Ya habíamos llegado a la que era su oficina. El ambiente era moderno, había un escritorio de vidrio con dos sillas negras de cuero, una que sería la de él, y otra para la persona que se reuniera. En una esquina también tenía un sofá largo, donde cabían como cuatro personas, al lado de este se ubicaba una estantería con muchos libros. Y por supuesto, no podían faltar las plantas que adornaban cada rincón del lugar. Por no olvidar la computadora que estaba encima del escritorio. —Tu primera tarea será prepararnos café —indicó, quitándose el saco que cargaba encima. Dejó a la vista la camisa mangas largas blanca que tenía debajo de ese traje negro. También aprovechó de quitarse el apretón a la corbata, yo lo miraba hipnotizada porque el musculo de sus brazos se resaltaba más. —Por supuesto... Pero él pareció darse cuenta de que lo estaba mirando. Me regaló una sonrisa de lado, llena de orgullo y diversión. —¿Te gusta lo que ves, Oriana? Porque puedo quitarme la camisa mientras traba
—Jax, ya puedes soltarme —pedí, casi en un susurro por el roce entre nuestras narices.Pero mi voz en vez de salir demandante, salió casi nula y deseosa de ir más allá. Él formó una curva en sus labios, de forma victoriosa porque sabía las emociones que me estaba haciendo sentir.Si mis manos empezaron a temblar de repente por los nervios de tener a un hombre como él a centímetros de mi rostro. Por más que intentaba negar aquel hecho y retomar la compostura de siempre, no lo lograba. Su atractivo era más fuerte que mi voluntad, estaba por dejarme llevar ante los impulsos y la tentación que me generaba el contacto de nuestros cuerpos pegados.—Veo que no te puedes resistir ante mí, pequeña, tu voz sale casi en un hilo —susurró, en un tono sexy que me heló la sangre.—Jax... Detente.Intenté empujarlo en vano porque mis manos perdieron fuerza al sentir el choque eléctrico que me causó su respiración cerca de mi boca.—¿Estás segura que quieres que me detenga? Porque tu cuerpo y ojos me
Rodé los ojos porque era típico que Jax sacara una frase para ligar en la mayoría de conversaciones que intercambiaba conmigo. Me sorprendió la velocidad con la que la mesera trajo nuestro pedido, no pasaron más de cinco minutos y ya estaba de nuevo frente a nosotros. Tenía su linda sonrisa y la bandeja en ambas manos. Con suma delicadeza colocó cada plato en el extremo correcto de la mesa, uno para Jax, uno para mí. Sin olvidar las tazas de café que pedimos. —Muchas gracias —habló el pelinegro, mirándola con una sonrisa que me hizo chocar los dientes. —A su orden, señor. Que disfruten la comida —Hizo una reverencia antes de marcharse. —¿No que yo era la mujer más hermosa de tu mundo? Porque veo que le sonreíste de la misma forma que lo haces conmigo —mascullé, arqueando una ceja de manera desafiante para provocarlo. Tenía que admitir que así como a Jax le gustaba joderme la paciencia, yo también adoraba molestarlo con mis quejas y mi habladera, porque estaba segura que se cansaba
—Pablo, ¿me puedes recordar cuáles fueron mis indicaciones para ti? —inquirió, fulminando al castaño con la mirada.Pablo llevó una mano a su pecho para apretujarlo, se notaba que le tenía un poco de miedo a Jax, o simplemente no quería ser despedido por un pequeño error. Ya que me comentó que no llevaba mucho tiempo en la empresa.Obvio yo no me planeaba quedar callada si era por ayudarlo, después de todo fui la culpable de que rompiera las reglas que le impuso Jax, y Pablo era un buen hombre que se preocupaba por su trabajo.Todavía no lo conocía del todo, pero su simple carisma me decía que necesitaba el empleo.—Eh, jefe... Verá... —El pobre estaba jugando con sus dedos, sin mirar al pelinegro a los ojos.—Yo me ofrecí en ayudarlo, Pablo se empezó a sentir mal y con mareos, no es bueno trabajar en mal estado porque lo único que conseguiría sería un trabajo cutre. ¿No cree, jefe? —intervine, mintiendo en gran parte, por supuesto.Pero mi intención era ayudar a Pablo, quien estaba t
