Me limpio el sudor que surca de mi frente, ya muy fatigada, con un leve dolor en mi costado, donde ha quedado un moretón un poco más pequeño que el anterior. Le alzo el pulgar a los novatos, tanto a los viejos, por su buen entrenamiento. Han de ser las cinco de la tarde y ya todos tienen que cambiar de turno. A eso de las seis, viene otro grupo, pero no entrenados por mí, si no por mi padre, alias el amargado.
Yo tendré que ir a hacer un relevo en las cercanías del gran samán. Y, de hecho, mantenerme allí hasta las nueve de la noche. Luego vendrá alguien más y yo podré irme a la cabaña o tal vez a mi catre que tengo aquí. Sin embargo, deseo estar más tiempo con papá.
Saco de mi casiller una nueva gabardina. Esta es blanca manchada de grises, cafés y algo parecido al negro, mezclado con verde. Específicas para el invierno. Pues ya el bosque está
Llegó lo que tanto esperábamos; la carta de Gabriel con el aviso de la guerra. Justo tres semanas antes de la fecha de mi cumpleaños. En ella se nos solicitaba en el descampado a las afueras de Berlín, en zona de campos y granjas. Citaron primero al concejo —incluyéndome— para formalizar las estrategias y jugadas. Todos estábamos nerviosos, sin procesar del todo las palabras escritas en puño y letra en el papel beige. Yo observaba a cada rastro los rostros conmocionados de los presentes, pálidos, haciendo lo posible para cooperar.Tuvimos la presteza de calcular el tiempo en que llegaríamos a la ubicación. Dos semanas o menos si nos proponíamos no caminar, es decir, descansar o explorar para hallar comida, objetos, hierbas, lo que sea. Si un coche dura alrededor de dos horas con cincuenta minutos, ¿cuánto a pie? Se consumen 51 horas de aquí a B
Me recibe con el rostro inclinado hacia la derecha. Luego, me deja pasar en el pequeño espacio que hace de su casa con el cabello revuelto a lo alto de su cabeza. Mantiene un libro viejísimo abierto en la mesa, que cierra en el instante que me invita a sentarme.—¿A qué debo esta sorpresa?El tono dulce en la ronquez de su voz es suficiente como para que me derrita.—¿No puedo visitarte, Eva? Pensé que me amabas.Me mira de soslayo con una mueca divertida.—Oh, claro que te amo, mas me eres insoportable justo ahora.Ciño la frente.—¿Ah? —suelto, avergonzada.Se ríe.—Me estaba aprendiendo ciertos conjuros, pero no me vendría mal una pausa. —Se pone de rodillas frente a las brasas para sacar del piquete una tostada alargada que unta de mermelada de cereza, para luego sentarse frente mío. Parte s
PARTE XCaída de peonesMe tambaleo hasta llegar al inicio del pueblo. Dejo caer un suspiro y dirijo la atención al firmamento, como si en él hallase a mi madre. Reprimo el temblar de mis labios al atisbar a mi padre, esperándome en el porche, sentado con sus codos sobre las rodillas y la barbilla posada entre sus manos. Miro la muñequita, ya está dura y un poco caliente; decido guardarla en el bolsillo interior de mi chaqueta, muy cerca a mi pecho, como recomendó Eva.Me acerco con parsimonia. Alza sus orbes oscuros y una sonrisa se le dibuja en la cara al saber que soy yo. Me da espacio para sentarme a su lado.—¿Cómo estás, mi niña?Imito su posición.—Cansada, un poco asustada, ansiosa. Falta tan solo medio día para partir y ya siento que estoy en ese momento, allí, c
Poco a poco se abre paso a la vista más casas; justo el mismo caminó que tomó Vukmir al llevarnos al Palacio Real.—Recuerdo haber pasado por aquí cuando era niño, hacia un campamento de verano que quedaba cerca de un pequeño pueblo —me susurra Atlas, encorvándose para que lo oiga.Vamos detrás de mi padre, Sircoft y Bear. Zelig no se me aparta, es un buen niño.—¿Y luego qué, intento de rubio? —gruñe el pelinegro.—Mi hermano me golpeaba para que me quitara de la ventana, porque mi madre se hacía en la otra y al lado de mi padre, mi abuelo. Eran peleas estúpidas que no se han olvidado —le dice, sin inmutarse del cómo lo trató Zelig. Aunque intuyo que así se tratan.Intercambio miradas con ambos.—Yo recuerdo muy poco de mi infancia, siendo franco —suelta el pelinegro para aliv
