Astrid llamó a su jefe. Lo había pensado más de una vez y durante varios minutos luego de encerrarse en la seguridad de su habitación. Estaba dispuesta a ponerlo al corriente de la situación y que pasara lo que tenía que pasar; sin embargo, en el último momento no fue capaz de hablar sobre el accidente de Dylan y se concentró en exponerle la situación actual de la empresa y de los avances de su aprendiz.Escuchó lo mucho que la noticia le gustó a Donald, también los agradecimientos que le dedicó y la promesa de aumentarle el sueldo. Como si eso fuera realmente importante en ese momento.Si Donald supiera lo que había pasado, dudaba mucho que le hablara de un aumento de sueldo o que continuara felicitándola. Finalmente cerró la llamada sin contarle que Dylan estaba durmiendo en una de las habitaciones de su casa.Cuando el reloj marcó las cero horas, Astrid se metió a la cama. Estaba cansada, sentía como si una aplanadora le había pasado por encima. No había hueso en su cuerpo que no l
Dylan metió las manos en los bolsillos con el fin de disimular la dura erección entre sus pantalones mientras caminaba por los pasillos de la empresa. Se sentía frustrado, contenerse no estaba en su naturaleza, pero no quería arriesgarse en ese momento, menos cuando sus cambios estaban siendo muy notorios. Astrid no era tonta y si no se andaba con cuidado, iba a descubrirlo.—¡Gr…! —gruñó, golpeando la pared con su puño. El deseo de volver a la oficina era tanta que su lucha era desesperante. Todo lo que quería era volver y hacerle el amor a Astrid sobre el escritorio. La sola idea lo seducía.Un gemido ronco abandonó su garganta, llamando la atención de quienes caminaban a su alrededor.«Tengo que poseerla, tengo que alimentarme antes de que el deseo se vuelva incontrolable y despierte el interés de los demonios», pensó.La idea de atraer a otros seres como él hacia Astrid le hizo gruñir de nuevo. Esta vez agradeció que ya estaba solo en el cuarto de servicio. Le pasó el seguro a la
Reglas, malditas reglas. Dylan suspiró, si su gente se daba cuenta de que estaba actuando como un humano, tratando de conquistar a una mujer en vez de tomarla como lo hacían los de su clase, estaría en problemas y convertiría a Astrid en un nuevo objetivo para ellos.—¿Estás seguro de que todo está bien? —preguntó al escucharlo gruñir.Era un sonido extraño e inhumano. Astrid pensó que estaba escuchando mal. Debía estar igual o más cansada que Dylan para estar imaginándose cosas de nuevo.—Te ves terrible, creo que será mejor que vayas directamente a tu habitación, apenas lleguemos. Voy a prepararte una sopa —le prometió, abriendo la puerta del auto para que Dylan se subiera.Él no puso objeción, tampoco respondió. Se sentía incapaz de pronunciar una sola palabra, pues estaba seguro de que su voz no iba a sonar del todo humana. La batalla que estaba librando en ese momento, era terrible y tenía el presentimiento de que sería la primera de muchas si continuaba por ese camino.Y no se e
«¿Me extrañaste, Leviatán?»El demonio dentro del cuerpo de Dylan gruñó al escuchar las palabras de su hermano menor. Finalmente, había sido tan estúpido como para atraerlo hacia él.—¿Cómo me has encontrado? —preguntó, mientras Efelios se paseaba delante de él y lo miraba con curiosidad.Sus ojos rojos brillaban amenazantes.—Al principio creí que no iba a conseguir encontrar tu rastro, pero luego, no fue tan difícil. Tu poder empezó a descender rápida y considerablemente. Tus barreras cayeron y fue más fácil seguirte—. Efelios sonrió, mostrando sus colmillos blancos—. No pensé que fueras a caer tan bajo, Leviatán —lo acusó con ojos furiosos. Estaba conteniéndose, lo sabía—No es tu maldito problema —siseó, enseñando sus propios colmillos.—¡Eres un demonio, Leviatán! —gritó casi abalanzándose sobre la cama—. ¡No eres humano! ¡Puedes tomarla cuando quieras a la hora que quieras y como quieras! —señaló elevando la voz, haciendo que Dylan cerrara los ojos, mientras sus oídos eran tala
Dylan intentó apartarse de los labios de Astrid. Sus besos estaban causando estragos en él. El beso era muy bueno, tan malditamente bueno que su cuerpo se convirtió en una hoguera. Podía sentir cómo el deseo corría por sus venas, llenándolo de vida. Sin embargo, sospechaba que las acciones de Astrid estaban influenciadas por su hermano. Efelios.Él intentó rastrearlo para cortar la conexión, pero sus fuerzas y poderes estaban tan bajos que no pudo encontrar el hilo entre Efelios y Astrid.«¡Deja de negarte y tómala!»La orden de Efelios resonó en su cabeza, entendía las intenciones que su hermano tenía, pero no las compartía. No era así como deseaba que las cosas se dieran entre Astrid y él. Quería algo más que el deseo y la pasión de la mujer.«¿Qué diablos estás haciendo, Leviatán? Aliméntate ¡Ahora!»Dylan gruñó y con gran esfuerzo, se separó de los labios de Astrid, quien tenía la mirada vidriosa por el deseo, sus labios rojos e hinchados por el beso.«¿No lo entiendes, Leviatán?
