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CAPÍTULO 6 DUELOS

Estoy enfurruñada en el asiento trasero del auto, de alguna manera el clima combina con mi estado de ánimo, hay lluvia intensa ¿qué clase de loco tirano hace que asistas a clases a las siete de la mañana a medio verano?

El transcurso de la casa al colegio es muy corto, solo han pasado diez minutos y Charly se detiene en una amplia rejilla que va hacia un sendero.

—¿Nerviosa? —preguntó el bastardo junto a mí, debíamos venir juntos a la escuela, lo tenía pegado como una garrapata desde que tomamos el almuerzo.

—Diría que ansiosa.

—¿Ansiosa?

—Quiero irme de aquí.

En cuanto pronuncié aquellas palabras una edificación antigua de piedra apareció en mi visión, un escalofrío me recorrió la espalda.

—Te ves linda—dijo con la mirada clavada en un libro en su regazo.

Solté un bufido, me veía ridícula, como un tonto pingüino gris, como una nube gris, como un estúpido rinoceronte religioso.

—¿Te pagaron para decir eso?

Me observó suspicaz, con una repentina mirada oscura, despacio, deslizó una de sus manos por la línea de mi media.

—Hubiese traído un lujoso auto y no venido contigo.

—Idiota.

Erick me abrió la puerta, tenía extendido una sombrilla en una mano y mi mochila en la otra. Estábamos justo frente a la puerta de aquella tortura.

—Estaré esperándola aquí a la hora de la salida, señorita.

Observé a los chicos que entraban y comenzaban a aglomerarse en la entrada, hice un mohín, muchos curiosos, me pregunto ¿qué clase de chismes rondarán sobre mí? aunque estaba segura de que pronto lo descubriría.

—¿Podrías traer un poco de cianuro?

Erik soltó una risita por lo bajo.

—Estaré aquí.

Tomé mi mochila, Charly subió conmigo las escaleras mientras algunos chicos corrían hacia dentro cubriéndose de la lluvia, varios de ellos pasaron cerca de nosotros, lanzándose miradas.

—Mejor una lanza llamas.

—Todos adentro —dijo el bastardo con voz autoritaria—usted también, ¿quiere llegar tarde a su primer día de clases?

Fruncí el ceño.

—Ni si quiera pienso entrar.

—¡Ah! Estas aquí —exclamó una voz femenina demasiado chillona.

Una mujer elegante bajaba de las enormes escaleras antiguas, la identifique.

—¡Tía Sophi! —grite, mientras corría hasta ella.

Hacía años que no veía a la tía Sophi, era la hermana menor de mi padre, compartía de ella el mismo espíritu rebelde, la última vez que la vi tenía diez años y fue en una de las fiestas de mis abuelos en París, ella había tenido una acalorada discusión con la abuela y huyó de casa, al parecer con el tiempo se han reconciliado.

—Que gusto volver a verte, no sabes cuánto te extrañé.

—Pe…pero ¿qué haces aquí?

La tía miró sobre mi hombro.

—La joven Chevallier llegará tarde a su clase —interrumpió el bastardo con voz irritante.

—Señor Rossetti, siempre es un gusto verlo de nuevo —la voz de la tía Sophi se volvió diferente, insinuante —la clase deberá esperar, tiene un recorrido que hacer.

La tía Sophi se volvió melosa, casi como una tonta adolescente.

—Que tenga un buen día, directora Chevallier.

El bastardo no se inmutó con las atenciones de mi tía, subió las escaleras y se perdió entre los pasillos.

—¿Directora?

—Ven, discutiremos esto en mi oficina, alguien quiere verte.

En el camino hacia la oficina, mi tía parloteó sobre lo impresionante que era el profesor Rossetti, no quise interrumpirá, era extraño escuchar lo maravilloso que era en boca de mi tía, quizá ella estaría ¿enamorada de él?

Algo en mi estómago no sentó bien, de alguna manera me sentí molesta, incluso abrumada por eso.

Después de despotricar las maravillas del profesor, me contó la historia de cómo llegó hasta ahí, había estudiado algo sobre dirección educativa, al parecer eso le gustaba, en cuanto escucho que mis abuelos ayudarían a Santa Catalina no dudo en venir y cambiar radicalmente todo.

El día de hoy comenzó con buenas sorpresas, el abuelo estaba en la oficina, tal como lo había prometido, ambos me dieron un recorrido por toda la escuela, mostrándome todas las áreas a las que querían que participará, aunque la mayoría de los alumnos no se me acercaban porque estaba acompañada por dos personas importantes, hubo algunos que si se acercaron solo para fisgonear.

El primer encuentro fue en la piscina, la tía Sophi me presentó con la instructora, quien me pidió una demostración, no tuve más remedio que hacerlo. Entré a vestidores y me puse la pieza de traje con sumo cuidado guardé mi cabello en un gorrito, por supuesto era una pequeña presentación de nado y era llegar a los diez metros.

Después de eso y de pasar el estúpido proceso de vestimenta, me llevaron a gimnasia, de nuevo me cambié para una demostración, continuamos con actividades dentro de la escuela, ya que seguía lloviendo.

Hubo una chica en gimnasia que se acercó valientemente.

—Eres una de los Chevallier—no fue una pregunta.

Era una chica menuda y pelirroja, con grandes ojos azules y unas divertidas pecas en la nariz y pómulos.

—¿Es muy obvio?

Hizo flexiones.

—Si—estiró los brazos —es poco común que haya personas con los ojos color ámbar y de pronto están tres en el colegio—se encogió de hombros —puedo advertir que tienen el mismo carácter.

