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Se pasaron los días, y a pesar de la distancia que Tess había puesto entre los dos, August no le hizo ningún reproche; más bien, aceptaba sus términos… Él sólo debía seguir siendo paciente. Le estaba dando el espacio que necesitaba, y el poder de decidir cuándo y cómo quería estar con él. No importaba cuánto doliera, cuánto costara, él debía esperar, y no podía pretender que en un par de meses una mujer olvidara lo que había sufrido por años.

—Llegas temprano —le dijo Tess un sábado al mediodía. Él la miró sonriente y se inclinó para besarle la mejilla. Esa mañana lo habían vuelto a ascender, y ahora ganaba casi lo mismo que Tess. Pero no era motivo para una gran celebración, su meta era llegar tan alto como pudiera, y ya en su mente estaba planeando cómo. A partir

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