Capítulo 31

Santiago quedó mirando absorto a aquel niño que correteaba de un lado al otro por el jardín que una vez él mismo pisó. El mismo en el cual hace tiempo atrás estuvo con su caballete y lienzo, con pintura y pinceles… Aquel jardín que lo hechizó y quiso pintarlo y…

—¿Quién es usted, señor? ¿Necesita algo? ¿Es algún tipo de vendedor?

Santiago salió de su ensimismamiento al oír la voz y fijó la mirada en la persona que habló. Era una mujer de estatura media, de cabellos color cobre con algunos mechones blanquecinos y ojos color marrón. El rostro de la fémina portaba un ceño fruncido y él se percató de la mirada interrogatoria de esta.

—No vendo nada, señora —replicó, luego de unos segundos—. Y, siendo honesto, sí, necesito hablar con la señorit

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