Capítulo LXXVI

Le doy un asentimiento socarrón a Briz, que me saca la lengua. Hace mucho que no comía en el comedor de la Guardia, ya que quedé con un trauma luego de la muerte de Ivonne, así que no lo pisé por un largo tiempo por temor de verla frente a mí riéndose y charlando. Al pensarlo con entusiasmo, supe que debía superar su muerte costase lo que costase, aunque en realidad mi verdadero temor era morir de igual manera o peor.

Después de mi liberación, me vestí y me eché en mi cama con el cuerpo ladeado hacia la ventana. Veía la lluvia empañar el cristal de la ventana; el solo contemplar las gotas deslizándose en ella me hacía volver a sentir envidia como con las hojas por su libertad. Sin percatarme, me quedé dormida... y me sentí sin ataduras.

Extiendo la mano para agarrar una tostada. Asimismo, me inclino para poner la cabeza en el hombro de

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