Estuve a punto de gritar, pero esperaba que el desconocido a mi lado hiciera algo, no lo sé, ahuyentarlos, que se quitara la capucha y resultara ser un boxeador profesional que nos salvara el culo.
Me pegué lo más que pude al espaldar de la banca, asustada y presa del miedo que me hacía sentir la simple presencia intimidante de aquellos tres. Uno de ellos, el que estaba en medio, parecía ser su líder porque fue el primero en hablar.
—Oye, enmascarado, ¿será que te puedes ir y dejarnos a solas con esta mujer? La conocemos, es la hija de un amigo y se escapó de casa, su padre está muy preocupado y le prometimos regresársela —informó, lamiendo su labio inferior.
Me dio asco en cuanto el olor de alcohol atravesó mis fosas nasales, era obvio que estaban ebrios y la historia que se inventaron no era para nada cierta, ni en un millón de años. Tal vez notaron lo joven que era, a pesar de mis veinticuatro vueltas al sol, parecía una chica de dieciocho o menos, me solía cuidar bien la piel.
El desconocido a mi lado se giró a verme, como si quisiera comprobar si era cierto lo que había comentado ese tipo. Lo miré estupefacto y negando con la cabeza como loca, ¿en serio se había creído tremenda estupidez?
Increíble.
—¿Es cierto lo que dice? —preguntó.
—Hay que ver que te falta cerebro —lo insulté, cruzada de brazos—. Pero vale, puedes irte y dejarme en sus manos, como ya te dije, no me importa morirme.
—¿Ya ves? Ella quiere venir con nosotros —dijo el del cuchillo, levantándolo en dirección al encapuchado—. Si no quieres terminar mal, mejor haz caso —ordenó, pasándole la punta justo en la mejilla.
Mi corazón empezó a latir con rapidez, el miedo que me invadía era inmenso, jamás tuve que pasar por una situación así, por mi culpa iban a matar a un extraño que solo quería ayudarme, o tal vez siempre tuvo malas intenciones, jamás lo sabría. Iba a cerrar los ojos para no presenciar la escena, no sonaba muy bonito eso de morir.
Pero qué más podía esperar si mi vida se había arruinado por completo, me quedé sin nada, ya no tenía sentido que siguiera luchando por conseguir de nuevo todo lo que perdí. De un movimiento rápido, el desconocido tomó la muñeca del tipo que lo amenazaba, alejando el cuchillo de él.
Tanta era la fuerza que el hombre empezó a quejarse del agarre, diciendo que le estaba fracturando el hueso. Hasta dejó caer el arma al suelo sin pensarlo dos veces. Mis ojos se abrieron como nunca antes, el extraño se levantó de la banca, dejándome ahí, espectando la escena que sucedía. Los lacayos del hombre solo miraban incrédulos y un poco nerviosos por lo que le hacían a su líder.
En su sangre recorría el alcohol, tal vez se tomaban todo en serio, o nada en serio. Dependía de la situación, pero era obvio que en sus caras estaba plasmada la palabra: miedo. Porque el desconocido soltó al tipo, este no dudó en sobarse la muñeca y de pronto fue agarrado por el cuello. Mi boca se abrió y ahogué mi respiración en un leve jadeo de sorpresa al ver tal hazaña.
—¿Qué te pasa? ¡Suéltalo, lo vas a matar! —exclamó un lacayo, intentando golpear al encapuchado, pero era en vano.
El desconocido que sostenía al villano del cuello, parecía haberse convertido en una jodida roca porque ni el más fuerte golpe logró hacerlo caer, por más que los amigos del borracho lloraran desamparados, queriendo rescatar a su líder de las garras de la bestia que me estaba salvando.
No podía creerlo. Noté que empezó a apretar mucho más su cuello al punto de que el rostro del hombre tomó un color morado, pidiendo ayuda con el poco aliento que le quedaba, la saliva se le salía de la boca y sus ojos casi abandonaban sus cuencas. El miedo que sentí fue descomunal, mucho más que el hecho de haber sido amenazada momentos atrás con un arma filosa.
El desconocido que me salvó por fin decidió dejar al hombre, lo soltó rápidamente logrando que cayera al suelo, sosteniendo su propio cuello y buscando el aire que le había sido arrebatado. Sus amigos corrieron en su ayuda para socorrerlo.
—Jamás en su vida se vuelvan a meter con esta mujer si no quieren que sus vidas acaben. ¿Comprenden? —ordenó el hombre, con una voz demandante.
Era como si fuese otra persona, una más despiadada y cruel, capaz de quitarle la vida a otros sin rechistar solo por mí. Mis brazos estaban temblando y ya no era por el frío, sino por lo impactante que fue haber presenciado la escena.
—¡S-sí! —titubearon los otros dos, casi entre lágrimas y cagados del miedo.
