CAPITULO CUARENTA Y DOS

Isabella

Caí de espaldas a lo que imagine era un suelo, demasiado helado. Mi espalda sintió alivio, el sudor escurría por mi cuello y frente, el cansancio atacó mi cuerpo como saco de boxeo.

—Me canse —Jadeo—... estoy muerta...

—Literalmente.

Fruncí mi entrecejo y gire mi cabeza, aún en el suelo, en dirección de la loba

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