Teresa se encontraba conmigo en la que sería mi nueva habitación. Me estaba mostrando cada rincón del lugar, aunque no era tan grande como pensaba. Un espacio cuadrado, donde cabía la cama matrimonial, un armario enorme y una puerta extra que llevaba al baño.
Caminé por el lugar, tocando con la palma de mis manos las plantas que estaban encima de la mesita de noche al lado de la cama, se veía llena de vida, por más que no le pegara el sol como tal. La señora se giró en mi dirección, me regaló una sincera sonrisa de ojos cerrados, mientras sus manos reposaban arriba de su delantal.
—Si necesitas algo, no dudes en llamarme, querida —mencionó.
—¿Puedes responderme algunas preguntas? Es que ese Jax no sabe hacerlo —bufé, con la mano en la cintura.
—Por supuesto, estoy abierta a lo que desees saber, aunque no prometo saberlo todo —respondió, haciendo una reverencia.
—No hace falta que seas formal conmigo... Es un poco extraño porque eres mayor que yo ¿No? —comenté.
—¿Acaso me veo vieja? Que ofensiva eres, señorita —bromeó, llevando una mano a su pecho con dramatismo.
—No es lo que quise decir... —murmuré, apenada.
—Ven, siéntate y te explicaré lo que desees saber sobre Jax, hace años que trabajo para él y lo quiero como si fuera mi nieto —confesó, con los ojos brillosos.
Se sentó en un mueble doble que tenía la habitación, al lado de una estantería con múltiples libros que se veían antiguos. Dio una palmada en el asiento junto a ella, le hice caso y me senté también.
Detallé más su piel, cada detalle, hasta los lunares que tenía y las pocas arrugas que la hacían ver carismática. Sus ojos eran achinados y de un claro color café que me transmitía paz, esa sensación de maternidad que olvidé hace muchos años...
Cuando mamá me abandonó... Nunca supe por qué lo hizo, mi padre siempre evitaba hablar del tema y solo me decía que nunca nos quiso, por eso se fue.
Suspiré.
—Jax... ¿Vive solo aquí? —pregunté.
—Si estás preguntando por sus padres, no están en la ciudad. Recuerda que es un CEO y por lo tanto está dirigiendo todo solo, sin ayuda más allá que sus propios empleados, así que la respuesta es sí, sin contar a los sirvientes y jardineros que también viven aquí —respondió, con un tono cálido que me envolvió.
—¿Sabes por qué se quiere casar conmigo?
—Oh, querida. Lamento decirte que esa información es confidencial y lo mejor será que le preguntes a él mismo —dijo, risueña.
—Es que no me responde algo válido y coherente. No entiendo por qué habiendo tantas mujeres en el mundo, me escogió a mí. ¿Sabe usted lo impactante e irreal que es para mí saber que el CEO más poderoso me quiere para él? —cuestioné, casi con la voz ahogada.
—Lo único que puedo decirle es que no sea malagradecida y aproveche esta vida que le están regalando, señorita —replicó, tratando de regalarme una sonrisa.
Al parecer la hice enojar con mis quejas y dudas porque se vio muy forzada.
—De acuerdo... Lamento quitarle su tiempo —Me levanté.
—Lo mejor será que se tome esta noche para pensar bien las cosas. Si yo estuviera en su lugar, aceptaría sin dudar casarme con el señorito Jax —comentó, con una mirada pícara.
Se levantó del mueble, dispuesta a dirigirse a la puerta. Hice lo mismo y sujeté la madera, mientras ella cruzaba el otro lado.
—Ya entendí —refunfuñé.
—Nos vemos, puede llamarme si necesita algo —Hizo una reverencia antes de marcharse.
Cerré la puerta y me apoyé de ella, me dejé caer en el suelo derrotada por lo que me estaba pasando. ¿Cuáles eran mis dudas exactamente? Porque me estaba dejando las cosas en bandeja de plata. Me resolvieron la vida, me sacaron de las calles y evitaron que me convirtiera en una vagabundas en un abrir y cerrar de ojos.
Jax lo hizo.
Y yo solo le echaba m****a encima porque pensaba que en el fondo era un villano y tramaba algo malo para mí. ¿Qué es lo que quería exactamente? Suspiré. Caminé en dirección a la cama para acostarme y tal vez tratar de dormir porque eran las ocho de la noche.
Pero la puerta se abrió y me obligó a pararme con firmeza, en una posición de alerta porque lo normal sería que tocaran.
El pelinegro apareció, cerrando la puerta detrás de él y caminó hasta quedar frente a mí, con una sonrisa de lado.
