«Si pudiera retroceder el tiempo, guardaría mis palabras en tu mente, para que no me dejara persuadir por mentiras, evitando así este miedo latente que me consume hasta en los sueños».Aisha observaba el reflejo en la ventanilla del avión, sumida en un mar de pensamientos. El mundo bajo sus pies se desdibujaba en una maraña de recuerdos y emociones. El aire se le antojaba denso, como si cada respiración fuese un acto de resistencia. Sabía que este viaje lo cambiaría todo, pero lo que no podía prever era cuánto dolería volver.El reencuentro de Aisha y CristalEl sol se ocultaba tras las colinas cuando Aisha llegó a la mansión de Cristal. El lugar emanaba grandeza, pero también una tristeza antigua. Lionel la recibió en la entrada. No intercambiaron palabras; el silencio incómodo fue suficiente.Cristal la esperaba en la sala principal, iluminada por la luz cálida de una lámpara antigua. Su silueta, con las manos reposando sobre el vientre abultado, parecía casi sagrada. Pero no fue el
Mientras tanto, en un rincón apartado del mundo, Varek avanzaba hacia su objetivo con determinación… a costa de todo.—Usaremos esta nueva dosis mejorada.—Señor, es el doble de la dosis. Es letal.—Pero efectiva —respondió con frialdad, guardando la jeringa en un estuche privado.Al cerrar la puerta del almacén, corrió las cortinas, dejando entrar apenas la tenue luz del amanecer. Frente a él, un gran pizarrón cubierto de mapas y fotografías mostraba locaciones estratégicas y rostros marcados con cruces rojas. Sin titubear, lanzó un dardo que impactó en el centro de la foto de Sanathiel.—Nunca lo entenderás, hermano —susurró—. Aisha volverá a mí. Como siempre debió ser. Antes de que interfirieran.Con movimientos lentos, casi reverentes, tomó una vieja fotografía donde Aisha aparecía de niña, rodeada de figuras que ahora le resultaban insignificantes. Besó suavemente su imagen, y luego tachó con rabia los rostros de los demás.Flashback: Luna RojaLa primera vez que Varek encontró a
“La luna roja ya estaba sobre ella.”Aisha sentía el peso de las palabras de Kerens aún flotando en su mente, como una melodía sombría que se negaba a desaparecer. Con los ojos cerrados, dejó que los recuerdos se filtraran en su corazón, trayendo consigo imágenes de los tres hermanos que habían marcado su vida de maneras que nunca habría imaginado.Primero apareció Varek en su memoria, su amor por él, real y profundo. Había sido como un incendio que quemaba con intensidad, dejando cicatrices imborrables. Bajo un gran árbol, con el sol de la tarde envolviéndolos, sus manos se habían encontrado en la corteza, sellando una promesa que parecía inquebrantable."Siempre estaremos juntos," le había dicho Varek.Pero esas palabras hoy no eran más que un eco hueco. Él ya no era el hombre que amó, sino una sombra obsesionada, poseída por una oscuridad que lo devoraba desde dentro.—¿Cuándo se rompió toda la magia entre los dos? —susurró preguntando Aisha, una lágrima rodando por su mejilla.Resp
Al amanecer, la mansión se envolvía en un frío inusual, como si el alba misma contuviera la respiración, presagiando algo que aún no había sido revelado. Aisha bajó a desayunar junto a Cristal, pero algo no cuadraba. Lionel no estaba allí, y su ausencia pesaba en la atmósfera como una sombra.Cristal, siempre impecable y radiante, cortaba trozos de fruta fresca con una elegancia ensayada. Su sonrisa era tan medida que rozaba la impostura, como si cada gesto estuviera destinado a ocultar una verdad no dicha. Pero detrás de su sonrisa, Aisha percibía algo más: un aire de complacencia que solo intensificará su inquietud.—Lionel salió temprano, ¿cierto? —preguntó, tratando de sonar casual.Cristal alzó la vista con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.—Siempre tan protector contigo… —respondió con un tono que rozaba la burla.Sin responder, Aisha regresó a la sala, buscando un momento para aclarar sus pensamientos. El silencio la envolvía, inquietante y pesado. Sentada en un sillón de t
