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CAPITULO 5 CONDICIÓN DE EXÁMENES

He pensado que lo sucedido fue un sueño, un sueño aterrador, extraño y algo real.

Nadie dijo nada al día siguiente, todo fue completamente normal, así que he pensado que tengo razón y me convencí de que así fue, un sueño. Al verlo he comenzado a avergonzarme de mi, ¿la pubertad toco a mi puerta muy tarde? No entiendo la horda de hormonas que me han llegado, tengo mucho calor cuando estoy cerca de él, el pecho me palpita cuando me observa.

Tal vez sea la presión de todo esto, por tal motivo no tengo energía para pelear con alguien, el fin de semana como el sábado por la mañana solo estuvimos en clase hasta el mediodía y me dejo en paz el resto del fin, solo lo vi entre las comidas.

Me escondí de él todo el tiempo, jugué un poco con Percy, Roy y Chantal, una pequeña yegua blanca con manchas café. Después fui con Oscar y Cecil al campo de lavanda, aprendí a cortar las flores y el proceso de guardado, por tal motivo demoramos el resto del sábado.

Para el domingo salí desde temprano de la casa y me escabullí a la piscina con mi bonito bikini verde, un colchón de aire rosa transparente, un par de revistas y mis hermosos lentes de corazón rosados. Me prepare con paletas, gomas de mascar, macarrones de fresa, chocolate blanco y oscuro.

Me tumbé en el colchón flotando sobre el agua, salir a esta hora de la mañana era refrescante, no me daba sueño

—Así que no puedo decir nada sobre tus revistas, pero si puedes decir que mi libro es estúpido.

Hay no, mi mañana era demasiado relajante.

—¿Qué tiene, ocho años? supérelo —cambié de página.

—Veintidós.

—¿Hum?

—Tengo veintidós 

—Que bien —seguí con mi lectura, esperando que se marchara.

Entonces escuché el agua y mi colchón se agitó hasta la orilla.

—¡Hey!

Ignoré por completo al tipo, cambie de página a mi revista, eran los nuevos artículos de moda, me gustaban algunos, como unos lentes en forma de nube que les colgaban pendientes de lluvia, también unos lentes negros en forma de ovalo, muy 70s

Anotado en mi lista de compras, cambie de página y había lindos zapados escolares, amé unos Sadie Oxford, oh si, le pediría a Charly que los comprara enseguida.

Si iba a ir a esa estúpida escuela, sería con mis normas.

—Demasiado materialista —masculló el bastardo apareciendo a un lado de mi

—¡Ah!

Mi corazón quería salirse de mi pecho, este bastardo me había pegado un tremendo susto.

—¿Qué diablos le sucede? —chillé.

Él soltó una risilla.

—Eres demasiado materialista.

—Eso no le incumbe en lo absoluto —gotas de agua chorreaban por su cabello, ahora más oscuro de lo habitual.

Tome un macarrón de chocolate y me lo lleve a la boca.

—Y glotona.

—Basta, déjeme en paz.

—Ya son tres a la lista.

—¿De qué carajos habla?

—Pecados —se encogió de hombros intentando esconder una risita —, pereza, gula y avaricia, aunque podría sumarle soberbia. 

—Vaya —rodee los ojos —, es bastante impresionante —podría ayudarle con su tarea de atribuirme pecados, tengo bastante irá hacia usted y envidia por las personas que se mantengan lejos de usted.

—¿Qué hay de la lujuria? —inquirió.

—Tendría esa excepción —abrí mi revista hasta la página que había perdido —, aún no hay alguien que me tiente lo suficiente como para pensarlo.

—¿Eso es cierto? —ahora su voz de nuevo sonaba aterciopelada.

—Demasiado cierto, podría ser uno de los Backstreet Boys, o de otra boy band, aunque me sigo inclinando por Bon Jovi, es muy sexy.

—No —fue firme —, estoy seguro de que no te gusta ninguno de ellos.

—No sabe nada de mí.

—Se lo suficiente.

—De acuerdo, según su tonto juicio ¿Quién sería lo suficientemente sexy para tentarme?

—¿Qué hay de mí?

—¿Qué?

—¿Qué hay de mí?

Mis mejillas se tiñeron de rojo, las sentí picar.

—¿De... de qué habla?

—Me besaste ¿lo recuerdas?

Entonces, aquella pesadilla que había reprimido todo este tiempo, él lo trajo sin remordimiento. Pero intenté con todas mis fuerzas no sucumbir a su juego macabro.

—¿A caso alucina? Creo que le está afectando demasiado el campo, profesor.

—Así que es eso, entonces —habló aterciopelado —, eres un juego.

—No lo diría así.

—¿Entonces?

—Un mal chiste, del que debo olvidarse.

—Ya veo —sopesó un momento —, un chiste.

—Un mal chiste —recalqué, pasé de página.

—Yo no diría mal chiste, fue bastante delicioso.

¿Qué m****a?

Lo reté con la mirada, una sínica mirada de sus ojos esmeralda, quería ahogarlo aquí mismo.

—Que disfruté su fin de semana —cerré mi revista y me bajé de mi colchón.

