CAPITULO VEINTICINCO

Isabella

No he comido en días, mi cuerpo está débil, esos hombres vienen cada noche a inyectar un líquido espeso y doloroso de color rojo, parecido a la sangre coagulada. Después de cada inyección término retorciendo mi cuerpo del calor que me invade, quedo paralítica por minutos y después caigo en un sueño profundo.

No tengo la menor idea de cuantos días han pasado, a pesar de ver el sol y la noche, no tengo claro el tiempo que paso dormida. No sé dónde estoy, no sé qué me hacen, no sé qué me espera, no sé nada y no puedo hacer nada. Me volví tan patética en tan poco tiempo. Sólo deseo volver a él...

Erick... por favor... ayúdame...

Me cansé de rogar por el cada que despierto. Me duele todo, duele incluso mi alma. Comienzo a caer en picada. No puedo ni con mi
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