—¿No piensas bañarte? Hay una bañera especial, te hará sentir en las nubes —habló, señalando el baño.
Lo empujé porque se había acercado demasiado, hasta sentí su aliento chocar con el mío.
—La próxima vez toca antes de entrar, ¿qué harías si entras y me estoy vistiendo? —indagué, entre dientes.
Él me lanzó una mirada lasciva y llena de diversión.
—Pues, disfrutaría mucho la vista —Se lamió el labio inferior.
Mi corazón empezó a latir con rapidez por su estúpida insinuación. Giré mi rostro para no tener que mirarlo a los ojos o podía caer rendida a sus pies. Me molestaba que fuera tan directo con las cosas que decía.
—Déjate de tonterías y ten un poco más de respeto por tu futura esposa —me crucé de brazos.
—¿Entonces si aceptas casarte conmigo? —cuestionó, con un tono emocionado.
—No he dicho que sí, pero tampoco he dicho que no —resoplé.
—Créeme, lo mejor es que digas que sí. Te haré la mujer más feliz en todos los sentidos —Tomó mis manos entre las suyas. No dudó en besarlas con sutileza—. Estoy loco por ti, Oriana, te conozco más de lo que piensas —susurró.
Su aliento chocó con la parte de arriba de mi mano, provocándome escalofríos. Lo peor es que no lo aparté, al contrario, me quedé hipnotizada en cuanto sus ojos conectaron con los míos. Ese tipo tenía un poder extraordinario para dejarme estática.
—¿Mis palabras te comieron la lengua? Porque si quieres puedo comértela yo mismo —insinuó, acercándose a mi oído.
Tragué saliva en cuanto sentí el cosquilleo del roce que tuvo sus labios en el lóbulo de mi oreja.
—Ya basta, a penas te conozco —Me armé de valor y lo aparté.
—Tarde o temprano vas a caer ante mis encantos, Oriana, te lo prometo —Me guiñó un ojo.
Bufé, no podía creer lo egocéntrico que era ese hombre. Como si fuera tan fácil enamorarme. Si hasta rechacé a Richard que era otro ser guapísimo como él, lleno de músculos y apariencia perfecta.
—Sigue soñando, Jax. Aunque, veo que el que cayó ante mí has sido tú —dije, con la voz juguetona y orgullosa.
—Yo no te he dicho lo contrario, sabes que muero por ti desde el primer momento en que te vi —confesó como si nada.
Lo miré fulminante porque en cualquier momento mis piernas fallarían y se dejarían dominar por ese hombre, pero tenía que aguantar y mantener la compostura para no dejarme llevar.
Carraspeé, planeando cambiar de tema.
—¿Puedo saber para qué viniste a estas horas? —interrogué.
—Ah, sí. Quería decirte que mañana empiezas con tu trabajo en la empresa, demuéstrame que eres digna de recuperar todo lo que te arrebataron, pero esta vez tendrás un mejor jefe que te bajará la luna si se lo pides —alegó, mirándome con ilusión.
—Agradezco la oportunidad, pero no soy tan extravagante como para pedirte que me bajes la luna, con el trabajo estaré bien —Hice una reverencia.
—Bien. Porque empiezas mañana a las ocho de la mañana, ni un minuto más, ni un minuto menos. Suelo ser un poco estricto con la responsabilidad y puntualidad en mis empleados —explicó, viendo el reloj en su muñeca.
—Te sorprenderá lo bien que me las arreglo. ¿Qué puesto me dará en la empresa? —indagué, mordiéndome el interior del labio.
—Estarás en la principal conmigo, serás mi secretaria personal —indicó, con esa expresión coqueta que me ponía de los nervios.
Pero los supe ocultar, ignorando lo que tramaba.
—Me parece bien, ya verás que no te fallaré.
—Eso espero, porque si lo haces mal habrá un castigo especial para ti —Me hizo ojitos, levantando una ceja.
No quería ni imaginarme lo que planeaba.
—¿Hay algún uniforme en específico que deba usar? ¿O cualquier ropa?
—De hecho, ya está preparado en tu armario —lo señaló—. Es especial, solo tú lo llevarás. No te preocupes que es de tu talla.
—¿Cómo carajos supiste mi talla?
—Oriana, te dije que sé más de ti de lo que piensas —Me lanzó un beso al aire.
—Cada momento que pasa tengo en cuenta que puedes ser un acosador obsesionado —murmuré, encogida de hombros.
—Oh, no. Tampoco me rebajes a ese nivel... Soy un poco más... Mmh, profesional —chasqueó los dedos.
—Bueno, ya sé lo que tengo que saber —empecé a empujarlo hasta la puerta—. Ya puedes irte.