Lo agarro del brazo, torciéndolo.Zelig lo mantiene agarrado de la espalda, pero esto no lo reprime lo suficiente, dado que se remueve, lo tira y a mí me empuja con su rodilla; justo contactó en mi costado, donde mis costillas siguen resentidas.Jadeo. Sin embargo, me enderezo para devolvérsela; giro mi cuerpo en una patada recta que la da de lleno en el mentón y lo hace retroceder, dándole el tiempo suficiente a mi compañero para enredar sus piernas en su cuello, extenderle el brazo derecho, sostenerlo entre sus manos y mantenerlo en una llave de sumisión completa; si no sabe cómo salir de ella, la presión de los muslos del castaño lo dejará sin aire y, posteriormente, lo hará caer en la inconsciencia.Trastabillo, mas no caigo.Me arrodillo frente suyo con una mueca entre dolor y coraje.—Pensé que no nos atacarían.Sacude su cabe
Avizoro la zona sin dar tregua.Bear junto a Tiger están conversando en voz baja sobre los límites que no debemos cruzar; seguir recto e intentar no tropezar con algo o alguien.Al alejarnos de mi padre, Sircoft y Kiril, tuvimos en cuenta que era lo mejor deshacerse del tercero, si lo dejábamos libre, era probable que iría con sus altos mandos, entre ellos el rey, para dar a conocer con quiénes se encontró. Sé que también fue mi completo error el haberme quitado la máscara sin contemplación alguna, solo por divertirme un poco. No oteé los arboles cercanos como debía, no me aseguré que estábamos solos y me ahinqué al punto de vista del entrenador, el cual informó que no había ningún enemigo cerca.Me estremezco. La brisa helada se pasea por sobre nuestras cabezas.Sin embargo, por una parte, fue bueno dicho encuent
Los enterramos, mas no pudimos cavar sobre sus tierras flores para que renazcan o un pedazo de ellos florezca en ellas. Nos despedimos con una oración al cielo para un buen viaje al más allá, mientras manteníamos con los sentidos activos.Recalco… esto no se quedará así.Siento en el ambiente el rencor de mis compañeros que no se quedaran de brazos cruzados. Y como es difícil que olvide rostros, les he dado los detalles sobre sus rasgos para que se encarguen de ellos en el jodido campo de guerra, si es que los muy cobardes asistirán.Miro tras mi hombro. Papá ha de estar cerca, así que sugiero detenernos al lado de una bomba de gasolina. Nos acercamos al dichoso lugar sin titubear; oteo más allá de la tienda de comestibles vacía. No hay nada más que estantes vacíos.—¿Descargamos?—Si te parece bien, s&i
Acaricio el coche estacionado de mala manera en medio de la carretera. Parece que huyeran… y eso me hace imaginar cómo los vampiros salieron a la luz, a lo seguro como en una película postapocalíptica ochentera o semejante. Sé que se dejaron ver como acechadores de la noche, en búsqueda de sangre. No solo beben este líquido vital, pues cuando entran en un trance excitación máximo, desgarran, descuartizan al pobre que se encuentre con ellos. Como monstruos, justo como la mayoría de esta raza. En cambio, hay algunos que conservan esos instintos y hacen lo posible por atenuarlos, no dejarlos surgir o reprimirlos en todo su esplendor.Las personas, al ver las carnicerías en las calles o en las ventanas abiertas de las casas aledañas, decidieron salir como si el diablo los persiguiera, en búsqueda de un refugio donde estos seres no atacaran. Pensaban que el sol era como su debilidad