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Capítulo 5: La primera búsqueda: intento fallido

     La discusión que tuve con Damián me dejó perturbada, ya que él ha puesto las cartas sobre la mesa, no tiene intenciones de darme el divorcio, dejó muy en claro que sí decido separarme él me quita al niño.

     A partir de allí las noches son aterradoras, siento miedo de que pueda  entrar a mi habitación.

     Hoy es sábado, la señora Martha me dijo que lo vio cuando salió de la casa, estaba muy perfumado, seguro hoy tiene cita con la morena del restaurante, ya me doy cuenta que no siento nada por él, ¿en qué momento murió el amor?, no lo sé, creo que murió mucho antes de casarme, pero no quería aceptarlo, ahora sólo me queda soportar, Dios quiera que él se canse de esta situación y decida dejarme, de esta manera todos ganamos, pero Damián es muy rencoroso, él nunca me va a perdonar que tengo un hijo de otro hombre y mucho menos que haya sido concebido un  mes antes de la boda.

      Con esos pensamientos me voy quedando dormida, cuando escucho que la puerta de mi habitación se abre muy bruscamente, un escalofrío recorre mi espina dorsal, me quedo quieta envuelta en la manta, siento los pasos de Damián,  luego escucho como lentamente se va metiendo debajo de mi sábana, cuando siento su mano en mi pierna, doy un salto y me bajo rápidamente de la cama.

     —Damián sal de mi habitación.

     —Se te olvida que está también es mi casa y todo lo que hay aquí me pertenece, incluyendote a ti.

     —Damian por favor así no, recuerda lo que dijo el médico.

     —Pero yo te veo perfecta.

     —No, no lo estoy, todavía siento dolor en el vientre, él doctor me recomendó reposo, en todos los sentidos, tú sabes lo que eso significa.

     —Está bien, me retiro, pero sabes porqué lo hago, tú hijo es lo que te va a mantener aquí conmigo, necesito que culmines tu embarazo, de esa manera no puedes separarte de mí y mucho cuidado que intentes irte de mi lado, porque te voy a buscar hasta debajo de las piedras.

     Se retira de la habitación y yo me quedo con los ojos abiertos, no pude dormir en toda la noche, esto no es vida, no puedo continuar así.

     La mañana llegó y yo sin cerrar mis ojos ni un minuto, apenas salen los rayos del sol, llamo de inmediato a Lucía.

     —Buenos días Amanda, ¿qué pasa?, ¿por qué me llamas tan temprano 

     —Necesito que me acompañes a Tabares.

     —¿Quieres visitar las cabañas de Tabares?

     —Sí, necesito averiguar si alguien conoce a Augusto.

     —Amiga te lo dije, tenemos que empezar la búsqueda por allí, alguien lo tiene que conocer, además si te dijo que la cabaña que se encuentra arriba en las montañas es de é, significa que en varias oportunidades él ha visitado ese lugar, la cuestión está en cómo vamos a justificar tu ausencia, Damián se volverá una fiera si no estás aquí.

     —Tranquila ya inventaré algo.lo que quiero es que me acompañes.

     —¿Cuándo nos vamos?

     —Si es posible mañana mismo.

     —Okey, mañana es buen día, recuerda que dentro de unos días tengo que viajar a Londres, te voy a dejar sola por más de una semana, espero que no pase más de quince días fuera de aquí, no quiero dejarte sola con ese desalmado.

     Lucia corta la llamada y yo me quedo esperando a Damián para hablar con él sobre mi ausencia por dos días, pero no llegó en toda la noche y si llegó sería bien tarde, porque no lo escuché.

     Bien temprano me levanto, ya Lucía me está esperando afuera de la casa, cuando estoy saliendo me encuentro con la señora Martha.

     —Buenos días, señora, ¿va de viaje?

     —Sí, pero solo por dos días, voy a acompañar a mi amiga Lucía.

     —¿Qué le digo al señor si me pregunta por usted?

     —Eso que te estoy diciendo Martha, que me fui de viaje por dos días con la señorita Lucía.

      A veces tengo la impresión que Martha fue contratada por Damián sólo para vigilarme, parece una sombra, cuando menos lo espero aparece.

     —Hola amiga, ¿estás bien?

     —Estoy un poco confundida, está señora Martha parece mi sombra, siempre está detrás de mí.

     —No dudo que ella sea un espía de tu querido esposo, tienes que ser cuidadosa con ella.

     —Bueno no hablemos más de ella, vámonos a Tabares a  buscar a Augusto Cuevas.

     CABAÑAS DE TABARES.

     Fueron varias horas de carretera, al llegar sentí una paz que solo se percibe en ese lugar.

     —Amiga esto es hermosísimo, con razón te enamoraste aquí, el ambiente ayuda.

     —Vamos a la recepción.

     Reservamos una cabaña para las dos y luego nos dedicamos a recorrer el lugar.

     El olor a grama mojada por el rocío me hizo recordar su aroma, así es su olor,  como la naturaleza: salvaje, inquietante, perturbador y a la vez  como un remanso que embriaga los sentidos.

     —Estás muy callada, seguro pensando en tu Augusto, ¿por dónde empezamos, a quien le preguntamos?

     —No tengo idea.

     —Pues yo sí, acá debe haber un restaurante.

      —Si lo hay, ven vamos hasta allá.

     Al llegar miro a mi alrededor buscando a alguien conocido, en efecto una señora mayor, con unos kilos demás se acerca,

    —Esa señora creo que la he visto. 