Con un extraño movimiento caí al agua y mi pierna comenzó a doler, m****a, un calambre, me estaba dando un puto calambre ahora.

Comencé a descender, me estaba quedando sin aire y mi pierna me impedía moverme, no veía nada, todo estaba borroso.

Entonces sentí unas manos a mi alrededor y comencé a surgir al exterior, tomé una bocada de aire cuando pude.

—¡Ah! —jadeé —¡Mi pierna, mi pierna! —chisté.

El bastardo me llevó a la orilla y me deposito con cuidado, salió del agua con rapidez.

—¿Dónde?

—Aquí —chillé.

Me dolía, señale donde mi pantorrilla y él comenzó a sobarme, el dolor poco a poco fue disminuyendo

—¿Estas bien?

—Si —aunque el dolor había desparecido sentía un extraño cosquilleo y entumecimiento.

Intenté levantarme, pero no podía del todo.

—Te llevaré dentro.

Me tomo en brazos de nuevo, me percaté que, no llevaba puesto ninguna remera o camiseta, solo un diminuto traje azul, me recargó en su pecho húmedo, vi sus definidos músculos y no pude evitar sonrojarme de nuevo, entonces como un adolescente precoz mi cuerpo volvió a reaccionar ante él, un calor me abrazó por completo.

Me llevó hasta la sala y me deposito con cuidado en el sillón.

—¿Aun te duele?

—Un poco —hice un mohín.

—Llamaré a Blanche.

—Blanche no está —intenté acomodarme —, salió con Cecil a Aix, salieron desde temprano.

—¿Al mercado de Aix?

—Si —tiré de la almohada —, salen todos los domingos para surtir la despensa.

—¿Entonces no hay nadie?

Suspiré.

—No que yo sepa —estiré un poco las piernas, pero mi pantorrilla izquierda aun dolía, así que la encogí, estiré mis manos por sobre mi cabeza —, creo que me quedaré un buen rato así.

—Me parece...bien —lo vi moverse hacia mis pies —¿Por qué no me dejas masajear un poco más?

—Es una tregua —dije, levantando mis piernas para que se sentara en el sillón, en cuanto lo hizo, las bajé a su regazo.

Comenzó a masajear la zona, hice un par de muecas, si profundizaba me dolía más, apreté los dientes.

—¿Duele?

—Si

—¿Mucho? —sus dedos volvieron a profundizar y di un respingo, tanto que me incorporé.

—Sí, duele.

—Tienes un nudo, debo deshacerlo.

—Pero duele —protesté.

—No dolerá después —prometió.

Volvió a masajear y esta vez fue más cuidadoso, al punto que dejo de doler.

—Ya no duele.

—Te lo dije —sonrió un poco.

Con ese aspecto, una sonrisa sincera de hoyuelo y unos ojos risueños, ahora su cabello estaba húmedo y esparcido desordenado.

Era tremendamente sexy, no pude dejar de mirarlo, despacio, nos inclinamos, mis ojos ahora bajaron hasta su boca entre abierta, podía sentir su mirada fija en mí.

Me incliné un poco más hasta que sus labios rozaron de nuevo los míos, cerré los ojos dejándome llevar por esa sensación tan nueva, tan ardiente, había algo en el ambiente que me ponía nerviosa.

Entonces sus manos tomaron mi cintura desnuda, escalé hasta su regazo sentándome en él a horcajadas mientras ese inocente beso comenzaba a ponerse frenético, el aire mi faltaba, pero su aliento sabía delicioso, era una mezcla de café y menta, la cabeza comenzaba a darme vueltas, mis manos subieron hasta sus hombros y de ahí hasta su nuca, mis dedos buscaron su cabello húmedo enterrándose en él, no podía dejar de besarlo, aunque me obligara, mis mejillas picaban, incluso la punta de mis dedos picaban.

Él se separó de mí.

—No —dijo sofocado y aproveché a tomar bocadas de aire —, eres una niña.

—No lo soy —contesté, solo era un beso.

—Lo eres para mí —cerró los ojos con fuerza.

—¿Qué pasa?

—No podemos volver a hacer esto.

—No es para tanto —conteste rodeando los ojos —, solo es un beso.

—Precisamente por eso, solo es un beso.

—No estoy entendiendo.

—Porque eres una niña.

—Que no lo soy —protesté

—Lo entenderás cuando seas toda una mujer.

—Soy una mujer —hice un puchero.

Soltó un ligero suspiro. 

—Aun no.

—¿De qué hablas?—protesté, ¿a caso me estaba tomando el pelo?—, claro que lo soy.

—Tienes muchas cosas que aprender para serlo por completo.

—¿Cómo cuáles?

—Muchas cosas. 

Lo miré entre cerrando los ojos.

—Eres mi maestro enséñame—insistí. 

—Lo aprenderás a su tiempo...

—Quiero saberlo —insistí.

—No.

—Enséñame —reboté en sus piernas —, enséñame, enséñame, enséñame.

—Basta, basta —tiró de mis muñecas para detenerme.

—Enséñame —le hice los ojos de cachorro, los mismos de súplica —¿sí?

Tragó en seco.

—Con una condición —lo miré interrogante —, debes aprobar todos los exámenes del curso.

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