—¿No vas a darme un besito de despedida? —preguntó, haciendo un puchero de niño.
—¿Cuántos años tienes, Jax? Porque te comportas como un niño —bufé.
—Veintiseis.
—No buscaba saberlo en serio.
—Pero ahora que lo sabes, ¿no me ves más guapo? —inquirió, con la voz grave y seductora.
—No. Ya puedes irte.
—Oriana, eres muy cruel conmigo —demandó, haciéndose el dramático.
—Adiós, Jax, nos vemos mañana —fingí una falsa sonrisa antes de cerrar la puerta.
Suspiré.
Al fin me libré de ese tonto. Podía llegar a ser un completo dolor de cabeza para mí, no acostumbraba a que me coquetearan en cada frase, por lo que lo veía mal o simplemente me negaba para no caer enamorada como una estúpida...
La alarma de mi celular no sonó a tiempo y estaba como loca preparando la bañera para tomar un baño antes de irme. Jax quedó en esperarme para que me fuera con él al edificio donde quedaba su oficina principal.Eran las siete y media de la mañana, yo no había ni desayunado. Me miré en el espejo del baño y mi cabello estaba hecho un desastre, también tenía un poco de baba en mi mejilla.Solté una larga bocanada de aire porque me hice la importante la noche anterior hablando con Jax, diciéndole que no se preocupara porque haría excelente mi trabajo.Iba a llegar tarde.Hasta él iba a llegar tarde por mi culpa.Tomé el baño más rápido de mi vida, de inmediato me coloqué el uniforme que el hombre me había preparado. Era lo único que había en el armario... Miré las prendas con algo de desconfianza.Me las coloqué sin dudar más, luego procedí a volver a verme en el espejo para comprobar que no estuviera mostrando mucho. Consistía en una falda de tubo, pero mucho más corta que las que usaba
Ya habíamos llegado a la que era su oficina. El ambiente era moderno, había un escritorio de vidrio con dos sillas negras de cuero, una que sería la de él, y otra para la persona que se reuniera. En una esquina también tenía un sofá largo, donde cabían como cuatro personas, al lado de este se ubicaba una estantería con muchos libros. Y por supuesto, no podían faltar las plantas que adornaban cada rincón del lugar. Por no olvidar la computadora que estaba encima del escritorio. —Tu primera tarea será prepararnos café —indicó, quitándose el saco que cargaba encima. Dejó a la vista la camisa mangas largas blanca que tenía debajo de ese traje negro. También aprovechó de quitarse el apretón a la corbata, yo lo miraba hipnotizada porque el musculo de sus brazos se resaltaba más. —Por supuesto... Pero él pareció darse cuenta de que lo estaba mirando. Me regaló una sonrisa de lado, llena de orgullo y diversión. —¿Te gusta lo que ves, Oriana? Porque puedo quitarme la camisa mientras traba
—Jax, ya puedes soltarme —pedí, casi en un susurro por el roce entre nuestras narices.Pero mi voz en vez de salir demandante, salió casi nula y deseosa de ir más allá. Él formó una curva en sus labios, de forma victoriosa porque sabía las emociones que me estaba haciendo sentir.Si mis manos empezaron a temblar de repente por los nervios de tener a un hombre como él a centímetros de mi rostro. Por más que intentaba negar aquel hecho y retomar la compostura de siempre, no lo lograba. Su atractivo era más fuerte que mi voluntad, estaba por dejarme llevar ante los impulsos y la tentación que me generaba el contacto de nuestros cuerpos pegados.—Veo que no te puedes resistir ante mí, pequeña, tu voz sale casi en un hilo —susurró, en un tono sexy que me heló la sangre.—Jax... Detente.Intenté empujarlo en vano porque mis manos perdieron fuerza al sentir el choque eléctrico que me causó su respiración cerca de mi boca.—¿Estás segura que quieres que me detenga? Porque tu cuerpo y ojos me
Rodé los ojos porque era típico que Jax sacara una frase para ligar en la mayoría de conversaciones que intercambiaba conmigo. Me sorprendió la velocidad con la que la mesera trajo nuestro pedido, no pasaron más de cinco minutos y ya estaba de nuevo frente a nosotros. Tenía su linda sonrisa y la bandeja en ambas manos. Con suma delicadeza colocó cada plato en el extremo correcto de la mesa, uno para Jax, uno para mí. Sin olvidar las tazas de café que pedimos. —Muchas gracias —habló el pelinegro, mirándola con una sonrisa que me hizo chocar los dientes. —A su orden, señor. Que disfruten la comida —Hizo una reverencia antes de marcharse. —¿No que yo era la mujer más hermosa de tu mundo? Porque veo que le sonreíste de la misma forma que lo haces conmigo —mascullé, arqueando una ceja de manera desafiante para provocarlo. Tenía que admitir que así como a Jax le gustaba joderme la paciencia, yo también adoraba molestarlo con mis quejas y mi habladera, porque estaba segura que se cansaba
