Antonio Ospino levantó la vista del plano que el ingeniero le mostraba en el momento cuando alguien le dijo que lo solicitaban afuera.
Estaba en el tercer piso de una obra en construcción, con su casco, chaleco y demás elementos de seguridad. Cuando le dijeron que era su hija quien lo solicitaba, le extrañó.
Miró su reloj, las once y cincuenta de la mañana.
—Nos vemos en la tarde entonces –dijo el ingeniero, que parecía estar buscando una excusa para salir de la construcción temprano.
—Está bien –contestó An
Tragó saliva al darse cuenta de aquello. Enfrentar a sus demonios. ¿Qué debía hacer?—No tengas miedo –le dijo Antonio extendiendo una mano y poniéndola en el hombro de su hija—. Puedes sólo probar. Si es demasiado insoportable, seguiremos buscando. Hemos pasado cosas peores juntos.—Pensé que… pensé que odiarías la idea. Eres mi padre… a veces eres incluso un poco machista. Lo que me sucedió a mí… ningún padre en el mundo lo quiere para su hija. Pensé que me recomendarías huir lo más lejos posible.—Oh, quiero hacerlo. Sacarte de
Emilia volvió a la empresa, a su trabajo y a su antiguo cubículo. Ésta vez se presentó en la oficina de Adrián antes de que él llegara para hablar con él de su regreso, y al verla, él le sonrió y le estrechó la mano.—Bienvenida de vuelta –le dijo con una sonrisa, y Emilia se la devolvió sintiéndose un poco avergonzada. La última vez que se vieran, ella había hecho un show terrible y él se había visto envuelto en ello.—Gracias.—Esta vez te quedarás indefinidamente, ¿verdad?—Eso espero –sonrió ella sintiéndose un poco tímida.—¿Deberé mantener a Rubén al margen? –Emilia lo miró fijamente pensándose esa respuesta, pero mantenerlo al margen no ayudaría mucho a la consecución del propósito que la hab&ia
Al fin, dijo Emilia, pero contrario a lo que había deseado antes, se quedó allí unos segundos más analizando, sin poder evitarlo, lo que había sucedido. Ésta mujer había sido novia de Rubén Caballero, y él la había dejado. Ella le rogaba que no lo hiciera, parecía que no le importaba que él estuviese enamorado de otra.Pestañeó al darse cuenta de que estaba humanizando otra vez a su bestia; eran los humanos los que se enamoraban, no las bestias, y aunque ese juego de palabras parecía muy infantil, aceptar que él tenía sentimientos iba en contra de su costumbre, y era difícil.Al fin, se movió para salir de su escondite. Seguía con la jarra de café en las manos y ésta estaba caliente. Esconderse era agotador.Pero la cocina no había sido desocupada, allí seguía Rubén Caballero, recost
Gemima se sorprendió un poco cuando Edgar, el mayordomo de su casa, le dijo que a la salida de la mansión había un camión de entregas.—¿Para quién? –preguntó Gemima extrañada, y tomó el teléfono para llamar a su esposo; tal vez él estaba esperando un paquete y se le había olvidado decírselo esta mañana.—Para el joven Rubén –eso la extrañó. Su hijo había cambiado su domicilio hacía rato, y toda su correspondencia iba al pequeño apartamento en el que vivía.—Está bien. Recíbanlo, pero… ten
Tragó saliva rechazando la empatía que estaba desarrollando hacia él, definitivamente, había sido mala idea salir a comer con alguien que lo apreciaba, pero entonces llegó Telma y la sorprendió con un beso en la mejilla.—Estabas en la luna –la acusó, y luego miró a su compañero de mesa.—Ah… Te presento a… —Adrián se puso en pie y le extendió la mano presentándose a sí mismo.Telma se sentó y miró a ambos con una sonrisa.—¿Estoy dañando el ambie
Felipe se detuvo ante el enorme complejo de edificios que en su parte más alta tenía en azul oscuro las letras CBLR y una figura que semejaba una pequeña casa. Ya había oscurecido, las luces exteriores del edificio se habían encendido y personas salían una tras otra despidiéndose entre sí.Se bajó de su motocicleta, que debía devolver mañana a la empresa en la que trabajaba como mensajero, y buscó algo en su teléfono. Su madre había dicho que Emilia estaba trabajando para él. Para él, no con él, así que tal vez ese hombre era uno de los jefes. O quizás el dueño.En la página de internet dedicada a la constructora en
Emilia corrió tan rápido como pudo, pero era ya tarde. Encontró a Rubén en el suelo, con sangre manando de su boca, y a Felipe dispuesto a seguir pegándole.—¡Detente! –le gritó Emilia agarrándolo fuerte del brazo, pero no tuvo la fuerza suficiente y se vio arrastrada en el impuso que Felipe había tomado para golpear a Rubén—. ¡Basta! –gritó Emilia en todo el oído de Felipe, y éste al fin la miró.—¡Fue él! –exclamó—. ¡Fue él, fue él!
Él apareció casi media hora después, y al verlo se detuvo por un momento. Felipe estaba recostado al auto con los brazos y los tobillos cruzados. Rubén se acercó y al estar frente a frente, respiró profundo.—¿Qué fue eso que sucedió ahora? –Preguntó Felipe—. ¿Qué es toda esa mierda de “Te amo” y yo no sé qué más? –Rubén hizo una mueca. No le gustaba mucho que sus sentimientos fueran tratados como mierda, pero supuso que no podía esperar menos del hermano de Emilia.—Es una historia larga.—Bien. Me han ocultado tantas