CAPÍTULO 30 ¿TE GUSTAN LOS DURAZNOS?

Aidoneo me miraba fijamente, delineando mi rostro con sus pulgares, sin perderse cada uno de mis detalles.

—Has cambiado —sonrió lastimado.

Me costaba respirar.

—Solo bésame por favor —supliqué.

Soltó una risita lastimera y se acercó lo suficiente, midiendo la proximidad de sus labios, cuando sucedió, me perdí en el más sublime momento, cuatro años no bastaban para borrar la memoria de sus labios en los míos.

Cuatro años de sufrimiento fueron borrados cuando Aidoneo me sostuvo en sus brazos, cuando mi cabeza daba vueltas con su aroma envolviéndome y sus besos suaves, arrulladores, concienzudos, encerrándonos en una burbuja, donde de nuevo solo éramos los dos, no era la pasión arrasadora de antes, solo era la pasión del nuevo encuentro de dos almas lastimadas que esperaban el momento de recibirse en los brazos del otro. De alguna manera era diferente, estaba probando la libertad, en todo su esplendor, una libertad ahora mutua.

Después, al separarnos, dejamos nuestras frentes unidas, to
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