—¿Me puedes decir quién eres? —pedí, casi sonó rogante.
Me encogí de hombros porque caí en cuenta de que no podía hacer más que escuchar lo que tenía planeado para mí, tal vez me salvaría en darme un trabajo o algo por el estilo. Debía de comportarme menos mamona y escucharlo sin insultar cada cosa que decía, sin gritarle como si él fuera el villano.
Lo hice por la molestia interna que sentí al no poder tener el control de mi propia vida. Lo vi como un blanco fácil con el cual descargarme. Fue mi error.
—Oriana, quiero ayudarte, por eso te propongo unirnos en matrimonio. ¿Quieres ser mi esposa? O bueno, sé que es muy pronto e inesperado que te pida esto, pero te daré tiempo para pensarlo, incluso si necesitas meses para conocernos —propuso.
Estaba loco, definitivamente. Lo miré incrédula por su comentario, hasta me pareció una broma.
—¿Disculpa? ¡Eres un extraño! ¿Cómo esperas que acepte? Tampoco pienso caer tan bajo solo por estar en las calles. Tengo dignidad —expresé, caminando de un lado a otro.
Me puse ansiosa de solo pensarlo. ¿Casarme, yo? Imposible. Nunca me vi viviendo con un hombre y haciendo los quehaceres del hogar como una esclava. Prefería trabajar y ganarme mis cosas.
—Sabía que dirías eso, pero, también te propongo un empleo en lo empresa como secretaria, ¿qué opinas? Sé que eres buena en eso —alegó, levantándose de la banca.
—Eso suena más aceptable... ¿Pero por qué lo harías? ¿Qué ganas con ayudarme?
—Porque quiero casarme contigo, pero obvio tú no vas a aceptar así de fácil y lo mejor será conocernos poco a poco. ¿Qué mejor manera de hacerlo si somos compañeros? —explicó, se acercó con cautela.
No dejaba de mirarme, me hacía sentir un poco incómoda. ¿Significaba que estaba enamorado de mí? No encontraba otra razón lógica.
—Y-yo... —balbuceé, ¿por qué dudé?—. No entiendo qué quieres lograr conmigo.
—Ya te dije, quiero que seas mi esposa —Tomó mis manos en un movimiento rápido que me dejó helada—. Te ofrezco un puesto como mi secretaria personal.
El contacto de sus gruesas manos entrelazadas con las mías me activó una chispa que desconocía, hacía mucho tiempo que no sentía una atracción tan fuerte por un hombre. Es que mirándolo bien, no era feo.
Su rostro estaba perfectamente equilibrado y bien formado, su barbilla era prominente, sus cejas estaban espesas de pelo lo cual lo hacía ver más atractivo. ¿Y me podía casar con semejante hombre si aceptaba?
Suspiré.
—Entonces, ¿eres CEO de varias empresas? —indagué, cabizbaja.
Ignorando el hecho del cosquilleo que me hacía sentir su simple tacto, ya parecía una estúpida jovencita sintiendo sus primera mariposas en el estómago por un desconocido, increíble.
—Sí, de varias empresas —contestó.
Lo miré sorprendida, los únicos que lograban liderar varias empresas al mismo tiempo eran los grandes, los que estaban en el ranking mundial y uno de ellos era Richard Collins.
—¿Quién eres? —pregunté, por última vez.
—Soy el mismísimo Jax Brown, me sorprende que no hayas visto mi rostro en revistas o internet, soy muy reconocido —espetó, con una postura firme e imponente.
Me dejó paralizada y sin habla. Mi boca se abrió en una ligera "o" porque jamás en mi vida hubiese imaginado el siquiera toparme con Jax Brown ¡Y mucho menos que me pidiera la mano! ¡¿Qué carajos le pasaba al mundo?! Tal vez suene muy interesada por mi parte, pero debía dejar el orgullo de lado y no rechazar la oportunidad que me estaba dando.
Jax Brown, el CEO número uno en el ranking mundial, el mejor de los mejores, el jefe de todos, literal, hasta estaba por encima de Richard y eso me serviría en el futuro... Mis ojos casi se salían de sus cuencas, no podía creerlo. Me quedé sin aliento, ahogada con mi propia saliva y tosiendo como tonta en cuanto me dijo su nombre.
—Eh... —No salían palabras.
—Oriana, te conozco más de lo que crees —refutó, si dejar de mirarme con ternura.
¿Cómo era posible?
Si todos estos años estuve trabajando para el mismo hombre, no salía a ningún otro lugar que no fuera del trabajo a mi casa, y al revés. ¿Cómo me conocía?
