PUEBLO COSTERO. —Adrián, ¿puedes bajar la velocidad? —Quédate tranquila yo sé lo que hago. —No es necesario que corras tanto, ya estamos llegando a la casa. No me responde, sé que está enojado. Bueno, ya llegamos, ahora sí viene la explosión. —¿Quieres un café? —Quiero un vaso de whisky, si no tienes, voy a mi auto, allí tengo una botella. —No tengo whisky, pero si tengo vino. —Eso está bien. Le busco el vino y un vaso. —¿No me vas acompañar? —No tengo ganas de tomar. —¡Ah! Claro, ya tomaste vino con tu doctor. —Adrián no es mi doctor, él es un amigo. —Amanda yo no soy estúpido, ese hombre te está enamorando, la cuestión está en que no sé, si tú se lo estás permitiendo. —Okey, no voy a seguir discutiendo contigo, dime tú viniste desde tan lejos a pelear conmigo, no te parece que tengo suficiente problemas como para encima venir a lidiar con tus celos. —Sí, estoy celoso, estoy que me reviento de
PUEBLO COSTERO. —Hola mamá. —Hola hijo, ¿ cómo estás, te sientes bien? —Sí mamá todo está bien. —Estoy preocupada por tí, ya tienes un poco más de dos semanas que no veo tu cara, necesito verte, ¿puedes venir hoy a visitar a tu mamá? —No puedo mamá, no estoy en la ciudad. —¿Estás de viaje de negocios? —No mamá, no es un viaje de negocios. —Por Dios Adrián, ¿me puedes explicar qué pasa? —Por ahora no te puedo explicar mucho, pero para tu tranquilidad, estoy feliz, por primera vez en muchos años, soy feliz. —Eso me alegra, ¿estás con Camelia?, según ciertos rumores ustedes estaban saliendo de nuevo. —No mamá, no estoy con Camelia y no estaba saliendo con ella, sólo lo hice una vez, pero lo mío con Camelia, definitivamente terminó. —Ahora menos entiendo, ¿a qué se debe tanta felicidad? —Después te explico los detalles, pero voy a compartir un poco de mi felicidad contigo. —Dime, que ya me tienes en suspenso.
CASA DE LOS PADRES DE AMANDA. —¿Qué pasa viejo? Te noto preocupado, presiento que algo me estás ocultando, tienes muchas horas con esa cara de angustia. —No tengo nada, no te preocupes. —Disculpa, pero yo no soy una niña, así que cuéntame lo que está pasando. —Está bien te lo voy a contar, pero no quiero más injusticia de parte tuya hacia tu hija, es hora que te pongas de su lado, eres su madre, ella en este momento te debe estar necesitando más que nunca. —Por Dios habla, ahora sí me pusiste nerviosa, dime lo que pasa con Amanda. —Amanda dejó a Damián, se fue de la casa. —Bueno y esa muchacha es loca, como se le ocurre dejar a su esposo, sin ninguna razón. —Te das cuenta porque no te quería decir nada, ya la estás juzgando sin saber los motivos, pareciera que el hijo tuyo es Damián y no Amanda. Si continúas insultando a tu hija, no te digo más nada. —Okey, no pienso abrir más la boca, dime lo que sabes. —Llamé a Damián para preguntar por Amanda y Armandito, me dijo que Aman
PUEBLO COSTERO. —Aló, buenos días. —Buenos días señor Adrián. —Con quién tengo el gusto. —Está hablando con el papá de Amanda. En ese momento me sentí tambalear, el papá de Amanda me está llamando a mí. —Necesito conversar con usted, ¿lo podemos hacer ahora? —Disculpe, lo que sucede es que no estoy en la capital. —Lo sé, ya sé que se encuentra con mi hija, ¿ella en este momento se encuentra con usted? —No, estamos un poco alejados, ¿quiere hablar con ella? —Me gustaría, pero por ahora sólo quiero hablar con usted. —Muy bien, puede hacerlo. —Señor Adrián, ¿usted ama a mi hija? —La amo como un desesperado. —Sí la ama tanto, ¿por qué permitió que se casara con Damián? Tengo entendido que Armandito fue concebido antes de su matrimonio, entonces no entiendo porque no interrumpió esa boda. Cómo decirle al padre de la mujer que amo, que para ese entonces éramos unos completos desconocidos, como decirle q
