PUEBLO COSTERO. —Amor, voy al centro a comprar unas herramientas que necesito para arreglar la puerta de la cocina. —Okey, compra frutas. —Me llevo a Armandito, voy a tardar un poquito. —Está bien, voy aprovechar que estoy sola para escribir. Adrián se va y yo me voy al jardín, me siento en una silla de descanso cerca de la piscina, con un termo de café y mi laptop. Ha transcurrido como una hora, cuando me levanto, me dirijo a la cocina para tomar agua, al llegar a la cocina escucho el timbre de la puerta. —A Adrián siempre se le olvida llevarse la llave, pero que raro me dijo que iba a durar un poco y sólo ha transcurrido una hora. Bueno voy a abrir, se terminó el silencio en esta casa, ya llegó mi terremoto. —Voy, ya deja de tocar. Al abrir la puerta, mi cuerpo se queda paralizado, no puedo creer lo que estoy viendo, delante de mí está Damián. —¿Qué pasa? No soy un fantasma, soy tu querido esposo. —En ese momento rea
HOSPITAL DEL PUEBLO. —Amor ya estoy aquí. —¿Dónde estabas? —Salí un momento, pero ya estoy contigo. —¿Dónde está Armandito? —Amor, no te preocupes, él está bien, está en la casa con Mariela, duerme un rato, yo voy a estar aquí, quiero que cierres tus ojitos. Así lo hace, cierra sus ojos y se queda dormida. Me quedo a su lado, no sé cuánto tiempo, cuando escucho la puerta al abrirse. —Adrián, ¿cómo está mi niña? El papá de Amanda entra a la habitación con su esposa y David. —Ella está recuperándose, le hicieron varios estudios y está bien, sólo tiene los moretones del golpe. —Y ese desgraciado, ¿dónde está? Le hago señas para que se calle y salimos afuera. La mamá de Katerine se queda en la habitación con Amanda, mientras nosotros salimos al pasillo. —David, ¿quién pilotó la avioneta? —Yo, deja de preocuparte, todo está bien, tengo mis papeles en regla. —Ahora cuéntame todo lo que pasó. —Lo que to
HOSPITAL DEL PUEBLO. Al día siguiente de estar recluida en el hospital llega Lucía con Franklin. Entra a la habitación, al verme corre hacia donde estoy acostada y me abraza —Amiga, perdóname, te quiero, esto es culpa mía, si no me hubiese peleado contigo, esto no hubiera pasado, te viniste sola para este pueblo, eso no me lo perdono. ¿Me perdonas?, dime qué me perdonas, tu amistad es lo más grande que yo tengo, tú eres mi familia, eres mi hermana. —Lucía, yo lo sé, tú eres para mí como la hermana que nunca tuve, tú también tienes que perdonarme, debí ser más sincera contigo, pero esto que ocurrió en lugar de separarnos debe unirnos más, de ahora en adelante no más mentiras, no debemos ocultarnos nada, más que amigas somos hermanas. Lucía me abraza y así nos quedamos por un buen rato, Franklin y Adrián nos miran complacidos, felices por nuestra reconciliación. CASA DE LOS PADRES DE AMANDA. Ya han pasado tres meses desde la muerte de Dam
Despierto en una camilla de un hospital, todo me da vueltas, siento un dolor punzante en mi vientre, mi amiga Lucía corre detrás de la camilla, escucho la voz del enfermero que detiene su carrera. —Señorita, acá no puede entrar, espere aquí, en cuanto tenga noticia del médico salgo y le informo. —Le agradezco, no me voy a mover de aquí. Estoy muy asustada, deslizo mi mano por mi pierna, con mucha dificultad la levanto y veo que está ensangrentada. Al instante llega un doctor y corre hacia donde estoy. —Señorita, señorita, me puede oír. —Sí doctor lo escucho. —Enfermera, -grita el doctor- que venga el anestesiólogo. No sé cuánto tiempo pasé dormida, cuando despierto, mi amiga Lucía está a mi lado. —No hables, quédate tranquila, tienes que descansar. A los pocos minutos llega el doctor. —¿Cómo está la bella durmiente, ya despertó? —Sí doctor, -respondió mi amiga. —Buenas tardes Amanda, ¿cómo te sientes? —Mejo
