CAPITULO CUATRO

Llorar por un hombre es algo que jamás quise hacer. Me creí fuerte mentalmente, imagine que las únicas veces que llore y llorare por el género masculino serian por mi padre, ese hombre que me ha dado lo que nadie más me podrá dar. Amor incondicional sin dobles sentidos, su amor jamás me hará daño, seré su princesa eternamente.

Pero esa fantasía se ha roto. Ahora me veo a mí aquí en esta cama llorando como si mi alma se fuera entre esas lágrimas de dolor que bajar por mis mejillas. La impotencia por no poder ser alguien ahora es… nubla mi mente, mi juicio y racionalidad. Solo quiero ser débil por hoy, quiero estar rota por este día y levantarme mañana como si el hoy jamás hubiera existido.

Y si existe. Lo tendré como una buena cicatriz en mi alma, una que me hará saber por quién debo llorar en realidad.

La puerta de mi habitación es abierta, el dulce olor a manzana de Mamá entra por ella, la siento a mi lado y por la espalda decide abrazare para consolarme. Mis sollozos son más fuertes sin desearlo.

—Cariño, todo estará bien —Siento sus dedos suaves en mi cabello—. Déjalo doler. —Es fácil decir, pero nunca es igual a sentir. Cierro los ojos cuando vuelve a doler.

—Te necesito mamá —Susurro entre mis lloriqueos—… te necesito para sanar…

Caigo en los brazos de mamá. Su calor  es el analgésico perfecto para adormecer el dolor que siento justo ahora en el alma. Dolerá como el infierno al inicio, pero conforme se calma, la paz entrara a mí como el sueño para no sentir más este sufrimiento consciente. Estaré a salvo con sus sonidos de arrullo hasta que decida volver a sentirme bien. Pero por ahora, mi cielo sangra y mi noche llorara.

¿Me siento como si estuviera cayendo y no haya nadie quien me salve? Si, ese todo que siento consiguió volverme loca.

[…]

—Es todo por hoy, pueden irse.

Tome mis cosas del escritorio de manera automática. Mi mente esta turbia desde la mañana, no deseaba faltar a clases así que vine a pesar de los regaños de mi madre y mi padre, dos personas que no saben del porque mi estado de ánimo y menos de salud. Creo que no sabrán del porque decaí en una enfermedad si recién he sido transformada.

¿Estas segura de estar aquí? No te sientes bien.

No solo mis padres se han preocupado, Moon se ha sentido peor de lo que yo me siento, no la había escuchado desde antier en la tarde que ocurrió todo, pensé que la había perdido, pero ella misma me dijo que éramos lo suficientemente fuertes como para resistir el dolor.

—Olvida el cómo me siento —Apoyando mi cuerpo en la pared inicie a caminar por el pasillo a mi siguiente clase—. Debo estudiar para poder ser útil aquí.

Serás útil si no te sobre esfuerzas—No lo era, la distracción es buena para mi mente—. Hacer lo que estás haciendo es malo.

—Soy una Licántropo ahora, completa —Mi cuerpo puede soportar esto, sé que si—. Puedo hacer lo que quiera sin cansarme.

¡Moderadamente Isa! ¡Esto mataría a cualquier Licántropo!

—Somos inmortales.

¿Uh? ¿Qué es esto lo que siento? Mi alrededor se mueve demasiado, no distingo rostros o letras ¿estoy cayendo? Algo me arrastra hacia el suelo.

¿Isa? ¡Isa!

[…]

Mi cabeza pulsa, se siente un picor raro en mi cuerpo, en mis venas algo corre y es tranquilizante. No me siento tan cansada como cuando desperté en la mañana, pero mis ojos aun pesan del sueño. Ahora que recuerdo, estaba cayendo… quizás yo me… ¿desmaye?

Levanto mi cuerpo de donde estaba recostada, analizo mi entorno ¿Cómo llegue aquí?

—¿Donde? ¿Qué hago aquí?

—Bienvenida —Una chica entra por la cortina que rodea mi camilla. La reconozco al instante, ella es Briah, mi única amiga en este lugar—. Te encontraron tirada en el pasillo de los de noveno grado —explica mientras inspecciona mi cuerpo—. Dime ¿Has estado cansada últimamente? ¿Fatiga? Sobre esfuerzo —Me regañara cuando sepa que no he comido adecuadamente desde ayer—. ¿No has tenido tu transformación verdad? —Negué, que me perdone por mentirle pero es lo que debo hacer por el momento—. Bien, déjame decirte que no dormir y sobre esforzar tú cuerpo Retrasado está muy mal señorita —retrasado… una buena manera para explicar que no has tenido tu transformación a pesar de estar ya en la edad—. Tu cuerpo no soportara todo ese estrés, podría matar hasta un Licántropo, no somos inmunes a él, me sorprende que aun sigas de pie.

Después de esas palabras recibí el regaño de una hermana mayor, me dio algunas vitaminas efectivas para nosotros, me dio otros regaños antes de decirme que podía irme. Me encerró en la enfermería hasta que pudiera descansar bien, no quería que saliera a recibir clases, dijo que ese estrés estaba ayudando a matarme lentamente. Aun no entiendo cómo es que el estrés puede matar incluso a un hombre lobo, somos inmunes a enfermedades relacionadas con virus dañinos y vivimos un poco más que los humanos, pero…

Supongo que a las enfermedades mentales no somos inmunes. Podemos volvernos igual de locos que los humanos, en ese sentido.

—Disculpa Briah —estaba lista para irme, había abierto la puerta pero algo golpeo mi mente— ¿Quién me trajo?

