—Iré a ver a Roy —avisé.
Salí corriendo de la sala y subí a mi habitación para quitarme el uniforme.
Me enfundé en un short de mezclilla y una camiseta negra, me embroqué las botas de montar y salí de casa antes de que Blanche me pillara.
A lo lejos percibí que la lluvia estaba cerca.
En mi camino al establo encontré a Oscar, uno de los tantos trabajadores que se encargaban de los establos.
—Señorita ¿saldrá?
—Solo quiero correr unos minutos antes de la lluvia.
—No olvide ajustar las riendas.
Oscar me ayudó a ensillar a Roy, para después, subirme a él y comenzar a cabalgar hacia las colinas cercanas al arroyo.
—Roy, vamos a correr hacia los cultivos.
Dirigí a Roy tirando de las riendas, me acerqué más a su cuerpo, para evitar caídas, su pelo negro chocaba en mis brazos y el viento húmedo me hacía sentir calma.
Me dediqué a apreciar aquella maravilla, unos rayos de sol naranjas se filtraron entre las nubes proyectando colores en la verde pradera. Roy relinchó gustoso mientras cabalgamos colina abajo, las nubes grises cada vez se avecinaban hacia nosotros y nosotros a su encuentro. En el cielo se escuchó el retumbar y después a la lejanía el caer del aguacero en la tierra que no tardó mucho en llegar a nosotros.
La lluvia comenzó a empaparnos, cabalgamos entre ella un poco más, Roy jugó chapoteando entre los charcos de lodo, bailoteamos un poco entre la lluvia y después cabalgamos de regreso a la casa, ya estaba oscureciendo.
Al acercarme a casa, en el porche vi a una Blanche molesta junto con el condenado invasor grosero.
—¡Por dios Phoebe, te vas a enfermar! ¡Baja de ese caballo ahora!
Tiré de Roy para que se alzara sobre sus patas traseras y le sonreí a mi nana.
—No me pasará nada, nana.
—¡Oh, por dios niña, mira como estas!
Me recargue en Roy mientras daba de vueltas alrededor del porche.
—¡Phoebe Belle! ¡Baja de ahí ahora! —ahora si chilló mi nana molesta.
Solté un bufido.
—Está bien, NA-NA.
Oscar apareció corriendo, bajé de Roy a regaña dientes, estaba toda empapada, pero aun así no tenía frio, me sentía bastante bien. Le tendí las riendas a Oscar y este se echó a correr para guardar al caballo.
Blanche me esperaba furiosa con una manta.
—¿En qué estabas pensando al salir así? —me reprendió cuando estuve lo suficiente cerca.
Estiré los brazos hacia arriba y le sonreí.
—Solo quería salir, nana.
El invasor estaba en el umbral de la puerta, me escrutaba con la mirada, en realidad no sabía que pensar de él, sus facciones eran bastante neutrales.
Blanche hecho encima la manta que traía y me envolvió.
—Toma una ducha enseguida y bajas a cenar.
—No tengo hambre.
—A mí no me discutas, niña —reprendió, me dejó en la entrada y se fue a la cocina enfurruñada.
Solté una risita por lo bajo.
—¿Te gusta retar a todo mundo? ¿O es solo pobreza mental? —por fin habló el invasor.
Antes de entrar me quité las botas y las dejé en la entrada
—No reto a nadie —me quité la manta y la dejé a un lado —, y si tuviese un deje de pobreza mental, como dijo, me dedicaría a ser profesor.
Pasé a su lado, agitando mi cabello mojado para que lo salpicara.
—Te olvidaste del sostén —dijo en cuanto pasé a su lado.
Me detuve en seco, el vello de mi nuca se erizó y sentí que mis brazos hicieron lo mismo, me giré hacia él con una mueca de espanto, me encaró.
A decir verdad, era muy alto, él bajó la vista hacia mi pecho.
—Puedo ver tus pezones.