AMANDA EN EL HOSPITAL. Esta noche en el hospital es una de las más largas de toda mi vida, a pesar de los medicamentos no puedo conciliar el sueño Ya que no podemos dormir, mi amiga Lucía se acomoda en un sillón y lo acerca a mi cama, para conversar. —Amanda, cuéntame con detalles cómo conociste al papá de tu hijo. —Fue el día que decidí retirarme a una cabaña en un lugar muy apartado de la ciudad, para culminar el libro que estaba escribiendo; se trataba de una historia romántica, pero con mucho drama, me faltaban muchos capítulos para terminarla, la editorial en la cual trabajo me estaba exigiendo finalizar el libro en un lapso de dos semanas. Por esa razón decidí retirarme a un lugar solitario, donde el ruido de la ciudad no me molestara. Una escritora amiga me recomendó las cabañas de Tabares. —¿Damián te dejo ir aún faltando pocos días para la boda? —Me fui sin importarme su opinión, él no estaba de acuerdo, pero tenía que hacerlo, si me qu
—Adrian Augusto,por favor hijo tienes que calmarte, trata de relajarte, ya la enfermera te puso el tratamiento, ahora trata de tranquilizarte, para que se te calme el dolor. —Mamá me duele mucho la cabeza y tengo la vista borrosa. —Lo sé amor, en medio de todo demos gracias a Dios que el tumor es benigno, pero es necesario la operación, como nos explicó el doctor tienen que extirpar el tumor; todo tumor maligno puede correr el riesgo de malignización, está creciendo y eso no es bueno. —Mamá tengo miedo. —Sí mi príncipe, yo también lo tengo, pero tengo la esperanza que todo va a salir bien, tenemos al mejor neurocirujano del país él está muy seguro del éxito de la operación, hijo tomaste una buena decisión, operarte es la mejor solución. —Sí mamá, lo sé, pero a qué precio, seguramente voy a estar muchos meses en rehabilitación. —Hijo lo que quiero es que estés tranquilo, el doctor Luján te lo dijo, necesitas desestresarte, pensé que el viaje a la cab
Mi estadía en el hospital fue corta, sólo fueron tres días, por otro lado Damián duró una semana en Italia, durante ese tiempo sólo me llamó dos veces, argumentando siempre que estaba muy ocupado. Están pasando los días, siento que Damián y yo cada día nos estamos distanciando más. Hablamos muy poco, siempre llega muy tarde; los fines de semana siento temor, llega oliendo a alcohol, pero gracias a Dios ya no me busca para tener intimidad. —Amiga, ¿cómo estás? —Hola Lucía, estoy mucho mejor, ya no siento dolor en el vientre. —Que bueno,te llamo para invitarte a almorzar, ya no tienes vida social, es hora que salgas un rato a tomar el aire citadino. —Tienes razón Lucía, vamos a salir, necesito conversar un rato contigo. —Okey como no te gusta manejar, te voy a buscar a tu casa, dame media hora. En menos de media hora, ya Lucía está en la casa. —¿Qué te parece este restaurante? —wow es muy elegante. —Solo tiene una semana que l
La discusión que tuve con Damián me dejó perturbada, ya que él ha puesto las cartas sobre la mesa, no tiene intenciones de darme el divorcio, dejó muy en claro que sí decido separarme él me quita al niño. A partir de allí las noches son aterradoras, siento miedo de que pueda entrar a mi habitación. Hoy es sábado, la señora Martha me dijo que lo vio cuando salió de la casa, estaba muy perfumado, seguro hoy tiene cita con la morena del restaurante, ya me doy cuenta que no siento nada por él, ¿en qué momento murió el amor?, no lo sé, creo que murió mucho antes de casarme, pero no quería aceptarlo, ahora sólo me queda soportar, Dios quiera que él se canse de esta situación y decida dejarme, de esta manera todos ganamos, pero Damián es muy rencoroso, él nunca me va a perdonar que tengo un hijo de otro hombre y mucho menos que haya sido concebido un mes antes de la boda. Con esos pensamientos me voy quedando dormida, cuando escucho que la puerta de mi habitación se ab