«Mi conciencia intranquila agitaba mis emociones como un huracán, desafiando el equilibrio que creía haber alcanzado. Palabras susurradas que contradecían las mías evocaban un final que no podía ignorar.»
El grito de Salomón retumbó en los túneles oscuros, rebotando entre las paredes húmedas y cubiertas de musgo.
—¡SANATHIEL!
Su voz cortó el aire, llamando tanto a los vivos como a las sombras que los acechaban.
Las bestias, como una ola deforme, se precipitaron hacia él, moviéndose con una rapidez inquietante. Sus ojos, resplandeciendo con una ferocidad inhumana, no se apartaron de su objetivo. Pero Salomón permaneció inmóvil, su postura firme como una roca
El eco de los pasos de Aisha resonaba en el oscuro túnel, acompañado del sonido sutil del agua goteando desde las paredes húmedas. El olor a sangre y moho impregnaba el aire, haciéndola contener la respiración. Su mente estaba enfocada en un solo objetivo: encontrar a Ishana.A medida que avanzaba, un sonido rompió el silencio: una voz débil, familiar, cargada de esperanza.—¡Aisha!Giró hacia un pequeño hueco en la pared y vio a Ishana, su rostro pálido pero lleno de alivio. Sin dudarlo, se apresuró hacia ella y la envolvió en un abrazo, palpando rápidamente para asegura
Desde el helicóptero, Darío descendió con paso firme, su presencia marcando un contraste entre la tensión que impregnaba el ambiente y la aparente tranquilidad con la que caminaba. Al acercarse a Skiller, chocó su mano con fuerza, su sonrisa irónica iluminando momentáneamente el momento.—¡Cuñado! Daesa me pidió que te recuerde que tienes una luna de miel pendiente. Ya no hay excusas — dijo Darío, con un tono cargado de camaradería.La mención de Daesa logró suavizar la mirada de Skiller, quien suspiró con una mezcla de nostalgia y gratitud.—Tienes razón, Darío. Es hora de cumplir esa promesa — admitió, mientras se rascaba la nuca.Darío asintió, su expresión volviéndose más seria al mirar hacia la espesura del bosque.—¿Y qué pasa con ese cazador? El tal Steven. Apenas me vio, se giró y se marchó con Aisha, tu prima.La mención de Steven hizo que Skiller frunciera el ceño. Había algo en el cazador que siempre le había resultado desconcertante, una mezcla de misterio y peligro que lo
La penumbra del túnel era un abismo viviente, y Falco, con sus ojos fijos en Rasen, sentía una mezcla visceral de desprecio y determinación. La humedad impregnaba cada respiración, y el hedor de la corrupción flotaba como un recordatorio palpable de que el ser frente a él había dejado de ser humano.—¿Quién tuvo la arrogancia de traer semejante abominación al mundo? —espetó Falco con frialdad, desenvainando su espada con un destello plateado.Steven, inmóvil a su lado, miraba con el ceño fruncido a Rasen, quien yacía contra la pared, sus ojos oscuros brillando con una luz siniestra. Cuando despertó, la botella de sangre en su mano cayó al suelo, vacía y sin sentido.—Mi maestro nunca haría daño a alguien que no pudiera defenderse —murmuró Steven, lanzando una mirada de advertencia a Falco—. Rasen no es cruel por elección.—Falco… —la voz de Rasen emergió suave como un veneno, cargada de desdén—. Tu hedor no es diferente al mío.El guerrero endureció su mirada.—No hay redención para q
La penumbra acuosa del túnel revelaba un mundo fracturado entre la humanidad y la bestialidad. Sanathiel y Salomón se enfrentaban en una danza feroz de colmillos y garras, la sangre salpicando como una sombra viviente que oscurecía el aire. Los gruñidos profundos y los jadeos de ambos guerreros eran una sinfonía salvaje. La violencia desenfrenada marcaba cada centímetro de su batalla, los límites entre lobo y hombre desapareciendo bajo la furia ancestral.En otro rincón del caos, los protectores mutados en híbridos irrumpía con una brutalidad inhumana. Criaturas impulsadas por los aceleradores de la familia Björn, su existencia misma era una prueba del éxito despiadado de la manipulación genética. Desde el aire, Elliot, con el rostro crispado por la tensión, observaba cómo las explosiones sellaban las entradas del túnel, cortando toda vía de escape.—Esto no era lo planeado… —murmuró mientras maniobraba el helicóptero para huir de la devastación.Dentro, el olor metálico de la sangre
