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Finalizaba ya el mes de noviembre, y las brisas se ponían cada vez más frías. Sin embargo, Tess se quitó la bufanda y liberó su cabello, que le caía sólo un poco más abajo de los hombros, y cerró sus ojos escuchando el rumor de las olas al chocar. Estaba frío, y las mejillas se le pusieron rojas casi al instante.

Qué pacífico, pensó con un suspiro. Por primera vez en mucho tiempo sintió que todo estaba bien. Los niños estaban bien, en casa no faltaba nada, tenía unos buenos amigos y familia política que la apreciaban, y estaba aquí, frente al océano Pacífico, en total calma, en paz consigo misma.

Había tenido que dejar ir muchas esperanzas, pero también algunos miedos, para poder conseguirlo. Adam no estaba, no volvería, y aunque en el fondo le dolía, ahora era capaz de aceptarlo. La vida a veces te nega

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