Varek permanecía frente al espejo, el silencio solo interrumpido por el goteo constante del grifo. Observó su reflejo como si buscara algo más allá de la superficie. Pasó una mano por su cabello blanco, dejando que los mechones cayeran sobre sus hombros. Ese color era un recordatorio constante de quién era… y del peso de su linaje.Sus ojos violetas, fríos y penetrantes, parecían ver más allá del espejo, buscando respuestas en el reflejo de sus hermanos: Sanathiel, atrapado en la eternidad de un destino inmutable; y Sariel, encadenado por la necesidad de liberarse incluso de sí mismo.—¿Y yo? —pensó Varek, sintiendo el peso de la responsabilidad oprimiéndole el pecho—. ¿Soy diferente a ellos o estoy destinado a repetir los mismos errores?Giró ligeramente, dejando al descubierto el tatuaje en su espalda: un reloj de arena grabado con fuego, cada grano cayendo lentamente, marcando un tiempo que no podía detener. Sanathiel llevaba un trisquel en el hombro derecho, símbolo del flujo impla
La selva lo envolvía con su espesura. Los sonidos de la naturaleza resonaban como ecos distantes en su mente, entremezclados con los latidos acelerados de su corazón. Skiller avanzaba con pasos pesados, sintiendo las miradas de los hombres de Björn clavadas en su espalda. Pero la que más le dolía… era la de Daesa.Su esposa.Su amor por ella era su ancla, y al mismo tiempo, su condena.¿Es este el final? ¿Así terminaré? Atado, humillado… sin poder proteger a los míos. El aire húmedo se volvía más espeso. Cada respiración era un recordatorio de su impotencia. No podía caer… pero las cadenas apretaban más fuerte que su propia voluntad.Sus ojos recorrieron el terreno en busca de una salida, alguna esperanza que no estuviera teñida de sangre. Pero no había caminos fáciles. Las dudas lo asaltaban como sombras arrastrándose entre los árboles.Ella me necesita vivo. La familia me necesita vivo… pero también libre. El pensamiento se repetía en su mente como un mantra, buscando una calma que
Una estampida sacudió la casa con tal fuerza que el crujir de puertas y ventanas resonó como un lamento en la oscuridad. Las luces se apagaron, sumiendo todo en tinieblas. Aisha sintió un escalofrío recorrer su espalda mientras el sonido persistente de garras y gruñidos llenaba el aire, como un acecho constante tras su nuca.Las bestias conocían el castillo que albergaba a Cristal como si hubieran nacido en sus pasillos. Sus movimientos eran implacables, certeros, encontrando incluso los rincones más recónditos donde ellas intentaban esconderse.Los lobos, con su imponente figura y un pelaje rojizo que parecía arder bajo la luna, destrozaban todo a su paso.El estruendo de la madera astillándose, seguido de gruñidos cada vez más cercanos, hizo que la respiración de Aisha se acelerara. La noche estaba cargada de tensión. El aire era pesado y cada sonido, por mínimo que fuera, reverberaba como un grito en los oídos de Aisha. Escuchó pasos acercándose a su puerta y, con un instinto aprendido de las múltiples veces que había enfrentado el peligro, regresó a la cama fingiendo estar dormida.Su cuerpo temblaba, cada músculo ardiendo de agotamiento. Su mente le gritaba que resistiera, que encontrara una salida, pero la fría certeza de su situación la envolvía como un veneno insidioso. Estaba atrapada.El sonido de pasos firmes resonó tras la puerta, y su respiración se volvió errática. No era miedo lo que la paralizaba, sino rabia. Rabia por haber caído en esta trampa, por no haber sido lo suficientemente fuerte, por saber que CrisCapítulo 90: El rapto