Abrí la boca con sorpresa, entonces, mis mejillas picaron con el atisbo de sonrojo y mis pezones reaccionaron erectos, me crucé de brazos enseguida.
—Us... usted... es... es un...
Cerré la boca molesta, me di la vuelta y eché a correr hacia mi habitación.
¿Qué le sucedía? ¿Cómo podía ser tan descarado?
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Anoche no bajé a cenar, Blanche pensó que había sido porque salí a la lluvia, así que me trajo un poco de leche tibia con canela.
No quería toparme a aquel tipo descarado, no pude dormir anoche por lo que había dicho, así que me levanté temprano.
Mi plan era el siguiente: insistirle a Blanche para ir a un día de campo en el arroyo.
Había salido el sol perfecto, después de una noche de tormenta, así que me coloqué un bikini amarillo, de tiras delgadas, una remera blanca con el logo de Bon Jovi y un short de mezclilla y unos converse. Me até el cabello en un par de trenzas.
Bajé a saltos las escaleras para escurrirme al comedor, asomé la cabeza y aún no había nadie, así que me metí a la cocina, donde Blanche y Cecil ya estaba apuradas con el desayuno.
—Veo que estas mejor —dijo Blanche percatándose de mi ánimo.
—¿Por qué no lo estaría?
Ella sonrió.
—Nana... ¿Qué te parece si después del almuerzo nos vamos de día de campo al arroyo?
Expresó sorpresa.
—Claro que si ¿me ayudarás con la canasta?
Cecil me sirvió mi desayuno, mi deliciosa avena con leche, miel y trozos de fresas, un vaso de zumo.
Mi abuelo apareció entonces.
—¿Te divertiste anoche? — Le sonreí con las mejillas llenas y asentí —. Oh, señor Rossetti, por favor pasé a desayunar.
El hombre apareció tras mi abuelo, portaba un suéter blanco y pantalones de chándal, fruncí el ceño en cuanto lo vi.
Ciertamente ayer se veía mayor, con aquel traje oscuro, ahora, parecía un joven universitario, recién levantado y sin lentes.
Levantó los ojos, pillándome al verlo, esbozó una pequeña sonrisa burlona, entonces me percaté de sus ojos, verdes como esmeraldas.
Trague mi avena, Blanche entró al comedor con la bandeja de comida.
—Buenos días, señor Chevallier, señor Rossetti.
Deposito las tazas de café frente a los hombres y sus platillos de huevos con bacón.
—Gracias Blanche, pero llámame Dony—le sonrió amable el invasor.
¿Dony? ¿Se quería hacer el gracioso?
Me enfurruñé, el invasor estaba frente a mí, mientras mi abuelo encabezaba la mesa, Cecil le trajo el periódico.
—¿Qué tal durmió, Rossetti? —mi abuelo pegó los ojos al periódico.
—Bastante cómodo —contestó dándole un sorbo a su café —. Anoche fue... bastante húmeda.
Detuve mi bocado y levanté los ojos, mis mejillas se sonrojaron, me estaba viendo fijamente.
Fruncí los labios ¿Qué le sucedía?
Ambos, se enzarzaron en una conversación en la cual no preste atención, Muriel entró poco después para llevarse mis platos, tome un panecillo de la mesa y me levanté.
—Me voy, abuelo —le di un beso en la mejilla y me llevé un trozo de pan a la boca.
—Phoebe, recuerda que me ayudarás con la canasta.
—Si nana...
—¿Qué canasta? —preguntó mi abuelo.
—Phoebe quiere hacer un día de campo —dijo Blanche sonriente —¿No quieren acompañarnos?
M****a, no.
—Oh, me temo que yo no podría —contestó mi abuelo —, pero estoy seguro que Rossetti podrá ir en mi lugar, le hará bien conocer los alrededores.
M****a, m****a, m****a.
El invasor me miró con una chispa.
—Estaría encantado.
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—Así que todo esto es de los Chevallier—dijo el invasor.
