CAPITULO TRES

Mis padres me explicaron todo, bueno no todo, porque aún hay cosas que no entiendo. Empezando por mis orígenes. Sólo me dijeron como llegue a ellos. También algunas cosas de mi transformación y porque mi loba despertó antes de tiempo. Y es porque no soy como los otros lobos. En realidad soy única, pero sigo sin saber en qué sentido.

Para ser personas que aparentaba una vida normal, cargaban con un gran secreto desde que llegue a sus vidas. Mamá lloro a mares por que no estuvo conmigo en mi transformación, también porque me dijo que fue un hombre quien me dejo en su puerta, Papá lo vio cuando regresaba de patrullar la frontera, además que él esta desilusionado por no ver mi trasformación. Querían verme retorcer del dolor.

No son mis verdaderos padres, pero aun así los amo como a nadie. No importa cuántas veces me digan que no llevamos la misma sangre, para mi ellos lo son. Porque hay un lazo más fuerte que nos une. Y es el amor. Lo son todo para mí y no importa cuanto tenga que pasar, ellos estarán para mí. Los protegeré con mi vida si hace falta. Son lo único que tengo, sólo espero encontrar a mi mate y que sea parte de mi vida también. Que me apoye como lo hace mi padre con mamá, un amor así de lindo.

Me estaba preparando para ir al colegio, así que sólo me faltaba ponerme mi ropa. Me acerqué al espejo y cuando vi mi reflejo me quedé anonada. Me repase de los pies a la cabeza. La mujer que me regresaba la mirada no era yo. Mi respiración se volvió irregular y lo único que se me ocurrió fue gritar.

—¡Mamá!

Ella llegó en menos de un minuto a mi lado. Cuando me vio se asombró y no supo que decir. Yo me miraba con horror.

Mis ojos ya no eran mieles, sino de un azul intenso y profundo, uno que podía intimidar hasta el más valiente. Mi cuerpo estaba más marcado, como si me ejercitara todo los días. Y mi cabello… Dios era lo más raro del mundo; en la mitad de mi cabello empezaba un blanco platino muy hermoso que terminaba en mis puntas ¡Hace unos minutos no estaba así!

—Cariño… ¿Qué es… ¿Cómo… —Mamá no sabía que decir, más bien no entendía nada.

Me vestí rápidamente y cuando termine me dirigí a mi madre. —¿No sabes por qué me sucedió esto?

Ella negó. Me mire en el espejo y mi piel ya no era bronceada, era Blanca como porcelana. Había cambiado drásticamente, de un momento a otro. Me asuste cuando las raíces de mi cabello se tornaron de un color rojo, como la sangre. Mamá abrió los ojos como platos asustada y se acercó a mí para revisar mi cabello.

—Tranquila —Me dijo suavemente—, lo de tu cuerpo se puede explicar: es porque ya tuviste tu primera transformación, es todo. Pero tú cabello… no sé, no entiendo tampoco como sucedió.

La mire directamente a los ojos a través del espejo. —Tengo miedo mamá.

Ella me abrazó y yo le correspondí. Estaba aterrada por lo que vendría, aún no entendía del todo mi poder o mi aura y me asustaba de sobremanera. Primero fue mi transformación atrasada, luego mi verdadera historia, ahora mi cambio de apariencia. Siento que es mucho para sólo dos días.

—Ponte un gorro en el cabello y nadie lo notará. —Me aconsejó. Asentí.

Mamá salió de mi habitación, yo me vi en el espejo por última vez antes de poner ropa más holgada y una gorra. Suspire ante mi apariencia. No cambia mucho, pero al Menos lograré disimular.

Baje a desayunar y luego camine al colegio. Estaba nerviosa, esto era como el primer día de colegio. Llegue y todos se me quedaban viendo, tal vez se enteraron del show de ayer en la cafetería. Quizás por eso cuchillean diciendo que traigo gorra. Me impresiona como mi audición mejoró, al igual que mi vista.

Es porque eres mejor que ellos, incluso tu fuerza es mayor.

La escucho en mi cabeza pero es como tenerla al lado gritando lo que dice. Por ratos cuando me habla me asusto de lo repentino, se me olvida que ahora hay otro yo viviendo en mi cabeza.