—No entiendo... E-es... No es posible —titubeé, viendo al suelo.
Estaba a punto de desplomarme por no entender la situación. Era una locura imaginar que el CEO más poderoso se quisiera casar conmigo, ¿cuánto tiempo llevaba interesado en mí? ¿Por qué esperó justo hasta ahora? Tenía tantas preguntas que hacerle, no las resolvería si no aceptaba irme con él.
—Te estoy dando la oportunidad de ser mi secretaria, recuperar tu trabajo, solo que en una mejor compañía que te pagará el triple de lo que hacía Richard. Con el tiempo decidirás si aceptas mi propuesta de matrimonio o no, en su momento responderé tus dudas —argumentó, tomándome del mentón y obligándome a mirarlo.
Me sentí sumisa ante ese gesto, pero él no tenía malas intenciones al hacerlo, más bien sentí empatía por su expresión, una sonrisa sincera se formó en su rostro, sus cejas se hundieron como si de verdad estuviera preocupado en mi bienestar.
Quería conocerlo y saber por qué me conocía, la verdad detrás de todo, sus verdaderas intenciones conmigo.
—De acuerdo, acepto el trabajo porque no tengo otra opción, es eso o vivir en la calle —repliqué, siendo hipnotizada por sus claros ojos verdes que se veían dilatados por la noche.
—Perfecto, me alegra que hayas tomado la decisión correcta —comentó, separándose de mí.
—¿Al menos puedo hacerte varias preguntas? —cuestioné.
—Claro, pero no prometo responder todas tus dudas, hay cosas que es mejor guardar para después —Me dio un leve golpecito en la nariz a forma de juego, me pareció infantil—. Ven, vamos al auto.
Lo seguí sin reprochar. Caminé detrás de sus amplios hombros que me obstruían la visión de lo que había al frente. Llegamos al estacionamiento que quedaba detrás del bar, en donde visualicé a una pareja besándose y mucho más, se manoseaban encima de un bote de basura como si fuera lo más romántico y excitante del mundo.
Jax me guió hasta llegar a un vehículo completamente negro y que tenía ligeros brillos gracias a lo pulcro que estaba. Fue todo un caballero al abrirme la puerta del copiloto, le agradecí sin mucha importancia, aunque debía admitir que ese gesto me aceleró el corazón, pensé que al ser un tipo que lo tenía todo a sus pies no tendría ni una pizca de amabilidad.
Esperé a que subiera y sin más preámbulo lo encendió. Emprendimos rumbo a quién sabe dónde. Me arriesgué a que me hiciera picadillos y me echara en un río cercano sin que nadie nunca me encontrara, pero a esas alturas ya lo creía imposible, mi imaginación no tenía límites.
—¿Nos hemos conocido antes? —pregunté.
—No.
—¿Entonces por qué sabes todo sobre mí? —seguí, cruzada de brazos.
—Investigué.
—¿Por qué?
—Porque sí.
—Tus respuestas básicas no me sirven de mucho, ¿sabes? —mascullé, en un gruñido.
No me ayudaba en nada.
—Lo sé, tampoco te dije que te iba a aclarar absolutamente todo en bandeja de plata —rió divertido.
—Eres un imbécil.
—Me lo dicen a menudo —alegó, con la vista fija en la carretera.
—¿Estás enamorado de mí? —solté, mirándolo.
Hasta de perfil se veía guapísimo, su rostro estaba bien contorneado como si de un modelo se tratase, al igual que su respingada nariz que tenía el tamaño adecuado. Sus labios no se quedaban atrás, lo carnosos que se veían me dejaban embelesada.
—Sí.
Quedé estupefacta, no me esperaba una respuesta positiva por su parte. Yo era una completa desconocida para él, o al menos eso creía...
—¿Estás demente? ¿Cómo puedes enamorarte de una mujer sin siquiera conocerla? —espeté, cada vez más asombrada.
—Se llama amor a primera vista, me sorprende que no creas en el siendo tú una mujer. A parte, tienes una belleza increíble, ya poco a poco te iré conociendo —respondió como si nada.
Su voz era cálida, estaba decidido en lo que decía, eso era lo que más me asustaba.
—¿O sea que te gusto por mi físico? —pregunté, ofendida.
—Oriana, deja de hacerme ver como el villano de tu historia porque no lo soy, te estoy salvado el culo y todavía dudas de mí —masculló, se le había acabado la paciencia conmigo.
—Vale, vale, disculpa... Es que no me cabe en la cabeza que el mismísimo Jax Brown quiera casarse conmigo —expliqué, apoyada de la ventana.