—Pablo, ¿me puedes recordar cuáles fueron mis indicaciones para ti? —inquirió, fulminando al castaño con la mirada.Pablo llevó una mano a su pecho para apretujarlo, se notaba que le tenía un poco de miedo a Jax, o simplemente no quería ser despedido por un pequeño error. Ya que me comentó que no llevaba mucho tiempo en la empresa.Obvio yo no me planeaba quedar callada si era por ayudarlo, después de todo fui la culpable de que rompiera las reglas que le impuso Jax, y Pablo era un buen hombre que se preocupaba por su trabajo.Todavía no lo conocía del todo, pero su simple carisma me decía que necesitaba el empleo.—Eh, jefe... Verá... —El pobre estaba jugando con sus dedos, sin mirar al pelinegro a los ojos.—Yo me ofrecí en ayudarlo, Pablo se empezó a sentir mal y con mareos, no es bueno trabajar en mal estado porque lo único que conseguiría sería un trabajo cutre. ¿No cree, jefe? —intervine, mintiendo en gran parte, por supuesto.Pero mi intención era ayudar a Pablo, quien estaba t
El día tan ansioso en que vería a Richard había llegado. Me encontraba en la que era mi habitación, terminando de arreglarme con la camisa manga larga que me había conseguido Jax, de hecho, esa versión era más cubierta, no dejaba nada de mi torso ni de la piel de mis brazos a la vista, casi que me llegaba hasta el cuello, siendo sarcástica.Cualquiera pensaría que era un novio tóxico y posesivo al no dejar que su mujer se vistiera como le diera la gana. Pero, de todas formas no éramos nada más allá que colegas.Me encaminé al espejo del baño para colocarme un poco de maquillaje y regresar a mi antiguo aspecto de secretaria, en donde usaba labial rojo y un poco de base, me hacía ver profesional, atractiva. Yo no era una mujer fea, al contrario, me consideraba adecuada para hacer babear a cualquier hombre, sobre todo a los pervertidos por mis firmes y prominentes pechos redondos que a pesar de la tela que los cubría, resaltaban gracias a mi ajustado brasier.Mis caderas eran anchas, hac
Estábamos en el auto de camino al edificio principal de Jax. No pude evitar detallar al hombre de perfil, esa nariz respingada inhalaba y exhalaba el aire con una tensión tremenda, su entrecejo seguía contraído desde que salimos de la casa.Me preocupaba un poco verlo con tanto estrés acumulado, la mandíbula también la tenía tensa y conducía con una sola mano, la otra la tenía cubriendo su boca, no sabía la razón.Lo miré con los ojos hundidos.—Jax... ¿Estás bien?Vale, admito que esa fue la pregunta más estúpida que había hecho en mi vida. ¿Cómo fui capaz de semejante tontería? Después de hablar, quería que la tierra me tragara y como pude me volví diminuta en el asiento del copiloto.—Estaré mejor cuando decidas casarte conmigo y apoyarme en momentos difíciles como estos —murmuró, con la vista centrada en la vía.—No hace falta que estemos casados para apoyarte, lo haré siempre porque estoy en deuda contigo —respondí.—Pero quiero tenerte para mí, Oriana. ¿No te gustaría sentir el
Faltaban cinco minutos y ya había terminado de dejar el lugar impecable. El brillo se distinguía con facilidad en la cerámica, hasta las paredes quedaron relucientes, cosa que me hizo formar una curva satisfecha en mis labios.En cuanto terminé, guardé el carrito de nuevo en su lugar y me devolví a la sala para esperar a Richard ya que Pablo me avisó que el hombre lo llamó diciéndole que estaba en camino.Me senté en la silla más grande donde debía estar el cabeza, es decir; Jax, pero sería yo. Habían muchos asientos para cuando las reuniones fueran entre varias personas, la mesa era ovalada y tenía una textura plástica y lisa, también la dejé impecable, más de lo que estaba.Suspiré.Revisé mi celular a la espera del hombre que se reuniría conmigo. Me di cuenta que mis dedos estaban un poco tembloroso y supuse que eran los nervios del momento. ¿Cuál sería su reacción al verme a mí y no a Jax? ¿Se enojaría? Igual no podía hacerme daño ¿O sí? Terminaría mal para él si Jax se enteraba.