—Cariño... No sabes el susto que me diste —habló Jax, besando mi mano.Estaba un poco aturdida por todos los acontecimientos que sucedieron en tan poco tiempo. Nunca me esperé que Richard fuera capaz de dispararme con un arma, fue un gran susto el que tuve cuando vi que la sangre salía de mí.Estaba un poco molesta porque arruinó la boda, pero al menos ya era la esposa legal de Jax, con eso me bastaba.—Seremos padres, Jax —comenté, comprimiendo una sonrisa—. ¿No te da miedo? Yo... No me lo esperaba, estoy nerviosa.Fue lo primero que me dijo el doctor en cuanto desperté, aparte de recordarme lo que me sucedió para comprobar que mi memoria no estuviera teniendo fallas.Yo recordaba todo tal cual, sin ver nada borroso, exceptuando lo que sucedió después de desmayarme.—Hey, sabes que lo haremos excelente —me animó—. ¿Estás bien? ¿Cómo te sientes?Su ceño estaba fruncido por la preocupación, era de esperarse. No me imaginaba cómo se sintieron mis seres queridos al saber que yo podía cor
*Cuatro años y 9 meses después...* —¡Lilia, no corras tanto que te puedes caer! —exclamó una mujer castaña de ojos azules. Su hija estaba cumpliendo cuatro añitos y saltaba por doquier, era muy traviesa para su edad. Oriana en es momento pensó que salió igual de curiosa que su padre. Colocó una mano en su cintura, esperando que la pequeña le hiciera caso y dejara de correr por toda la sala. —¿Adivinen quién le trajo un regalo a alguien? —Rafael, el abuelo de la pequeña, apareció con una caja de regalo en sus manos. La niña se sorprendió y de inmediato corrió hacia los brazos de su abuelo para abrazarlo, lo adoraba. —¡Abuelo! —exclamó. —Papá, creo que la consientes mucho —alegó Oriana, negando con la cabeza. —Si tú no lo haces, lo haré yo —refutó el señor, cargando a la pequeña en sus brazos—. Uff, cada día pesa más. Además, es su cumpleaños —alentó. —¿Puedo abrirlo? —rio Lilia, sosteniendo la caja. —Por supuesto, pequeña. Lilia destapó el regalo con entusiasmo, se le hizo fác
—¡Oriana Jones, te necesito en mi oficina ya mismo! —exclamó el señor Richard del otro lado de la línea.Sostuve mi celular entre mi oreja y mi hombro porque mis manos estaban ocupadas con unas carpetas que debía entregar lo más pronto posible en la recepción, pero no me esperaba que mi jefe me solicitara después de haber rechazado tener intimidad con él el día anterior.Jamás iba a caer tan bajo como para acostarme con un hombre casado, lo rechacé por el bien de ambos, y de su mujer, que era una esposa amable, cariñosa y fiel. Varias veces me topé con ella, su voz angelical siempre lograba envolverme, no iba a traicionarla de esa forma, le tenía mucho respeto porque gracias a ella conseguí el trabajo, si su mujer no hubiese estado presente en aquella entrevista, no habría logrado convencer a Richard de contratarme.—Entregaré super rápido unos documentos en la recepción y subo de inmediato —respondí, caminando hacia mi destino.—Apúrate, no tengo todo el día —Su voz salió impaciente.
