficiente por hoy.

Soltó Samuel, con lo cual solo asintió derrotada.

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