La penumbra acuosa del túnel revelaba un mundo fracturado entre la humanidad y la bestialidad. Sanathiel y Salomón se enfrentaban en una danza feroz de colmillos y garras, la sangre salpicando como una sombra viviente que oscurecía el aire. Los gruñidos profundos y los jadeos de ambos guerreros eran una sinfonía salvaje. La violencia desenfrenada marcaba cada centímetro de su batalla, los límites entre lobo y hombre desapareciendo bajo la furia ancestral.En otro rincón del caos, los protectores mutados en híbridos irrumpía con una brutalidad inhumana. Criaturas impulsadas por los aceleradores de la familia Björn, su existencia misma era una prueba del éxito despiadado de la manipulación genética. Desde el aire, Elliot, con el rostro crispado por la tensión, observaba cómo las explosiones sellaban las entradas del túnel, cortando toda vía de escape.—Esto no era lo planeado… —murmuró mientras maniobraba el helicóptero para huir de la devastación.Dentro, el olor metálico de la sangre
En ese momento, Steven apareció junto a Rasen, percibiendo la lucha interna que lo desgarraba sin necesidad de palabras. No había pánico en su expresión, sino una determinación fría e implacable.—Rasen —su voz era clara y firme, cortando el caos como un cuchillo—. No te pierdas. Eres más fuerte que esto.Rasen giró lentamente, y sus ojos reflejaban un torbellino de desesperación y rabia contenida, pero Steven notó algo más allá: el resquicio de humanidad aún luchando por prevalecer.Steven no dudó. Colocó una mano firme sobre el hombro de Rasen, un ancla que lo aferraba a la realidad, y habló con una suavidad inesperada.—Recuerda quién eres. Esto no te controla a ti; tú lo controlas a él.El toque de Steven fue como un ancla en medio del caos. Por un momento, Rasen sintió esa conexión tangible, una chispa que hacía retroceder la oscuridad. Cerró los ojos, respirando profundamente, y con cada exhalación, la presión en su pecho disminuía, recuperando un atisbo de control.—¡Lobo blanc
El aire estaba saturado de tensión. Salomón observaba al lobo grisáceo frente a él, una criatura salvaje y enloquecida cuya mirada azul profundo lo llenaba de una inquietud casi insoportable. Reconociendo la amenaza latente, levantó su medallón lunar. El fulgor cegador que emitió fue un acto de desesperación, una última y agotadora imposición de su voluntad sobre los restantes Nevri.—¡Ataquen! —ordenó, su voz firme desafiando el rugido de la bestia que avanzaba sin piedad.El lobo grisáceo, moviéndose con fuerza imparable, ignoró la presencia de Salomón. Su mirada estaba fija en Aisha, quien sintió cómo el terror la paralizaba mientras la criatura se acercaba. Desesperada, se lanzó entre los cuerpos caídos, alcanzando la espada rota de Falco. Pero antes de que pudiera escapar, unas manos heladas atraparon su nuca.—No lo intentes… Quédate quieta —murmuró una voz baja y sombría.El frío de esas palabras se deslizó hasta sus huesos. A su alrededor, los cadáveres yacían drenados de vida
Sanathiel, proclamado ahora alfa de los Nevri, condujo a su grupo fuera del túnel hacia la seguridad del bosque. El extenso verde, que había sido su primer refugio, les devolvía una sensación de vida y libertad. Avanzaron con agilidad hasta llegar a un campamento abandonado, donde los restos de un enfrentamiento reciente les dieron la bienvenida en forma de cuerpos inertes y el aroma metálico de la sangre.Uno de los Nevri tomó una radio de entre las manos frías de un caído y se la entregó a Sanathiel.—No hay nadie vivo aquí, solo esto… —informó, su voz cargada de tensión.Sanathiel, sintiendo la incertidumbre de su manada, mantuvo su postura firme.—Revisen con cuidado y tomen lo que podamos usar. No bajen la guardia.Skiller frunció el ceño mientras se cubría la nariz.—Este lugar apesta…—Entonces prueba algo diferente, Snova —replicó Sanathiel con un sarcasmo controlado.El ambiente era pesado, pero lo más inquietante para Sanathiel no eran los cuerpos esparcidos ni la inminencia