     —Buenas tardes señoritas, desean tomar un delicioso chocolate.

     —Sí me gustaría.

     —Señorita yo creo que la he visto antes por este lugar, a mí nunca se me olvida una cara.

     —Sí, está en lo cierto, visité este lugar hace un poco más de dos meses.

     —Correcto, usted es la señorita escritora.

     —Así es.

     —Me encantan sus historias, me duermo con ellas imaginándome la protagonista.

     —Señora…

     —Bertha ese es mi nombre.

     —Señora Bertha, usted cómo tiene buena memoria, debe recordar que una tarde vine acá y me tomé un café con un señor.

     —Con el galán de la montaña, claro que me acuerdo, es imposible olvidar ese rostro tan hermoso, todas las mujeres de por aquí lo llamamos el galán de la montaña.

     —¿Y él no ha vuelto por aquí?

     —No señorita, la última vez que lo vi,  estaba con usted.

     —Por casualidad usted sabe dónde vive, -preguntó Lucía.

     —No, bueno sé que tiene una cabaña arriba en la montaña, pero no sé más nada de él.

     —¿Y cuando viene para acá siempre lo hace solo o acompañado?, -sigue preguntando Lucía.

      —Siempre está solo, las jovencitas de por aquí están locas por él, pero él ni las mira, nos extrañó mucho cuando lo vimos con usted en el restaurante, porque él siempre anda solo.

     — ¿Por aquí no hay nadie quien lo conozca?

     —Nadie señorita, ahora que recuerdo la señora que limpia las cabañas, puede que lo conozca, ella le limpia su cabaña, por cierto allí viene.

     —Oye Ornelia, acércate un minuto que las señoritas quieren hablar contigo.

     —Buenas señoritas, ¿para que quieren hablar conmigo?

     —Ornelia, -la señora Bertha le preguntó, se nota que le gusta hablar- ellas quieren saber del galán de la montaña, ¿tú sabes dónde vive?

     —No, el único contacto que tengo con él es cuando me llama para que le limpie la cabaña, luego cuando viene él me paga por la limpieza.

     —¿Usted tiene su número de teléfono?

     —No señoritas, yo no tengo teléfono, él me llama aquí en la recepción.

     —¿Será que allí en recepción nos  pueden dar su número de teléfono?

     —No sé señorita, tiene que llegar a la recepción y preguntar.

     —Gracias señora Ornelia.

     Nos tomamos nuestro chocolate y nos despedimos de la señora Bertha.

     —Lucia que dices, preguntamos en la recepción.

     —Claro, para eso vinimos.

     —Buenas tardes, -nos recibió una señorita de pelo rojizo y con un bonito cuerpo.

     —Buenas tardes, ustedes son las que llegaron hace unas horas, ¿se les ofrece algo?

     —En realidad estamos preguntando por el teléfono de un amigo, quedamos en encontrarnos aquí, pero no ha llegado y se nos borró el contacto, necesitamos llamarlo.

     —¿Su amigo es cliente de nosotros?

     —Creo que no, pero sabemos que él llama a la señora Ornelia cuando necesita de sus servicios, para que le limpie su cabaña.

      —¡Ah! Ya sé usted me está hablando de la cabaña de la montaña.

     —Exactamente, -Lucía cuando hablaba me veía con picardía.

    —¿Y él es amigo de ustedes?

     —Sí.

     —Caramba, pero lamentablemente no puedo darles su número de teléfono, la política de la empresa me lo prohíbe.

     —Pero señorita a nosotras nos urge hablar con él.

     —Lo siento, pero yo no puedo darle su número, no insista, no puedo, ni debo.

     —Está bien, de todas maneras muchas gracias.

     —Siempre a su orden y disfruten su estancia.

     —"Disfruten su estancia", estoy segura que fue ella la que no quiso darnos el número, seguro y le gusta el galán.

     —Oye amiga y la escritora pareces tú, si inventas.

     —De que me valió inventar si no conseguimos nada, pero no vamos a desanimarnos, este es el primer intento de búsqueda, vamos a seguir buscando.

     Nos regresamos a la casa sin lograr el objetivo, pero con ganas de seguir buscando al papá de mi bebé.

     —Buenas noches señora Amanda.

     —Buenas noches señora Martha, ¿el señor está en casa?

     —No, todavía no ha llegado, ¿le sirvo la cena?

     —Sí por favor.

     Ceno y luego me retiro a mi habitación, por el cansancio del viaje me quedo dormida.

     No sé la hora, cuando siento una mano en mi garganta que no me deja respirar, la mano aprieta y aprieta, trato de zafarme, pero no puedo, luego de unos segundos que me parecieron eternos la mano aflojó su presión, yo me  siento en la cama y comienzo a toser, siento que me falta el aire, cuando recobré las fuerzas lo veo frente a mí.

     —Dime, no me mientas te estabas viendo con el padre de tu bastardo.

     —Te volviste loco, ¿acaso pensabas matarme?

     —Loco me vas a volver tú, ¿dónde andabas?

    —Estaba con Lucia, se lo dije a Martha.

    —Pues no te creo y lo de esta noche fue sólo una advertencia, ya te lo dije, si descubro que te estás viendo con él, lo mató, no juegues conmigo Amanda, porque te va a salir caro el juego.

     Salió dando un portazo, dejándome con los nervios a punto de estallar, este hombre me iba a matar y como él lo dijo esto fue una advertencia, la próxima vez pueda que lo consiga.

     

     

    

     

     

     

     

     

     

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