Me había quitado la canasta en cuanto salimos de casa, Blanche se había puesto ropa cómoda cuando me dejó arreglando la canasta, estaba pensando sería mente en ponerle veneno para ratas a la comida del invasor.
—Si —contestó Blanche contenta —es la mejor de las tierras, demasiado bella.
—Lo es —contestó y hecho una mirada hacia mí.
Ush, odioso.
Me adelanté trotando, después eché a correr colina abajo y me tiré al pasto rodando cuesta abajo.
—Ven nana —grité.
Blanche y yo hacíamos lo mismo todas las veces que podíamos, aunque terminábamos un poco sucias.
Pero nana estaba enzarzada en la conversación con el invasor, ahora estaba invadiendo a mis personas. Maldito.
Corrí hasta las orillas de arroyo y antes de que aparecieran en mi campo de visión, me quité la ropa para quedar en el bikini, rodeé para comenzar a escalar la pequeña cascada.
—¡Ten cuidado! —gritó Blanche, eché la mirada hacia atrás.
Ya estaba poniendo el largo mantel, mientras que el invasor se quedaba petrificado viéndome, pervertido.
—Tendré cuidado —me erguí por completo y calculé preciso para caer justo en medio del agua.
Tomé impulso y salté como una bomba.
El agua estaba fría, pero refrescante, salí tapidamente para tomar aire.
—Nana ¿vendrás?
—No, mi niña, tomaré una siesta, pero el profesor te vigilará.
Ignoré a aquel tipo, ahora quería quitarme a mi nana.
Nadé un poco, buceé para tomar un par de rocas del fondo, como reto personal, busqué los pececillos cerca de la cascada.
Después de mucho tiempo sentí las palmas muy arrugadas como pasas y nadé hasta la orilla para salir.
Pude ver como el invasor no dejaba de mirarme, Blanche estaba vuelta hacia la orilla acurrucada, roncaba un poco.
Salí por completo, el agua me escurría por todos lados, tomé mi cabello y lo estrujé para quitar un poco de agua, el sol me pegaba en la cara.
Aun así, el invasor no dejaba de mirarme.
—¿Qué? —le gruñí al invasor.
—Veo que te faltó un poco de jabón
—¿Disculpe? ¿Qué insinúa?
Me agaché para tomar una toalla.
—Eres una niña —sentenció, aunque pensé que había sido más para él que para mí.
—¿Sigue leyendo ese estúpido libro? —señalé con la barbilla el libro que tenía en su regazo.
—Claro que no, es un...
—No me interesa —me quité la toalla y busqué mi remera, me la coloqué.
—Eres insolente.
—¿Lo ofendí? —dije sarcástica.
—Sigues siendo una niña insolente.
—Y usted un tonto
Su rostro se tornó rojo, molesto.
—Estoy harto de eso —me tomó por la muñeca y tiró de mi a su regazo con rapidez, me tubo boca abajo —, vas a recibir el castigo que mereces.
—¿Qué hace?
Entonces, sentí, su palma chocar contra mis nalgas, di un respingo, intentando con todas mis fuerzas zafarme de sus brazos, sentí otra palmada.
—Suéltame, idiota.
—No hasta que entiendas los buenos modales.
—Ya déjeme —gimotee, otra palmada.
—Debes contestar, si, profesor —palmeó ahora, más fuerte.
Apreté los labios no sedería ante eso, palmeo de nuevo, que hijo de perra. Removí mis piernas.
—Te escucho.
Palmada, una, dos, tres veces, ahora dio una muy fuerte.
Apreté los puños y los dientes.
—Sí, profesor.
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NOTA DEL AUTOR:
Oh, dios que castigo, profesor.
