La lluvia caía sin piedad, golpeando los cristales con fuerza, como si el cielo mismo estuviera enfadado con nosotros. Las nubes cubrían la luna, sumiendo la noche en una oscuridad casi palpable. Aquí, en este refugio temporal, yo me sentía atrapada entre dos mundos: el que conocía y el que Kian representaba. Un mundo donde el peligro acechaba cada esquina, donde la atracción que sentíamos el uno por el otro era tanto un salvavidas como una condena. Y ahora, con la manada rival acechando y con cada día que pasaba haciéndose más tenso, estaba claro que no había forma de escapar.
Kian estaba sentado frente a mí, su rostro marcado por la fatiga y el conflicto interno. La lucha dentro de él, la lucha que compartíamos, era cada vez más evidente. Mientras la manada rival se acercaba, la conex
Las semanas pasaron, y con ellas, un cansancio que se iba acumulando en mi cuerpo. Sentía la necesidad de entrenar más duro, de estar lista para cualquier cosa que pudiera venir, aunque no tenía ni idea de lo que eso significaba. La amenaza de la manada rival nunca desaparecía, y ahora, también sentía la presión de mi relación con Kian, un peso que no podía ignorar. Si bien nuestros momentos juntos me daban consuelo, también me llenaban de miedo, una sensación constante que no podía sacudirme. Me encontraba atrapada entre el deseo de estar con él y el temor de lo que eso podría significar para mí.Estaba en el gimnasio, golpeando el saco de entrenamiento con furia, mi respiración acelerada y el sudor cayendo por mi cuello. Quería sentir que tenía el control, que pod
El silencio en la cabaña era sofocante. Afuera, el viento agitaba las ramas de los árboles, como si la naturaleza misma reflejara el torbellino de emociones que había dentro de mí. Kian estaba sentado al borde de la cama, los codos apoyados en las rodillas y las manos entrelazadas. Su mirada permanecía fija en el suelo, pero podía sentir la tensión en su cuerpo.Yo también lo sentía. Desde el último ataque de la manada rival, el miedo se había arraigado en mi pecho. Pero no era solo el temor por mi seguridad. Era el miedo a perderlo. A perder esta conexión que, por mucho que intentara negar, se había convertido en parte de mí.—Emma —su voz rasgó el silencio, baja y quebrada—. No puedo seguir así.
La brisa nocturna acariciaba mi rostro mientras caminaba hacia mi casa. El aire fresco del otoño se filtraba entre las hojas caídas, que crujían suavemente bajo mis botas. La luna llena brillaba intensamente sobre el pueblo, iluminando las calles vacías. Era una de esas noches en las que todo parecía estar en su lugar, todo tranquilo, todo como siempre. Pero, por supuesto, las cosas nunca permanecen tranquilas por mucho tiempo en mi vida.El sonido de los árboles moviéndose me hizo detenerme en seco. Al principio, pensé que era el viento, pero luego algo en la atmósfera me hizo sentir incómoda. La sensación era extraña, como si algo estuviera observándome. Me giré lentamente, mi corazón empezando a latir más rápido. La última vez que sentí algo similar fue cuando era niña, corriendo por el bosque y sabiendo que algo o alguien me seguía.Un ruido rompió el silencio de la noche, una rama que crujía a lo lejos, justo dentro de la franja oscura del bosque. No era normal, y no pude evitar