—Un chico de noveno grado —¿un chico? Ella lo dijo sin importancia, me sonrió mientras me empujaba a la salida, para irme a casa—. Descuida, dijo que no hacía falta agradecerle. —asentí y le agradecí por todo.

Luego de eso me fui del colegio. Aun con la d8da de quien podría ser ese chico, agradecerle era poco lo que hubiera hecho, quizás le hubiera regalado uno de los postres de mi madre, si en algún momento me entero quien fue, le agradeceré como es debido.

Asegúrate de ir a casa y descansar. Fueron órdenes de la médica.

—Enfermera —Corregí. Mi mirada se perdió entre las ramas de los arboles sobre mí, mi cansancio seguía presente, posiblemente llegue a casa solo a dormir—. Y está bien, iré a casa y descansare. Los estudios pueden esperar.

[…]

Alguien nos observa.

Llevábamos caminando no más de media hora, iba a paso lento ya que mis piernas aun pesaban. Moon no ha parado de repetir lo mismo. Esta vez me decidí por detenerme y dar una vuelta en mi eje para saber de dónde provenía esa mirada amenazante que siente mi loba. Crei que solo era una broma ya que no sentía nada y resulta que si había alguien tras los arboles a varios metros lejos de mí.

—¿Ma-Maxwell? —Se acercó tan rápido que solo pude retroceder cuatro pasos— ¿Qué haces? Tus ojos —Sus ojos brillaban y eran de otro color, me dio tanto miedo verlo de esa manera, con las venas saltadas, los colmillos alargados, de una manera tan salvaje—… ¡Vete! —gire y corrí, tenía miedo por su oscura presencia— ¡No me sigas!

Asfixiada por la oscuridad que emanaba mi vista se nublo un poco, distinguía poco mi camino ¿Por qué se sentía así este lugar? Creo que corría en círculos, todo era igual, siniestro y demasiado tenebroso. El bosque nunca se sintió de esa manera. No quería estar más aquí.

Por pensar en otras cosas y no enfocarme en la presencia que me perseguía no note cuando se acercó. Me había tomado de la mochila a mi espalda, tiro de ella y luego me dejo ir, eso causo que cayera de bruces en la tierra, las hojas se pegaron a mi cara y manos. Gire mi cuerpo logrando ver su cuerpo acercándose más a mí. En el suelo retrocedí, el daba pasos cortos pero sabía que me tenía acorralada.

¿Por qué sentía tanto miedo? ¿Por qué Moon no me hablaba más? ¿Qué me pasa?

—¿Recuerdas lo que me preguntaste? ¿Por qué no quiero un mate? —Su voz se escuchó más siniestra— La respuesta es simple. No quiero hacerte daño.

Mi rostro debe ser un cuento de terror. —¿Por qué me harías daño? —acuclillo su cuerpo, seguí retrocediendo, jadeando del miedo. No respondió mi pregunta— Maxwell…

Lo siguiente que vi fueron sus colmillos cerca de mi rostro, queriendo morderme. Grite del susto y dolor. Pero no sentí la perforación, una brisa jugo con mi cabello en su lugar. ¿Qué significaba?

Abrí mis ojos, solo para darme cuenta que estaba en mi casa, en mi cama, con la ventana de mi habitación abierta de par en par, la noche había caído y yo estaba con la ropa del colegio puesta. No recuerdo haber regresado, no recuerdo que paso después de desmayarme. Solo esta esa pesadilla que ronda mis miedos desde que desperté.

Cerré la ventana, camine a mi escritorio en mi habitación, me senté en la silla y coloque mis brazos sobre la madera. Me sentía un poco mal, no quería recordar a Maxwell así en mi sueño, no deseaba que fuera así. Por eso mismo saque un álbum de fotos que escondo entre el resto de libros del colegio que tengo en mis gavetas. De ahí saque una foto de hace diez años, un poco arrugada, pero el recuerdo estaba limpio y era hermoso.

—Te vez lindo.

Risas de niños, voces que recuerdo de mi infancia como un rayo de luz. La luz casi me ciega, el brillo del bosque al medio día era hermoso de ver. Todo tenía color.

—Les queda mejor a ustedes —Un niño sin carácter frívolo o seco. Un angelito que solo hacia feliz a las personas. El tomo ambas coronillas de flores y las coloco en la cabeza de las niñas frente suyo—. Princesas Luna, encantado de conocerlas. —arrodillado hizo una reverencia, alzando su cabeza pude ver los hermosos ojos del chico que hace nada intento matarme. Su tez aniñada me revolvió el corazón.

—Cuando seamos grandes ¡Yo seré tu Luna!

Una de las niñas de cabellera negra se levantó, como toda una reina señalo al chico de arrodillado.

—Se verán lindos juntos. —comento la otra, sonriente y amable por ambos chicos. Pero no se esperó lo siguiente.

—Pero yo no quiero una Luna.

—¡Yo lo seré! —refuto la peligra al niño que poseía seriedad ahora en su rostro, no más la sonrisa hermosa— ¡Seremos muy felices! ¡Tendremos muchos hijos e Isabella —giro su cuerpo viendo a la otra chica que estaba sentada sobre sus muslos en el suelo, con rostro inocente—… tú serás nuestra sirvienta!

—Seré tu amiga —confirmo en risas—. De ambos.

—¡No! Ay —el pequeño había jalado la manga de la pelinegra, esta al ver su rostro bufo en berrinche—… De acuerdo, te daremos ese honor —con sus meñiques entrelazados confirmo—. Amigas.

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