El día tan ansioso en que vería a Richard había llegado. Me encontraba en la que era mi habitación, terminando de arreglarme con la camisa manga larga que me había conseguido Jax, de hecho, esa versión era más cubierta, no dejaba nada de mi torso ni de la piel de mis brazos a la vista, casi que me llegaba hasta el cuello, siendo sarcástica.Cualquiera pensaría que era un novio tóxico y posesivo al no dejar que su mujer se vistiera como le diera la gana. Pero, de todas formas no éramos nada más allá que colegas.Me encaminé al espejo del baño para colocarme un poco de maquillaje y regresar a mi antiguo aspecto de secretaria, en donde usaba labial rojo y un poco de base, me hacía ver profesional, atractiva. Yo no era una mujer fea, al contrario, me consideraba adecuada para hacer babear a cualquier hombre, sobre todo a los pervertidos por mis firmes y prominentes pechos redondos que a pesar de la tela que los cubría, resaltaban gracias a mi ajustado brasier.Mis caderas eran anchas, hac
Estábamos en el auto de camino al edificio principal de Jax. No pude evitar detallar al hombre de perfil, esa nariz respingada inhalaba y exhalaba el aire con una tensión tremenda, su entrecejo seguía contraído desde que salimos de la casa.Me preocupaba un poco verlo con tanto estrés acumulado, la mandíbula también la tenía tensa y conducía con una sola mano, la otra la tenía cubriendo su boca, no sabía la razón.Lo miré con los ojos hundidos.—Jax... ¿Estás bien?Vale, admito que esa fue la pregunta más estúpida que había hecho en mi vida. ¿Cómo fui capaz de semejante tontería? Después de hablar, quería que la tierra me tragara y como pude me volví diminuta en el asiento del copiloto.—Estaré mejor cuando decidas casarte conmigo y apoyarme en momentos difíciles como estos —murmuró, con la vista centrada en la vía.—No hace falta que estemos casados para apoyarte, lo haré siempre porque estoy en deuda contigo —respondí.—Pero quiero tenerte para mí, Oriana. ¿No te gustaría sentir el
Faltaban cinco minutos y ya había terminado de dejar el lugar impecable. El brillo se distinguía con facilidad en la cerámica, hasta las paredes quedaron relucientes, cosa que me hizo formar una curva satisfecha en mis labios.En cuanto terminé, guardé el carrito de nuevo en su lugar y me devolví a la sala para esperar a Richard ya que Pablo me avisó que el hombre lo llamó diciéndole que estaba en camino.Me senté en la silla más grande donde debía estar el cabeza, es decir; Jax, pero sería yo. Habían muchos asientos para cuando las reuniones fueran entre varias personas, la mesa era ovalada y tenía una textura plástica y lisa, también la dejé impecable, más de lo que estaba.Suspiré.Revisé mi celular a la espera del hombre que se reuniría conmigo. Me di cuenta que mis dedos estaban un poco tembloroso y supuse que eran los nervios del momento. ¿Cuál sería su reacción al verme a mí y no a Jax? ¿Se enojaría? Igual no podía hacerme daño ¿O sí? Terminaría mal para él si Jax se enteraba.
Los recuerdos me erizaron cada vello de mi piel, sobre todo en mis brazos:***—¿Me necesitaba para algo importante, señor Richard? —pregunté en cuanto llegué a su oficina.—Pasa, pasa, querida, ya te he dicho que te dejes de formalidades conmigo. Puedes llamarme Richard —acató.El hombre hizo un ademán para que me acercara, lo hice con una postura firme y sin miedo, pensé que me necesitaba para ayudarlo a entregar unos documentos al ver que tenía varias carpetas sobre su escritorio. Pero, el rubio tomó la botella de vino que tenía en el estante para caminar a paso lento hasta el vaso de vidrio que reposaba sobre la madera.Me quedé hipnotizada, viendo cómo el liquido caía con lentitud.—Verás, últimamente he querido que hagas algo... Pero no encuentro el momento exacto para decirlo —Terminó de servir y devolvió la botella a su lugar.Su expresión juguetona y maliciosa empezó a darme mala espina. Fruncí el ceño con curiosidad por saber lo que tramaba, estaba segura que no era nada bue