—¿Y Zelig?
Arruga una hoja entre sus dedos y la analiza. En esta zona huele a petricor. He de suponer por el aroma proviene del asfalto de la carretera.
El mayor nos encargó estar aquí por si vemos un chupasangre que —es posible— dirige a los lobeznos o los espera. Mantengo los sentidos alerta por si en la lejanía se oye lo más pequeño. Que los dos estemos aquí es estúpido, pero a su vez calculador. Si alcanzamos a agarrar a quien dirige a dichas criaturas, podremos obtener palabras que nos servirán en la contienda final. Será información relevante. Por ejemplo, si estos seres tienen alguna debilidad, como en los libros, que es la plata o algo peor que el acónico, al cual le tienen una aversión gigante. Según ciertos archivos, pertenecientes de la sociedad de cazadores, que ojeé, ya que recuerdo, los Lobeznos son frágiles ante dicha hierba.
Le doy un asentimiento socarrón a Briz, que me saca la lengua. Hace mucho que no comía en el comedor de la Guardia, ya que quedé con un trauma luego de la muerte de Ivonne, así que no lo pisé por un largo tiempo por temor de verla frente a mí riéndose y charlando. Al pensarlo con entusiasmo, supe que debía superar su muerte costase lo que costase, aunque en realidad mi verdadero temor era morir de igual manera o peor.Después de mi liberación, me vestí y me eché en mi cama con el cuerpo ladeado hacia la ventana. Veía la lluvia empañar el cristal de la ventana; el solo contemplar las gotas deslizándose en ella me hacía volver a sentir envidia como con las hojas por su libertad. Sin percatarme, me quedé dormida... y me sentí sin ataduras.Extiendo la mano para agarrar una tostada. Asimismo, me inclino para poner la cabeza en el hombro de
PARTE IXPiezas de vida puestas en el tableroEl hechicero me venda para tener presión en mis costillas, para que no se desvíen hasta que el proceso de curación cese. Como predije, mi compañero corrió hacia mí al darse cuenta de que no regresé. Me cargó y me llevó con la enfermería del cuartel. No me llevó con Eva, que me hubiese tratado en un santiamén. No sabía mi relación con ella.—Estarás bien. —Toquetea mi esternón—. Solo tuviste un rasguño por parte de una costilla, así que dentro de unas horas estarás como nueva, por lo menos dentro de nueve. Y... —se gira para sacar un estuche y me ofrece un frasco con unas hierbas azuladas en su interior— dile a tu padre que te prepare un té cada dos horas, ¿vale? Él ya está de
Me apoyo en la pared para poder caminar. Maldigo que el pasillo sea tan largo, pero deseo irme a casa. No me gusta el olor a hierbas medicinales, que no son aromáticas. Me estremezco. El invierno nos azota más fuerte que en otros años. Contemplo el final del camino agotada, con las ganas irrefutables de echarme una siesta y me detengo con la nariz arrugada. No hay nadie más por aquí. Examino las puertas entreabiertas; detrás de ellas hallo ciertos guardianes enfermos y pueblerinos, pero ni rastro de los hechiceros y enfermeros. Subo la cremallera de mi gabardina para que no me fastidie al acelerar el paso, giro por el pasillo que da al salón comunitario, donde almorzamos, y suelto un suspiro. De hecho, ya están cenando. Bear, al verme, alza su mano y me saluda agitándola. Hago lo mismo, pero en general.Paso de la sala. Tanto Tiger como Crow deben estar haciendo mi turno para que pueda descansar, sanar y l
Despego los párpados al sentir la calidez de una sábana sobre mí.Le doy una sonrisa, que me devuelve para luego darme un beso en la frente y sentarse frente a mí.—Tengo que prepararte el té cada dos horas, ¿no? —Asiento—. Aunque ya veo que es tarde para eso. Igual lo prepararé.Me yergo con un mohín de dolor. Las costillas me escuecen y me arde el centro de mi pecho. Antes no me dolía tanto. Por eso digo que reposar incrementa el malestar. Detallo un bote de mantequilla de maní puesto en la mesa. Uhm, no me gusta, pero el probarlo después de tanto será fascinante. Vuelve la picazón en mis ojos. Hay tantos alimentos que me desagradan, pero no dudaría en probarlos para recordar por qué el hastío.Veo su espalda moviéndose mientras busca la tetera.—¿Cómo fue tu cacería?Los m&uacu