Se llevaron a su amigo casi inconsciente en los hombros, posiblemente lo llevarían a un hospital o algo parecido. Mi pecho subía y bajaba con intensidad, mi boca no se cerraba por más que lo intentara, era tanto el shock que sentí que no me di cuenta cuanto el hombre que quedó conmigo se sentó de nuevo a mi lado.
—¿Ahora sí me crees? Este lugar es peligroso, será mejor que vayas a tu casa —resopló, apoyándose en sus rodillas.
—¿P-por qué estás aquí entonces? —cuestioné, con la voz temblorosa.
Me daba un poco de miedo que pudiera hacerme daño, pero el hecho de que me salvó lo apaciguaba ligeramente. Aun así, no entendía por qué lo hizo, si ese tipo era un salvador de damiselas en peligro o qué.
—Vine a atender un asunto de negocios, en cuanto terminé te vi aquí sentada y no pude evitar escuchar la conversación de esos imbéciles de que te querían hacer daño —respondió, girándose en mi dirección.
Lo miré, por un segundo noté la angustia en sus ojos, el color no me fue visible debido a la oscuridad del interior de la capucha ayudada por la noche. Pero, su voz... Si lo pensaba bien, recordaba haberla escuchado antes. Una vez, ese mismo día.
—¿Se supone que salvas a cada mujer que vez por la calle? Porque no soy la única. Hay muchas que necesitan ayuda —refuté, con sarcasmo.
—No. No lo hago. Eres la primera que me ha interesado, a cualquier otra la hubiese dejado aquí sin intervenir en su cruel destino —comentó.
Mi ceño se frunció. ¿Cómo iba a decir esa barbaridad? Negué con la cabeza, di un largo suspiro ahogado porque no podía soportar la sinceridad y el descaro de ese hombre.
—Vaya manera de coquetear, no creo que funcione conmigo —resoplé, echándome hacia atrás.
—Puedo ir directo al grano si prefieres —Se acercó, pude sentir su aliento chocar con mi nariz.
Lo empujé sin dudar.
—Ni se te ocurra, no te he visto ni la cara. ¿En serio piensa que será así de fácil? ¡Eres un jodido desconocido! —exclamé, evitando mirarlo.
—Si te digo mi nombre me vas a ubicar de inmediato. Pero primero me gustaría hacerte una propuesta —proclamó, en un tono pícaro que me heló la sangre.
—Nada indecente, por favor. No soporto a tipos como tú, por desgracia mi estúpido jefe me despidió por lo mismo —confesé, pero luego me tapé la boca al percatarme de lo que dije.
M****a.
No podía quedarme callada y guardar mi odio interno para mí misma, tenía que venir y compartirlo con el primer extraño que apareciera en mi camino.
—¿Ya Richard te desalojó? —preguntó.
Mis ojos se abrieron porque él no debía ni conocer el nombre de mi antiguo jefe. ¿Cómo lo supo? ¿Quién era él? ¿Por qué tanto misterio en mantener su rostro a oscuras? Mi respiración empezó a salir entrecortada porque tal vez ese hombre frente a mí me conocía más de lo que yo esperaba...
—¿C-cómo sabes su nombre? —balbuceé.
—Es un CEO muy popular, a veces suelo hacer negocios con él. Te conozco más de lo que piensas, Oriana Jones —murmuró.
Me levanté de un sobresalto, alejándome lo más que pude de él y señalándolo con mi dedo índice. En ningún momento le dije mi nombre, sabía que era un acosador que seguro me había seguido, o quién sabe. Pero los nervios me invadieron, mis vellos se erizaron y no solo por el frío.
—¡¿Quién carajo eres?! —grité, sin importar que algunas personas cercanas se giraron a mirarme extrañados.
—Primero escucha lo que tengo que decirte —Me invitó a sentarme.
—¡Y una m****a! —exclamé.
Me acerqué a él, pero no porque iba a hacerle caso, lo que planeaba era quitarle la estúpida capucha que cubría su identidad. En un movimiento rápido la arrastré hacia detrás de su cabeza, dejando al aire libre cada parte de su rostro y cabello.
Me quedé sin habla, con la boca abierta y los ojos casi se me salieron por el asombro que sentí. Todavía no reconocía exactamente de quién se trataba, no sabía su nombre ni nada. Pero era el mismo hombre que me pagó el pan en la panadería, el mismo pelinegro de ojos verdes por el que quedé hipnotizada en cuanto lo detallé.
Ese tipo conocía más de mí que yo de él, era lo que más me frustraba. ¿Cómo es que sabía hasta el nombre de mi jefe? Era increíble. Su boca se curveó en una ligera sonrisa satisfactoria, apoyó ambos brazos en el espaldar de la banca con orgullo.
