AMANDA EN EL HOSPITAL. Esta noche en el hospital es una de las más largas de toda mi vida, a pesar de los medicamentos no puedo conciliar el sueño Ya que no podemos dormir, mi amiga Lucía se acomoda en un sillón y lo acerca a mi cama, para conversar. —Amanda, cuéntame con detalles cómo conociste al papá de tu hijo. —Fue el día que decidí retirarme a una cabaña en un lugar muy apartado de la ciudad, para culminar el libro que estaba escribiendo; se trataba de una historia romántica, pero con mucho drama, me faltaban muchos capítulos para terminarla, la editorial en la cual trabajo me estaba exigiendo finalizar el libro en un lapso de dos semanas. Por esa razón decidí retirarme a un lugar solitario, donde el ruido de la ciudad no me molestara. Una escritora amiga me recomendó las cabañas de Tabares. —¿Damián te dejo ir aún faltando pocos días para la boda? —Me fui sin importarme su opinión, él no estaba de acuerdo, pero tenía que hacerlo, si me quedaba no iba a culminar mi historia y eso significaba una irresponsabilidad de mi parte con la editorial que me representaba. —Sé que no te gusta manejar y aún así tomaste tu auto y te fuiste. —Después de varias horas de carretera, llegué al sitio donde estaban las cabañas, era un lugar hermosísimo rodeado por inmensos árboles, el clima era frío, la escritora que me recomendó el lugar me hizo la reservación, por lo tanto ninguno de mis allegados conocía la dirección, mucho menos Damián —Vaya, querías estar sola sin interrupciones. —Así es, al llegar me fui directamente a la recepción, allí me entregaron la llave de mi cabaña, está era muy acogedora, con una chimenea en la sala de estar.. Después, decidí ir a dar una vuelta para conocer el lugar. —Así fue como te encontraste con tu galán. —Déjame continuar, seguí caminando sin darme cuenta que me estaba alejando de la cabaña. La noche se hizo presente, ya estaba oscureciendo, quise regresar, pero no sabía cuál era la dirección exacta, el temor me quiso envolver, pero hablé conmigo misma en voz baja. —Calmate Amanda, tienes que orientarte, las cabañas no pueden estar muy lejos. —Como siempre haciéndote la brava. —No creas yo estaba asustada, estaba en medio de la oscuridad cuando escucho un ruido, por instinto tomo un pedazo de un tronco de árbol que estaba cerca de mi, lo levanto para golpear y así defenderme de quién se acercara, de repente una figura masculina aparece entre los árboles, con sus manos levantadas me dijo en voz alta. —Hey, hey, soy gente de paz, cuidado con ese tronco señorita, se puede hacer daño. Yo le respondí, pero sin bajar el tronco, con él me sentía segura. —¿Quién es usted? —Eso mismo le iba a preguntar, ¿qué hace una señorita por estos lugares y de noche? —Me perdí, llegué hoy a este lugar, tengo una reservación en las cabañas, quise conocer los alrededores y sin darme cuenta me agarró la noche. —Eso está malo señorita, a parte de los árboles y de las flores, también hay animales que son peligrosos y pueden hacerle daño. —Y usted también vive en las cabañas. —No, yo tengo una cabaña arriba en la montaña. —Sería usted tan amable de llevarme. —¿A mi cabaña? —No, claro que no, a la mía. —Por supuesto yo la llevo, no puedo dejarla aquí sola, si algo le pasa no me lo perdonaría. —El desconocido, en aquel momento era un desconocido, se me acercó, muy, pero muy cerca, tan cerca que su respiración la sentí en mi rostro. Amiga yo estaba como petrificada, no me atrevía a moverme, su mirada se encontró con la mía y en ese momento todo a mi alrededor se nubló, sólo quería perderme en esa mirada. —No se mueva, tiene un insecto en el pelo. Con mucha delicadeza retiró el insecto de mi cabello y lo colocó en la rama de un árbol. —Ahora si podemos irnos. En ese instante fue que reaccioné sacudí mi cabellera y me dije "que te pasa Amanda, te volviste loca" —wow amiga, ese hombre desde el primer momento te desequilibró. —Así fue, comenzamos a caminar, esto lo hicimos en silencio, cuando observamos las luces de la cabaña me dijo: —Señorita ya está fuera de peligro, hasta aquí la acompaño, ya no se va a perder. —Gracias, de verdad estoy muy agradecida. Caminé varios pasos, entonces recordé que no nos habíamos presentado, voltee al instante para pedirle su nombre, pero ya había desaparecido. Llegué a la cabaña, me hice un chocolate para contrarrestar el frío y luego tomé mi laptop para comenzar a escribir, pero mi mente estaba en blanco, mi creación literaria estaba en cero, borraba y borraba palabras, nada me gustaba, así pasaron las horas, entre tazas de chocolate y café, ya muy entrada la noche decido irme a dormir. —Por supuesto esa noche soñaste con él. —En la cama daba vueltas y en cada vuelta veía la cara del desconocido, su mirada tan profunda, todavía sentía su respiración muy cerca de mí, todos estos pensamientos me aturdía, poco a poco, casi al amanecer me fui quedando dormida. A la mañana