Lo odio, lo odio al infeliz.Tengo que pasar cinco horas encerrada en la biblioteca, afortunadamente mi abuelo está presente, no he podido tener a gusto mi explosión y arranques para gritarle la sarta de cosas que necesito gritarle, estúpido profesor de pacotilla— Identifica la métrica del siguiente poema “Al que trato de amor, hallo diamante y soy diamante, al que de amor me trata, triunfante quiero ver al que me mata y mato al que me quiera ver triunfante”— Endecasílabo—gruñí.— Según la poética de Aristóteles.— Lo épico es objetivo, describe historias fantásticas o reales de dioses y hombres. Lo lírico es subjetivo, expresa emociones y sentimiento y o dramático se puede representar —recité.— ¿A qué figura retórica pertenece el siguiente enunciado? “la lluvia como finísimas flechas afinadas caía rompiendo la vidriera”.— Símil— El siguiente fragmento del escritor Rubén Darío: “Este era un rey que tenía un palacio de diamantes, una tienda hecha del día y un rebaño de elefantes,
He pensado que lo sucedido fue un sueño, un sueño aterrador, extraño y algo real.Nadie dijo nada al día siguiente, todo fue completamente normal, así que he pensado que tengo razón y me convencí de que así fue, un sueño. Al verlo he comenzado a avergonzarme de mi, ¿la pubertad toco a mi puerta muy tarde? No entiendo la horda de hormonas que me han llegado, tengo mucho calor cuando estoy cerca de él, el pecho me palpita cuando me observa.Tal vez sea la presión de todo esto, por tal motivo no tengo energía para pelear con alguien, el fin de semana como el sábado por la mañana solo estuvimos en clase hasta el mediodía y me dejo en paz el resto del fin, solo lo vi entre las comidas.Me escondí de él todo el tiempo, jugué un poco con Percy, Roy y Chantal, una pequeña yegua blanca con manchas café. Después fui con Oscar y Cecil al campo de lavanda, aprendí a cortar las flores y el proceso de guardado, por tal motivo demoramos el resto del sábado.Para el domingo salí desde temprano de la
Estoy enfurruñada en el asiento trasero del auto, de alguna manera el clima combina con mi estado de ánimo, hay lluvia intensa ¿qué clase de loco tirano hace que asistas a clases a las siete de la mañana a medio verano?El transcurso de la casa al colegio es muy corto, solo han pasado diez minutos y Charly se detiene en una amplia rejilla que va hacia un sendero.—¿Nerviosa? —preguntó el bastardo junto a mí, debíamos venir juntos a la escuela, lo tenía pegado como una garrapata desde que tomamos el almuerzo.—Diría que ansiosa.—¿Ansiosa?—Quiero irme de aquí.En cuanto pronuncié aquellas palabras una edificación antigua de piedra apareció en mi visión, un escalofrío me recorrió la espalda.—Te ves linda—dijo con la mirada clavada en un libro en su regazo.
El día terminó con mi nula participación en el club de debate, podía retar a las personas que yo quisiera, pero entrar al club de debate era sumamente desgastante.Para la hora de salida Charly nos esperaba, tanto a mi abuelo y a mí, como a la tía Sophi y el insufrible bastardo, para entonces había dejado de llover.—¿Cómo te pareció el primer día de clases? —preguntó Sophi entusiasmada, se había sentado frente a nosotros, junto al bastardo.—Solo quiero participar en gimnasia y equitación.—Excelentes disciplinas—aprobó mi abuelo—, aunque fue una decepción no probar la equitación.—Siempre puedo practicar con Roy o Percy.Mi abuelo pasó un brazo por sobre mis hombros y me atrajo hacia él.—Estás cansada.—Si—cerré los ojos y me acurruqué en su pecho con olor a humo.Mi tía llenó el silencio con un parloteo con el bastardo, a quien escuché poco y con voz abrumada.Erick se detuvo frente a la casa.—Creo que dejará de llover—me dijo mientras me ayudaba a salir.—Una lástima.Caminé hac