—¿Sienten mi esencia?

Ahora ya no, sólo se sentirá la de un Beta común, pero para nuestro mate, nuestro olor será un poco menos. Él sabrá diferenciar nuestro olor. —Ya no dije nada y ella tampoco.

Camine a mi casillero y saqué los libros que usaría y los que dejaría para venir por ellos después. Cerré mi casillero, estaba por caminar cuando una mano muy delgada se posa en mi hombro, me gira de forma brusca y veo a Marcela frente a mí con sus clones. Pero Maxwell no está, así que me alivio. Ellos dos juntos son como dos balas directas a mí.

—Isabella, quiero que hagas mi tarea de Licantropía. —Me tira su cuaderno a mi pecho de forma brusca. Yo apenas y puedo tomarlo pero lo hago.

No dejes que te humille, así que defiéndete. —Me grita mi loba, yo muerdo mi labio inferior.

—No.

Ella deja de ver sus uñas largas y me ve enojada, trago disimuladamente. Se acerca para intimidar mi persona, pero no bajo la cabeza. Recuerdos de nosotras dos jugando en el patio de la escuela vienen a mí, no entiendo como cambio tanto. Nuestras charlas, risas, nuestra amistad…

—¿Qué m****a has dicho? —Me dice entre dientes.

—Lo que escuchaste —Esta por decir algo pero me le adelanto—. Pero si tu cerebro es tan pequeño para captar una simple negativa creo que será mejor que te lo explique con hechos.

Lanzo su cuaderno al pecho como ella hizo conmigo y me giro para ir a mi clase. Me ve furiosa y al mismo tiempo desconcertada. Suspiro cuando ya estoy lejos de su vista. Eso fue intenso, pero siento que algo malo pasará después de esto. No siempre se salvan de sus consecuencias ante este tipo de cosas.

[…]

Llega la hora de almuerzo, tengo mucha hambre. Busco con la mirada lo que tomaré y lo coloco en mi bandeja. Luego de tomar mi comida me dirijo a mi mesa de siempre. Ahí empiezo a comer tranquila. Pero algo impide que siga comiendo.

Un delicioso olor. Es chicle de naranja con jabón de lavanda, giro mi cabeza para buscar al dueño de ese aroma, pero me topo con los ojos de… Maxwell. Me ve fijamente. Un nudo se hizo en mi estómago y garganta. Todo esto me quitó el hambre. Dejé la comida de lado y salí corriendo de la cafetería. Este sería ya la segunda vez que dejo las clases a medias, pero no me importa. Solo quiero alejarme de él, porque sé que me hará daño y es lo que no quiero, no quiero su rechazo. Sus palabras de niños ahora rondan mi cabeza.

Dicen que si tu mate te rechaza puedes morir de tristeza o por el dolor que se presenta en ese momento del rechazo. Y lo que no quiero es eso, morir. Tengo un destino, como me dijo mi loba anoche.

—¡Detente! ¡Es nuestro mate al que dejas atrás! 

Me grita mi loba, la ignoro y sigo corriendo por el bosque hasta llegar a la frontera del territorio de la manada. No escucho más que mis jadeos y pulso cardiaco acelerado. Antes de llegar unos brazos toman mi cuerpo y lo estampan al tronco de un árbol. Jadeo por el dolor. Siento las manos grandes en mis brazos apretando al punto de sentir dolor en mis huesos.

—¡Suéltame!

Miro a mi agresor y es quien menos quería que fuera, Maxwell. Dios no. Me ve enojado, sus ojos me escudriñan de pies a cabeza. Intenta gruñir. Sabía que él ya había tenido su transformación tres meses antes de mi cumpleaños, pero no creí que sería tan agresivo.

—¿Eres mi mate? — Pregunta. Lo veo sin entender, se supone que debería de saber quién soy. Pero…

—No siente del todo nuestro aroma, sólo una pequeña parte. —Eso se debe a que mi loba ocultó nuestro aroma del resto. Trago duro.

—¡Responde! —Grita cerca de mi cara, su agarre en mis brazos se intensifica y duele, un gemido de dolor se hace presente.