En ese momento, Steven apareció junto a Rasen, percibiendo la lucha interna que lo desgarraba sin necesidad de palabras. No había pánico en su expresión, sino una determinación fría e implacable.—Rasen —su voz era clara y firme, cortando el caos como un cuchillo—. No te pierdas. Eres más fuerte que esto.Rasen giró lentamente, y sus ojos reflejaban un torbellino de desesperación y rabia contenida, pero Steven notó algo más allá: el resquicio de humanidad aún luchando por prevalecer.Steven no dudó. Colocó una mano firme sobre el hombro de Rasen, un ancla que lo aferraba a la realidad, y habló con una suavidad inesperada.—Recuerda quién eres. Esto no te controla a ti; tú lo controlas a él.El toque de Steven fue como un ancla en medio del caos. Por un momento, Rasen sintió esa conexión tangible, una chispa que hacía retroceder la oscuridad. Cerró los ojos, respirando profundamente, y con cada exhalación, la presión en su pecho disminuía, recuperando un atisbo de control.—¡Lobo blanc
El aire estaba saturado de tensión. Salomón observaba al lobo grisáceo frente a él, una criatura salvaje y enloquecida cuya mirada azul profundo lo llenaba de una inquietud casi insoportable. Reconociendo la amenaza latente, levantó su medallón lunar. El fulgor cegador que emitió fue un acto de desesperación, una última y agotadora imposición de su voluntad sobre los restantes Nevri.—¡Ataquen! —ordenó, su voz firme desafiando el rugido de la bestia que avanzaba sin piedad.El lobo grisáceo, moviéndose con fuerza imparable, ignoró la presencia de Salomón. Su mirada estaba fija en Aisha, quien sintió cómo el terror la paralizaba mientras la criatura se acercaba. Desesperada, se lanzó entre los cuerpos caídos, alcanzando la espada rota de Falco. Pero antes de que pudiera escapar, unas manos heladas atraparon su nuca.—No lo intentes… Quédate quieta —murmuró una voz baja y sombría.El frío de esas palabras se deslizó hasta sus huesos. A su alrededor, los cadáveres yacían drenados de vida
Sanathiel, proclamado ahora alfa de los Nevri, condujo a su grupo fuera del túnel hacia la seguridad del bosque. El extenso verde, que había sido su primer refugio, les devolvía una sensación de vida y libertad. Avanzaron con agilidad hasta llegar a un campamento abandonado, donde los restos de un enfrentamiento reciente les dieron la bienvenida en forma de cuerpos inertes y el aroma metálico de la sangre.Uno de los Nevri tomó una radio de entre las manos frías de un caído y se la entregó a Sanathiel.—No hay nadie vivo aquí, solo esto… —informó, su voz cargada de tensión.Sanathiel, sintiendo la incertidumbre de su manada, mantuvo su postura firme.—Revisen con cuidado y tomen lo que podamos usar. No bajen la guardia.Skiller frunció el ceño mientras se cubría la nariz.—Este lugar apesta…—Entonces prueba algo diferente, Snova —replicó Sanathiel con un sarcasmo controlado.El ambiente era pesado, pero lo más inquietante para Sanathiel no eran los cuerpos esparcidos ni la inminencia
El viento silbaba entre las montañas, arrastrando un eco de lamentos antiguos, como susurros de almas olvidadas. En lo profundo de un bosque oscuro, temido por todos, un hombre se arrodillaba frente a un altar cubierto de musgo y polvo, iluminado solo por el resplandor menguante de una luna teñida de rojo.Su cabello, antaño negro como la noche, ahora era gris ceniza, y sus ojos, una vez llenos de la chispa de la juventud, solo reflejaban el peso de los siglos. Kevs, conocido ahora como Moira, había sido un hombre de vigor y ambición, pero la maldición lo había transformado en un testigo eterno de tragedias que no podía evitar.Una marca demoníaca sellaba uno de sus ojos, mientras que el otro, abierto, veía más allá de lo mortal. En su visión, tragedias y destinos inalterables se desplegaba como un tapiz sombrío. Rechazado tanto por los hombres como por los demonios, se había exiliado en este bosque prohibido, buscando en vano una tregua con un destino que siempre lo encontraba.Su pri