PARTE VIII
Piezas de vida regadas en el suelo
Tanto Tiger como Crow han tardado más de lo debido con sus entrenamientos, pero han vuelto con fuerzas renovadas. Sin embargo, en el momento que vi a Atlas diferente, cambiado a su nueva vida, quise acercarme, pero su apatía me hizo cambiar de opinión. Sé que le será difícil procesar lo que hice y, posteriormente, perdonarme.
Volvieron por órdenes, pues ya está viendo la guerra próxima, así como papá me lo afirmó. El pelinegro no se despega del intento de rubio, pero eso no quita el hecho que me hacen compañía y aun pertenecen a mi grupo. Esa faceta distante de mi viejo amigo, al igual que la de su hermano, me ha dolido. ¡Los comprendo! Espero que hagan lo mismo; actué de manera apresurada, pero no iba dejar que se marchase, no, fui envidios
El herrero afila mi katana con una lija manual, la cual funciona con pisotones suyos. Me saludó como siempre; una pequeña mueca y una inclinación. Esta vez no hay tema de conversación, al parecer.—¿Le has dado un buen eso?Me precipité.—Claro, eh, sí.Enarca una ceja.—Siempre maneja su filo de manera diagonal o un intento de horizontal, pero con unos grados menos o más.—¿Para que no se quiebre la hoja? —ironizo.Suelta una carcajada.—Por supuesto. Las katanas tienen su hoja delicada, por así decirlo, así que hay que saber cómo emplearlas si no quieres perderlas. Es un pequeño dato que adquirí de un viejo japonés que una vez visitó mi herrería. No la llamaba «Katana», sino Nihonto, su nombre de creación. Eso creo. Vete a saber por qu&e
El cantar de las aves esta vez me irrita en demasía. Hay mucho en mi mente, infinidad de voces y discusiones. Algún ruido más y me pondré histérica.He tenido migrañas, claro, fuertes, dolorosas e incontrolables. Me hacen descargar todo el contenido del estómago y caer de rodillas para retorcerme mientras lo oigo a lo lejos incitándome a perder el control. A veces no sé cómo hago para no perder los estribos tan rápido, incluso he llegado a inquirirlo en voz alta. Cada vez que lo hacía, recordaba que supuestamente mi padre no sabía sobre aquello cuando estaba al lado de mi madre. Es una vil mentira. Huelo que tiene ese conocimiento. Lo conservó y sabe que lo heredé por la forma en cómo me he demacrado a medida del tiempo. He adelgazado, palidecido y mis huesos han chupado toda la grasa, pegándose así a la piel, tanto que mis pómulos son una clara
Superviso cómo entrenan y niego. Pésimo. A los nuevos integrantes les falta jugo de proteínas para sacar músculo y resistencia —pero mira quién habla, alguien que se muere al correr— para ser guardianes del todo. Los entrenadores se desgastan con hacerlos ejercitarse con suficiencia, aunque no tienen a cambio buenos resultados. Tenemos calculado que la batalla final será dentro de uno o dos meses como máximo, ¿cuántas veces lo repetiré? De aquí a ese instante, estos pichones solo serán simples polluelos, no halcones.Dejo de descansar el hombro en el muro y me dispongo a dar una vuelta por el plantel. Sin embargo, me veo acompañada por el mayor, que me ve por el rabillo del ojo interrogante. Es difícil verme por aquí, pero esta vez quise dar una visita sin saber por qué.—Bienvenida, Red. —Cruza sus brazos tras la espalda en u
Atenúo mis cejas fruncidas con los dedos.Es cierto, no pensaré más sobre nuestros orígenes y de quiénes están tras él a pesar de poseer una inquietud tremenda. Sé que tampoco anhelo probar depravación y perversidad.Regresé a casa después de unos minutos. Mi padre me recibió con un mohín paternal, el de siempre, y con un postre de chocolate en la mesa. Lo miré largo y tendido. Entonces comprendí sus palabras fuertes, aquellas que me gritó hace meses sobre la desconfianza y la falta de respeto que generaría si supiera todo lo que me ocultaba. Eso fue una advertencia, una que ahora agradezco. Me protege de hundirme en un mundo deteriorado. Prefiere mantener toda es información bajo llave por un bien mayor. En cambio, mamá se llevó todo a la tumba.—¿Quieres pan?Río.—Claro. —Le e
Muchachones, a partir de hoy empezaré a subir capítulos todos los días. La novela está pronta a terminarse, de modo que aceleraré el proceso. Aclaro que no todos los capítulos no están corregidos (recuerden que la escribí hace mucho), así que les pido disculpas por esto. Asimismo, les advierto que algunos no están corregidos muy bien que digamos, ya que no profundicé mucho. En algún momento dado, eso sí, me tomaré el tiempo para editar desde cero este manuscrito, agregarle más argumento y volverlo más atractivo si es posible. La idea es renovarlo cuando esté libre de responsabilidades y sin tanto estrés de por medio. Espero que les guste cómo va la novela. Lamento la tardanza.
—¿Y Zelig?Arruga una hoja entre sus dedos y la analiza. En esta zona huele a petricor. He de suponer por el aroma proviene del asfalto de la carretera.El mayor nos encargó estar aquí por si vemos un chupasangre que —es posible— dirige a los lobeznos o los espera. Mantengo los sentidos alerta por si en la lejanía se oye lo más pequeño. Que los dos estemos aquí es estúpido, pero a su vez calculador. Si alcanzamos a agarrar a quien dirige a dichas criaturas, podremos obtener palabras que nos servirán en la contienda final. Será información relevante. Por ejemplo, si estos seres tienen alguna debilidad, como en los libros, que es la plata o algo peor que el acónico, al cual le tienen una aversión gigante. Según ciertos archivos, pertenecientes de la sociedad de cazadores, que ojeé, ya que recuerdo, los Lobeznos son frágiles ante dicha hierba.
Le doy un asentimiento socarrón a Briz, que me saca la lengua. Hace mucho que no comía en el comedor de la Guardia, ya que quedé con un trauma luego de la muerte de Ivonne, así que no lo pisé por un largo tiempo por temor de verla frente a mí riéndose y charlando. Al pensarlo con entusiasmo, supe que debía superar su muerte costase lo que costase, aunque en realidad mi verdadero temor era morir de igual manera o peor.Después de mi liberación, me vestí y me eché en mi cama con el cuerpo ladeado hacia la ventana. Veía la lluvia empañar el cristal de la ventana; el solo contemplar las gotas deslizándose en ella me hacía volver a sentir envidia como con las hojas por su libertad. Sin percatarme, me quedé dormida... y me sentí sin ataduras.Extiendo la mano para agarrar una tostada. Asimismo, me inclino para poner la cabeza en el hombro de
PARTE IXPiezas de vida puestas en el tableroEl hechicero me venda para tener presión en mis costillas, para que no se desvíen hasta que el proceso de curación cese. Como predije, mi compañero corrió hacia mí al darse cuenta de que no regresé. Me cargó y me llevó con la enfermería del cuartel. No me llevó con Eva, que me hubiese tratado en un santiamén. No sabía mi relación con ella.—Estarás bien. —Toquetea mi esternón—. Solo tuviste un rasguño por parte de una costilla, así que dentro de unas horas estarás como nueva, por lo menos dentro de nueve. Y... —se gira para sacar un estuche y me ofrece un frasco con unas hierbas azuladas en su interior— dile a tu padre que te prepare un té cada dos horas, ¿vale? Él ya está de