Me vi una última vez en el espejo de mi antiguo departamento, el que me habían quitado por haber rechazado tener relaciones con mi jefe. Mi cara se veía demacrada, había llorado a mares por perder el fruto de mis esfuerzos, el trabajo de mi vida...El rimel de mis pestañas se había corrido, mis ojos azules se veían apagados y vacíos gracias a la oscuridad de la pintura negra chorreada. Mis labios estaban resecos en cuanto me quité el labial rojo, mi cabello castaño estaba suelto y me llegaba a los codos.Decidí tomar una ducha y quitarme los males que sentía dentro de mí, sabía que no iba a funcionar del todo, pero por lo menos me iba a ir a las calles estando bañada, olorosa a jabón, aunque solo me duraría unos dos días como máximo, luego quién sabe cuándo me volvería a bañar.Después de tomar la ducha, me dispuse a empacar mis prendas, con la toalla puesta en mi cuerpo y cabello recién lavado. Me daba mucho coraje saber que iba a vivir bajo un puente, posiblemente, en donde rondaban
Estuve a punto de gritar, pero esperaba que el desconocido a mi lado hiciera algo, no lo sé, ahuyentarlos, que se quitara la capucha y resultara ser un boxeador profesional que nos salvara el culo.Me pegué lo más que pude al espaldar de la banca, asustada y presa del miedo que me hacía sentir la simple presencia intimidante de aquellos tres. Uno de ellos, el que estaba en medio, parecía ser su líder porque fue el primero en hablar.—Oye, enmascarado, ¿será que te puedes ir y dejarnos a solas con esta mujer? La conocemos, es la hija de un amigo y se escapó de casa, su padre está muy preocupado y le prometimos regresársela —informó, lamiendo su labio inferior.Me dio asco en cuanto el olor de alcohol atravesó mis fosas nasales, era obvio que estaban ebrios y la historia que se inventaron no era para nada cierta, ni en un millón de años. Tal vez notaron lo joven que era, a pesar de mis veinticuatro vueltas al sol, parecía una chica de dieciocho o menos, me solía cuidar bien la piel.El
—¿Me puedes decir quién eres? —pedí, casi sonó rogante.Me encogí de hombros porque caí en cuenta de que no podía hacer más que escuchar lo que tenía planeado para mí, tal vez me salvaría en darme un trabajo o algo por el estilo. Debía de comportarme menos mamona y escucharlo sin insultar cada cosa que decía, sin gritarle como si él fuera el villano.Lo hice por la molestia interna que sentí al no poder tener el control de mi propia vida. Lo vi como un blanco fácil con el cual descargarme. Fue mi error.—Oriana, quiero ayudarte, por eso te propongo unirnos en matrimonio. ¿Quieres ser mi esposa? O bueno, sé que es muy pronto e inesperado que te pida esto, pero te daré tiempo para pensarlo, incluso si necesitas meses para conocernos —propuso.Estaba loco, definitivamente. Lo miré incrédula por su comentario, hasta me pareció una broma.—¿Disculpa? ¡Eres un extraño! ¿Cómo esperas que acepte? Tampoco pienso caer tan bajo solo por estar en las calles. Tengo dignidad —expresé, caminando de
Visualicé el amplio terreno que estaba frente a nosotros en cuando el auto se detuvo. Mis ojos se abrieron por la enorme construcción que veía, era una jodida mansión, las paredes brillaban con la luz de la luna y la modernidad de cada zona me deslumbraba.Pensé que Jax me llevaría directo a la empresa, o un departamento, pero al parecer esa era su casa, su hogar. En la puerta principal se encontraban dos hombre bien vestidos, con trajes formales y lentes de sol, me recordaban a los trabajadores de Richard que me echaron del departamento.Caminé junto a él, separada por unos pocos centímetros, me daba miedo poder perderme entre tanto lujo.—Ella es Oriana, se quedará en esta casa, puede salir y entrar como desee, no quiero que le prohíban el paso ¿De acuerdo? —ordenó Jax.—Sí, jefe —dijeron los dos hombre al unísono, haciendo una reverencia.Abrieron la gran puerta de madera, provocando que un sonido peculiar invadiera mis oídos. Seguí el paso de Jax, detallando cada zona del lugar co
Teresa se encontraba conmigo en la que sería mi nueva habitación. Me estaba mostrando cada rincón del lugar, aunque no era tan grande como pensaba. Un espacio cuadrado, donde cabía la cama matrimonial, un armario enorme y una puerta extra que llevaba al baño.Caminé por el lugar, tocando con la palma de mis manos las plantas que estaban encima de la mesita de noche al lado de la cama, se veía llena de vida, por más que no le pegara el sol como tal. La señora se giró en mi dirección, me regaló una sincera sonrisa de ojos cerrados, mientras sus manos reposaban arriba de su delantal.—Si necesitas algo, no dudes en llamarme, querida —mencionó.—¿Puedes responderme algunas preguntas? Es que ese Jax no sabe hacerlo —bufé, con la mano en la cintura.—Por supuesto, estoy abierta a lo que desees saber, aunque no prometo saberlo todo —respondió, haciendo una reverencia.—No hace falta que seas formal conmigo... Es un poco extraño porque eres mayor que yo ¿No? —comenté.—¿Acaso me veo vieja? Qu