PUEBLO COSTERO. —Amor, voy al centro a comprar unas herramientas que necesito para arreglar la puerta de la cocina. —Okey, compra frutas. —Me llevo a Armandito, voy a tardar un poquito. —Está bien, voy aprovechar que estoy sola para escribir. Adrián se va y yo me voy al jardín, me siento en una silla de descanso cerca de la piscina, con un termo de café y mi laptop. Ha transcurrido como una hora, cuando me levanto, me dirijo a la cocina para tomar agua, al llegar a la cocina escucho el timbre de la puerta. —A Adrián siempre se le olvida llevarse la llave, pero que raro me dijo que iba a durar un poco y sólo ha transcurrido una hora. Bueno voy a abrir, se terminó el silencio en esta casa, ya llegó mi terremoto. —Voy, ya deja de tocar. Al abrir la puerta, mi cuerpo se queda paralizado, no puedo creer lo que estoy viendo, delante de mí está Damián. —¿Qué pasa? No soy un fantasma, soy tu querido esposo. —En ese momento rea
HOSPITAL DEL PUEBLO. —Amor ya estoy aquí. —¿Dónde estabas? —Salí un momento, pero ya estoy contigo. —¿Dónde está Armandito? —Amor, no te preocupes, él está bien, está en la casa con Mariela, duerme un rato, yo voy a estar aquí, quiero que cierres tus ojitos. Así lo hace, cierra sus ojos y se queda dormida. Me quedo a su lado, no sé cuánto tiempo, cuando escucho la puerta al abrirse. —Adrián, ¿cómo está mi niña? El papá de Amanda entra a la habitación con su esposa y David. —Ella está recuperándose, le hicieron varios estudios y está bien, sólo tiene los moretones del golpe. —Y ese desgraciado, ¿dónde está? Le hago señas para que se calle y salimos afuera. La mamá de Katerine se queda en la habitación con Amanda, mientras nosotros salimos al pasillo. —David, ¿quién pilotó la avioneta? —Yo, deja de preocuparte, todo está bien, tengo mis papeles en regla. —Ahora cuéntame todo lo que pasó. —Lo que to
HOSPITAL DEL PUEBLO. Al día siguiente de estar recluida en el hospital llega Lucía con Franklin. Entra a la habitación, al verme corre hacia donde estoy acostada y me abraza —Amiga, perdóname, te quiero, esto es culpa mía, si no me hubiese peleado contigo, esto no hubiera pasado, te viniste sola para este pueblo, eso no me lo perdono. ¿Me perdonas?, dime qué me perdonas, tu amistad es lo más grande que yo tengo, tú eres mi familia, eres mi hermana. —Lucía, yo lo sé, tú eres para mí como la hermana que nunca tuve, tú también tienes que perdonarme, debí ser más sincera contigo, pero esto que ocurrió en lugar de separarnos debe unirnos más, de ahora en adelante no más mentiras, no debemos ocultarnos nada, más que amigas somos hermanas. Lucía me abraza y así nos quedamos por un buen rato, Franklin y Adrián nos miran complacidos, felices por nuestra reconciliación. CASA DE LOS PADRES DE AMANDA. Ya han pasado tres meses desde la muerte de Dam
Despierto en una camilla de un hospital, todo me da vueltas, siento un dolor punzante en mi vientre, mi amiga Lucía corre detrás de la camilla, escucho la voz del enfermero que detiene su carrera. —Señorita, acá no puede entrar, espere aquí, en cuanto tenga noticia del médico salgo y le informo. —Le agradezco, no me voy a mover de aquí. Estoy muy asustada, deslizo mi mano por mi pierna, con mucha dificultad la levanto y veo que está ensangrentada. Al instante llega un doctor y corre hacia donde estoy. —Señorita, señorita, me puede oír. —Sí doctor lo escucho. —Enfermera, -grita el doctor- que venga el anestesiólogo. No sé cuánto tiempo pasé dormida, cuando despierto, mi amiga Lucía está a mi lado. —No hables, quédate tranquila, tienes que descansar. A los pocos minutos llega el doctor. —¿Cómo está la bella durmiente, ya despertó? —Sí doctor, -respondió mi amiga. —Buenas tardes Amanda, ¿cómo te sientes? —Mejo