El aire estaba saturado de tensión. Salomón observaba al lobo grisáceo frente a él, una criatura salvaje y enloquecida cuya mirada azul profundo lo llenaba de una inquietud casi insoportable. Reconociendo la amenaza latente, levantó su medallón lunar. El fulgor cegador que emitió fue un acto de desesperación, una última y agotadora imposición de su voluntad sobre los restantes Nevri.—¡Ataquen! —ordenó, su voz firme desafiando el rugido de la bestia que avanzaba sin piedad.El lobo grisáceo, moviéndose con fuerza imparable, ignoró la presencia de Salomón. Su mirada estaba fija en Aisha, quien sintió cómo el terror la paralizaba mientras la criatura se acercaba. Desesperada, se lanzó entre los cuerpos caídos, alcanzando la espada rota de Falco. Pero antes de que pudiera escapar, unas manos heladas atraparon su nuca.—No lo intentes… Quédate quieta —murmuró una voz baja y sombría.El frío de esas palabras se deslizó hasta sus huesos. A su alrededor, los cadáveres yacían drenados de vida
Sanathiel, proclamado ahora alfa de los Nevri, condujo a su grupo fuera del túnel hacia la seguridad del bosque. El extenso verde, que había sido su primer refugio, les devolvía una sensación de vida y libertad. Avanzaron con agilidad hasta llegar a un campamento abandonado, donde los restos de un enfrentamiento reciente les dieron la bienvenida en forma de cuerpos inertes y el aroma metálico de la sangre.Uno de los Nevri tomó una radio de entre las manos frías de un caído y se la entregó a Sanathiel.—No hay nadie vivo aquí, solo esto… —informó, su voz cargada de tensión.Sanathiel, sintiendo la incertidumbre de su manada, mantuvo su postura firme.—Revisen con cuidado y tomen lo que podamos usar. No bajen la guardia.Skiller frunció el ceño mientras se cubría la nariz.—Este lugar apesta…—Entonces prueba algo diferente, Snova —replicó Sanathiel con un sarcasmo controlado.El ambiente era pesado, pero lo más inquietante para Sanathiel no eran los cuerpos esparcidos ni la inminencia
El viento silbaba entre las montañas, arrastrando un eco de lamentos antiguos, como susurros de almas olvidadas. En lo profundo de un bosque oscuro, temido por todos, un hombre se arrodillaba frente a un altar cubierto de musgo y polvo, iluminado solo por el resplandor menguante de una luna teñida de rojo.Su cabello, antaño negro como la noche, ahora era gris ceniza, y sus ojos, una vez llenos de la chispa de la juventud, solo reflejaban el peso de los siglos. Kevs, conocido ahora como Moira, había sido un hombre de vigor y ambición, pero la maldición lo había transformado en un testigo eterno de tragedias que no podía evitar.Una marca demoníaca sellaba uno de sus ojos, mientras que el otro, abierto, veía más allá de lo mortal. En su visión, tragedias y destinos inalterables se desplegaba como un tapiz sombrío. Rechazado tanto por los hombres como por los demonios, se había exiliado en este bosque prohibido, buscando en vano una tregua con un destino que siempre lo encontraba.Su pri
"El viento soplaba con el eco de los acontecimientos pasados, pero la luna roja aún no había revelado su último secreto...""Hilo del destino"El viento susurraba en la habitación oscura, acariciando los mechones de cabello de Aisha mientras dormía profundamente. Parecía una paz momentánea, pero su rostro, aunque tranquilo, llevaba la sombra de los secretos que la perseguían. Entonces, la calma se rompió.Un frío repentino recorrió la habitación, calando hasta los huesos. Su sueño se tornó más profundo, arrastrándola sin resistencia a un lugar más allá de lo humano.El paisaje se desplegó de golpe. Un horizonte desolador se extendía frente a ella, donde las estrellas eran apenas luces distantes y el aire olía a ceniza. Un silencio opresivo pesaba sobre todo.A lo lejos, emergió una figura. Varek. Caminaba con pasos calculados, sosteniendo la mano de una niña pequeña. Su mirada tenía una dulzura efímera… hasta que soltó la mano de la niña. Su expresión se endureció.—Siempre buscando r