siguiente, me levanto con ganas de escribir, antes de hacerlo decido dar un paseo. Hacía mucho frío, la neblina poblaba la copa de los árboles, sigo caminando, desviando mi mirada por todas partes como buscando algo. —¿A quién querías engañar?, tú saliste con la intención de tropezar con él desconocido. —No lo voy a negar, esa era mi intención, llegué hasta el restaurante del lugar, allí me senté a tomarme un café lo hice con toda calma como dando tiempo a que llegara mi ansiada visita, pero no fue así, no llegó. Pasó un día, dos, tres y cuatro, al quinto día lo ví aparecer, yo estoy sentada debajo de un árbol con la laptop en mis piernas, mi historia ya estaba avanzando, levanté la mirada y a uno cuántos metros de distancia observo la figura de un hombre que se acerca, cuando llega cerca de mí, me habla con esa voz ronca, que hizo que mis sentidos enloquecieran. —Buenos días señorita perdida. —Buenos días, -tratando de poner mi mejor sonrisa- que bueno verlo de nuevo. —Para mí también es muy grato volverla a ver, si no está ocupada me gustaría que me acompañara a tomarnos un café. —¿Qué hiciste amiga? —Te podrás imaginar mi corazón palpitó muy aprisa, tantos días esperando que apareciera y ahora que lo tenía cerca de mí, no sabía qué decir. —Bueno, eso es si usted lo desea, si no es así sigo mi camino. —Claro, claro, si con gusto te acompaño a tomar café. Él extendió su mano para ayudarme a levantar de la grama donde estaba sentada, cuando quiso levantarme mi pie se hundió en el pasto, mi cuerpo se tambaleó y él con un rápido movimiento me sujetó impidiendo que cayera al suelo, en ese movimiento sus brazos rodearon mi cintura acercando mi cuerpo al suyo. Me quedé paralizada, mi corazón se me iba a salir del pecho, por la cercanía perfectamente podía escuchar los latidos de su corazón, me sujetó con tanta fuerza que en ese instante no sé por qué razón me sentí protegida. En el restaurante nos tomamos un café. —Señorita perdida, acompáñame. —¿A dónde? —A dar un paseo. —Por supuesto que no te negaste. —No me negué, me fui con él, caminamos por varios minutos, luego se detiene y me dice. —¿Quieres conocer mi cabaña? Sin detenerme a pensar lo que estaba haciendo le contesté. —Sí. Me toma de la mano y nos adentramos por un sendero cubierto de árboles cuyas ramas golpeaban mi rostro, llegamos a un lugar hermosísimo, allí estaba su cabaña. —Adelante, ¿te gustaría una taza de chocolate? —Sí, está haciendo mucho frío, eso me ayudaría a calentarme. Luego nos sentamos en un sofá amplio frente a la chimenea encendida,me sentía muy a gusto. —Señorita, creo que es hora de conocernos, -me toma la mano y se la lleva a sus labios- Augusto, me llamó Augusto Cuevas, creo que ya es hora de tutearnos, ¿no te parece? —Estoy muy de acuerdo contigo, mi nombre es Amanda. —Amanda no sé porque te traje aquí, tampoco lo quiero averiguar, quiero que sepas que este es mi lugar especial, sólo yo he estado aquí, pero no me arrepiento de haberte traído, no sé las razones, sin embargo estoy feliz que estés aquí, no me preguntes nada, yo tampoco te voy a preguntar, sólo quiero que disfrutemos el momento. De la taza de chocolate pasamos a una y otra y otra copa de vino, luego puso una música romántica y me invitó a bailar, yo parecía un robot a todo decía que sí. —Amiga no te culpes yo también hubiese hecho lo mismo. —¿Bailamos Amanda? Mientras bailaba sus manos recorrían mi espalda, subían y bajaban, sus dedos hacían figuras en mi piel, todo fue muy rápido, en pocos segundos siento que el cierre de mi blusa se abre por completo, eso no detuvo su viaje a través de mi espalda, sus dedos subieron a mi garganta levantaron mi rostro y su boca muy cerca de la mía se unió en un beso cuya sensación jamás en mi vida había sentido. Sus labios continuaron su recorrido, de mi rostro bajaron a mi cuello, a mis hombros, siguieron bajando, yo no lo podía o no lo quería detener, me toma en sus brazos y me lleva hasta el sofá, allí me hizo el amor, sentí sus caricias como un fuego ardiente que abrazaba mi cuerpo, pero a la vez ese fuego se convirtió en una nube que me hacía flotar y llegar hasta lugares hasta ahora desconocidos para mí. —Wow, ¿qué pasó después? —Luego nos quedamos mirándonos por un buen rato, esa mirada estaba llena de dulzura, de ternura, era como si nos conociéramos de toda la vida, esa noche fue inolvidable, ese sofá fue testigo de las veces que hicimos el amor, una y otra vez, allí nos agarró el nuevo día. Bajamos la montaña, me acompañó hasta llegar cerca de mi cabaña. Allí, tomando mi rostro entre sus manos me susurró. —Adiós o hasta luego, el tiempo tiene la última palabra, sólo sé que no te voy a poder olvidar, has renovado en mí la esperanza de nacer de nuevo. Allí me tomó de nuevo en sus brazos y me dio un beso de esos que no se olvidan jamás, dio media vuelta y se perdió entre los árboles, esa fue la última vez que lo vi. .
