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Felipe se detuvo ante el enorme complejo de edificios que en su parte más alta tenía en azul oscuro las letras CBLR y una figura que semejaba una pequeña casa. Ya había oscurecido, las luces exteriores del edificio se habían encendido y personas salían una tras otra despidiéndose entre sí.

Se bajó de su motocicleta, que debía devolver mañana a la empresa en la que trabajaba como mensajero, y buscó algo en su teléfono. Su madre había dicho que Emilia estaba trabajando para él. Para él, no con él, así que tal vez ese hombre era uno de los jefes. O quizás el dueño.

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