El pueblo nunca cambiaba. Era lo mismo todos los días: las mismas calles estrechas, las mismas caras amables, los mismos rumores que flotaban como niebla en el aire. Pero algo en mí había cambiado desde aquella noche. Algo que ni siquiera yo entendía. Los murmullos sobre Kian y su manada me perseguían, como fantasmas que no podía espantar, y la curiosidad, esa mezcla peligrosa de miedo y fascinación, me mantenía despierta en la oscuridad.Estaba convencida de que había algo más en Kian, algo que lo hacía diferente de todo lo que conocía. Las leyendas sobre los hombres lobo rondaban el pueblo, pero siempre las había tomado como simples cuentos. Historias para asustar a los niños o para hacer que las viejas se sintieran más importantes con sus susurros y miradas cómplices. Pero Kian... Kian no parecía parte de esas historias. Él era real. Y lo que sentía por él era real, incluso si me aterraba.Hoy era un día común. La tarde se deslizaba lentamente hacia la noche, y yo caminaba por el m
Me senté junto a la ventana, la carta todavía sobre la mesa, arrugada, como si pudiera deshacerse de la verdad que me había revelado. ¿Quién había escrito eso? ¿Quién sabía sobre mi encuentro con Kian? El miedo no se había ido, pero ahora se sentía más como un compañero persistente, un susurro en mi mente cada vez que pensaba en él. Me preguntaba si la advertencia era real o simplemente un intento de mantenerme alejada. Porque, a pesar de todo lo que había escuchado, a pesar de las leyendas, algo en mí seguía deseando verlo, seguirlo. Algo más profundo, más primitivo que el miedo.La luz de la tarde se filtraba suavemente a través de la ventana, pero mi mente seguía llena de sombras. Me levanté, dispuesta a distraerme, pero mi cuerpo no me respondía como yo esperaba. Todo parecía en cámara lenta. Mis pasos, mis respiraciones, mi corazón… todo era más intenso, como si un imán invisible me estuviera arrastrando hacia algo que no quería, pero deseaba con una fuerza inexplicable.Tomé un
El aire caliente de la fiesta me envolvía como una manta, opresiva y pegajosa. El bullicio de la gente me rodeaba, risas y conversaciones se entrelazaban en una cacofonía que se me hacía insoportable. Sin embargo, lo peor no era el ruido ni el calor. Era él. Kian. Estaba allí, a unos pocos metros de mí, su figura imponente casi como una sombra que oscurecía todo a su alrededor. Mi corazón latía en desorden, y mis pensamientos eran un caos. La advertencia de Kian seguía retumbando en mi mente: "Lo que sientes no es amor. Es instinto".El instinto...Me moría de curiosidad por saber qué significaba eso. ¿Era cierto? ¿Era tan sencillo? Porque si todo se reducía a una simple necesidad instintiva, ¿por qué mi cuerpo reaccionab
Era un viernes por la tarde, pero mi mente no sabía qué día era. El aire estaba pesado, como si el universo hubiera decidido suspender el tiempo, como si los minutos se alargaran indefinidamente y me dejaran atrapada en una telaraña de pensamientos. No podía dejar de pensar en él. Kian. El hombre que había desbaratado mi mundo y lo había reordenado de una manera que ni siquiera entendía.Mi vida diaria parecía tan distante en comparación con lo que había experimentado. Mi trabajo, mis amigos, incluso la calma habitual de mi casa ya no me daban la misma paz. Había algo dentro de mí, una necesidad que no podía acallar, y todo apuntaba hacia él. Lo deseaba de una manera salvaje, irracional, peligrosa. Y al mismo tiempo, algo dentro de mí me gritaba que no debía acercar
No puedo dejar de pensar en lo que Kian dijo. Cada palabra retumba en mi mente como un eco persistente, recordándome que hay cosas que no puedo comprender y que, al parecer, no debo intentar comprender. "Si me tocas, no habrá vuelta atrás."La advertencia es clara, y aunque trato de no dejar que su amenaza me consuma, no puedo evitarlo. Los días han pasado, pero la sensación de su presencia sigue en el aire, como un perfume embriagador que no desaparece, no importa cuánto lo intente. Me encuentro atrapada entre el deseo que me consume y el miedo a las consecuencias.¿Qué haría si me entregara? ¿Qué haría si cediera al deseo que sigue acechando mi cuerpo? Estoy parada en el borde de un precipicio, con un solo paso que podría cambiar mi vida para siem