«¿Me extrañaste, Leviatán?»El demonio dentro del cuerpo de Dylan gruñó al escuchar las palabras de su hermano menor. Finalmente, había sido tan estúpido como para atraerlo hacia él.—¿Cómo me has encontrado? —preguntó, mientras Efelios se paseaba delante de él y lo miraba con curiosidad.Sus ojos rojos brillaban amenazantes.—Al principio creí que no iba a conseguir encontrar tu rastro, pero luego, no fue tan difícil. Tu poder empezó a descender rápida y considerablemente. Tus barreras cayeron y fue más fácil seguirte—. Efelios sonrió, mostrando sus colmillos blancos—. No pensé que fueras a caer tan bajo, Leviatán —lo acusó con ojos furiosos. Estaba conteniéndose, lo sabía—No es tu maldito problema —siseó, enseñando sus propios colmillos.—¡Eres un demonio, Leviatán! —gritó casi abalanzándose sobre la cama—. ¡No eres humano! ¡Puedes tomarla cuando quieras a la hora que quieras y como quieras! —señaló elevando la voz, haciendo que Dylan cerrara los ojos, mientras sus oídos eran tala
Dylan intentó apartarse de los labios de Astrid. Sus besos estaban causando estragos en él. El beso era muy bueno, tan malditamente bueno que su cuerpo se convirtió en una hoguera. Podía sentir cómo el deseo corría por sus venas, llenándolo de vida. Sin embargo, sospechaba que las acciones de Astrid estaban influenciadas por su hermano. Efelios.Él intentó rastrearlo para cortar la conexión, pero sus fuerzas y poderes estaban tan bajos que no pudo encontrar el hilo entre Efelios y Astrid.«¡Deja de negarte y tómala!»La orden de Efelios resonó en su cabeza, entendía las intenciones que su hermano tenía, pero no las compartía. No era así como deseaba que las cosas se dieran entre Astrid y él. Quería algo más que el deseo y la pasión de la mujer.«¿Qué diablos estás haciendo, Leviatán? Aliméntate ¡Ahora!»Dylan gruñó y con gran esfuerzo, se separó de los labios de Astrid, quien tenía la mirada vidriosa por el deseo, sus labios rojos e hinchados por el beso.«¿No lo entiendes, Leviatán?
Astrid abrió lentamente los ojos. Se sentía cansada, todo su cuerpo estaba blando, ni siquiera podía describirlo con palabras.—Has despertado, dormilona —le susurró Dylan al oído mientras los dedos le recorrían la piel desnuda de la espalda, provocando un cosquilleo que incendió su coño dolorido.Dylan la había hecho suya tantas veces que terminó perdiendo la cuenta y lo peor era que deseaba más…—Este ha sido mi mejor despertar —el aliento de Dylan bañó su oído y parte de su mejilla.Astrid se sentía terriblemente dolorida, pero el sonido de la voz de Dylan era una invitación a quedarse en la cama. Era una tentación, sin embargo…—Dylan… —susurró Astrid, moviéndose para apartarse y mirarlo a los ojos, pero se perdió en esa mirada celeste y se olvidó de lo que iba a decirle.—Si no sales ahora mismo de la cama, no tendré ningún problema en meterme de nuevo entre tus piernas y hacerte mía —la amenazó con voz ronca y sexi.Astrid se estremeció ante la amenaza mientras sus ojos recorría
Efelios se quedó callado, procesando la información recibida, cuestionando si un demonio podía petrificarse, porque él lo estaba en ese momento. Se mostró tan conmocionado que, por primera vez en milenios, tartamudeo.—¿Te-te has- e-enamorado?Dylan asintió, se apartó y recuperó su forma humana. Efelios tenía la maldita razón una vez más.—¡Te has vuelto loco! ¡¿En qué demonios estabas pensando para poner los ojos en una mujer mortal! —rugió cuando salió de su estupor.Efelios creía que Astrid solo era una loca obsesión para su hermano, jamás consideró que pudiera caer enamorado. ¿Amor? ¡Era inaudito! Los demonios no se enamoraban, no amaban, por la simple razón de que no tenían corazón para hacerlo…—No exageres, tampoco soy el único íncubo que ha sucumbido a los encantos de una mortal —respondió, quitándole importancia; sin embargo, su hermano pensaba todo lo contrario.Efelios quería golpearlo para hacerlo entrar en razón, pero esa acción era tan humana que lo asqueó.—¡Tú no eres
