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Capítulo LXXXVI

Poco a poco se abre paso a la vista más casas; justo el mismo caminó que tomó Vukmir al llevarnos al Palacio Real.

—Recuerdo haber pasado por aquí cuando era niño, hacia un campamento de verano que quedaba cerca de un pequeño pueblo —me susurra Atlas, encorvándose para que lo oiga.

Vamos detrás de mi padre, Sircoft y Bear. Zelig no se me aparta, es un buen niño.

—¿Y luego qué, intento de rubio? —gruñe el pelinegro.

—Mi hermano me golpeaba para que me quitara de la ventana, porque mi madre se hacía en la otra y al lado de mi padre, mi abuelo. Eran peleas estúpidas que no se han olvidado —le dice, sin inmutarse del cómo lo trató Zelig. Aunque intuyo que así se tratan.

Intercambio miradas con ambos.

—Yo recuerdo muy poco de mi infancia, siendo franco —suelta el pelinegro para aliv

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