Otro día de colegio, estoy parada frente a la puerta de la clase de Aritmética ¿Quién inicia con esas clases tan temprano?Hoy hace un poco de calor, afortunadamente no tengo que traer el uniforme de la capa.El saco se ve lindo, pero la camisa me asfixia un poco, inhalé fuerte y abrí la puerta, la clase estaba callada, veinte pares de ojos se giraron hacia mí, acribillándome.—Pasé, pasé señorita...—Chevallier—dije y entregué los papeles.—¿Phoebe o Belle?—Ambos.—Es un nombre muy largo, escoja uno.—Phoebe.—Bien, Phoebe este es tu libro, toma asiento, justo en medio de aquella clase, había una silla vacía, me di cuenta que, detrás de mí, estaba Gabriel, quien sonrió anchamente al verme.—Hola, Belle.Tome asiento, la clase ya
El comedor estaba rebosante, aunque me imaginaba los platillos diferentes, estos eran dignos de un gurmet, pinche unos cuantos guisantes de manera distraída, Kim y Gabriel charlaban animadamente.—¿Belle? —llamó Kim.—¿Hum?—Preguntaba ¿de dónde vienes?—Creo que le parece aburrido—bromeó Gabriel masticando su carne.Solté una risita, disimulando.—Nací en Paris, pero los últimos dos años viví en Nueva York.—¿En serio? —saltó Kim desde su silla —, nunca he ido ¿Cómo es?—Increíble —quería relajarme, de verdad lo deseaba, desvié mis pensamientos de lo ocurrido con el bastardo y me centré en la conversación, estaba tratando de hacer amigos —. Nunca he conocido una ciudad con tanto acceso a una buena cantidad de dulces.Ambos soltaron risillas, después de eso entendí que debía dejar de lado las preocupaciones, me encogí mentalmente de hombros, Aidoneo Rossetti había terminado sucumbiendo al mismo lastre que mi familia.—¡Mira! Es la señorita Perrieta, debo ir a preguntar algo, ahora vue
El abuelo se quedó en Paris.Dormité un poco hasta que la canción Baby I love your Way me despertó, me estiré en el sillón del auto y miré hacia la ventana, hacia algo de sol, con un atardecer muy lindo.No pude evitar hacer muchas compras, demasiado estrés acumulado lo ameritaba, así que ahora mi uniforme tal vez está en una de las tantas bolsas, entre Dior, Ellese, Kappa, CH, no pudo estar segura.De lo que si estaba segura, era de parar un buen trato en el salón y cambiarme el horrible uniforme por unas lindas botas gogo blancas, una mini falda negra hasta el muslo y un top blanco de manga larga, mi alma descanso cuando mi cabello recibió el tratamiento adecuado, ahora se veía brillante, con vida, incluso había descubierto el nombre del tono de mi cabello “Bronde” e hicieron maravillas con él, su movimiento, lento, liso, suave, terminaron por adornarlo con un peinado a una coleta media y algo abultada y un moño blanco, era una buena idea para mi cita de mañana.Después de la ardua
—Creí que nunca saldrías. —También lo pensé—contesté con un hilo de voz. Me había cambiado tan rápidamente, desesperada por salir de ese lugar y que el torrente de mis pensamientos se detuviera. Opté por un flojo vestido celeste y deportivas blancas, hice un intento mediocre por copiar el peinado de ayer, aunque no quedó como esperaba fue soportable. Cuando pude, arrastré a Gabriel lejos de la casa, ahora recorríamos el largo campo de lavandas. —En realidad no es aquí donde quiero llevarte. —Creí que nos pondríamos a cortar un par de flores—solté una risa. —Podemos quererlo si quieres. —No, está bien, ¿Dónde vamos? —¿Nunca has ido a la villa? —Jamás —Bueno, Belle, prepárate para experimentar una tarde lejana de los lujos. Recorrer el camino del capo de lavandas hacia la Villa Lumière fue toda una travesía, la bicicleta de Gabriel tenía dos asientos, alargada de un rojo brillante con una canastilla en la parte trasera. Nos caímos un par de veces en el camino, debo admitir