—Adrian Augusto,por favor hijo tienes que calmarte, trata de relajarte, ya la enfermera te puso el tratamiento, ahora trata de tranquilizarte, para que se te calme el dolor. —Mamá me duele mucho la cabeza y tengo la vista borrosa. —Lo sé amor, en medio de todo demos gracias a Dios que el tumor es benigno, pero es necesario la operación, como nos explicó el doctor tienen que extirpar el tumor; todo tumor maligno puede correr el riesgo de malignización, está creciendo y eso no es bueno. —Mamá tengo miedo. —Sí mi príncipe, yo también lo tengo, pero tengo la esperanza que todo va a salir bien, tenemos al mejor neurocirujano del país él está muy seguro del éxito de la operación, hijo tomaste una buena decisión, operarte es la mejor solución. —Sí mamá, lo sé, pero a qué precio, seguramente voy a estar muchos meses en rehabilitación. —Hijo lo que quiero es que estés tranquilo, el doctor Luján te lo dijo, necesitas desestresarte, pensé que el viaje a la cab
Mi estadía en el hospital fue corta, sólo fueron tres días, por otro lado Damián duró una semana en Italia, durante ese tiempo sólo me llamó dos veces, argumentando siempre que estaba muy ocupado. Están pasando los días, siento que Damián y yo cada día nos estamos distanciando más. Hablamos muy poco, siempre llega muy tarde; los fines de semana siento temor, llega oliendo a alcohol, pero gracias a Dios ya no me busca para tener intimidad. —Amiga, ¿cómo estás? —Hola Lucía, estoy mucho mejor, ya no siento dolor en el vientre. —Que bueno,te llamo para invitarte a almorzar, ya no tienes vida social, es hora que salgas un rato a tomar el aire citadino. —Tienes razón Lucía, vamos a salir, necesito conversar un rato contigo. —Okey como no te gusta manejar, te voy a buscar a tu casa, dame media hora. En menos de media hora, ya Lucía está en la casa. —¿Qué te parece este restaurante? —wow es muy elegante. —Solo tiene una semana que l
La discusión que tuve con Damián me dejó perturbada, ya que él ha puesto las cartas sobre la mesa, no tiene intenciones de darme el divorcio, dejó muy en claro que sí decido separarme él me quita al niño. A partir de allí las noches son aterradoras, siento miedo de que pueda entrar a mi habitación. Hoy es sábado, la señora Martha me dijo que lo vio cuando salió de la casa, estaba muy perfumado, seguro hoy tiene cita con la morena del restaurante, ya me doy cuenta que no siento nada por él, ¿en qué momento murió el amor?, no lo sé, creo que murió mucho antes de casarme, pero no quería aceptarlo, ahora sólo me queda soportar, Dios quiera que él se canse de esta situación y decida dejarme, de esta manera todos ganamos, pero Damián es muy rencoroso, él nunca me va a perdonar que tengo un hijo de otro hombre y mucho menos que haya sido concebido un mes antes de la boda. Con esos pensamientos me voy quedando dormida, cuando escucho que la puerta de mi habitación se ab
—Doctor, porque Adrián no abre bien los ojos. —No se preocupe señora Daniela en una operación como esta es natural que el paciente tenga los ojos como adormecidos, no pueden abrirlos del todo pareciera que tienen ganas de seguir durmiendo, esto es por causa de los analgésicos y de la anestesia. Pero no se angustie, poco a poco el va a ir despertando del todo. —Gracias doctor, me asusté, me da terror que se quede con los ojos cerrados. —Tiene la cara un poco hinchada. —Eso también va a pasar, lo que me preocupa es el habla, y sus movimientos articulares, cuando despierte del todo vengo a verlo, por favor no lo desesperen , recuerden que por ahora puede tener dificultades para hablar. —Sí doctor. —Señora Daniela, me tengo que ir, vengo mañana. —No vas a esperar que Adrián despierte, seguro que cuando lo haga va a querer verte a su lado. —No creo que despierte ahorita, yo tengo unas cosas que hacer, mañana regreso. —Está bien hija.