«Esto se acabó.»«Vete.»«No quiero verte.»Leviatán se agitó dentro del cuerpo de Dylan. Se obligó a controlarse cada vez que recordaba las palabras de Astrid o iba a terminar destruyendo todo a su paso, incluyéndose. Había llegado tan lejos para estar en el mundo humano, no podía darse el lujo de arruinarlo todo.—¡Aah…! —gritó, deteniéndose en la cima de un viejo edificio. La lluvia se precipitó del cielo, empapándolo de pies a cabeza. El dolor lo atravesó con la fuerza de un rayo y de sus ojos se derramaron gruesas lágrimas que se mezclaron con el agua.¿Lágrimas?¿Dolor?Sentimientos tan mundanos y humanos lo golpearon e hicieron que cayera de rodillas. La opresión en el pecho era tan fuerte que creyó que iba a desplomarse desde las alturas. Quizá era lo mejor para todos. Tal vez era mejor olvidarse de Astrid, abandonar el cuerpo que poseía y volver a su mundo, donde no podía sentir dolor, donde no tendría ninguna debilidad…La decepción le hizo descontrolarse. Sus poderes fluyer
Astrid dejó de resistirse e hizo a un lado los gritos de su conciencia. Había venido a la discoteca para esto, para no pensar en nada, ni en nadie. Por lo que, se dejó llevar por la música, el alcohol y la seducción del hombre que la sostenía, pegándola a su cuerpo como una extensión de él.No tuvo idea de cuánto tiempo estuvieron moviéndose sobre la pista de baile, ni de la cantidad de alcohol que continuó intoxicando su cuerpo. Tampoco detuvo las caricias del hombre que provocaban cierto anhelo en su cuerpo, pero que no despertaban ninguna pasión.Astrid dejó escapar un gemido cuando su espalda chocó contra la dura madera de la puerta y su boca fue tomada con ferocidad. La lengua del desconocido saqueó su boca con agresiva voluntad, sus manos la recorrieron con prisa, desnudándola por completo.Su cuerpo tembló con violencia cuando los dedos frotaron su clítoris. Su coño se empapó de sus jugos de inmediato. La boca del hombre la devoraba de la misma manera en la que hundía los dedos
Astrid se levantó, golpeando el escritorio con sus manos mientras la silla se estrellaba en el piso.—¿Cómo que no responde? —preguntó, moviéndose con rapidez para dirigirse a la puerta.—Le he estado llamando toda la mañana, señorita Sheldon. El teléfono suena, pero nadie atiende —respondió Connie caminando detrás de Astrid.—Intenta comunicarte de nuevo a la casa Marshall —le pidió, abriendo la oficina de Dylan y cerrándola antes de que Connie la siguiera.Astrid se fijó en cada detalle de la oficina. El móvil de Dylan continuaba en el mismo lugar de ayer, también la billetera y el saco.Un vacío se le abrió en la boca del estómago y un nudo le apretó la garganta. Se acercó lenta y temerosa al escritorio. Tomó el celular, dándose cuenta de que estaba en vibrador, lo dejó en el mismo lugar y se acercó para tomar el saco. Aspiró el olor al sándalo que empezaba a desaparecer. Tenía más de veinticuatro horas que Dylan lo dejó abandonado en la oficina.—¿Dónde estás? —se preguntó—. Te di
El olor óxido de la sangre golpeó a Astrid tan fuerte, que la hizo tambalearse, sosteniéndose con dificultad a la madera de la puerta. Se las arregló para no sucumbir ante la oscuridad que la rodeó. No podía desmayarse cuando Dylan estaba herido.—¡Dylan! —gritó cuando logró estabilizarse, corriendo a su lado y arrodillándose junto al cuerpo sangrante—. Dylan —sollozó ahogándose en su llanto, acariciándole el pálido rostro.—Vete —le pidió. Dylan intentó apartarse, pero no tenía fuerzas y ver a Astrid lo hacía todo más difícil. —No, no voy a dejarte. ¡Necesitas un médico! —gritó con los ojos empapados de lágrimas.—¡Vete, Astrid! ¡Vete! —gritó con la poca fuerza que le quedaba. Dylan se contrajo cuando la sangre abandonó sus labios.—¡Dylan! —gritó Astrid, tomándolo de la cabeza, tratando de mantenerlo despierto—. Por favor, no me hagas esto —le suplicó.Astrid no había conocido el miedo de perder a alguien que amaba desde la muerte de su madre. Ese dolor le hizo guardar distancias,