Capítulo 35

El tiempo se detuvo, todo a su alrededor desapareció y solo quedó él, asimilando las palabras de su padre. No era algo que se debía de tomar a la ligera. Una noticia de tal magnitud era inverosímil que la digiriese así nada más, pero algo en todo el asunto no encajaba, algo estaba fuera de lugar y ese algo era él. Santiago no entendía la razón de que ahora supiese esto, él no tenía nada que ver. Eran cosas de su padre y no suyas, entonces, ¿por qué de pronto sentía que debía de hacer algo?, pero hacer qué exactamente.

—¿Estás bien, hijo? —Un escalofrío recorrió por su espina dorsal y miró confuso a su padre—. ¿Te hiciste daño?

—¿Qué…? —Frunció el ceño y sus ojos cayeron de nuevo al piso cubierto de pequeños trozos de cristal—.

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