Salvada por el millonario
Salvada por el millonario
Por: Blondegirl
Caos

La respiración de Stacy está más agitada que nunca en su vida. Su corazón palpita a un ritmo que no es para normal y cada parte de su cuerpo se encuentra temblando horrorizada por lo que acaba de hacer.

—¡Dios mío! ¿Está respirando? —se pregunta a sí misma mientras observa fijamente el cuerpo inmóvil en el suelo sucio de la sala de su casa.

El lugar es un completo desastre. Los pedazos de vidrios rotos se esparcen por todo el suelo, el cuerpo de su padre yace boca abajo en la dura madera mientras un enorme charco de sangre se acumula alrededor de su cabeza, esparciéndose poco a poco y manchando todo lo que toca.

“¡Ay, Dios mío, Dios mío! ¿Qué demonios he hecho?”. Se pregunta aterrada y lo que quedaba de la botella de cerveza resbala de su mano cayendo hacia el piso y llenando la habitación del eco del estruendo.

—Stacy, tienes que salir de aquí ya. Tengo un poco de dinero ahorrado. No es mucho, pero al menos es algo. Cógelo y vete de aquí corriendo.

La voz ronca de Celeste, la madre de Stacy reemplaza el estruendo de los vidrios. Es casi incapaz de hablar de lo rasposa que tiene la garganta. Estuvo gritando todo el rato mientras trataba de detener el ataque de su ahora difunto esposo.

“Golpear a mi padre con las botellas era la única salida, la única forma de detener sus constantes maltratos tanto a mí, como a mi madre”. Se repite una y otra vez la rubia en un intento por no sentirse tan culpable. “No tuve otra opción, iba a matar a mi madre si no lo detenía. Era la única solución ¿cierto?”.

A pesar de que el cuerpo del padre yace inerte, Stacy se agacha y coloca dos de sus dedos en el cuello de su padre en busca de un pulso que no encuentra.

—Stace, vete. Es solo cuestión de tiempo para que llegue la policía. No puedes estar aquí cuando ellos aparezcan.

—No puedo irme y dejarte con este desastre sola, mamá. Yo hice esto. Diremos que fue en defensa propia, que fue justo lo que sucedió —la voz de la rubia suena más temblorosa que nunca, no tiene ni idea de cómo continúa parada sobre sus propios pies cuando las rodillas amenazan con fallarle a cada segundo.

—Fue lo que sucedió, pero recuerda que tu padre trabajó en la policía, tu tío es el alcalde y nadie en este maldito pueblo tiene ni idea de lo retorcido, abusador e hijo de puta que era tu padre. En caso de que nos crean, tu tío se asegurará de que paguemos con creces este “accidente”. Tienes que irte, tus huellas están por todos lados. Escóndete, protégete. Cuando sea seguro podrás volver a casa —dice Mercedes acunando la cara de su hija entre sus manos y sin dejar de mirarle a esos ojos verdes tan particulares mientras las lágrimas ruedan por sus mejillas.

Las bilis suben por la garganta de Stacy, pero ella se obliga a tragar en seco y empujar la amargura de vuelta hacia abajo para luego respirar hondo.

Una parte de ella no se quiere marchar. Siente que dejar a su madre en esas condiciones es demasiado egoísta, pero, por la otra parte, sabe que Mercedes tiene razón. 

Necesita irse lejos de ese pueblo horroroso en el cual ha estado encerrada por años viviendo una vida amargada y llena de horrores por el hombre al que acaba de matar. Necesita esconderse durante un tiempo hasta que la marea baje. Necesita alejarse y armarse con un buen plan.

Justo cuando más asustada se encuentra pensando en sus opciones, el timbre de su celular la toma por sorpresa y la sobresalta. Su estómago da un vuelco increíble al mirar el identificador de llamadas en la pantalla averiada de su móvil: Xavier Lightwood.

“Pero ¿qué demonios hace Xavier Lightwood llamándome justo ahora? 

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