Maxwell
—Tercia de ochos... —Saque mis cartas y las mostré, Erick sonrió burlón. Era mala señal para mí.
—Tercia de... ¡Ases!
—¡Oh vamos!Cruce mis brazos sobre mi pecho bufando por mi pérdida, otra vez. Mi compañero de juego sólo sonrió y se regocijo con el dinero ganado. Sí, no era divertido cuando no apostaba.
La noche se cierne sobre nosotros y este terreno baldío de abandono. Han pasado seis días desde que desperté sin memoria, con dolores de cabeza cada cierto tiempo y una voz femenina que me llama desde lo más profundo de mi subconsciente. Algo está mal conmigo. Las estrellas se hacen menos brillantes en cuanto la luna comienza a desaparecer en el cielo, dándole la bienvenida al amanecer que se abre paso entre las montañas del este. Esa es mi señal para volver al intento de habitación que tengo en este lugar a punto de caerse.El tipo llamado Cole me da unas capsulas cada mañana, después de eso si siento dolores de cabeza tengo que decirle para otra toma. No le he comentado de la voz que
Erickson—¡No Isabela! ¡Joder ven para acá! ¡Deja de correr!Tener a Isabela de esta manera ha sido un martirio estos últimos días, se la pasa queriendo escapar y golpeando a todo aquel que se le acerqué, sin importar quien sea. Entregarla hace un par de semana en mi manada fue un completo error, eso pienso ahora, ya que nadie es rival para su agilidad.Areteusa se llevó un ojo morado por darle de comer un día, dijo que se lo perdonaría
Erickson—¡Imbécil! Mira lo que has causado por tus inoportunas apariciones. No eres el hombre invisible.Desearía que lo fuera. Este idiota ha causado más problemas en un par de días que yo cuando era más joven. Le daré si merecido cuando sepa que Isabella está bien. Comienzo a creer que debo ponerle una orden de alejamiento a ese vampiro. Es un idiota, no me extrañaría que todas las protegidas a su cuidado hayan caído en las manos equivocadas como mi mate.—No fue a propósito. No creí que se asustaría, resbalaría y... golpearía su cabeza.Gruñí y grite el nombre de nuestra bruja para que la revise. —Juro que te daré tu merecido. Comienza a correr.Retrocedió con las manos en la espalda, silbado como si eso fuera a distraerme de su presencia o la culpa que él ten&
De estar en perfectas condiciones, sin dolores de cabeza o de un humor de perros, habría golpeado ese perfecto rostro a centímetros del mío. Debo admitir que es excusa también para no gastar mi energía ¿A quién engaño? Las ganas están pero no quiero perder el tiempo con el tipo raro.—¿Familiar? —La definición de esa palabra no nos conecta en nada—. Apenas te conozco ojos de Uva. —Redondos y pequeños. Su actitud blanda también le queda.—¿Ojos de-
IsabellaTres semanas, dos días, 16 horas, 46 minutos y 16, 17 segundos... no 19, 20, 21, 22… ¡Bueno ustedes me entienden!Es ese el tiempo exacto que llevo aquí. Comienzo a ver todo de manera demasiado familiar, tanto que incluso me ha dado temor de acostumbrarme a esta vida de lujo. No es por ser una estafadora aprovechada o algo parecido, pero se siente lindo que alguien más te acoja y te trate como la gente de esta mansión lo hace. Tengo días de ver su comportamiento, actitudes y acciones, así que todo se ha vuelto tan... conocido ¿estará mal sentirme as&
Desde que desperté ese día, en esa cama, sin ningún recuerdo, el miedo que me atormenta día y noche es el de no poder confiar en alguien. Temía que todos me dijeran mentiras, por eso mismo estuve reacia desde el inicio a creerles a los cazadores, solo escuchaba sus palabras y no me las tragaba. Era un constante, todos los días, todas las horas, cada minuto... contaba incluso los segundos. El miedo podía más conmigo.En los primeros días que pregunte mi historia nadie respondía, hasta que un día llegó Cole serio e inicio a contarme una historia realmente convincente. Acabé creyendo que era huérfana. Que mis padres me habían abandonado a mi suerte y que fue uno de los cazadores en ese tiempo quien me encontró y crió. Al final del relato, hubo un ataque a una manada, el que era mi padre en ese entonces murió por protegerme y yo perdí la memoria gra
Mi madre -Elizabeth Miller-, una hermosa mujer de cabellos castaños oscuros y hermosos ojos azules. Mi padre -Stive Miller-, un hombre de casi treinta años, cabello azabache y hermosos ojos mieles. Ambos vivían felices con su hija única, o sea yo, Isabela Miller, una chica de cabello azabache, ojos mieles y una piel tostada.—¿Puedo pasar?Saliendo del estupor se hicieron a un lado y me cedieron el paso. —Claro, pasa.Tensa, con las manos sudadas y la piel de gallina, entre a la
EricksonPor la ventana de la oficina del nuevo alfa Maxwell, observaba como mi amada se divertía con la bruja que alguna vez la ayudó a entrenar. Aún recuerdo esos días llenos de paz. Aunque para mí no eran así, ya que esa misma bruja que parecía una oveja mansa, se la pasaba persiguiéndome para no dejar que tocara a mi mujer. Se siente como si hubiera sido ayer, sobre todo por los golpes.–Mírala —El vampiro que más odio apareció a mi lado sonriendo maliciosamente hacia la chica en el patio—, tan solitaria y rota —suspiro dramáticamente sin dejar la sonrisa y apoyando su frente en el vidrio del ventanal—. Es una ternura ver un alma tan atormentada.Isa estaba feliz, sonriendo y riendo mientras hablaba con Areteusa. Intente no salir de mi zona de confort. Jamás entenderé la mentalidad de ese hombre que ha vivido tantos