El viento silbaba entre las montañas, arrastrando un eco de lamentos antiguos, como susurros de almas olvidadas. En lo profundo de un bosque oscuro, temido por todos, un hombre se arrodillaba frente a un altar cubierto de musgo y polvo, iluminado solo por el resplandor menguante de una luna teñida de rojo.Su cabello, antaño negro como la noche, ahora era gris ceniza, y sus ojos, una vez llenos de la chispa de la juventud, solo reflejaban el peso de los siglos. Kevs, conocido ahora como Moira, había sido un hombre de vigor y ambición, pero la maldición lo había transformado en un testigo eterno de tragedias que no podía evitar.Una marca demoníaca sellaba uno de sus ojos, mientras que el otro, abierto, veía más allá de lo mortal. En su visión, tragedias y destinos inalterables se desplegaba como un tapiz sombrío. Rechazado tanto por los hombres como por los demonios, se había exiliado en este bosque prohibido, buscando en vano una tregua con un destino que siempre lo encontraba.Su pri
"El viento soplaba con el eco de los acontecimientos pasados, pero la luna roja aún no había revelado su último secreto...""Hilo del destino"El viento susurraba en la habitación oscura, acariciando los mechones de cabello de Aisha mientras dormía profundamente. Parecía una paz momentánea, pero su rostro, aunque tranquilo, llevaba la sombra de los secretos que la perseguían. Entonces, la calma se rompió.Un frío repentino recorrió la habitación, calando hasta los huesos. Su sueño se tornó más profundo, arrastrándola sin resistencia a un lugar más allá de lo humano.El paisaje se desplegó de golpe. Un horizonte desolador se extendía frente a ella, donde las estrellas eran apenas luces distantes y el aire olía a ceniza. Un silencio opresivo pesaba sobre todo.A lo lejos, emergió una figura. Varek. Caminaba con pasos calculados, sosteniendo la mano de una niña pequeña. Su mirada tenía una dulzura efímera… hasta que soltó la mano de la niña. Su expresión se endureció.—Siempre buscando r
Nos habíamos trasladado lejos de la mirada vigilante de la comunidad de los trece. Con lo poco que quedaba, vaciamos nuestras cuentas para llegar a un rincón remoto: una villa en las planicies amazónicas, allí donde la selva daba paso a las primeras montañas. Este refugio, al oriente de los Andes peruanos, parecía un sitio perdido en el tiempo, oculto bajo un interminable manto verde. Era el último lugar donde podrían encontrarnos.La villa había pertenecido a la familia de mi madre antes de su matrimonio. Era un santuario escondido que solo ella conocía. Las estrechas carreteras que conducían al lugar eran apenas transitables, convirtiendo el sitio en un refugio perfecto. Pero la paz aparente del entorno no podía borrar las sombras que arrastramos con nosotros. Con la salud de Daesa en recuperación, era una opción viable.Mientras inspeccionaba los documentos, un frío se apoderó de mí al descubrir que nuestras propiedades habían sido entregadas al VAEC como pago de una deuda. La firm
El siguiente mensaje llegó:- ../. /...-/./. - ../-/. -Me tomó solo un instante descifrarlo: "De vuelta".Después de recorrer el tercer paradero, vendí la moto, que ya no tenía gasolina. Aunque me dolía abandonar algo tan confiable, no tenía otra opción. Caminé, con cada paso sintiendo que me alejaba más de cualquier certeza, hasta que finalmente llegué. En la pantalla, otro mensaje apareció:3-15-14-13-9-7-15/1Y luego un tercer código:-. /.../-.