Se pasaron los días, y a pesar de la distancia que Tess había puesto entre los dos, August no le hizo ningún reproche; más bien, aceptaba sus términos… Él sólo debía seguir siendo paciente. Le estaba dando el espacio que necesitaba, y el poder de decidir cuándo y cómo quería estar con él. No importaba cuánto doliera, cuánto costara, él debía esperar, y no podía pretender que en un par de meses una mujer olvidara lo que había sufrido por años.
—Llegas temprano —le dijo Tess un sábado al mediodía. Él la miró sonriente y se inclinó para besarle la mejilla. Esa mañana lo habían vuelto a ascender, y ahora ganaba casi lo mismo que Tess. Pero no era motivo para una gran celebración, su meta era llegar tan alto como pudiera, y ya en su mente estaba planeando cómo. A partir
Finalizaba ya el mes de noviembre, y las brisas se ponían cada vez más frías. Sin embargo, Tess se quitó la bufanda y liberó su cabello, que le caía sólo un poco más abajo de los hombros, y cerró sus ojos escuchando el rumor de las olas al chocar. Estaba frío, y las mejillas se le pusieron rojas casi al instante.Qué pacífico, pensó con un suspiro. Por primera vez en mucho tiempo sintió que todo estaba bien. Los niños estaban bien, en casa no faltaba nada, tenía unos buenos amigos y familia política que la apreciaban, y estaba aquí, frente al océano Pacífico, en total calma, en paz consigo misma.Había tenido que dejar ir muchas esperanzas, pero también algunos miedos, para poder conseguirlo. Adam no estaba, no volvería, y aunque en el fondo le dolía, ahora era capaz de aceptarlo. La vida a veces te nega
Tess se desparramó sobre él por un largo rato, hundiendo su nariz en su cuello, grabándose este aroma, el aroma de él luego de tener sexo.Tan delicioso, pensó sintiendo que dentro de ella todavía quedaba un poquito de su orgasmo, así que onduló su cuerpo sobre él, sintiéndolo todavía duro, mientras él todavía tardaba en regresar de su locura. Lo besó, lo mimó, le dijo cosas como lo increíble que era, lo hermoso, lo grande que era esto para ella, lo feliz… Él volvió a besarla, la movió hasta quedar frente a frente los dos en la cama, desnudos, mientras la respiración de ambos volvía a la normalidad, y la realidad los cercaba otra vez.—Esto ha sido tan…—¿Increíble? —completó ella, y él meneó su cabeza.—Rápido, creo.&
—En algún momento tendrá que dormirse —dijo Adam con voz risueña mirando a Tess a los ojos y refiriéndose a Kyle, que jugaba con su celular sentado a su lado en el sofá.Adam, pensó Tess suspirando, era Adam. Delante de los niños tenía que llamarlo August, y no lo soportaba, necesitaba llamarlo Adam para hacer esto más real, pero… ¿Cómo se lo iba a explicar a sus hijos, a Beth y a Henry?Pasó sus dedos por su oreja mirándolo fijamente, lamentando no poder estar más cerca, aunque casi estaba encima de él en el sofá. Había sido tremendamente difícil soltarlo esta tarde en la habitación, cuando apenas descubriera quién era, pero entonces Kyle la llamó por algo, y Rori también, y Nicolle exigió atención, etc. Por primera vez en su vida pensó que tenía demasiados hijos.
Todo estaba en silencio, y Adam, recostado sobre las almohadas, no dejaba de tocar a Tess. Sus manos, su brazo, su hombro. Toda ella era suavecita, y bonita, digna de tocar.Tenía una pregunta atascada en la boca, algo que siempre se había preguntado. Al final, ya no pudo soportarlo más, y habló.—¿Tess, por qué me olvidaste? —Tess se quedó totalmente quieta, dejó salir el aire y se sentó en la cama mirándolo—. Me olvidaste completamente —siguió él—. En aquella fiesta, no me reconociste, me miraste como a un extraño. Y luego… cada vez que volvía a hablarte, era como si me vieras por primera vez. Y olvidaste la cita. ¿Por qué, Tess? —Tess bajó la mirada, y él siguió—. Es como si me hubieses arrancado de tu mente, como si tu tiempo conmigo, en mi casa, hubiese sido tan traumático que,
Esa mañana de domingo fue un poco más tranquila que de costumbre. Kyle despertó primero y se fue a la cocina. Allí encontró a su papá luciendo solamente un pantalón y exprimiendo naranjas.Abrió grande sus ojos. ¿Papá había dormido aquí?, se preguntó. ¿Qué significaba esto? ¿Significaba que volvería para siempre? ¿Qué decía mamá de esto?—Madrugaste —comentó su papá, y Kyle se acercó a él, y lo abrazó, aunque sólo alcanzaba a rodear su cintura con sus bracitos—. ¿Está todo bien?—¿Te vas a venir a vivir aquí? —le preguntó, y él sonrió.—Claro que sí. Nada hará que me vaya.—¿Mamá está de acuerdo? —él hizo una mueca como si med
August Warden, como ya se había acostumbrado a que lo llamaran, tomó sus pocas pertenencias, canceló el arrendamiento de la habitación en la que había vivido los últimos meses, y se trasladó a vivir a la casa de Tess y los niños. Estaba muy chica ya, pensó al notar que de ahora en adelante Nicolle y Rori debían compartir cama; Tendría que ir pensando ya en una casa más grande, con una habitación más en donde pudieran estar los niños más cómodos. El sótano, aunque espacioso, no era lugar para ninguno de ellos, y estaban aquí, un poco acosados.Comprar una casa estaba totalmente fuera del presupuesto, y aunque Tess le dijo que Heather estaría encantada de ayudar, él la convenció de no decirle. Ya ella no estaba sola, lo tenía a él para compartir el gasto, y entre los dos podían construir el sueño de
Al día siguiente August se entrevistó con Horace, el hombre que, junto a Abel Robinson, llevaba sus empresas. Era un hombre en sus cincuenta bien parecido, obsesionado por la limpieza, de carácter mucho más afable que el de su compañero, pero igual de eficiente en lo que se proponía. Había sido socio de su padre, y luego suyo. Cuando él tomó las riendas de los negocios, en vez de menospreciarlo por su edad, lo que hizo fue apoyarlo y guiarlo.Apreciaba mucho a este hombre, y lo respetaba, pero no sabía bien cómo se comportaría con alguien con quien no tenía lazos de ningún tipo, ni era de su mismo estrato social. Sospechaba que no lo discriminaría, pero no estaría totalmente seguro de eso hasta experimentarlo en carne propia.Lucía un traje, uno que había comprado esa misma mañana, y aunque no era ni la mitad de bueno que el
Los días se pasaron, y el invierno llegó a su fin, con sus lluvias, y uno que otro resfriado de los niños.En ese tiempo, habían salido con Heather y Raphael unas cuantas veces. A veces cenaban los unos en la casa de los otros, o se iban a algún restaurante. Era impresionante escuchar la historia de Heather, o, más bien, Samantha, pensaba August. Y ver que ese increíble milagro también se había producido en él lo llenaba de alegría, se sentía honrado, bendecido.Y hacía que amara más a Tess. Mientras que antes el universo parecía estar en contra de ellos, ahora todo era perfecto, las cosas estaban mejor que nunca.—¿Es difícil? —le preguntó Raphael en una de esas ocasiones, ofreciéndole una copa de vino de su reserva mientras Tess y Heather conversaban muy tranquilas en el sofá de su sala, y August lo miró