—Siéntete afortunada y aprovecha esta oportunidad, yo no ando por ahí buscando una mujer cualquiera para algo serio como el matrimonio —alegó, con la mano en el volante.
—¿Desde cuándo me conoces? —indagué.
—Haces muchas preguntas, Oriana, creo que te verías un poco más bonita estando calladita, al menos hasta que lleguemos y no tenga que estar concentrado en no chocar.
Gruñí cruzándome de brazos. Era un patán, yo tenía muchísimas dudas sobre el futuro que me esperaba, ¿estaba mal preocuparme por mí misma? Aun así, le hice caso y no hablé en el resto del trayecto para no molestarlo.
Visualicé el amplio terreno que estaba frente a nosotros en cuando el auto se detuvo. Mis ojos se abrieron por la enorme construcción que veía, era una jodida mansión, las paredes brillaban con la luz de la luna y la modernidad de cada zona me deslumbraba.Pensé que Jax me llevaría directo a la empresa, o un departamento, pero al parecer esa era su casa, su hogar. En la puerta principal se encontraban dos hombre bien vestidos, con trajes formales y lentes de sol, me recordaban a los trabajadores de Richard que me echaron del departamento.Caminé junto a él, separada por unos pocos centímetros, me daba miedo poder perderme entre tanto lujo.—Ella es Oriana, se quedará en esta casa, puede salir y entrar como desee, no quiero que le prohíban el paso ¿De acuerdo? —ordenó Jax.—Sí, jefe —dijeron los dos hombre al unísono, haciendo una reverencia.Abrieron la gran puerta de madera, provocando que un sonido peculiar invadiera mis oídos. Seguí el paso de Jax, detallando cada zona del lugar co
Teresa se encontraba conmigo en la que sería mi nueva habitación. Me estaba mostrando cada rincón del lugar, aunque no era tan grande como pensaba. Un espacio cuadrado, donde cabía la cama matrimonial, un armario enorme y una puerta extra que llevaba al baño.Caminé por el lugar, tocando con la palma de mis manos las plantas que estaban encima de la mesita de noche al lado de la cama, se veía llena de vida, por más que no le pegara el sol como tal. La señora se giró en mi dirección, me regaló una sincera sonrisa de ojos cerrados, mientras sus manos reposaban arriba de su delantal.—Si necesitas algo, no dudes en llamarme, querida —mencionó.—¿Puedes responderme algunas preguntas? Es que ese Jax no sabe hacerlo —bufé, con la mano en la cintura.—Por supuesto, estoy abierta a lo que desees saber, aunque no prometo saberlo todo —respondió, haciendo una reverencia.—No hace falta que seas formal conmigo... Es un poco extraño porque eres mayor que yo ¿No? —comenté.—¿Acaso me veo vieja? Qu
La alarma de mi celular no sonó a tiempo y estaba como loca preparando la bañera para tomar un baño antes de irme. Jax quedó en esperarme para que me fuera con él al edificio donde quedaba su oficina principal.Eran las siete y media de la mañana, yo no había ni desayunado. Me miré en el espejo del baño y mi cabello estaba hecho un desastre, también tenía un poco de baba en mi mejilla.Solté una larga bocanada de aire porque me hice la importante la noche anterior hablando con Jax, diciéndole que no se preocupara porque haría excelente mi trabajo.Iba a llegar tarde.Hasta él iba a llegar tarde por mi culpa.Tomé el baño más rápido de mi vida, de inmediato me coloqué el uniforme que el hombre me había preparado. Era lo único que había en el armario... Miré las prendas con algo de desconfianza.Me las coloqué sin dudar más, luego procedí a volver a verme en el espejo para comprobar que no estuviera mostrando mucho. Consistía en una falda de tubo, pero mucho más corta que las que usaba
Ya habíamos llegado a la que era su oficina. El ambiente era moderno, había un escritorio de vidrio con dos sillas negras de cuero, una que sería la de él, y otra para la persona que se reuniera. En una esquina también tenía un sofá largo, donde cabían como cuatro personas, al lado de este se ubicaba una estantería con muchos libros. Y por supuesto, no podían faltar las plantas que adornaban cada rincón del lugar. Por no olvidar la computadora que estaba encima del escritorio. —Tu primera tarea será prepararnos café —indicó, quitándose el saco que cargaba encima. Dejó a la vista la camisa mangas largas blanca que tenía debajo de ese traje negro. También aprovechó de quitarse el apretón a la corbata, yo lo miraba hipnotizada porque el musculo de sus brazos se resaltaba más. —Por supuesto... Pero él pareció darse cuenta de que lo estaba mirando. Me regaló una sonrisa de lado, llena de orgullo y diversión. —¿Te gusta lo que ves, Oriana? Porque puedo quitarme la camisa mientras traba
