—En algún momento tendrá que dormirse —dijo Adam con voz risueña mirando a Tess a los ojos y refiriéndose a Kyle, que jugaba con su celular sentado a su lado en el sofá.
Adam, pensó Tess suspirando, era Adam. Delante de los niños tenía que llamarlo August, y no lo soportaba, necesitaba llamarlo Adam para hacer esto más real, pero… ¿Cómo se lo iba a explicar a sus hijos, a Beth y a Henry?
Pasó sus dedos por su oreja mirándolo fijamente, lamentando no poder estar más cerca, aunque casi estaba encima de él en el sofá. Había sido tremendamente difícil soltarlo esta tarde en la habitación, cuando apenas descubriera quién era, pero entonces Kyle la llamó por algo, y Rori también, y Nicolle exigió atención, etc. Por primera vez en su vida pensó que tenía demasiados hijos.
Todo estaba en silencio, y Adam, recostado sobre las almohadas, no dejaba de tocar a Tess. Sus manos, su brazo, su hombro. Toda ella era suavecita, y bonita, digna de tocar.Tenía una pregunta atascada en la boca, algo que siempre se había preguntado. Al final, ya no pudo soportarlo más, y habló.—¿Tess, por qué me olvidaste? —Tess se quedó totalmente quieta, dejó salir el aire y se sentó en la cama mirándolo—. Me olvidaste completamente —siguió él—. En aquella fiesta, no me reconociste, me miraste como a un extraño. Y luego… cada vez que volvía a hablarte, era como si me vieras por primera vez. Y olvidaste la cita. ¿Por qué, Tess? —Tess bajó la mirada, y él siguió—. Es como si me hubieses arrancado de tu mente, como si tu tiempo conmigo, en mi casa, hubiese sido tan traumático que,
Esa mañana de domingo fue un poco más tranquila que de costumbre. Kyle despertó primero y se fue a la cocina. Allí encontró a su papá luciendo solamente un pantalón y exprimiendo naranjas.Abrió grande sus ojos. ¿Papá había dormido aquí?, se preguntó. ¿Qué significaba esto? ¿Significaba que volvería para siempre? ¿Qué decía mamá de esto?—Madrugaste —comentó su papá, y Kyle se acercó a él, y lo abrazó, aunque sólo alcanzaba a rodear su cintura con sus bracitos—. ¿Está todo bien?—¿Te vas a venir a vivir aquí? —le preguntó, y él sonrió.—Claro que sí. Nada hará que me vaya.—¿Mamá está de acuerdo? —él hizo una mueca como si med
August Warden, como ya se había acostumbrado a que lo llamaran, tomó sus pocas pertenencias, canceló el arrendamiento de la habitación en la que había vivido los últimos meses, y se trasladó a vivir a la casa de Tess y los niños. Estaba muy chica ya, pensó al notar que de ahora en adelante Nicolle y Rori debían compartir cama; Tendría que ir pensando ya en una casa más grande, con una habitación más en donde pudieran estar los niños más cómodos. El sótano, aunque espacioso, no era lugar para ninguno de ellos, y estaban aquí, un poco acosados.Comprar una casa estaba totalmente fuera del presupuesto, y aunque Tess le dijo que Heather estaría encantada de ayudar, él la convenció de no decirle. Ya ella no estaba sola, lo tenía a él para compartir el gasto, y entre los dos podían construir el sueño de
Al día siguiente August se entrevistó con Horace, el hombre que, junto a Abel Robinson, llevaba sus empresas. Era un hombre en sus cincuenta bien parecido, obsesionado por la limpieza, de carácter mucho más afable que el de su compañero, pero igual de eficiente en lo que se proponía. Había sido socio de su padre, y luego suyo. Cuando él tomó las riendas de los negocios, en vez de menospreciarlo por su edad, lo que hizo fue apoyarlo y guiarlo.Apreciaba mucho a este hombre, y lo respetaba, pero no sabía bien cómo se comportaría con alguien con quien no tenía lazos de ningún tipo, ni era de su mismo estrato social. Sospechaba que no lo discriminaría, pero no estaría totalmente seguro de eso hasta experimentarlo en carne propia.Lucía un traje, uno que había comprado esa misma mañana, y aunque no era ni la mitad de bueno que el
Los días se pasaron, y el invierno llegó a su fin, con sus lluvias, y uno que otro resfriado de los niños.En ese tiempo, habían salido con Heather y Raphael unas cuantas veces. A veces cenaban los unos en la casa de los otros, o se iban a algún restaurante. Era impresionante escuchar la historia de Heather, o, más bien, Samantha, pensaba August. Y ver que ese increíble milagro también se había producido en él lo llenaba de alegría, se sentía honrado, bendecido.Y hacía que amara más a Tess. Mientras que antes el universo parecía estar en contra de ellos, ahora todo era perfecto, las cosas estaban mejor que nunca.—¿Es difícil? —le preguntó Raphael en una de esas ocasiones, ofreciéndole una copa de vino de su reserva mientras Tess y Heather conversaban muy tranquilas en el sofá de su sala, y August lo miró
Sacudió su cabeza pensando que eso no tenía por qué preocuparla, pero se preguntó entonces cómo se sentía August, que había tenido que empezar de cero, lavando platos, y recibiendo órdenes de jefes tal vez no tan generosos, cuando en realidad siempre había sido alguien con mucho poder.Le habían quitado mucho, pensó con pesar.—Sabes, casi escucho tus pensamientos —sonrió él—. Piensas muy alto.—Ah, ¿sí? ¿Qué estoy pensando?—En que pasé de ser rico a pobre, que no debieron quitarme todo… eso piensas —ella esquivó su mirada—. Ya lo tengo todo —siguió él acercándose para abrazarla y besando su oreja—. Lo tengo todo contigo y los niños.—Que no somos más que una carga.—Una carga que llevamos entre los dos,
La casa estaba silenciosa… Más o menos. En el cuarto donde dormían los adultos había algo de ruido, ahogado por sábanas, colchón, almohadas o alguna mano. Era Tess bajo el cuerpo de August, preocupada porque uno de los niños se fuera a despertar si acaso dejaba salir tal como quería el grito de placer.—Sí —aprobó ella cuando la puso de espaldas contra él y la penetró de nuevo suavemente desde atrás, ella se apoyó en el colchón con sus codos para darle mejor acceso y disfrutaba cada embate, cada empujón, cada delicioso movimiento de él.Tal vez era porque había pasado poco tiempo desde que se reencontraran, pero la calidad del sexo no había menguado. Por el contrario, cada vez se ponía mejor; ahora el uno sabía lo que le gustaba al otro, sus puntos más sensibles, hasta dónde estaban dispuestos a lle
—Me hubiese gustado que mi abuela estuviese conmigo en mi boda —dijo Tess con melancolía, desnuda en la cama con su marido, agotados no sólo por las actividades que acababan de tener, sino por todos los días pasados. Habían organizado una boda en menos de nada, y ya a ninguno les quedaban energías.Georgina les había propuesto ir temprano por los niños, y darles a los recién casados un poco de privacidad, ya que no podrían irse de viaje, al menos, por ahora.August, al oír a su esposa, se sentó en la cama y la miró. Cuánto había cambiado su cuerpo, pensó Tess. Ahora todo su torso era plano, magro, musculoso. Y era porque le dedicaba tiempo; Por las mañanas salía a correr, y si alguno de los niños lo pillaba antes de irse, se iba con él. Casi siempre regresaba con el chiquillo en sus hombros.O a veces, en