Nos habíamos trasladado lejos de la mirada vigilante de la comunidad de los trece. Con lo poco que quedaba, vaciamos nuestras cuentas para llegar a un rincón remoto: una villa en las planicies amazónicas, allí donde la selva daba paso a las primeras montañas. Este refugio, al oriente de los Andes peruanos, parecía un sitio perdido en el tiempo, oculto bajo un interminable manto verde. Era el último lugar donde podrían encontrarnos.La villa había pertenecido a la familia de mi madre antes de su matrimonio. Era un santuario escondido que solo ella conocía. Las estrechas carreteras que conducían al lugar eran apenas transitables, convirtiendo el sitio en un refugio perfecto. Pero la paz aparente del entorno no podía borrar las sombras que arrastramos con nosotros. Con la salud de Daesa en recuperación, era una opción viable.Mientras inspeccionaba los documentos, un frío se apoderó de mí al descubrir que nuestras propiedades habían sido entregadas al VAEC como pago de una deuda. La firm
El siguiente mensaje llegó:- ../. /...-/./. - ../-/. -Me tomó solo un instante descifrarlo: "De vuelta".Después de recorrer el tercer paradero, vendí la moto, que ya no tenía gasolina. Aunque me dolía abandonar algo tan confiable, no tenía otra opción. Caminé, con cada paso sintiendo que me alejaba más de cualquier certeza, hasta que finalmente llegué. En la pantalla, otro mensaje apareció:3-15-14-13-9-7-15/1Y luego un tercer código:-. /.../-.
“Añorar lo que crees ver te otorga una felicidad fugaz, una ilusión vacía. Negarte a escuchar y ver lo que realmente es, te encierra en la oscuridad, presionando a otros para servir a una verdad que no puedes aceptar.”Cristal respiraba con dificultad, sus ojos escaneaban el contenido del baúl oculto de Rasen como si buscaran respuestas a preguntas que nunca se atrevió a hacer. Fotografías de momentos ajenos, cartas escritas con un cuidado que nunca había recibido de él, recuerdos de una vida que ella nunca compartió. Cada objeto era una estaca clavada en su pecho.—¡Maldito! —gritó, arrojando una fotografía contra la pared. El marco se rompió en pedazos, como su corazón.Con un movimiento frenético, tomó unas tijeras y comenzó a cortar las imágenes. Sus manos temblaban, pero su rabia la mantenía en marcha, como una tormenta que se niega a disiparse. Cada corte era un grito mudo, cada pedazo de papel que caía al suelo, un intento desesperado de borrar la historia que nunca fue suya. P
Lionel se detuvo un momento, buscando las palabras correctas.—Rasen no es solo un hombre roto. Es una bomba de tiempo. Si él lo ve como una maldición, ¿qué harás entonces?Cristal apretó los puños, luchando contra el nudo en su garganta.—No lo sé, Lionel. Pero no puedo ignorarlo. No puedo seguir pretendiendo que no está pasando.Lionel dejó escapar un suspiro, sus hombros hundidos bajo el peso de su propio conflicto.—Haz lo que creas necesario, Cristal. Solo recuerda que, si se desmorona, también arrastrará todo lo que amas consigo.Mientras Lionel salía de la habitación, las palabras resonaban en la mente de Cristal como un eco amargo. Miró hacia el espejo roto, sus ojos reflejando una mezcla de miedo y determinación. "Cuando nazcan, los va a amar. Lo sé. Lo haré posible. Solo hay algo que sigue en el camino… algo que no debería estar aquí. Algo que debo borrar."El reflejo en el espejo le devolvió la mirada. Sus propios ojos, oscurecidos por una certeza que nunca antes había sen