—Jax, ya puedes soltarme —pedí, casi en un susurro por el roce entre nuestras narices.Pero mi voz en vez de salir demandante, salió casi nula y deseosa de ir más allá. Él formó una curva en sus labios, de forma victoriosa porque sabía las emociones que me estaba haciendo sentir.Si mis manos empezaron a temblar de repente por los nervios de tener a un hombre como él a centímetros de mi rostro. Por más que intentaba negar aquel hecho y retomar la compostura de siempre, no lo lograba. Su atractivo era más fuerte que mi voluntad, estaba por dejarme llevar ante los impulsos y la tentación que me generaba el contacto de nuestros cuerpos pegados.—Veo que no te puedes resistir ante mí, pequeña, tu voz sale casi en un hilo —susurró, en un tono sexy que me heló la sangre.—Jax... Detente.Intenté empujarlo en vano porque mis manos perdieron fuerza al sentir el choque eléctrico que me causó su respiración cerca de mi boca.—¿Estás segura que quieres que me detenga? Porque tu cuerpo y ojos me
Rodé los ojos porque era típico que Jax sacara una frase para ligar en la mayoría de conversaciones que intercambiaba conmigo. Me sorprendió la velocidad con la que la mesera trajo nuestro pedido, no pasaron más de cinco minutos y ya estaba de nuevo frente a nosotros. Tenía su linda sonrisa y la bandeja en ambas manos. Con suma delicadeza colocó cada plato en el extremo correcto de la mesa, uno para Jax, uno para mí. Sin olvidar las tazas de café que pedimos. —Muchas gracias —habló el pelinegro, mirándola con una sonrisa que me hizo chocar los dientes. —A su orden, señor. Que disfruten la comida —Hizo una reverencia antes de marcharse. —¿No que yo era la mujer más hermosa de tu mundo? Porque veo que le sonreíste de la misma forma que lo haces conmigo —mascullé, arqueando una ceja de manera desafiante para provocarlo. Tenía que admitir que así como a Jax le gustaba joderme la paciencia, yo también adoraba molestarlo con mis quejas y mi habladera, porque estaba segura que se cansaba
—Pablo, ¿me puedes recordar cuáles fueron mis indicaciones para ti? —inquirió, fulminando al castaño con la mirada.Pablo llevó una mano a su pecho para apretujarlo, se notaba que le tenía un poco de miedo a Jax, o simplemente no quería ser despedido por un pequeño error. Ya que me comentó que no llevaba mucho tiempo en la empresa.Obvio yo no me planeaba quedar callada si era por ayudarlo, después de todo fui la culpable de que rompiera las reglas que le impuso Jax, y Pablo era un buen hombre que se preocupaba por su trabajo.Todavía no lo conocía del todo, pero su simple carisma me decía que necesitaba el empleo.—Eh, jefe... Verá... —El pobre estaba jugando con sus dedos, sin mirar al pelinegro a los ojos.—Yo me ofrecí en ayudarlo, Pablo se empezó a sentir mal y con mareos, no es bueno trabajar en mal estado porque lo único que conseguiría sería un trabajo cutre. ¿No cree, jefe? —intervine, mintiendo en gran parte, por supuesto.Pero mi intención era ayudar a Pablo, quien estaba t
El día tan ansioso en que vería a Richard había llegado. Me encontraba en la que era mi habitación, terminando de arreglarme con la camisa manga larga que me había conseguido Jax, de hecho, esa versión era más cubierta, no dejaba nada de mi torso ni de la piel de mis brazos a la vista, casi que me llegaba hasta el cuello, siendo sarcástica.Cualquiera pensaría que era un novio tóxico y posesivo al no dejar que su mujer se vistiera como le diera la gana. Pero, de todas formas no éramos nada más allá que colegas.Me encaminé al espejo del baño para colocarme un poco de maquillaje y regresar a mi antiguo aspecto de secretaria, en donde usaba labial rojo y un poco de base, me hacía ver profesional, atractiva. Yo no era una mujer fea, al contrario, me consideraba adecuada para hacer babear a cualquier hombre, sobre todo a los pervertidos por mis firmes y prominentes pechos redondos que a pesar de la tela que los cubría, resaltaban gracias a mi ajustado brasier.Mis caderas eran anchas, hac