EL HOSPITAL. —¿Qué pasa con el teléfono de Damián?, lo he llamado varias veces y lo tiene apagado, ese desgraciado es un insensible cómo es posible que deje a Amanda sola sabiendo que estaba esperando parto y el doctor nada que sale y me dice lo que está pasando. —¿Quién llegó con la señora Amanda?-Es una enfermera quien está preguntando. —Yo vine con ella, por favor dígame, ¿cómo está ella?, ¿cómo está el bebé? —El bebé está bien, es un hermoso niño, pero ella perdió mucha sangre, necesitamos donantes. —Está bien, yo me encargo. —¡Dios! Pobre de mi amiga, tengo que buscar esos donantes, voy a llamar a unos amigos, pero antes tengo que llamar a los papás de Amanda. —Buenas noches señora Katherine. —Buenas noches Lucía, ¿qué pasa, por qué llamas a esta hora? —Señora Katherine disculpe la hora estoy llamando del hospital. —¿Del hospital, le pasó algo a Amanda, ya viene el bebé? —Ya Lucía tuvo a su bebé. —¿Cómo, cuándo y p
Tiempo después, Lucía me contó el episodio que ocurrió en el hospital, al igual que Lucía estoy sorprendida de las respuestas de mi papá, mis padres siempre han sido conservadores muy apegados a las tradiciones, para ellos el matrimonio es un vínculo sagrado que nada ni nadie puede disolver. Por esa razón nunca acudo a ellos en busca de ayuda, mi madre, quién debería estar más cerca de mí, quién debería ser más empática conmigo, no lo es. Damián me fue a buscar a la salida del hospital, no habló durante todo el camino a casa, pero al llegar a casa, en cuanto entré a la habitación me dio una advertencia. —No quiero que tú papá se meta en nuestros asuntos, no se te ocurra decirle lo que está pasando en esta casa, porque si no, me voy a ver obligado a tomar acciones. A partir de ese momento, no sé si por miedo o por comodidad, pero ya han transcurrido varios meses, sólo me he dedicado al cuidado de mi hijo, tratando de no molestar a Damián. —Hola papá.
—Amanda ya todo está listo, tienes cita con el doctor hoy a las cuatro de la tarde. —¿Tú me vas a acompañar? —Claro que te voy acompañar, Amanda el doctor sabe todo, tuve que contarle, me disculpas, pero si nos va a hacer un favor él tiene que estar al tanto. —Hiciste bien amiga, de todas maneras yo pensaba contarle lo de mi embarazo y esto de ahora. —¿Nos llevamos al niño o se lo dejas a Martha? —Se lo dejo a la muchacha que lo está cuidando, no creo que nos tardemos mucho. —¿Cómo es eso, que tiene una muchacha que lo cuida? —Lucía no te he contado, Damián mandó a retirar la cuna de mi habitación, le preparó un cuarto al niño y contrató una muchacha para que lo cuide. —Vaya se ha puesto muy considerado. —No lo hace por consideración, lo hace para fastidiarme, para que yo no esté tan cerca del niño y de paso, él pueda tener acceso a mi habitación las veces que le dé la gana y que el llanto del niño no lo fastidie. —¡Ah! Ya entendí
EMPRESA DE ADRIÁN. —Adrián, tengo buenas noticias. —Dime. —Ya conseguí el número de teléfono de tu escritora. —¿Cómo hiciste para conseguirlo? —Bueno que te crees, para que mis padres me regalaron esta cara. —También me informaron otras cosas. —Habla. —No sé cómo vas hacer para verla, ella sale muy poco, sólo tiene una amiga, el esposo parece que es muy celoso, no la deja salir sola y esto que te voy a decir no te va a gustar. —Dime lo que sea. —,Hay rumores, escúchame bien, sólo son rumores, que el esposo la golpea. —¿Qué? No vale, no puede ser, por eso ese tipo no me gustó, yo pensé que eran celos, pero su cara, su gesto cuando se acercó a ella no era de un esposo cariñoso, ni siquiera de un esposo normal como miles que hay, pero dime qué dicen los rumores. —Ella muy poco va a la editorial, pero un vez fue con unos lentes oscuros y no se los quitó, ni siquiera dentro de la oficina, una de las muchachas se lo pidió para ver como le quedaba y se hizo la loca y no se los qui