El eco de los pasos de Aisha resonaba en el oscuro túnel, acompañado del sonido sutil del agua goteando desde las paredes húmedas. El olor a sangre y moho impregnaba el aire, haciéndola contener la respiración. Su mente estaba enfocada en un solo objetivo: encontrar a Ishana.

A medida que avanzaba, un sonido rompió el silencio: una voz débil, familiar, cargada de esperanza.

—¡Aisha!

Giró hacia un pequeño hueco en la pared y vio a Ishana, su rostro pálido pero lleno de alivio. Sin dudarlo, se apresuró hacia ella y la envolvió en un abrazo, palpando rápidamente para asegurarse de que no estuviera herida.

—¿Estás bien? — preguntó con urgencia.

Ishana asintió lentamente, aunque el agotamiento en sus ojos hablaba por sí mismo.

—Gracias a los cielos que te encontré — continuó Aisha, exhalando profundamente.

—¿Y los demás? Varek, Sanathiel… — murmuró Ishana, con preocupación en su voz.

—El lobo blanco es fuerte. Sobrevivirá — respondió Aisha, ocultando la angustia que pesaba en su pecho—. Per