—Eres muy observadora.

—Kimmy Trovy, solo dime Kim—sonrió ampliamente.

Kim demostró ser muy buena en gimnasia y sus movimientos con el aro eran increíbles.

Después de recorrer otras áreas, ajedrez, incluso pasamos a la sala de esgrima, donde identifique a la menuda Kim, quien se acercó a mí con pasos saltarines.

—Creo que es nuestro destino coincidir.

—Ya lo creo que sí.

—¿Por qué no vas a cambiarte, cheré? —Sugirió mi tía Sophi.

Resoplando, ya estaba resignada, me fui a cambiar para ponerme el traje blanco ajustado, salí con la careta entre las manos.

Pude observar que el bastardo se había reunido con mi abuelo y mi tía, quien no dejaba de tirar la baba.

—Te queda muy bien el traje—apuntó Kim cuando me reuní con ella.

—Gracias, soy Phoebe, por cierto.

El choque de las espadas me hizo prestar atención en el duelo que se estaba llevando a cabo, eran dos hombres se veía por la evidente altura, tenían destreza al chocar las espadas, hasta que uno le apuntó al pecho del otro y el instructor terminó el duelo. Los chicos retiraron sus caretas.

El vencedor se regodeó en su triunfó, se dio la vuelta para quedar frente a nosotras, sus ojos sostuvieron los míos.

Escuche el profundo suspiro de Kim.

—¿No es espectacular?

—¿Quién es?

—Se llama Gabriel Faurier y es súper guapo.

Tenía razón, un chico rubio de ojos castaños, parecía recién salido de una de las revistas a las que solía leer, como un chico surfista, tenía una sonrisa torcida, y los cabellos en punta, su mirada era somnolienta y encantadora.

El chico Gabriel se percató de que lo observábamos y sonrió hacia nuestra dirección, contuve el aliento, era muy guapo.

—Clase—anunció el instructor—tenemos una cara nueva, por favor denle la bienvenida a la señorita…

—Phoebe Chevallier—contesté a regañadientes.

Era la primera persona que me hacía presentarme ante todos, uno más para odiar a la lista.

—¿Tiene experiencia en la esgrima?

—Si

—¿Estaría lista para un duelo?

Suspiré.

—Ya que.

—Bien—se giró para con las chicas, sopesado—eh, señorita Langlois, venga por favor.

Una chica rubia y extravagante se adelantó para con el profesor, con ese aire de arrogancia e intento de complacer a sus superiores.

—¿Si?

—Tendrá un duelo de prueba con la señorita Chevallier—me señaló—venga por aquí por favor.

—No seré nada suave.

Tomo de un estante un florete y lo miró, sonrió con malicia, al fin alguien con quien desquitarse.

Tomé también un florete.

—No pedí que lo hicieras.

Le devolví la sonrisa.

El instructor nos condujo en medio, nos colocamos las caretas y él mismo se encargó de ajustarlas, al igual que los guantes.

Hizo comienzo del duelo, ella arremetió salvajemente una estocada hacia la careta, que desvíe con destreza, practiqué mucho tiempo con mis hermanos que jugaban sucio, que creía que no sabría sus intenciones, dejé que mostrará sus trucos, los chicos comenzaban a animarla vitoriano su nombre, como si fuese una guerrera superior y así se sentía.

Esperé un poco más hasta que decidí que era demasiado, le arremetí dos estocadas que la hicieron echar hacia atrás, ataqué sus flancos y la hice tropezar.

—Touché.

Escuché los cambios de vítores hacia mí.

Ella gruñó y se quitó la careta, se levantó y se fue

—Muy bien señorita Chevallier, ¿estará en el equipo?

Me quité la careta y la sostuve.

—No lo creo—di media vuelta para dirigirme a los vestidores.

—Me inclino por la soberbia—el bastardo apareció en mi visión, justo antes de entrar al pasillo de los vestidores.

—Qué hilarante ¿dejó de ser un idiota?

Frunció el ceño y antes de contestar escuche unos pasos trotando.

El chico Gabriel apareció ante nosotros.

—Profesor Rossetti —dijo, tenía una voz cantaría

—¿Qué hace aquí?

—Solo quería felicitar a Phoebe—se dirigió hacia mí con esa ancha sonrisa, era más guapo y simpático de cerca—impresionante, lo hiciste increíble

—Gracias—contesté devolviendo la sonrisa, jugué un poco con mi cabello.

—¿Te quedarás en esgrima?

—No lo creo.

—Tienen clases—gruñó el bastardo—muévanse.

—Te veré en clases después, Phoebe.

—Te veré después—sonreí, él se perdió por el pasillo.

Hice ademán de entrar al vestidor.

—¿De nuevo estás jugando?

—No sé de qué habla.

—Deja al pobre chico.

—Me gusta.

—No puede gustarte.

—Yo decido quien puede gustarme.

—¿También vas a besarlo?

—¿Qué?

—Lo que dije.

Me encogí de hombros.

—Tal vez, es guapo.

Me lanzo una mirada asesina.

—No puedes hacerlo.

—¿Me está retando?

Frunció el ceño y su rostro adquirió un color escarlata, no dijo nada más, se fue.

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NOTA DEL AUTOR: 

¿Celos, profesor? 

Estaré subiendo un capítulo diario, así que no se desesperen, tengo capítulos para todo el mes. 

No tengan miedo de dejar sus comentarios, al contrario, me facina leerlos, me alientan a continuar escribiendo. 

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