Parte 2: Mi ancla

En ese momento, Steven apareció junto a Rasen, percibiendo la lucha interna que lo desgarraba sin necesidad de palabras. No había pánico en su expresión, sino una determinación fría e implacable.

—Rasen —su voz era clara y firme, cortando el caos como un cuchillo—. No te pierdas. Eres más fuerte que esto.

Rasen giró lentamente, y sus ojos reflejaban un torbellino de desesperación y rabia contenida, pero Steven notó algo más allá: el resquicio de humanidad aún luchando por prevalecer.

Steven no dudó. Colocó una mano firme sobre el hombro de Rasen, un ancla que lo aferraba a la realidad, y habló con una suavidad inesperada.

—Recuerda quién eres. Esto no te controla a ti; tú lo controlas a él.

El toque de Steven fue como un ancla en medio del caos. Por un momento, Rasen sintió esa conexión tangible, una chispa que hacía retroceder la oscuridad. Cerró los ojos, respirando profundamente, y con cada exhalación, la presión en su pecho disminuía, recuperando un atisbo de control.

—¡Lobo blanc
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