La conversación con Kian de la noche anterior había quedado grabada en mi mente como una cicatriz recién formada. No podía dejar de pensar en lo que me había dicho, en su mirada, en la forma en que sus palabras, llenas de dolor y desesperación, me habían golpeado con la fuerza de un rayo. Pero, por más que intentara ignorarlo, algo dentro de mí seguía ardiendo. Y ese algo, innegable y peligroso, se llamaba Kian.
Nunca pensé que me vería atrapada de esta manera. Yo, una simple humana, cautiva de un hombre tan… oscuro, tan salvaje. Él tenía un poder sobre mí que no podía controlar, y lo peor de todo es que no quería controlarlo. Me dolía, sí, el hecho de saber que la verdad podría destruirnos a ambos, pero mis sentimientos por él seguí
El peso de lo prohibido comenzaba a apoderarse de mí. Cada vez que me acercaba a Kian, el mundo alrededor de nosotros parecía desvanecerse. Un velo de peligro lo envolvía todo, como si nuestras emociones pudieran desencadenar una explosión que destruiría todo lo que conocía. Las palabras de Kian aún retumbaban en mi mente: "Lo sabrás cuando ya no puedas escapar de mí." Era imposible ignorarlo, el deseo se estaba haciendo más fuerte, pero el miedo también. Mi corazón latía acelerado, y no sabía si lo que sentía era algo que podía controlar.Los entrenamientos comenzaron al día siguiente. Aunque mi intención inicial había sido mantenerme alejada de todo esto, algo dentro de mí se rebelaba. El deseo de aprender, de
La noche estaba oscura, mucho m&aa
El aire estaba cargado de tensión, más denso que nunca. Las sombras de la noche se alargaban mientras caminábamos en silencio por el borde del campamento, nuestros pasos resonando en la tierra húmeda. Kian iba al frente, como siempre, con esa postura desafiante, casi arrogante, como si el mundo entero pudiera arrodillarse ante él. Yo lo observaba, sin poder evitarlo, incapaz de apartar los ojos de la figura imponente que representaba. Sin embargo, esa misma presencia que siempre había encontrado tan cautivadora, hoy me parecía lejana. El espacio entre nosotros parecía infinitamente grande.La verdad se estaba colando en mis pensamientos como una serpiente, retorciéndose y apretando mi pecho, recordándome que estábamos caminando hacia un abismo. Los peligros a los que él estaba atado, las oscuridades que arrastraba a su paso, estaban comenzando a consumir todo lo que habíamos construido.
Mi corazón todavía latía acelerado, la sensación de su beso grabada en mis labios, el ardor de sus palabras resonando en mi mente. "Te amo, Emma." No podía dejar de repetirlas en mi cabeza. Pero cada vez que las decía, una oleada de duda me golpeaba más fuerte. ¿Cómo podía ser esto real? ¿Cómo podía haber tanta pasión, tanto deseo, y aún así seguir sintiéndome tan perdida?El viento frío de la madrugada me despertó de mis pensamientos. El pueblo estaba en silencio, el cielo oscuro, una mezcla de estrellas difusas que apenas iluminaban la tierra. Pero bajo esa aparente calma, algo se cernía sobre nosotros. Algo peligroso. La manada rival estaba cerca, y todo lo que habíamos vivido hasta ahora parecía una frágil burbuja a punto de estallar.Miré hacia el bosque, donde Kian se encontraba. Lo veía com
La brisa nocturna acariciaba mi rostro mientras caminaba hacia mi casa. El aire fresco del otoño se filtraba entre las hojas caídas, que crujían suavemente bajo mis botas. La luna llena brillaba intensamente sobre el pueblo, iluminando las calles vacías. Era una de esas noches en las que todo parecía estar en su lugar, todo tranquilo, todo como siempre. Pero, por supuesto, las cosas nunca permanecen tranquilas por mucho tiempo en mi vida.El sonido de los árboles moviéndose me hizo detenerme en seco. Al principio, pensé que era el viento, pero luego algo en la atmósfera me hizo sentir incómoda. La sensación era extraña, como si algo estuviera observándome. Me giré lentamente, mi corazón empezando a latir más rápido. La última vez que sentí algo similar fue cuando era niña, corriendo por el bosque y sabiendo que algo o alguien me seguía.Un ruido rompió el silencio de la noche, una rama que crujía a lo lejos, justo dentro de la franja oscura del bosque. No era normal, y no pude evitar
El pueblo nunca cambiaba. Era lo mismo todos los días: las mismas calles estrechas, las mismas caras amables, los mismos rumores que flotaban como niebla en el aire. Pero algo en mí había cambiado desde aquella noche. Algo que ni siquiera yo entendía. Los murmullos sobre Kian y su manada me perseguían, como fantasmas que no podía espantar, y la curiosidad, esa mezcla peligrosa de miedo y fascinación, me mantenía despierta en la oscuridad.Estaba convencida de que había algo más en Kian, algo que lo hacía diferente de todo lo que conocía. Las leyendas sobre los hombres lobo rondaban el pueblo, pero siempre las había tomado como simples cuentos. Historias para asustar a los niños o para hacer que las viejas se sintieran más importantes con sus susurros y miradas cómplices. Pero Kian... Kian no parecía parte de esas historias. Él era real. Y lo que sentía por él era real, incluso si me aterraba.Hoy era un día común. La tarde se deslizaba lentamente hacia la noche, y yo caminaba por el m
Me senté junto a la ventana, la carta todavía sobre la mesa, arrugada, como si pudiera deshacerse de la verdad que me había revelado. ¿Quién había escrito eso? ¿Quién sabía sobre mi encuentro con Kian? El miedo no se había ido, pero ahora se sentía más como un compañero persistente, un susurro en mi mente cada vez que pensaba en él. Me preguntaba si la advertencia era real o simplemente un intento de mantenerme alejada. Porque, a pesar de todo lo que había escuchado, a pesar de las leyendas, algo en mí seguía deseando verlo, seguirlo. Algo más profundo, más primitivo que el miedo.La luz de la tarde se filtraba suavemente a través de la ventana, pero mi mente seguía llena de sombras. Me levanté, dispuesta a distraerme, pero mi cuerpo no me respondía como yo esperaba. Todo parecía en cámara lenta. Mis pasos, mis respiraciones, mi corazón… todo era más intenso, como si un imán invisible me estuviera arrastrando hacia algo que no quería, pero deseaba con una fuerza inexplicable.Tomé un
El aire caliente de la fiesta me envolvía como una manta, opresiva y pegajosa. El bullicio de la gente me rodeaba, risas y conversaciones se entrelazaban en una cacofonía que se me hacía insoportable. Sin embargo, lo peor no era el ruido ni el calor. Era él. Kian. Estaba allí, a unos pocos metros de mí, su figura imponente casi como una sombra que oscurecía todo a su alrededor. Mi corazón latía en desorden, y mis pensamientos eran un caos. La advertencia de Kian seguía retumbando en mi mente: "Lo que sientes no es amor. Es instinto".El instinto...Me moría de curiosidad por saber qué significaba eso. ¿Era cierto? ¿Era tan sencillo? Porque si todo se reducía a una simple necesidad instintiva, ¿por qué mi cuerpo reaccionab