Astrid abrió lentamente los ojos. Se sentía cansada, todo su cuerpo estaba blando, ni siquiera podía describirlo con palabras.—Has despertado, dormilona —le susurró Dylan al oído mientras los dedos le recorrían la piel desnuda de la espalda, provocando un cosquilleo que incendió su coño dolorido.Dylan la había hecho suya tantas veces que terminó perdiendo la cuenta y lo peor era que deseaba más…—Este ha sido mi mejor despertar —el aliento de Dylan bañó su oído y parte de su mejilla.Astrid se sentía terriblemente dolorida, pero el sonido de la voz de Dylan era una invitación a quedarse en la cama. Era una tentación, sin embargo…—Dylan… —susurró Astrid, moviéndose para apartarse y mirarlo a los ojos, pero se perdió en esa mirada celeste y se olvidó de lo que iba a decirle.—Si no sales ahora mismo de la cama, no tendré ningún problema en meterme de nuevo entre tus piernas y hacerte mía —la amenazó con voz ronca y sexi.Astrid se estremeció ante la amenaza mientras sus ojos recorría
Efelios se quedó callado, procesando la información recibida, cuestionando si un demonio podía petrificarse, porque él lo estaba en ese momento. Se mostró tan conmocionado que, por primera vez en milenios, tartamudeo.—¿Te-te has- e-enamorado?Dylan asintió, se apartó y recuperó su forma humana. Efelios tenía la maldita razón una vez más.—¡Te has vuelto loco! ¡¿En qué demonios estabas pensando para poner los ojos en una mujer mortal! —rugió cuando salió de su estupor.Efelios creía que Astrid solo era una loca obsesión para su hermano, jamás consideró que pudiera caer enamorado. ¿Amor? ¡Era inaudito! Los demonios no se enamoraban, no amaban, por la simple razón de que no tenían corazón para hacerlo…—No exageres, tampoco soy el único íncubo que ha sucumbido a los encantos de una mortal —respondió, quitándole importancia; sin embargo, su hermano pensaba todo lo contrario.Efelios quería golpearlo para hacerlo entrar en razón, pero esa acción era tan humana que lo asqueó.—¡Tú no eres
«Esto se acabó.»«Vete.»«No quiero verte.»Leviatán se agitó dentro del cuerpo de Dylan. Se obligó a controlarse cada vez que recordaba las palabras de Astrid o iba a terminar destruyendo todo a su paso, incluyéndose. Había llegado tan lejos para estar en el mundo humano, no podía darse el lujo de arruinarlo todo.—¡Aah…! —gritó, deteniéndose en la cima de un viejo edificio. La lluvia se precipitó del cielo, empapándolo de pies a cabeza. El dolor lo atravesó con la fuerza de un rayo y de sus ojos se derramaron gruesas lágrimas que se mezclaron con el agua.¿Lágrimas?¿Dolor?Sentimientos tan mundanos y humanos lo golpearon e hicieron que cayera de rodillas. La opresión en el pecho era tan fuerte que creyó que iba a desplomarse desde las alturas. Quizá era lo mejor para todos. Tal vez era mejor olvidarse de Astrid, abandonar el cuerpo que poseía y volver a su mundo, donde no podía sentir dolor, donde no tendría ninguna debilidad…La decepción le hizo descontrolarse. Sus poderes fluyer