—Que impulsiva eres, Oriana, eso me gusta —dijo con picardía, lamiendo su labio—. ¿Ya sabes quién soy? Te dije que no lo sabrás hasta que te diga mi nombre.
—Cállate. ¿Eres un acosador? Porque es obvio que me has estado siguiendo —mascullé, entre dientes.
—Tranquila, no soy ningún acosador. Al contrario, quiero lo mejor para ti, conozco tu situación y tengo una propuesta que te sacará del apuro en el que estás —informó.
—¿Y según tú, en qué apuro estoy? —cuestioné, sonando sarcástica.
Él arqueó una ceja, sonrió con malicia y se inclinó hacia delante, apoyando el mentón en sus dos manos que estaban soportadas por sus rodillas.
—No tienes a dónde ir, Richard te quitó todo, ¿o me equivoco? —respondió, victorioso.
Mi cara debía de estar en shock por lo que dijo. Me asustaba el hecho de que me conociera más de lo que pensaba, ¿entonces por qué había hecho como si nada? ¿Por qué anteriormente me dijo que me fuera a casa si ya sabía que no tenía?
Tantas dudas rondaban por mi cabeza.
—¿Me puedes decir quién eres? —pedí, casi sonó rogante.Me encogí de hombros porque caí en cuenta de que no podía hacer más que escuchar lo que tenía planeado para mí, tal vez me salvaría en darme un trabajo o algo por el estilo. Debía de comportarme menos mamona y escucharlo sin insultar cada cosa que decía, sin gritarle como si él fuera el villano.Lo hice por la molestia interna que sentí al no poder tener el control de mi propia vida. Lo vi como un blanco fácil con el cual descargarme. Fue mi error.—Oriana, quiero ayudarte, por eso te propongo unirnos en matrimonio. ¿Quieres ser mi esposa? O bueno, sé que es muy pronto e inesperado que te pida esto, pero te daré tiempo para pensarlo, incluso si necesitas meses para conocernos —propuso.Estaba loco, definitivamente. Lo miré incrédula por su comentario, hasta me pareció una broma.—¿Disculpa? ¡Eres un extraño! ¿Cómo esperas que acepte? Tampoco pienso caer tan bajo solo por estar en las calles. Tengo dignidad —expresé, caminando de
Visualicé el amplio terreno que estaba frente a nosotros en cuando el auto se detuvo. Mis ojos se abrieron por la enorme construcción que veía, era una jodida mansión, las paredes brillaban con la luz de la luna y la modernidad de cada zona me deslumbraba.Pensé que Jax me llevaría directo a la empresa, o un departamento, pero al parecer esa era su casa, su hogar. En la puerta principal se encontraban dos hombre bien vestidos, con trajes formales y lentes de sol, me recordaban a los trabajadores de Richard que me echaron del departamento.Caminé junto a él, separada por unos pocos centímetros, me daba miedo poder perderme entre tanto lujo.—Ella es Oriana, se quedará en esta casa, puede salir y entrar como desee, no quiero que le prohíban el paso ¿De acuerdo? —ordenó Jax.—Sí, jefe —dijeron los dos hombre al unísono, haciendo una reverencia.Abrieron la gran puerta de madera, provocando que un sonido peculiar invadiera mis oídos. Seguí el paso de Jax, detallando cada zona del lugar co
Teresa se encontraba conmigo en la que sería mi nueva habitación. Me estaba mostrando cada rincón del lugar, aunque no era tan grande como pensaba. Un espacio cuadrado, donde cabía la cama matrimonial, un armario enorme y una puerta extra que llevaba al baño.Caminé por el lugar, tocando con la palma de mis manos las plantas que estaban encima de la mesita de noche al lado de la cama, se veía llena de vida, por más que no le pegara el sol como tal. La señora se giró en mi dirección, me regaló una sincera sonrisa de ojos cerrados, mientras sus manos reposaban arriba de su delantal.—Si necesitas algo, no dudes en llamarme, querida —mencionó.—¿Puedes responderme algunas preguntas? Es que ese Jax no sabe hacerlo —bufé, con la mano en la cintura.—Por supuesto, estoy abierta a lo que desees saber, aunque no prometo saberlo todo —respondió, haciendo una reverencia.—No hace falta que seas formal conmigo... Es un poco extraño porque eres mayor que yo ¿No? —comenté.—¿Acaso me veo vieja? Qu
La alarma de mi celular no sonó a tiempo y estaba como loca preparando la bañera para tomar un baño antes de irme. Jax quedó en esperarme para que me fuera con él al edificio donde quedaba su oficina principal.Eran las siete y media de la mañana, yo no había ni desayunado. Me miré en el espejo del baño y mi cabello estaba hecho un desastre, también tenía un poco de baba en mi mejilla.Solté una larga bocanada de aire porque me hice la importante la noche anterior hablando con Jax, diciéndole que no se preocupara porque haría excelente mi trabajo.Iba a llegar tarde.Hasta él iba a llegar tarde por mi culpa.Tomé el baño más rápido de mi vida, de inmediato me coloqué el uniforme que el hombre me había preparado. Era lo único que había en el armario... Miré las prendas con algo de desconfianza.Me las coloqué sin dudar más, luego procedí a volver a verme en el espejo para comprobar que no estuviera mostrando mucho. Consistía en una falda de tubo, pero mucho más corta que las que usaba
