El viento silbaba entre las montañas, arrastrando un eco de lamentos antiguos, como susurros de almas olvidadas. En lo profundo de un bosque oscuro, temido por todos, un hombre se arrodillaba frente a un altar cubierto de musgo y polvo, iluminado solo por el resplandor menguante de una luna teñida de rojo.Su cabello, antaño negro como la noche, ahora era gris ceniza, y sus ojos, una vez llenos de la chispa de la juventud, solo reflejaban el peso de los siglos. Kevs, conocido ahora como Moira, había sido un hombre de vigor y ambición, pero la maldición lo había transformado en un testigo eterno de tragedias que no podía evitar.Una marca demoníaca sellaba uno de sus ojos, mientras que el otro, abierto, veía más allá de lo mortal. En su visión, tragedias y destinos inalterables se desplegaba como un tapiz sombrío. Rechazado tanto por los hombres como por los demonios, se había exiliado en este bosque prohibido, buscando en vano una tregua con un destino que siempre lo encontraba.Su pri
"El viento soplaba con el eco de los acontecimientos pasados, pero la luna roja aún no había revelado su último secreto...""Hilo del destino"El viento susurraba en la habitación oscura, acariciando los mechones de cabello de Aisha mientras dormía profundamente. Parecía una paz momentánea, pero su rostro, aunque tranquilo, llevaba la sombra de los secretos que la perseguían. Entonces, la calma se rompió.Un frío repentino recorrió la habitación, calando hasta los huesos. Su sueño se tornó más profundo, arrastrándola sin resistencia a un lugar más allá de lo humano.El paisaje se desplegó de golpe. Un horizonte desolador se extendía frente a ella, donde las estrellas eran apenas luces distantes y el aire olía a ceniza. Un silencio opresivo pesaba sobre todo.A lo lejos, emergió una figura. Varek. Caminaba con pasos calculados, sosteniendo la mano de una niña pequeña. Su mirada tenía una dulzura efímera… hasta que soltó la mano de la niña. Su expresión se endureció.—Siempre buscando r
Nos habíamos trasladado lejos de la mirada vigilante de la comunidad de los trece. Con lo poco que quedaba, vaciamos nuestras cuentas para llegar a un rincón remoto: una villa en las planicies amazónicas, allí donde la selva daba paso a las primeras montañas. Este refugio, al oriente de los Andes peruanos, parecía un sitio perdido en el tiempo, oculto bajo un interminable manto verde. Era el último lugar donde podrían encontrarnos.La villa había pertenecido a la familia de mi madre antes de su matrimonio. Era un santuario escondido que solo ella conocía. Las estrechas carreteras que conducían al lugar eran apenas transitables, convirtiendo el sitio en un refugio perfecto. Pero la paz aparente del entorno no podía borrar las sombras que arrastramos con nosotros. Con la salud de Daesa en recuperación, era una opción viable.Mientras inspeccionaba los documentos, un frío se apoderó de mí al descubrir que nuestras propiedades habían sido entregadas al VAEC como pago de una deuda. La firm
El siguiente mensaje llegó:- ../. /...-/./. - ../-/. -Me tomó solo un instante descifrarlo: "De vuelta".Después de recorrer el tercer paradero, vendí la moto, que ya no tenía gasolina. Aunque me dolía abandonar algo tan confiable, no tenía otra opción. Caminé, con cada paso sintiendo que me alejaba más de cualquier certeza, hasta que finalmente llegué. En la pantalla, otro mensaje apareció:3-15-14-13-9-7-15/1Y luego un tercer código:-. /.../-.
“Añorar lo que crees ver te otorga una felicidad fugaz, una ilusión vacía. Negarte a escuchar y ver lo que realmente es, te encierra en la oscuridad, presionando a otros para servir a una verdad que no puedes aceptar.”Cristal respiraba con dificultad, sus ojos escaneaban el contenido del baúl oculto de Rasen como si buscaran respuestas a preguntas que nunca se atrevió a hacer. Fotografías de momentos ajenos, cartas escritas con un cuidado que nunca había recibido de él, recuerdos de una vida que ella nunca compartió. Cada objeto era una estaca clavada en su pecho.—¡Maldito! —gritó, arrojando una fotografía contra la pared. El marco se rompió en pedazos, como su corazón.Con un movimiento frenético, tomó unas tijeras y comenzó a cortar las imágenes. Sus manos temblaban, pero su rabia la mantenía en marcha, como una tormenta que se niega a disiparse. Cada corte era un grito mudo, cada pedazo de papel que caía al suelo, un intento desesperado de borrar la historia que nunca fue suya. P
Lionel se detuvo un momento, buscando las palabras correctas.—Rasen no es solo un hombre roto. Es una bomba de tiempo. Si él lo ve como una maldición, ¿qué harás entonces?Cristal apretó los puños, luchando contra el nudo en su garganta.—No lo sé, Lionel. Pero no puedo ignorarlo. No puedo seguir pretendiendo que no está pasando.Lionel dejó escapar un suspiro, sus hombros hundidos bajo el peso de su propio conflicto.—Haz lo que creas necesario, Cristal. Solo recuerda que, si se desmorona, también arrastrará todo lo que amas consigo.Mientras Lionel salía de la habitación, las palabras resonaban en la mente de Cristal como un eco amargo. Miró hacia el espejo roto, sus ojos reflejando una mezcla de miedo y determinación. "Cuando nazcan, los va a amar. Lo sé. Lo haré posible. Solo hay algo que sigue en el camino… algo que no debería estar aquí. Algo que debo borrar."El reflejo en el espejo le devolvió la mirada. Sus propios ojos, oscurecidos por una certeza que nunca antes había sen
"Con una dulce melodía que te llama, que te implora desde el alma y se fortalece sin cesar, convirtiéndose en parte de tu historia. Como un arco tensado, preparado para dar el sonido final... así solía ver a mi amada."La imagen de perfección que Rasen tenía de Cristal comenzó a desmoronarse en un abrir y cerrar de ojos. Lo que antes era puro y elevado, ahora se revelaba como un espejismo, una máscara rota que el tiempo y las circunstancias habían desgarrado sin piedad.—No soportaba la idea de no verte. —La voz de Cristal era un susurro impregnado de nostalgia mientras pasaba un paño húmedo por la frente de Rasen—. Te busqué en cada rincón de mi memoria, aferrándome a la idea de que algún día regresarías. Fueron demasiados meses sin ti.
La tormenta rugía con una furia que parecía brotar de los mismos abismos. Truenos retumbaban sobre el claro del bosque, haciendo eco de un destino ineludible. Luciano Kerens, arrodillado, sentía el barro frío y la sangre empapando sus rodillas. Frente a él, un altar de piedra oscura se alzaba, cubierto de símbolos arcanos y rodeado por cenizas de antiguos sacrificios. La niebla giraba a su alrededor, como si el aire estuviera impregnado de la maldad que él mismo había convocado.Luciano alzó la vista hacia el cielo, cargado de nubes. Su pecho ardía con una mezcla de temor y determinación. El apellido “Kerens” pesaba en su mente, un nombre que había tomado en honor a su amigo Moira, su único lazo verdadero en un mundo lleno de traiciones. Ambos, huérfanos de guerra, habían sobrevivido juntos. Moira, su hermano de alma, y quien ahora yacía perdido, castigado por una culpa que no le correspondía del todo.El aire se tensó, y en medio del vacío, el demonio apareció. Su figura era una amal