Me levanto la camiseta y reviso el moretón que se extiende por la tenue cicatriz que me quedó del corte que recibí hace ya un tiempo por perder por primera vez el control. Bufo. Al tocar la zona, siento las costillas moviéndose como una advertencia, aunque bien puede ser una impresión mía de muy mal gusto. Ya me las he roto unas cinco veces, si no estoy mal. Hundo los dedos en la pomada verde, que huele como a menta por su combinación de ruda, coca y otras plantas, y la esparzo por todo moretón que halle antes de vendarme. Cuadro los hombros con los ojos puestos en el espejo; la decisión firme brilla en ellos, al igual que algo de temor. Frunzo los labios. Ya no estoy tan demacrada ni tan amarilla. Poco a poco voy retomando mi anterior estado. Ladeo la cara. Es bueno.Salgo y toco la puerta de la habitación de mi padre. Lo oigo removerse.—Ya me iré —aviso.Espero unos minut
Se han cesado los relevos por las cuevas de las brujas. El enemigo ha decidido no perder el tiempo en intentar, más si tenemos de lado a Smert’ con compañero al lado, que saben muy bien cómo contraatacar contra sus lobeznos. No solo por eso se dejó el vigilarlas, porque ellas han hecho conjuros en sus hogares que no dejarán entrar a esos bichos, gracias a que mi padre les cortó pedazos lo suficientemente óptimos para ellas, de pellejo y así poder hacer sus cosas. No saldrán de sus lugares, lo tienen prohibido, pues no nos confiamos del todo. Así que cada vez que necesitan algo, lo solicitan a el guardián que pase por allí o al pueblerino, que tendrá que acatar por órdenes del de arriba.Así que nos hemos puesto a entrenar, para así preparar y prepararnos.El concejo se me quedó viendo extrañado cuando negué la posibilidad d
Me limpio el sudor que surca de mi frente, ya muy fatigada, con un leve dolor en mi costado, donde ha quedado un moretón un poco más pequeño que el anterior. Le alzo el pulgar a los novatos, tanto a los viejos, por su buen entrenamiento. Han de ser las cinco de la tarde y ya todos tienen que cambiar de turno. A eso de las seis, viene otro grupo, pero no entrenados por mí, si no por mi padre, alias el amargado.Yo tendré que ir a hacer un relevo en las cercanías del gran samán. Y, de hecho, mantenerme allí hasta las nueve de la noche. Luego vendrá alguien más y yo podré irme a la cabaña o tal vez a mi catre que tengo aquí. Sin embargo, deseo estar más tiempo con papá.Saco de mi casiller una nueva gabardina. Esta es blanca manchada de grises, cafés y algo parecido al negro, mezclado con verde. Específicas para el invierno. Pues ya el bosque está
Llegó lo que tanto esperábamos; la carta de Gabriel con el aviso de la guerra. Justo tres semanas antes de la fecha de mi cumpleaños. En ella se nos solicitaba en el descampado a las afueras de Berlín, en zona de campos y granjas. Citaron primero al concejo —incluyéndome— para formalizar las estrategias y jugadas. Todos estábamos nerviosos, sin procesar del todo las palabras escritas en puño y letra en el papel beige. Yo observaba a cada rastro los rostros conmocionados de los presentes, pálidos, haciendo lo posible para cooperar.Tuvimos la presteza de calcular el tiempo en que llegaríamos a la ubicación. Dos semanas o menos si nos proponíamos no caminar, es decir, descansar o explorar para hallar comida, objetos, hierbas, lo que sea. Si un coche dura alrededor de dos horas con cincuenta minutos, ¿cuánto a pie? Se consumen 51 horas de aquí a B