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—¡Mira, es Rubén! –Exclamó Melisa al verlo entrar a la sala migración. Casi había gritado, como si en vez de su jefe se tratara de algún famoso—. Ah… —siguió con menos entusiasmo— y Emilia.

Ella venía tras Rubén, con el abrigo plegado en el brazo y su bolso de mano en el hombro. Melissa vio a Rubén cederle el turno para que ella fuera delante. Los separaban varios pasajeros en la fila, y luego de poner el sello en el pasaporte, se reunieron de nuevo en otro lado del aeropuerto. Estaban justos de tiempo para el siguiente vuelo, así que no podrían salir por ahí a conocer, ni tampoco pasear un poco por el interior del aeropuerto.

—H

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