Ya habíamos llegado a la que era su oficina. El ambiente era moderno, había un escritorio de vidrio con dos sillas negras de cuero, una que sería la de él, y otra para la persona que se reuniera. En una esquina también tenía un sofá largo, donde cabían como cuatro personas, al lado de este se ubicaba una estantería con muchos libros. Y por supuesto, no podían faltar las plantas que adornaban cada rincón del lugar. Por no olvidar la computadora que estaba encima del escritorio. —Tu primera tarea será prepararnos café —indicó, quitándose el saco que cargaba encima. Dejó a la vista la camisa mangas largas blanca que tenía debajo de ese traje negro. También aprovechó de quitarse el apretón a la corbata, yo lo miraba hipnotizada porque el musculo de sus brazos se resaltaba más. —Por supuesto... Pero él pareció darse cuenta de que lo estaba mirando. Me regaló una sonrisa de lado, llena de orgullo y diversión. —¿Te gusta lo que ves, Oriana? Porque puedo quitarme la camisa mientras traba
—Jax, ya puedes soltarme —pedí, casi en un susurro por el roce entre nuestras narices.Pero mi voz en vez de salir demandante, salió casi nula y deseosa de ir más allá. Él formó una curva en sus labios, de forma victoriosa porque sabía las emociones que me estaba haciendo sentir.Si mis manos empezaron a temblar de repente por los nervios de tener a un hombre como él a centímetros de mi rostro. Por más que intentaba negar aquel hecho y retomar la compostura de siempre, no lo lograba. Su atractivo era más fuerte que mi voluntad, estaba por dejarme llevar ante los impulsos y la tentación que me generaba el contacto de nuestros cuerpos pegados.—Veo que no te puedes resistir ante mí, pequeña, tu voz sale casi en un hilo —susurró, en un tono sexy que me heló la sangre.—Jax... Detente.Intenté empujarlo en vano porque mis manos perdieron fuerza al sentir el choque eléctrico que me causó su respiración cerca de mi boca.—¿Estás segura que quieres que me detenga? Porque tu cuerpo y ojos me
Rodé los ojos porque era típico que Jax sacara una frase para ligar en la mayoría de conversaciones que intercambiaba conmigo. Me sorprendió la velocidad con la que la mesera trajo nuestro pedido, no pasaron más de cinco minutos y ya estaba de nuevo frente a nosotros. Tenía su linda sonrisa y la bandeja en ambas manos. Con suma delicadeza colocó cada plato en el extremo correcto de la mesa, uno para Jax, uno para mí. Sin olvidar las tazas de café que pedimos. —Muchas gracias —habló el pelinegro, mirándola con una sonrisa que me hizo chocar los dientes. —A su orden, señor. Que disfruten la comida —Hizo una reverencia antes de marcharse. —¿No que yo era la mujer más hermosa de tu mundo? Porque veo que le sonreíste de la misma forma que lo haces conmigo —mascullé, arqueando una ceja de manera desafiante para provocarlo. Tenía que admitir que así como a Jax le gustaba joderme la paciencia, yo también adoraba molestarlo con mis quejas y mi habladera, porque estaba segura que se cansaba
—Pablo, ¿me puedes recordar cuáles fueron mis indicaciones para ti? —inquirió, fulminando al castaño con la mirada.Pablo llevó una mano a su pecho para apretujarlo, se notaba que le tenía un poco de miedo a Jax, o simplemente no quería ser despedido por un pequeño error. Ya que me comentó que no llevaba mucho tiempo en la empresa.Obvio yo no me planeaba quedar callada si era por ayudarlo, después de todo fui la culpable de que rompiera las reglas que le impuso Jax, y Pablo era un buen hombre que se preocupaba por su trabajo.Todavía no lo conocía del todo, pero su simple carisma me decía que necesitaba el empleo.—Eh, jefe... Verá... —El pobre estaba jugando con sus dedos, sin mirar al pelinegro a los ojos.—Yo me ofrecí en ayudarlo, Pablo se empezó a sentir mal y con mareos, no es bueno trabajar en mal estado porque lo único que conseguiría sería un trabajo cutre. ¿No cree, jefe? —intervine, mintiendo en gran parte, por supuesto.Pero mi intención era ayudar a Pablo, quien estaba t