—Suéltame, me lastimas —Le digo en una mueca de dolor. El afloja su agarre y se separa de mí, lo veo confundida. Sé que me rechazara, lo sé desde que supe que era mi mate. Cerré los ojos para suspirar y calmar el dolor en mis brazos—. Si… —Respondo en un susurro. Sus ojos se amplían y me ven incrédulos, pero no entiendo el otro sentimiento en sus ojos. Me desconcierto al no poder leerlo bien.

—Yo, Maxwell Duncan te rechazó a ti Isabela…

El dolor en mi pecho se hacía presente y eso hizo que callera al suelo de rodillas. Pero no terminó su rechazo, así que el dolor fue disminuyendo. Lo vi adolorida y sin comprender del todo su rechazo a mí. Me vio por unos segundos perdido en sus pensamientos.

—¿Por qué? —Pregunté en sollozos.

Me dirigió una mirada seria, pero no dijo nada. Recuerdo que de niños él dijo que no necesitaba mate, que sería un grandioso alfa mejor que su padre, todo sin una mujer al lado. Eso me viene dando vueltas en la cabeza, creo que si era cierto. Sus amantes de antes me lo recuerdan de una manera horrorosa. En medio de todo lo que siento y pienso, escucho sus pasos acercarse, en el suelo con la cabeza gacha mis ojos captan sus zapatos.

—No quiero un mate —Se acuclillo y tomo mi mentón rudamente— ¿No lo recuerdas?

Gire mi cabeza alejando su toque. —¿Es solo eso? —Fruncí el ceño— ¿No será que amas a alguien más? ¿O es que también me odias como Marcela?

Yo misma estaba cavando mi propia tumba sentimental en mi corazón. Ese chico me observo con desprecio, algo en sus ojos me cohibió internamente, quizás no lo notaba, pero cada palabra que salía de su boca después de mis palabras fueron dolorosas balas de cañón a mi pobre corazón.

—No te quiero —Intente enderezar mi espalda, aprovecho para acorralarme de nuevo contra el tronco—. No quiero a nadie más ¿Es tan difícil que entiendas que no te quiero como mate en mi vida?

—No… —¿Qué podría decir? Las lágrimas salieron inconscientes por el dolor que mi loba y yo compartíamos ante sus crueles palabras—. Yo…

Un nuevo olor apareció. De entre los arboles apareció una mujer que sonreía maliciosa, estaba satisfecha de verme en el suelo siendo rechazada por Maxwell. Se acercó sensualmente, el chico frente a mí me dejo en el suelo y se juntó con Marcela, solo para abrazarla de la cintura y besarla apasionadamente como siempre lo hacían en el colegio. Pero ella me veía triunfadora mientras lo hacía.

—¿Qué creíste? —Dio dos pasos en mi dirección— ¿Por ser su mate te aceptaría? —Cruzo ambos brazos y me sonrió burlona—. Nunca lo tendrás Isabella, eres solo una molestia para él —Cara a cara me vio con ferocidad—. Es mío, jamás tuyo.

—¿Qué?

Me sentí vulnerable, ante su aura imponente, mi cuerpo entero sufrió una parálisis al ver sus ojos y como ella se alejaba de mí para tomar el brazo de Maxwell. Mi alma dolió al verlos juntos y alejarse como si yo fuera solo un animal perdido del bosque, sin importancia.

—Vamos Max, déjala —Se alejaron—, se lo merece por tratar de separarnos.

¿Tratar de separarlos? ¿Yo estaba haciendo eso? ¿Estaba siendo egoísta por querer que él me amara y dejara a Marcela solo por ser su mate como ella dijo? Yo no quería que esto terminara así, no quiero sufrir por una decisión de la cual no fui participe. No quiero pagar por alguien quien no quiere ni siquiera intentarlo.

No soy yo la egoísta.

Isabella —Parpadeé varias veces, mi mirada enfoco el suelo que tenía unas cuantas gotas de agua—… por favor, deja de llorar —Estaba llorando sin darme cuenta—. Tal vez podamos…

—¡Ya lo oíste! —Grite sin pensarlo, dolía mi pecho—. No nos quiere… yo tampoco lo quiero, no lo necesito. Aceptare su rechazo cuando vuelva a hacerlo.

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